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En las preguntas está la respuesta

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El 21 de octubre pasado, sobrevolando por primera vez en mi vida tierra centroamericana, recordé leyendas de colegas amigos que desde 1998 están armando la crónica de un suceso absolutamente histórico: el trabajo de cientos de médicos cubanos en las regiones más pobres, inaccesibles y olvidadas de esa parte del mundo por donde antes de llegar ellos solo pasaron  guerras, terremotos, ciclones y otras tristezas.

Mi destino, breve e intenso, era Guatemala, tierra que hospedó a una de las más avanzadas e imaginativas civilizaciones precolombinas y se plantó en los afectos de Cuba desde el  amor y el dolor de sus gentes, que nos fueron contados primero por  José Martí y después por  Ernesto Guevara.

Con ambos comparte tanta alma Fidel Castro, que -según mis colegas que pasaron antes por aquí- muchos guatemaltecos creen firmemente que el líder de la Revolución cubana estuvo alguna vez entre ellos, aunque la historia oficial diga lo contrario. Y no se trata solo del  hipotético "dicen que…", sino del  enfático "yo lo ví…"

El recuerdo de esa y otras leyendas de amores mutuos entre Cuba y Guatemala, me aliviaba un poco el pesar de las primeras horas lejos de la casa que aquel 21 de octubre podía ser, también, una angustiosa lejanía de las noticias sobre la  salud de Fidel, a quien había visto al final de la noche anterior semisentado sobre una incómoda silla, mientras daba su corajuda explicación al pueblo sobre el accidentado paso que le provocó -después sabríamos- fractura múltiple en la rodilla y daños también en el brazo opuesto.

Por fortuna y delicadezas de nuestra embajada en Guatemala, desde que puse un pie en tierra, comencé a enterarme de lo que al mismo tiempo se  iba diciendo en Cuba: desde los detalles de la operación de la que el Comandante fue el propio cronista, hasta su aparición en la Mesa Redonda  especial  que lo informó todo sobre el gravamen a la circulación del dólar como medida para enfrentar la persecución del bloqueo financiero yanqui al comercio cubano.

No sé si fueron los colores del escenario escogido para la transmisión o el afán de los que le mirábamos desde lejos, pero  de aquella comparecencia lo primero que comentamos fue lo bien que lucía el Comandante explicando la nueva medida. Un colaborador cubano del deporte que recibe la señal de Cubavisión en Guatemala fue quien llamó para avisar: ¡Fidel está en la Mesa Redonda y qué bien se ve¡  Del tema de la Mesa se habló después.

Por esa señal  de la televisión cubana que llega a varios departamentos del país y a algunas zonas de la capital por  cable y por la dinámica comunicación entre la Patria y sus colaboradores y a pesar de los silencios y las tergiversaciones de un prensa local apegada a los intereses oligárquicos; no hubo espacio para la desinformación en torno a un tema de tanta sensibilidad para los más de 500 cubanos que practican la solidaridad repartidos por la geografía guatemalteca. Aun así, en cada encuentro con un grupo de ellos, primero se preguntaba por Fidel y después por otras noticias.

Mientras, la embajada se llenaba de correos amigos, algunos tan simpáticos y exactos como los versos de José Barnoya: "Don Fidel, si para su mala suerte, se fracturó al tropezar, la palabra sigue fuerte y el cerebro en su lugar".  

Y nosotros, que habíamos ido hasta el hermano país a solicitud del primer comité solidario con Cuba para explicar la realidad del bloqueo norteamericano y de la injusta prisión que sufren cinco héroes nuestros, cada vez que nos pusimos a disposición de los auditorios más amplios y diversos para iniciar la ronda de preguntas; aprendimos enseguida que invariablemente las dos primeras serían: ¿Cómo está Fidel? y, ¿qué debo hacer para que mi hijo estudie medicina en Cuba?

De regreso a la Patria, he leído con emoción cientos de mensajes enviados desde lo más profundo de la Isla o lo más distante en el planeta. Todos, de alguna forma, me han devuelto aquellas inolvidables sesiones de preguntas hechas en Guatemala con el interés familiar que creíamos exclusivamente nuestro.

Definitivamente sé que Fidel nunca ha estado físicamente por aquellas tierras. Pero ya estoy en condiciones de entender la certeza con la que algunos afirman haberlo visto allí. Claro que está.  Anda con los maravillosos muchachos que van como misioneros modernos salvando vidas por los rincones más hostiles de la poderosa naturaleza centroamericana. Y en el corazón de todos los que quieren que sus hijos sean protagonistas de la historia que ha de seguir.  En sus preguntas, aprendí la respuesta.

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Arleen Rodríguez Derivet

Arleen Rodríguez Derivet

Periodista cubana y conductora del programa de la televisión cubana "Mesa Redonda", que transmite una emisión especial para Telesur. Es coautora del libro "El Camaján".