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Calabria adopta a los doctores cubanos: “Como el Caribe, el mismo calor”

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El doctor Adrián Augusto Naranjo junto a sus colegas italianos. Foto: Cortesía del doctor Adrián Augusto Naranjo.

Calabria, Caribe: mismo calor. Menudo, apenas 1,70 metros, “infatigable”, dicen de él sus colegas, el cardiólogo Adrián Naranjo Domínguez llega sonriente a urgencias y, con el aplomo de un médico curtido, estabiliza a una anciana con un pacificador que hace levas. En cambio, tiene 32 años, pero ya le sobra experiencia.

En enero fue uno de los primeros médicos cubanos “importados” para dar oxígeno al destartalado servicio sanitario calabrés. Acabó en Polistena, la “capital” del experimento. Allí fueron enviados 16 de los 50, también llegaron algunos refuerzos con el segundo grupo de 121 enviados en agosto.

“Y nos enviaron más”, dice Francesca Liotta, que como directora médica intenta poner orden entre departamentos y oficinas, y como médico jefe divide su tiempo entre la unidad de cuidados intensivos y el quirófano.

“Desde que han llegado, hemos empezado a respirar”, afirma.

En las profundidades de la llanura de Gioia Tauro, la ciudad tiene 11 000 habitantes, el hospital atiende a casi 300 000 personas. La sala de urgencias es la única en kilómetros, todos curvos.

“Aquí se viene para todo, incluso para la tensión alta o la fiebre”, dice el doctor Sorge Terrero Díaz, de cara redonda y manos grandes. “Aquí para estas cosas hay salas médicas, ambulatorios. Y aquí hay muchos centros cerrados”.

Taurianova, Oppido, Gioia Tauro: la Llanura es un cementerio de antiguos hospitales gradualmente despojados de médicos y salas en nombre de una supuesta “racionalización” que ni siquiera ha devuelto al territorio la prometida red de medicina territorial.

La culpa años de recortes verticales debido a una deuda monstruosa que innumerables comisionados durante años no han sido capaces de cuantificar –incluso el Tribunal de Cuentas hace unos años se rindió a la “contabilidad oral” de la empresa de salud de Reggio Calabria – bloqueado la contratación, los médicos jubilados o huyendo de los departamentos cada vez más vacío.

En enero pasado, denunció el Secretario Nacional del Colegio de Médicos, Roberto Monaco, “faltaban 2.500 batas blancas”. ¿Los niveles esenciales de atención? Un libro de sueños, marcado por la falta de personal. Que hasta hace poco desertaba hasta de los concursos. Y llegaron los cubanos.

“Creía que sólo nos harían perder el tiempo, pero ahora ay de quien les toque”, dice el médico Umberto Startari, durante décadas en la trinchera de la atención de urgencias.

Muchos de los cubanos acabaron allí. Enseguida. Entre gente gritando, amenazando con quejas, exigiendo, presionando. “Somos gente de sangre caliente, también hablamos alto. Si tienes que esperar la gente se impacienta, pero sólo tienes que explicar”, dice Sorge. Y el idioma no es un problema, ni siquiera cuando los pacientes sólo hablan el dialecto de la Piana o el dialecto Locride. ”¿Sabe que con el español son parecidos?”.

Gustavo Adolfo Fernández, reanimador, ha tenido que aprender a interpretar los susurros de sus pacientes que han vuelto a la vida y a traducirlos a sus familiares, que aparecen todos los días a las seis de la tarde.

“Muchas máquinas de última generación -explica- que no tenemos en Cuba, tuvimos que adaptarnos”. El bloqueo también afecta a los equipos médicos. "Pero fue fácil aprender”.

Y el arte de apañárselas es muy útil, para arreglar un ecógrafo que no funciona o improvisar una cama de reanimación en urgencias (no había sitio en la sala). Se necesita creatividad en Polistena.

El sábado se abrirá el ambulatorio de oncología gracias a un médico cedido por Locri, y ya ocurre lo mismo con oftalmología. “Muchos niños vienen aquí por accidentes de tráfico”, murmura el doctor “Gu”. No menciona que no hace mucho salvaron a una niña de cuatro años, pero en Polistena sólo hay que preguntar por los cubanos y todos lo cuentan. No hay nadie que hable mal de los médicos cubanos.

Tras el primer mes en la pensión, alquilaron una casa en el pueblo. Y nunca se echan atrás cuando llega el vecino, el paciente, el amigo del ex paciente pidiendo ayuda, una visita, una consulta. El más popular de todos es Ariel, el ginecólogo.

“Le llamamos la Sirenita, aquí todo el mundo tiene apodos”, confiesan sus colegas, pero él también lo sabe. Se lo confiaron durante una de las muchas cenas que se organizan entre médicos –a veces incluso estalla el karaoke o la salsa– y ahora algunos pacientes también lo saben. Que los doctores también son contendidos para invitarlos a comidas y cenas.

“Hasta me llevaron al mar”, dice la doctora Saidy Gallegos Pérez, que como fisiatra pone literalmente en pie a pacientes con fracturas. Abuelitos, personas mayores en su mayoría, que sienten una especie de veneración por la doctora. “Ella siempre sonríe”,  explica Nino, que se rompió el fémur hace unos meses.

“Nadie dijo que se equivocaran al criticarme, pero al menos dejaron de hacerlo”, afirma el presidente de la Región y comisario de Sanidad, Roberto Occhiuto. Anuncia la llegada de 140 médicos más de Cuba y se regodea de los resultados de la nueva convocatoria de médicos en 263 puestos, casi el doble de solicitudes.

Pero los cubanos siguen siendo necesarios, “los que están en servicio podríamos renovarlos hasta 2025”. Y es que “nuestra sanidad es un enfermo en reanimación, la hemos despertado, pero tardará en funcionar”. Y se necesita la ayuda de todos.

Vea además:

Doctor Adrián Augusto Naranjo: Del corazón de Cuba a tierras italianas

Se han publicado 2 comentarios



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  • Tranquilino dijo:

    Y no lo decimos nosotros. Nos hacen falta también artículos como este. Los médicos cubanos son lo máximo.

  • Valentín dijo:

    Bravo, así somos los cubanos!!!!!

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