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Comunicación, odio y política

Por: Jorge Elbaum
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Tucker Carlson. Foto: Archivo.

La política se despliega a través de procesos comunicativos. No hay política sin transmisión de significados, contenidos ni universos simbólicos. Ejercer la democracia supone interactuar e interpelar a los ciudadanos en el marco de proyectos, compromisos y relatos a ser debatidos y efectivizados en términos de políticas públicas. Las formas de operar ese debate de cara a la ciudadanía pueden incluir convocatorias al consenso, al antagonismo o al odio. Las dos primeras son compatibles con la democracia. La tercera supone el resquebrajamiento de los diferentes plexos constitucionales que estipulan los contratos sociales de convivencia.

Los discursos de desprecio hacia colectivos determinados se han naturalizado durante la últimas dos décadas: aquello que estaba subsumido como prejuicio y que permanecía subrepticio en la vida privada irrumpió cuando el neoliberalismo empezó a debilitarse, y sus grupos dominantes empezaron a vislumbrar una crisis que hoy se hace evidente con la emergencia de un orden global en tensión y disputa. La reacción cultural del modelo financiarista –que sustenta al neoliberalismo– ingresa en su fase de intolerancia cuando percibe que ya no puede controlar de forma unívoca el mundo que consideraban inmutable y eterno.

El despido del presentador de la cadena de cable estadounidense Fox, Tucker Carlson, aparece como un caso paradigmático para analizar la deriva extremista y amenazante que han asumido gran parte de las plataformas de la comunicación, en su intento de imitar el atributo provocador y ofensivo que caracteriza en la actualidad a las redes sociales.

El 18 de abril la empresa Dominion Voting Systems, dedicada a la contabilización de votos, aceptó un arreglo extrajudicial con Fox corporación, propiedad del magnate australiano Rupert Murdoch, quien deberá abonar 787,5 millones de dólares, aproximadamente el 50% de la demanda por daños y perjuicios planteada por Dominion. Una semana después, Fox decidió echar a Carlson –una especie de Baby Etchecopar mezclado con Viviana Canosa– para depositar en su persona los costos simbólicos de la capitulación extrajurídica.

Fox es la cadena de cable más vista en los Estados Unidos y lideró desde el inicio del siglo XXI la siembra de irritación que ha insuflado ira y paranoia entre colectivos que han visto frustradas sus esperanzas de sumarse al prometido american way of life, malogrado de forma progresiva a partir de la crisis financiera del 2008. Para impedir que dicho deterioro social pueda ser atribuido a la lógica del sistema económico imperante –verdadero causante de la inestabilidad –, Fox y otras plataformas acólitas han impulsado la demonización de enemigos internos, de forma muy similar a los creados de forma maliciosa en América Latina y el Caribe.

Negacionismos

En todos los casos, el discurso imperante apela a los temores que provoca la situación de incertidumbre y volatibilidad característica de los mercados financiarizados que carecen de regulación estatal y supranacional. Esos miedos son la base de la paranoia organizada en torno a la malignidad y la conspiración de determinados actores sociales individuales o colectivos. La asignación de culpabilidad puede depositarse en kirchneristas, inmigrantes, mapuches, islámicos, piqueteros, chavistas, "planeros", afrodescendientes, defensores de las vacunas, integrantes de colectivos LGTB o colectivos promotores de las perspectivas de género.

Carlson, al igual que sus émulos latinoamericanos –financiados también por magnates o corporaciones tributarias del neoliberalismo hegemónico– se ha dedicado a difamar a la población homosexual, considerándola como residuo de “la disminución de los niveles de testosterona” existentes en la sociedad. En esa misma línea, una ex productora de Fox, Abby Grossberg, responsable de brindar información a la Justicia en relación a la demanda de Dominion, acusó en marzo a Carlson y a Fox de habilitar en forma regular comentarios misóginos y judeo-fóbicos.

