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Barbarie, crueldades y aventurerismo

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  Juan Marrero, Premio Nacional de Periodismo "José Martí"  

En Estados Unidos viven varias decenas de millones de latinoamericanos. A la inmensa mayoría nunca se les ha prohibido o limitado el envío de remesas a sus familiares. Ni a los argentinos, paraguayos o chilenos en los años de las sangrientas dictaduras militares de Videla, Stroessner o Pinochet; ni a dominicanos en los tiempos de Trujillo; ni a los haitianos en la época de Duvalier; ni a los nicaragüenses cuando la dinastía de los Somoza, Esos eran dóciles aliados de los gobiernos de Estados Unidos, a todo decían "Yes, sir", eran "nuestros hijos de p...", como confesara descarnadamente un presidente norteamericano, y no era importante ni significativo que violasen sistemáticamente los más elementales derechos humanos como justificación para aplicarles bárbaras y crueles sanciones.

Nadie se confunda. El modelo de democracia y libertades de Estados Unidos es selectivo y discriminatorio. Los que aceptan al imperio y sus leyes, sin importar el expediente de atrocidades y crímenes, no deben temer con medidas punitivas de la más poderosa potencia militar y económica del mundo. Los que no entren por ese carril, caen en una "lista negra" como enemigos de la democracia y las libertades. Son llamados "bandoleros", "delincuentes", "terroristas", "torturadores", "asesinos", "criminales" y cualquier otro calificativo similar de los que aparecen en los diccionarios. Todo aquel que se interpone en el camino escogido por Estados Unidos, que no es otro que el control y el dominio mundial, debe enfrentar restricciones, prohibiciones, amenazas y hasta la agresión militar. 

Los buenos son los que obedecen al Imperio, los malos los que no lo hacen. Y el gigantesco poder mediático, controlado por  ese poderoso Imperio, se encarga de que el virus de la mentira y la desinformación contaminen por doquiera a los pueblos, incluso a masas hambrientas, analfabetas e insalubres. Se satanizan fenómenos, hechos, sistemas, gobiernos  y hombres honestos y patrióticos con la misma desvergüenza con que se enaltecen y muestran ante la opinión pública fenómenos, hechos, sistemas, gobiernos y hombres sin virtudes y sin ética, corruptos y con sus manos manchadas de sangre, como defensores de la democracia y la libertad.

Cuba,  sus dirigentes, su sistema social y económico, sus hechos cotidianos, su realidad, su pueblo están entre los más demonizados hoy por la propaganda imperialista que, en estos tiempos de campaña electoral en Estados Unidos, se hace más cruda e intensa. Toda agresión militar de Estados Unidos, guerras de conquista y de rapiña, han estado inevitablemente precedidas por guerras mediáticas y de propaganda. Los cubanos, pues, tenemos suficientes razones hoy para preocuparnos y prepararnos para lo peor, sin temor alguno, para evitar que Cuba retorne a la horrible e inhumana condición de colonia de Estados Unidos. 

El conjunto de medidas recientemente anunciadas por el presidente Bush para recrudecer aún más su política agresiva y hostil contra Cuba, entre ellas convertir a los cubanos residentes en los Estados Unidos en los únicos inmigrantes que tienen prohibido o limitados el monto de dinero que pueden enviar a sus familiares en la Isla para ayudarlos económicamente, o incluso establecer condiciones al derecho político de cada cubano para que puedan o no recibir esa ayuda, es simplemente monstruoso. Mucho de crueldad y odio inspiran ese programa de medidas de la administración Bush contra el pueblo cubano.

La barbarie imperial no tiene límites. La historia está llena de ejemplos. Jamás han tenido escrúpulos en sus políticas injerencistas como tampoco en sus guerras de rapiña y de conquista de territorios. Desde que se anexaron Texas, la Alta California y más de la mitad del territorio México a mediados del siglo XIX hasta fecha más reciente en que se apoderaron de los territorios de Afganistán e Iraq usando pretextos inadmisibles y mentirosos. Los soldados del imperio yanqui, cumpliendo las órdenes de sus jefes militares y políticos, han actuado de la misma manera como lo hicieron en la antigüedad las hordas de Atila y después los piratas nórdicos en las poblaciones costeras de Inglaterra. Sin escrúpulo alguno. Asesinar, arrasar, quemar, torturar, matratar son verbos que los acompañan.

