B/W en escena
La herencia teatral le llega a la ciudad de Cienfuegos muy de cerca, por ralea casi, por consanguinidad. Bastaría mencionar figuras como Luisa Martínez Casado (catalogada como uno de los más grandes hitos de las tablas en Cuba) o Arquímides Poust Vives (notable actor cienfueguero, reconocido por sus incursiones en el teatro bufo), por solo citar dos de las más conocidas. Incluso, si se quiere, pudiéramos remitirnos a aquellos primeros habitantes de Tureira (zona que hoy se conoce como La punta, en el barrio de Punta Gorda) que le ofrendaban representaciones a Maroya (nombre que los aborígenes de la zona le daban a la luna) y las estrellas.
Este ensayo fotográfico nos acerca justamente al quehacer del teatro cienfueguero para adulto, pero en su momento actual. Actores de los grupos teatrales de la provincia (Teatro La Fortaleza, Velas Teatro, Teatro de los Elementos y Centro dramático de Cienfuegos) han sido captados con particular sensibilidad, en imágenes que ponen al descubierto la calidad interpretativa de los artistas y contienen una evidente intensión de búsqueda desde la fotografía, de recorrido hacia la emoción de ese personaje que, encarnado en la piel del actor, se debate en escena.
Dos elementos (binomio que también pudiera catalogarse como juego, en su sentido técnico) de tipo compositivo, ocupan un lugar preponderante en esta selección: la luz y la sombra. Amalgama que colma de profundidad (psicológica, onírica) cada fotografía de esta serie y que, unida a un tercer elemento (la bruma), le aportan un sello distintivo a la muestra.
La intención aquí no es solo la de enfatizar el fenómeno histriónico, los elementos de escenografía, los “atributos” de los personajes, sino que se pretende crear una tracción, una suerte de tensión (tensión visual que deviene tensión dramática, no viceversa) con las imágenes, pero una que parece quedar presa dentro del encuadre fotográfico y hace que el espectador empatice de inmediato con la propuesta.
El lenguaje bicolor nos remite a ese mundo (íntimo y a la vez intenso) que le es intrínseco al teatro, cuando queda a oscuras el patio de butacas y solo se ve allá, al fondo, la iluminación de proscenio.
Captar una sensación en escena, de eso se trata, una esencia. Hacerse con la nocturnidad y ahondar en esa zona donde habitan, a un tiempo, hombres y fantasmas, objetos y entidades, luces y sombras… en esa lucha constante del ser humano que intenta escapar de la absorción de los agujeros negros.
A veces, si se mira con detenimiento, la impresión es la de estar presenciando un acto de exorcismo: ¿qué le ocurre a la mujer que, sobre una silla, se recoge sobre sí misma? ¿De dónde provienen los espectros? ¿Qué pretende el hombre que enseña su mano a través de una cortina de cuerdas?
Son estas algunas de las preguntas que saltan al mirar las imágenes. Preguntas que me hacen recordar una frase de Arthur Miller (El teatro… es el único arte dónde la humanidad se enfrenta a sí misma), preguntas que son también parte de nuestra cotidianidad, y que aquí saltan, porque un lente certero a logrado captar el momento justo.
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