El presentador Carlson empleó durante los últimos siete años y hasta la segunda semana de abril una retórica supremacista, xenófoba y racista en su programa The Tucker Carlson Tonight. En diferentes emisiones apeló a la entelequia del Gran Reemplazo, que difunde una fábula basada en la supuesta conspiración de las autoridades gubernamentales para sustituir a los blancos estadounidenses por inmigrantes provenientes de África, Asia y Latinoamérica: los demócratas están “tratando de reemplazar el electorado actual… con gente nueva, votantes más obedientes del Tercer Mundo”.

Las arengas nocturnas de Carlson, que llegaban a tres millones de espectadores, educaban sobre la negación del cambio climático, para proteger a las grandes corporaciones energéticas comprometidas con los desastres ambientales. En una de sus más célebres peroratas llegó a afirmar que “toda la teoría [del clima damnificado por la especie humana] es absurda”. En 2020, mientras se producían enormes incendios forestales en el oeste de los Estados Unidos, negó su vínculo con el calentamiento planetario y adujo que “para los demócratas el cambio climático es como un racismo sistémico en el cielo. No puedes verlo, pero puedes estar seguro de que está en todas partes y es mortal”.

El negacionismo de Fox es reproducido en su versión extractivista y neocolonial en Latinoamérica, donde los grupos concentrados impulsan la expansión de la frontera agrícola a expensas de la destrucción de los bosques y los humedales. Los voceros de la derecha financiarizada también apostrofan de forma unívoca por la libre portación de armas e incluso contra toda forma de institucionalidad gubernamental, como la moneda.

El 19 de agosto de 2018, el asesor legal de Trump y ex alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudy Giuliani, pronunció una frase que caracteriza la etapa comunicacional de la derecha global: “Truth isn’t truth” [la verdad no es la verdad] porque –agregó– “la verdad es la versión de alguien de lo que es verdad, pero no es la verdad”. Carlson y los epígonos domésticos de la tergiversación transitan el patrón impuesto en 1964 por Rush Limbaugh, quien inculpó –en formato paranoide– a las “cuatro esquinas del engaño” como responsables de un cambio social que estaba destruyendo la sociedad conservadora: el gobierno, la academia, la ciencia y los medios de comunicación independientes. Limbaugh aseveró –entre otras caracterizaciones que aun hoy sustentan los grupos supremacistas– que los científicos parecen muy serios con sus batas blancas, pero “en realidad son financiados por la izquierda”.

Las operaciones de prensa para demonizar a referentes populares, la desinformación crónica, la manipulación mediática al servicio de la construcción de enemigos internos, la movilización de voluntades para defenderse de peligros prefigurados, las demonizaciones de actores colectivos frágiles, embadurnadas con expresividades de intolerancia y vulgaridad, han sido siempre los prólogos de grandes confrontaciones o matanzas. En América Latina, en la actualidad, las grandes corporaciones comunicacionales trabajan en la configuración de un sentido común de aversión y desprecio hacia los trabajadores y los colectivos subalternos. Enfrentar esos relatos de hostilidad no puede ser confundido con una limitación a la libertad de expresión, pues se trata de un mecanismo de defensa frente a la incitación larvada o explícita a la violencia cruda, a la guerra de todos contra todos y a la muerte.

(Tomado de El cohete a la luna)

Se han publicado 8 comentarios



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  • Liuva dijo:

    Cuba debería prohibir las redes sociales.

    • Uno_ahi dijo:

      Y dale con las prohibiciones. Que ganas con eso? La gente instala una VPN y sigue usando facebook, pero ahora consume un 20% mas de datos porque la obligaste a usar VPN. Prohibir nunca es la solucion.

      • Ing. Telecomunicaciones dijo:

        Prohibir SI!!! En lo personal no me interesan las redes sociales para nada, pero no tengo nada en contra. Pero muchos estarán de acuerdo conmigo, (aunque no tiene nada que ver con el artículo ni con el comentario) que algo como el Reggaetón, sobre todo el agresivo y grosero Cubatón o Timbatón debe prohibirse por el bien de las generaciones futuras (y actuales)

  • Preocupado Colorado dijo:

    Con todo respeto al autor Jorge Elbaum, discrepo.
    Tucker Carlson efectivamente era o decía ser de derecha, pero era un excelente comunicador (el locutor más popular de Estados Unidos, país con cientos de canales de TV y muchísimas figuras) y además había puntos en los que también criticaba fuertemente el capitalismo global, precisamente desde conceptos morales de derecha y cristianos.
    Por ejemplo:
    Que el tema de los derechos LGBTIQ se ha convertido en un negocio e interés de mercado?
    Es cierto, todo en el capitalismo se vuelve dinero, y los supuestos adalides de derechos animales, lgbti, equidad de género o medio ambiente en esas sociedades muchas veces "reconducen" a las masas de un nicho de mercado a otro ocultando las relaciones y conflictos de clase con estos temas, que en sí mismos son necesarios y polémicos.
    Que Black Lives Matter y Antifa han cometido delitos graves? Lamentablemente, es cierto.
    Recordemos cuando hubo una marcha de derecha y otra de Antifas, quién puso los muertos? No fueron los Antifa, que tenían hasta armas largas igual que hacen los ultras de derecha. Pero no se alzan contra el gobierno yanqui, le disparan a unos neonazis estúpidos en una marcha. Las acusaciones mutuas y juicios por estafa y desvío de fondos entre los líderes de Black Lives Matter. Son hechos reales. Qienes mataron a Malcolm X y Martin Luther King y a muchas panteras negras no eran blancos del Ku Klux Klan, al contrario. Como mismo quien mató a Roque Dalton no era de la derecha, quien mató a Maurice Bishop tampoco... Y efectivamente una persona reaccionaria como Tucker Carlson emplea estps hechos objetivos como ejemplo de lo erróneas que son las posiciones de izquierda. En realidad está criticando la parte de la izquierda que no es la izquierda, o sea el sectarismo, la corrupción, la venganza pasando de víctimas a victimarios pero sin apuntar a las cabezas del capitalismo. Tucker Carlson desprestigió a Biden, Obama, Clinton, y por ahi para allá a medio estsblishment. Con eso le hizo un favor al mundo, incluso en Cuba hay quien cree que Obama era "bueno". No comparto las ideas de Tucker Carlson, me opongo a ellas, pero es un excelente locutor y comunicador, del que muchos deberían aprender un poquito. No podemos simplificarlo y ya.

    • yo dijo:

      Porque ser de derecha o izquierda no define a las personas, ni sus pensamientos y opiniones.

    • Pedro L dijo:

      Tampoco comulgo con Carlson, pero estoy de acuerdo con sus señalamientos. Es más, en las últimas emisiones estaba radicalizando sus opiniones en relación a las guerras que EEUU apoya y alienta versus la situación interna del país, con el dedo acusatorio no solo a la actual administración, sino al stablishment.

    • vcljavier dijo:

      Para mi es muy sencillo , el mensaje descalifica al mensajero.Por eso Roma los mataba y enviaba su cabeza cuando el mensaje no le servía. Una cosa es creer en algo ,o tener una opinión sobre algo y otra es denostar los hechos en función de una visión retorcida de las cosas. Por ejemplo algo puede tener color verde o faltarle todos los colores menos el verde , eso es un punto de vidta diferente pero llamar a ese color amarillo es una falta de todo.para mi Carlson es un producto mediocre de una filosofía mediocre

  • Albio dijo:

    Ahora entiendo la intringulis del despido de Carlson, un gatopardismo del magnate Murdoc: pondrán a otro gato con el mismo collar o color. Gracias por el artículo.

Se han publicado 8 comentarios



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Jorge Elbaum

Economista y Sociólogo argentino

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