A nadie, pues, debe sorprender la masacre yanqui en Fallujah. Es una reedición, en fin, de  lo que hicieron en Song My y en muchas poblaciones del sur de Viet Nam durante la criminal agresión contra ese pueblo. O lo que hicieron en el norte de Viet Nam quemando a innumerables personas, incluso niños, con el napalm y otros agentes biológicos. O cuando bombardearon y ametrallaron un barrio pobre de Panamá, que quedó totalmente sepultado, y aún se ignora el número exacto de muertos.

Menos aún sorprenden las vejaciones y torturas a presos en Iraq por policías militares estadounidenses. ¿No encerraban en jaulas, dándoles un trato peor que animales, a los campesinos vietnamitas que eran acusados de colaborar con los "vietcongs"?  Son bien frescas las noticias y denuncias sobre las atrocidades que se han cometido con los prisioneros llevados a la base naval de Guantánamo, a los cuales se ha negado todo derecho jurídico, incluso ser visitado por familiares. Estos hechos no son, como declaró Bush hace unos días,  acciones aisladas de "un grupo de soldados reducidos". Tales prácticas lesivas a la dignidad humana forman parte de los inmorales principios en que se educa a un ejército imperial.  Los torturadores cumplían órdenes de sus jefes militares que hoy representan el fanatismo de Bush, sediento de venganzas y aventuras guerreristas. Así fue en Viet Nam, y así es en Guantánamo y en Iraq. Con "mea culpas" o pidiendo disculpas no se resuelve tal actuación sádica e inmoral.

En un foro de discusión sobre lo ocurrido en la prisión de Abu Ghraib, abierto por el sitio web El Periodista Digital, la mayoría de las opiniones condena fuertemente esa acción de la soldadesca norteamericana que ocupa el territorio iraquí. Uno de los participantes dijo: "Bush, quien llegó al poder, fraudulentamente, ha utilizado el terrorismo para recortar las libertades en Estados Unidos. Inventó lo de las armas de destrucción masiva para invadir a Iraq y llevar muerte y destrucción a ese país. Y ahora rompe toda la tradición occidental de derechos humanos. Tortura como los nazis."

Otro participante, alguien muy creativo, escribió lo siguiente:

"Diario de Bush

"Mi amigo Donald (Rumsfeld) trabaja muy chapucero. Lo han pillado con más fotos comprometedoras. Hay que coger a los culpables y castigarlos. Yo le he dicho a Donald que esto no vuelva a ocurrir. Y al que pasó las fotos, a Guantánamo.

"Esto es inadmisible, no nos van a dejar llevarnos el petróleo (de Iraq) tranquilamente. Suerte que de Afganistán no hay fotos... Al jefe de la CIA también lo he regañado pues lo de España no ha salido bien. ¿Por qué no nos quieren? Le he mandado un fax a Sharon para que mate unos cuantos palestinos, a ver si los distraen y no hablan de las torturas."

A todo este escándalo deben sumarse ahora las brutales medidas económicas y políticas contra Cuba y contra los cubanos residentes en Estados Unidos anunciadas por Bush. ¿A dónde quiere llevar al mundo este nuevo Führer, que vulnera la legalidad internacional, proclama guerras preventivas, masacra a gente inocente en Iraq y Afganistán, impone la extraterritorialidad de sus leyes, apoya a estados terroristas como el de Israel, actúa desconociendo a la ONU y otras organizaciones internacionales?

Confiemos en que los pueblos del mundo, y en primera instancia el pueblo de los Estados Unidos, pongan freno a esta barbarie, crueldades y aventurerismo guerrerista de la administración Bush.

   

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Juan Marrero

Juan Marrero

Periodista cubano, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba