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La Crisis de Octubre

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Los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre. Foto: Archivo.

Conferencia impartida en la Cátedra Club Martiano Faustino Pérez, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, Universidad de La Habana, el 20 de abril del 2007. Tomada de Memorias de la Revolución II, coordinadores Enrique Oltuski Ozacki, Héctor Rodríguez Llompart y Eduardo Torres-Cuevas, Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2008, pp. 259-277.

La Crisis de Octubre fue el conflicto internacional más grave, que hemos tenido después de la Segunda Guerra Mundial.

Una catástrofe enorme. Estuvimos al borde de una guerra terrible y, realmente, ni antes de esas fechas ni después de esas fechas, el mundo ha tenido una crisis de esa magnitud.

Cuba, como sabemos, fue el centro de aquel episodio. Y nuestro pueblo se mantuvo, como todos sabemos, a lo largo del trayecto de la crisis, firme en sus principios, inflexible en su determinación de defender la soberanía e intransigente en la adhesión a los compromisos internacionales.

En octubre de 1962, ya éramos víctimas del bloqueo económico, blanco de ataques terroristas de toda índole. Se había derrotado la invasión mercenaria de Playa Girón. Continuamos asediados, como ahora, por todos los flancos, incluida la conspiración diplomática para aislar a Cuba y provocar originar una invasión militar.

Para el mes de octubre de aquel año de 1962, los planes de Estados Unidos ya estaban casi listos para invadir nuestro país en ese mes.

Había una operación de inteligencia llamada la Operación Mangosta, en la cual participaban el Departamento de Estado, el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia y todos los grupos que tenían que ver, de una forma u otra, con la política internacional.

Se estaban haciendo las maniobras navales, en el mar Caribe, y, por cierto, hubo una que se realizó cerca de Puerto Rico y que se llamaba Ortsac, el nombre de Castro al revés.

Paralelamente se intensificaron los sabotajes, los actos de terrorismo en territorio cubano, los ataques piratas e infiltraciones de grupos subversivos en nuestro territorio, y, al mismo tiempo, las presiones sobre los Gobiernos latinoamericanos para unirse al aislamiento económico de Cuba.

En aquella época, en el Congreso de Estados Unidos se presentaron varios proyectos para justificar una invasión a la Isla y, por cierto, uno de esos proyectos fue de un señor, el senador Prescot Bush, que es el abuelo de este Bush, que tenemos ahora, quien presentó un proyecto, invocando la Doctrina Monroe, diciendo que de acuerdo con esta Doctrina podían invadir a Cuba. Nada de eso resultaba nuevo. La revista Time de aquella época publicó un editorial en el cual invocaba la Doctrina Monroe, para justificar una invasión a Cuba.

La situación que había en octubre de 1962 era que se estaba preparando en efecto la invasión. En Cuba se tenía información de esas gigantescas operaciones y el Gobierno soviético sospechaba que algo se preparaba contra nosotros. Y trasladó esa preocupación a nuestras autoridades.

Dijeron que en junio de 1961, cuando Jruschov se entrevistó con Kennedy en Viena, el mandatario estadounidense no ocultó su frustración por la derrota de la invasión que había enviado a Cuba y el primer ministro soviético salió del encuentro persuadido de que Kennedy quería resarcirse de la humillante derrota de Playa Girón. También recordó a Jruschov que la Unión Soviética había resuelto el problema de Hungría en 1956 y que Estados Unidos no había impedido que los soviéticos entraran en Hungría en aquella época y esperaba que, si ellos invadían a Cuba, tampoco los soviéticos impidieran eso.

Otro indicio de esos planes agresivos, que también vino por la parte soviética, fríe cuando el yerno de Jruschov, Alexeev Adzubei, director del periódico Pravda, visitó a Kennedy, y el presidente también volvió a recordarle el problema de Hungría.

En el viaje que este señor hizo a Cuba, se entrevistó con Fidel y le contó lo que le había dicho Kennedy y las sospechas de ellos, de que efectivamente estaban preparando una invasión y que les estaban advirtiendo a los soviéticos que no intervinieran en el caso de que aconteciera esa agresión.

Pero voy a hacer aquí un paréntesis, para volver atrás, para la Operación Mangosta, para que vean la mentalidad de esta gente.

Una de las fórmulas de los conspiradores de Washington para liquidar la Revolución, consistió en convencer a la población católica romana cubana –y lo estoy diciendo textualmente– “de que la segunda llegada de Cristo era inminente y que Cristo regresaría a Cuba, si los cubanos se libraban de Fidel Castro. Se circularían rumores de que Cristo aparecería pronto en la Isla, lo que provocaría un levantamiento popular. Y en ese momento, submarinos de la armada de Estados Unidos, llenarían el firmamento nocturno con fuegos artificiales, en forma de pequeñas estrellas que indicaría a los nativos –es decir, a nosotros– que el Mesías estaba a las puertas de Cuba y que así se acabaría la Revolución”.

Es increíble, pero cierto.

Hay un señor, Walter Eldert, asistente ejecutivo del director de la CIA, llamó a este plan: Eliminación por Iluminación, para burlarse, supongo yo, de ese plan tan absurdo que habían ideado.

Hay que decir que, en aquellos meses, la Unión Soviética y Estados Unidos se enfrentaban en distintos lugares en el mundo –sobre todo, en Berlín–, pero, evidentemente, Cuba constituía el centro de la atención de Estados Unidos.

Hay algo que debemos precisar. En el momento en que la Unión Soviética le propuso a Cuba la instalación de los cohetes nucleares, había una gran diferencia a favor de Estados Unidos en armas atómicas.

En aquel momento, ese país tenía 5 000 ojivas nucleares estratégicas y la Unión Soviética contaba solamente con 300. Nuestro vecino tenía 1 500 bombarderos con bases en distintos lugares del mundo y los soviéticos disponían de menos de 150.

En el inventario estadounidense figuraban 600 bombarderos B-52, 400 de los cuales estaban equipados con proyectiles aire-superficie. Setecientos B-47 y 900 aviones tanques, para suministrarles combustible y poder llegar a territorio de la Unión Soviética. La flota soviética consistía en 100 de tipo pesado de reacción a chorro y 80 pesados de propulsión a turbina.

Las fuerzas tácticas norteamericanas incluían 2 500 aviones de caza y 500 de transporte más 15 transportes de tropas de reserva, 11 escuadrones de reconocimiento de la Guardia Nacional y cinco escuadrones de comunicaciones. Adicionalmente a esto, a estas fuerzas aéreas estratégicas, había 16 portaviones de la Marina, con más de 400 bombarderos, situados en el Atlántico, el Pacífico, el Mediterráneo y el Caribe. Esa era la fuerza que tenía en aquel momento Estados Unidos.

Los soviéticos poseían entonces unos pocos submarinos equipados con proyectiles de corto alcance, que no podían disparar más de 100 proyectiles y ninguno de ellos estuvo nunca desplazado lo suficientemente cerca de las costas de Estados Unidos para alcanzar los objetivos y tampoco los había en el Atlántico y en el Pacífico en aquellos momentos. No había nada en los arsenales soviéticos comparable a los nueve submarinos Polaris, capaces de lanzar 144 proyectiles, que podían hacer blanco en territorio de la URSS.

Estados Unidos poseía 229 proyectiles balísticos intercontinentales y los soviéticos solamente 44, de los cuales 20 eran operacionales entonces, según dijo el coronel general Dimitri Boldunov, jefe del Instituto de Historia Militar de la URSS, como reveló en una reunión que se celebró en Moscú en 1989, precisamente para analizar la crisis.

Por su parte, Robert McNamara, el secretario de Defensa del gobierno de Kennedy, en una reunión celebrada en La Habana, también para analizar la Crisis de Octubre, dijo que en aquellas fechas la diferencia en armas, en armas nucleares, entre los dos países era de 17 a 1 a favor de Estados Unidos.

El mismo Kennedy no conocía esta situación cuando tomó posesión de la presidencia. Eisenhower, el presidente anterior a él, había enviado los aviones U-2 a fotografiar el territorio soviético y descubrieron que, en efecto, ellos tenían más armas nucleares que los soviéticos.

Y esto se lo comunicó Eisenhower a Kennedy, pocos días después de ser electo presidente, y Fidel Castro ha dicho, en varias ocasiones, que si hubiera conocido esa situación, hubiera aconsejado prudencia al Gobierno soviético.

La Unión Soviética tuvo su bomba atómica cuatro años después que los norteamericanos arrojaron la suya en Hiroshima, y tuvieron la bomba de hidrógeno nueve meses después que Estados Unidos tuviera la suya.

No se sabe en qué momento los soviéticos conocieron la diferencia que existía en efectivos militares nucleares entre ellos y Estados Unidos; pero estaban preocupados, evidentemente, por las armas que su adversario tenía situadas en Europa cerca de la frontera soviética. Muchas de las cuales estaban ahí mismo, en la frontera.

Tampoco se ha conocido cuándo se le ocurrió a Jruschov proponerle a Cuba instalar los cohetes en nuestro territorio. Hay varias versiones. Una de ellas sitúa el hecho en abril de 1962, cuando el primer ministro, paseando por los jardines de la residencia en las Colinas Lenin, en las afueras de Moscú, con su vicepresidente Anastas Mikoyan, le dijo que pensaba proponerle al Gobierno cubano la instalación de cohetes nucleares, de carácter medio e intermedio, para ser desplazados de manera subrepticia en los meses de septiembre y octubre, y que luego, en el mes de noviembre, revelar su presencia al presidente de Estados Unidos, después de las elecciones congresionales, fijadas para el día 6 de noviembre, y que, en ese momento, Jruschov vendría a La Habana a firmar un convenio militar.

Según algunas informaciones, a Mikoyan no le gustó la idea y comentó que los norteamericanos descubrirían el armamento y que, además, Fidel Castro lo rechazaría por el riesgo militar y político que ello significaba.

Otra versión señala que también en el mes de abril, el mariscal Rodion Malinovski, ministro de Defensa, estando en Crimea con Jruschov, le llamó la atención sobre la presencia de proyectiles nucleares norteamericanos Júpiter, justamente en el horizonte, en territorio de Turquía, advirtiéndole que esos cohetes podían hacer blanco en objetivos soviéticos en solo diez minutos, mientras que los proyectiles intercontinentales de la Unión Soviética necesitarían 25 minutos para alcanzar el territorio de Estados Unidos.

Según esta exposición, Jruschov reflexionó un momento y le dijo a Malinovski que ellos también podían crearles a los norteamericanos una situación similar, ubicando proyectiles nucleares en Cuba. “Después de todo –añadió Jruschov–, los norteamericanos no nos pidieron permiso para situar estos armamentos junto a nuestras fronteras”.

Y hay una tercera explicación del hecho y esta es del mismo Jruschov, quien, en sus memorias publicadas en 1970, expresa que, cuando visitó Bulgaria en mayo de 1962, se le ocurrió la idea de instalar los cohetes secretamente y que cuando se supiera, iba a resultar demasiado tarde para que Estados Unidos pudiera hacer algo.

Andrey Gromiko, el ministro de Relaciones Exteriores en aquel momento y que acompañó a Jruschov en ese viaje a Bulgaria, cuenta, por su parte, que de regreso a Moscú, el primer ministro le expuso la idea, por lo cual supuso que ya se había discutido la cuestión con la Dirección Militar, lo que, efectivamente, había sido y habían aprobado entonces la proposición de situar los cohetes en nuestro territorio, y después, esa idea se llevó al seno del Comité Central del Partido que la aprobó.

Entonces había que plantearle el problema a Cuba ya y se llamó a Moscú a Alejandro Alexeiev, a quien todos nosotros conocíamos, Alejandro fue embajador en Cuba; en ese momento era consejero de la embajada soviética en La Habana. Tenía muy buenas relaciones con la dirección cubana. Alexeiev cuenta que, al día siguiente de llegar a Moscú, se entrevistó con Jruschov, quien le informó que se había decidido nombrarlo embajador en La Habana; pero no le dijo nada del problema de los cohetes hasta cuatro días después, cuando lo llamó al Kremlin, donde además de Jruschov estaba Koslov, el segundo secretario del Comité Central; Mikoyan, el mariscal Malinovski, Gromiko, el mariscal Biriusov y Charek Dasidov, miembro suplente del Presidium.

Esto lo ha contado Alexeiev con posterioridad y dice que se quedó sorprendido cuando se le informó que iba a proponer la instalación de los cohetes nucleares en Cuba.

Su respuesta fue que resultaba poco probable que el Gobierno cubano estuviera de acuerdo, pues se había estructurado una estrategia basada en la disposición combativa del pueblo y la solidaridad de la opinión pública mundial; sobre todo, de América Latina.

Jruschov tomó la palabra y dijo que estaba seguro que después de la derrota norteamericana en Playa Girón, se iba a emprender otra invasión contra Cuba, con sus propias fuerzas militares y que el único modo de detenerla era el emplazamiento de las armas nucleares, de forma estrictamente confidencial y que después, cuando se anunciara –añadió Jruschov–, los norteamericanos no podrían hacer nada. De la misma manera que nosotros no podemos hacer nada contra los cohetes norteamericanos que apuntan hacia la Unión Soviética desde Turquía, Italia y la República Federal Alemana.

Después que habló Jruschov, se decidió enviar a Cuba una delegación integrada por Rashirov, el mariscal Vilion Biriusov y por el nuevo embajador, Alejandro Alexeiev, para examinar con el Gobierno cubano las ideas del primer ministro.

La delegación vino a Cuba como si fuera una misión agrícola, según todos recordamos, con el fin de guardar el secreto de la presencia de militares de alto nivel en ella y, sobre todo, porque allí estaba el mariscal Biriusov, el jefe de las tropas coheteriles y que vino a Cuba con el nombre del ingeniero Petrov, y también vinieron especialistas de proyectiles balísticos nucleares.

Llegaron a La Habana el 29 de mayo y se reunieron con Fidel y con Raúl. El mariscal fue quien habló más y ahora voy a repetir lo que ha contado Fidel: “Biriusov no comienza hablando de los cohetes, sino de la situación internacional y de la situación de Cuba en particular y de los riesgos que estaba corriendo Cuba y en un momento dado me pregunta –dice Fidel–: ʽ¿Qué será necesario para evitar una invasión de Estados Unidos?ʼ. Y yo le doy una respuesta inmediata. Le digo: ʽBueno, si Estados Unidos sabe que una invasión a Cuba significa una guerra con la Unión Soviética, entonces esa sería, a mi juicio, la mejor forma de evitar una agresión a Cubaʼ”.

Eso se lo dijo Fidel a este señor, pero ya el hombre, agrega Fidel, “tenía sus ideas elaboradas y responde lo siguiente: ʽPero bueno, en concreto, ¿cómo? Hay que hacer algún gesto concreto que indique eso, que no pueden hacer la invasiónʼ. Y entonces, ya traía... –dice Fidel– ya traía la misión de la instalación de los proyectiles estratégicos y hasta tal vez tenían miedo de que nosotros no lo aceptáramos.

“Nosotros –sigue diciendo Fidel– podíamos considerar que los proyectiles aquí pueden servir de base de críticas y campañas en contra de la Revolución en América Latina. Pero no tuvimos duda alguna, cuando se nos plantea lo de los proyectiles en ese momento. Pensábamos que era algo que convenía a la consolidación del poder defensivo de todo el campo socialista. No quisimos pensar solo en nuestros problemas y subsiguientemente equivalía a la defensa de nosotros. Subsiguientemente, a la defensa de Cuba”, repitió.

Y agrega Fidel: “Después hicimos algunas preguntas, como, por ejemplo: el tipo de proyectiles que ellos proponían, su número, etc. Nosotros no teníamos conocimientos prácticos sobre la cuestión. Nos informaron que serían 42 proyectiles. Entonces les pedimos tiempo para reunir la Dirección e informarles que lo haríamos rápidamente.

“Y así fue. Terminado el encuentro, organizamos una reunión con los compañeros y analizamos la cuestión en esos términos. La presencia de los proyectiles tales tienen... tales y tales connotaciones. Tampoco ignorábamos que la presencia de ese armamento iba a dar lugar a una gran tensión política, pero vimos la cuestión desde el ángulo de nuestros deberes morales, de nuestros deberes políticos, de nuestros deberes internacionalistas, tal como, los entendíamos”.

Y         continúa Fidel: “Cuando regresamos a vernos de nuevo, con el mariscal y con Rashirov, les dimos la respuesta afirmativa de la dirección cubana. Y les dijimos: ʽSi es para fortalecer el campo socialista y a su vez, lo pongo en segundo lugar, contribuye a la defensa de Cuba, estamos dispuestos a recibir todos los cohetes que sean necesarios. Estamos dispuestos a recibir hasta 1 000 cohetes, si quieren enviarlos. La resolución está tomadaʼ”.

Y         señala Fidel: “Nunca había visto los cohetes como algo que algún día se emplearía contra Estados Unidos, en un ataque injustificado, en un primer ataque”. Y añadió: “Recuerdo que Jruschov no se cansaba de repetir que nunca lanzaría un primer ataque nuclear. Se hubiera podido obtener la defensa de Cuba sin la instalación de los cohetes”.

Días después de que la delegación soviética regresara a su país, a la Unión Soviética viajó Raúl Castro, quien permaneció allí desde el 3 al 16 de julio y se redactó un proyecto de convenio militar que nunca llegó a firmarse. Raúl fue allá y firmó un convenio. Firmó no. No se firmó. Se revisó un documento y cuando lo trajo a Cuba, Fidel le hizo algunas modificaciones.

Bueno, ese proyecto, ese proyecto de convenio militar, que nunca llegó a firmarse y cuando Fidel leyó el documento introdujo algunas modificaciones. Alteró el título, que solo se refería a la defensa de Cuba, e incluyó también la defensa de la Unión Soviética. Incluyó que las fuerzas armadas de la Unión Soviética debían respetar la soberanía y el orden legal de Cuba y, por consiguiente, no podían adquirir derechos de ocupación de territorios, ni otros ajenos a sus funciones. También se estipulaba que, al retiro de las tropas, las instalaciones construidas pasarían a la propiedad del Gobierno cubano.

El texto no mencionaba el tipo de armas que se instalarían en Cuba. También se estipulaba que las unidades militares de cada Estado estarían bajo el mando de sus respectivos Gobiernos. Fidel planteó que el acuerdo militar se hiciera público y esto tuvo una importancia enorme; ya veremos por qué.

Cuba tenía derecho a tener las armas que quisiera y Estados Unidos había firmado un gran número de acuerdos militares con otros países; pero Jruschov no quiso. Dijo que no, que había que ocultar esto, que más adelante, después de las elecciones congresionales en Estados Unidos para no perjudicar a Kennedy, porque ya este aspiraba a la reelección también.

Y este era uno de los argumentos que esgrimió Jruschov para no hacer público el acuerdo militar.

Jruschov, nunca pensó realmente hacer una guerra ni mucho menos, sin tener la oportunidad de tener un acuerdo con Estados Unidos, pues era mejor hacerlo con Kennedy, a quien conocía, ya que no sabía quién vendría después de Kennedy, pues esperaba que viniera otro peor que Kennedy para hacer un acuerdo.

Ahora, la prueba es que después de la crisis, inmediatamente después de la crisis, hubo muchos acuerdos entre los soviéticos y los norteamericanos.

Bueno, el primero fue el tratado aquel de no proliferación que acordaron entre los dos.

En los primeros días de agosto, empezaron a llegar a Cuba las tropas soviéticas, después los cohetes y el resto del equipo bélico. Los primeros cohetes arribaron el 15 de septiembre. Así como las ojivas nucleares de alcance medio, las únicas que arribaron.

Cuando Kennedy anunció el 22 de octubre que se habían descubierto los proyectiles atómicos en Cuba, ya se había concluido la construcción de las posiciones de lanzamiento de dos regimientos y se hallaba en fase de terminación la del tercero, aunque nunca estuvieron instaladas las ojivas nucleares, ni preparados los combustibles líquidos y oxidantes.

Hora y media después de que la Casa Blanca anunciara que se habían descubierto los cohetes, el Comandante en Jefe Fidel Castro ordenó poner en alerta de combate a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Y a las 17:35 horas decretó el Estado de Alarma de Combate.

Desplegadas en sus posiciones había 56 divisiones de infantería. La suma de hombres movilizados fue de unos 270 000, de los cuales 170 000 eran reservistas y 100 000 de servicio activo de las Fuerzas Armadas. Y a esto hay que agregar las milicias y lo aportado por la Defensa Popular. Lo que hizo un total de 400 000 hombres armados. Pero, además, estaba la decisión de la inmensa mayoría del pueblo, ustedes lo recordarán. La gente en la calle buscando armas para luchar en defensa de la patria, como demostración palpable de que la Revolución estaba consolidada.

No había mejor prueba que esa, ante un peligro de una guerra nuclear, y no solo en la mente de la gente estaba la defensa de la Revolución, sino en los brazos de los ciudadanos que estaban pidiendo armas también para eso.

En ese momento, en Estados Unidos se dislocaron tropas en la región suroriental y se reagruparon varias divisiones en la Florida y en Texas. También se desplegaron los bombarderos B-47 y del Comando Estratégico del Aire en 40 aeropuertos civiles, cada uno con sus cargas nucleares.

Por su parte, el Gobierno soviético impartió instrucciones el día 23 para que las Tropas Coheteriles Estratégicas, la Defensa Antiaérea y la Flota de Submarinos, retuvieran sus efectivos, incluidos los hombres que por razones de edad debían desmovilizarse, y cesaron los descansos programados en el personal.

Se envió una orden para poner en completa disposición combativa a las unidades soviéticas en Cuba y las demás de los Estados miembro del Pacto de Varsovia.

El Gobierno norteamericano quiso establecer de inmediato un bloqueo naval a la Isla y se discutió mucho esta medida en la Casa Blanca, pues era un acto de guerra. Es decir, el bloqueo.

Hasta los mismos aliados de los norteamericanos –por ejemplo, los ingleses– tuvieron sus dudas de que estos pudieran establecer ese bloqueo naval, porque estaban violando todos los convenios internacionales y muchos juristas norteamericanos así lo han expresado en libros publicados después. Y Kennedy no se decidió a establecer el bloqueo, hasta que no tuvo el acuerdo de la OEA, la famosa OEA, el Ministerio de Colonias de Estados Unidos. Entonces, la OEA tomó un acuerdo, facilitándole a Estados Unidos el establecimiento de un bloqueo naval.

Ahora, si se hubiera publicado el convenio militar como planteó Fidel, no se hubiera podido esgrimir el argumento de que las armas atómicas se habían puesto en Cuba de manera subrepticia. Ese no hubiera sido un argumento que hubieran podido esgrimir y si se hubiera hecho público el convenio como tenía derecho Cuba, como cualquier país del mundo a tener un convenio militar con cualquier otro país que quisiera.

Los soviéticos también cometieron un error, quizás el error de hablar de cohetes ofensivos y cohetes defensivos. No había razón para hacerlo y, entonces, Kennedy aprovechó para decir que los cohetes que estaban en Cuba eran ofensivos. Así que también le dieron ese argumento a Kennedy.

El 22 de octubre, el presidente de Estados Unidos habló ante las cámaras de televisión, para anunciar que la Unión Soviética había instalado los cohetes nucleares en Cuba y que ellos establecerían un bloqueo naval después del acuerdo de la OEA. Ese mismo día, el Gobierno cubano envió una carta al presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la cual solicitaba una reunión urgente de este, en vista del acto de guerra unilateralmente ejecutado por el Gobierno de Estados Unidos, al disponer el bloqueo naval de Cuba.

Eso fue el mismo día que Kennedy habló.

Se decía que el bloqueo se establecía a espaldas de los organismos internacionales, con absoluto desprecio del Consejo de Seguridad y creaba un inminente peligro de guerra.

En igual fecha, el Gobierno de Estados Unidos –es decir, ese mismo día que Cuba planteó sus argumentos–, Estados Unidos también pidió una reunión del Consejo. El documento americano señalaba que era para hacer frente a la peligrosa amenaza a la paz y seguridad del mundo que había creado la Unión Soviética. Y un día después de las cartas de Cuba y de Estados Unidos, la Unión Soviética demandó una reunión del Consejo de Seguridad y el día 23 de octubre –o sea, al día siguiente de que se anunciara por la Casa Blanca los cohetes– se reunió el Consejo de Seguridad para examinar las tres cartas.

En esa reunión, el embajador estadounidense declaró que, al establecerse una base de armas ofensivas –y aquí vemos cómo otra vez se aprovechó esa distinción de ofensiva y defensiva–, y volvieron a decir que eran ofensivas las armas que estaban en Cuba, instaladas de manera clandestina. Como no se dio publicidad al convenio, se declaró que era una cosa clandestina, agregándose que las bases de la OTAN, cerca de la Unión Soviética, eran de armas defensivas.

Fíjense como aprovecharon también esta distinción de ofensiva y defensiva.

El representante de Cuba, en esa reunión del Consejo, manifestó que su país se había visto precisado a armarse frente a la agresión de Estados Unidos y el embajador soviético expresó que el bloqueo naval constituía una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas. Afirmó, además, que el Gobierno soviético propugnaba el retiro de todas las fuerzas y armamentos extranjeros en territorios extranjeros y que no se opondría a que se efectuase bajo la observación de las Naciones Unidas.

En esa reunión después hicieron uso de la palabra los aliados de la Unión Soviética y de Estados Unidos; el representante de la República Árabe Unida, reflejando el sentir de los Estados No Alineados, manifestó que no podía condenarse la decisión tomada unilateralmente por Estados Unidos de ejercer la cuarentena en el mar Caribe. La cuarentena era el bloqueo, pues esa medida no solo se oponía al derecho internacional y a las normas establecidas de libertad de navegación, sino que, además, conducía a una situación que entrañaba el riesgo de aumentar la tirantez mundial. Se trataba, señaló, de una medida adoptada fuera de las Naciones Unidas. Esto lo dijo el representante de Egipto en esa reunión del Consejo.

La noche anterior a la reunión del Consejo se celebró una reunión de 50 países en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y acordaron informarle al secretario general la preocupación que tenían; de ese encuentro surgió la idea de que Ghana y la RAU –es decir, la República Árabe Unida–, miembros del Consejo, presentaran un proyecto de resolución en el cual pidieran al secretario general que se pusiera en contacto con las partes directamente interesadas, para intentar resolver la crisis y normalizar la situación en el Caribe. Y esto resultaba muy importante, porque, al hablarse de normalizar la situación en el Caribe, se referían a la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba.

Es decir, resolver el problema inmediato de las armas nucleares en Cuba, pero el fondo del problema resultaba la crisis en el Caribe, que era la política de Estados Unidos contra Cuba. El Movimiento de los No Alineados presentó un proyecto de resolución en el cual pedían al secretario general ponerse en contacto con las partes directamente interesadas, para intentar resolver la crisis y normalizar la situación en el área.

Después, el Consejo suspendió la reunión y nunca más se reunió, porque la Unión Soviética y Estados Unidos se pusieron de acuerdo a espaldas de Cuba y también decidieron no acudir más al Consejo, donde hubiera ocurrido un debate sobre las tensiones en el Caribe y la hostilidad de Estados Unidos con Cuba, la causa principal de esa tensión.

En los días subsiguientes se intercambiaron numerosas cartas entre Jruschov y Kennedy, justificando cada uno de ellos las acciones que habían tomado. Al final del proceso de la crisis se cruzaron cinco cartas confidenciales entre el primer ministro soviético y Fidel, en las cuales se manifestaron las discrepancias entre las posiciones adoptadas por cada uno de ellos. Malentendidos por la parte soviética con una carta de Fidel, que ellos no supieron interpretar, y la amargura por la parte cubana de que Moscú se pusiera de acuerdo con Washington sin que Cuba lo supiera, siendo como era el centro de todo aquel conflicto.

El día 27 del mes de octubre, Jruschov envió otra carta a la Casa Blanca que decía, entre otras cosas, que los cohetes norteamericanos estaban instalados en Gran Bretaña e Italia y dirigidos contra la Unión Soviética, y que había cohetes en Turquía, junto a su país. Proponía entonces retirar los cohetes de Cuba y que los estadounidenses los retiraran de Turquía, que esas declaraciones se hicieran en Naciones Unidas y que Naciones Unidas inspeccionara el compromiso sobre el terreno.

Kennedy y sus asesores no respondieron esa misiva de Jruschov –es decir, la de los cohetes de Turquía–, porque les crearía un problema con sus aliados de la OTAN. Respondieron una carta anterior, que había llegado horas antes, en la cual se decía que la Unión Soviética retiraría los cohetes, si el Gobierno norteamericano se comprometía públicamente a no invadir Cuba. Y así, los dos Gobiernos liquidaron el problema que tenía el mundo en ascuas, aunque, según se ha revelado en algunos libros escritos por norteamericanos, el almirante George Anderson, jefe de Operaciones Navales, y el general Cuty Lemail, jefe de la Fuerzas Aéreas, pidieron ese mismo día a Kennedy que autorizara la invasión de Cuba.

Los norteamericanos intentaron persuadir al secretario general de Naciones Unidas, U Thant, que ordenara una inspección sobre las bases en Cuba, pues los soviéticos estaban de acuerdo. Le dijeron que pondrían a su disposición aviones de transporte C-130, que volarían a baja altura, con las puertas abiertas y estarían situados en el fuerte Stuart de las Fuerza Aérea en Georgia, pintados de blanco con las iniciales de Naciones Unidas. U Thant respondió que esa acción excedería los poderes que tenía y que no podía ordenar esa vigilancia sobre Cuba.

Ese día, Fidel Castro se enteró del ofrecimiento del primer ministro soviético y de la aceptación de Kennedy. No se le había consultado ni informado.

Cuba quedaba sin garantías reales, como se demostró muy pronto.

En esas circunstancias, Fidel declaró lo que conoceríamos como los famosos Cinco Puntos. Declaró que no habría una solución definitiva de la crisis ni existirían las garantías de que hablaba Kennedy contra una agresión a Cuba, si además de la eliminación del bloqueo, no cesaba el bloqueo económico y todas las medidas de presión comercial y económica que ejercía Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba.

El cese de las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos, organización de las invasiones mercenarias e infiltración de espías y saboteadores, cese de los ataques piratas que se llevaban a cabo desde Estados Unidos y Puerto Rico, cese de las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos, retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución de ese territorio cubano ocupado por Estados Unidos.

Fueron los famosos Cinco Puntos que planteó Fidel en aquella oportunidad, frente al acuerdo de Washington y de Moscú de retirar los cohetes sobre la base de una promesa de Kennedy de no invadir la Isla.

Muchos años después, en una entrevista por la televisión norteamericana, Fidel comentó sobre la forma en que se dio conclusión a la crisis. Expresó que bastaba con que Jruschov hubiera manifestado que estaba dispuesto a retirar los cohetes con garantías satisfactorias para Cuba y así se hubiera resuelto el problema, porque nadie, añadió Fidel, hubiera estado dispuesto a una guerra nuclear por la Base de Guantánamo o por un bloqueo económico o por un acto de hostilidad contra un país pequeño.

En otra oportunidad, Fidel manifestó que para él era evidente el deseo soviético de obtener una mejoría en la correlación de fuerzas de la Unión Soviética y Estados Unidos.

Como Cuba no pudo participar en las conversaciones con soviéticos y norteamericanos, porque los últimos se opusieron, resultó imposible plantear los criterios de Cuba en las discusiones que tuvieron lugar.

Digamos ahora que entre octubre y diciembre de ese año 1962, los dirigentes de Cuba y la URSS y los dirigentes de la URSS y Estados Unidos, intercambiaron entre sí más de 20 cartas públicas y confidenciales.

La carta más importante de Jruschov a Kennedy, desde el punto de vista histórico, fue en la que propuso retirar los cohetes de Cuba y hacer el compromiso en Naciones Unidas, y que el Gobierno de Estados Unidos hiciera una declaración a los efectos de que, por su parte –y entonces, estoy citando textualmente ahora–, “considerando la intranquilidad y ansiedad de la URSS retirará sus medios análogos de Turquía y que la ONU inspeccionaría en el terreno el compromiso que se había hecho”.

Esa proposición del trueque entre los cohetes de Cuba y de Turquía, causó consternación en la Casa Blanca y se decidió ignorarla y contestar una carta anterior en la cual, como ya había dicho, no se hablaba de los cohetes de Turquía, sino solamente de la retirada de los cohetes de Cuba y del compromiso de no invadir la Isla.

El bloqueo fue marítimo y aéreo, y hubo un acuerdo entre los soviéticos y los norteamericanos de quitarles unos capacetes que tenían los cohetes en los barcos, para que los aviones norteamericanos retrataran los cohetes.

En medio de ese intercambio de impresiones, llegó a la Casa Blanca la noticia de que en Cuba se había derribado un avión espía U-2. Pero los norteamericanos no hicieron nada.

Realmente no se sabe, es decir, hasta ahora siempre se ha dicho que los vuelos de los aviones U-2 fueron los que descubrieron dónde estaban los cohetes en Cuba. Pero después se conoció que había un coronel de la Inteligencia soviética, Oleg Pentovski, detenido creo que el mismo 22 de octubre, cuando Kennedy en un discurso anunciaba lo de los cohetes. Fue detenido en ese momento. Era un tipo que estaba espiando para los norteamericanos y los ingleses, desde hacía dos o tres años, y ese individuo fue detenido el mismo día que Kennedy habló. No sé si es que los informes que tenía el espía contenían donde estaban los cohetes, para que después vinieran los aviones y retratarlos, o los aviones descubrieron los cohetes.

Hay que señalar que ni el Gobierno cubano, ni los militares soviéticos que estaban en Cuba, conocieron de aquellos mensajes entre Jruschov y Kennedy.

En Nueva York, el secretario general de Naciones Unidas redactó varios mensajes. Uno a Kennedy en el cual le pedía que interrumpiera el bloqueo naval, para dar oportunidad de encontrar una solución pacífica del conflicto. Una carta a Jruschov, para que no enviara más armas a Cuba y una carta a Fidel Castro, para que se suspendieran las obras de construcción de las plataformas de las armas nucleares, durante el período de las negociaciones que iban a emprenderse.

Fidel respondió que su país estaba dispuesto a discutir sus diferencias con Estados Unidos y hacer lo que estuviera a su alcance, en cooperación con las Naciones Unidas, para resolver la crisis, pero rechazaba el acto violatorio de la soberanía de Cuba, que implicaba el bloqueo naval y rechazaba la pretensión norteamericana de determinar los actos que Cuba tenía derecho a realizar dentro de su territorio, el tipo de armas que estimara conveniente para su defensa, las relaciones con la URSS y los pasos de política internacional que Cuba tenía derecho a dar para garantizar su seguridad y su soberanía.

Agregaba que el Gobierno revolucionario estaría dispuesto a aceptar los compromisos que pedía U Thant, como esfuerzos a favor de la paz, siempre que, al mismo tiempo, el Gobierno de Estados Unidos detuviera, durante el período de las negociaciones, las amenazas y las acciones agresivas contra Cuba, incluido el bloqueo naval.

Al final de la misiva, invitaba a U Thant a venir a La Habana, adonde llegó el día 30 y fue a Palacio. Expuso que él veía el problema en dos partes. Una inmediata y la otra a largo plazo, en la cual también estaría envuelta las Naciones Unidas, la parte referente a la crisis del Caribe como origen de todo este problema. Expresó que Estados Unidos deseaba montar un dispositivo de Naciones Unidas, para asegurarse que no entrarían más armas a Cuba y que la Unión Soviética había estado de acuerdo. Agregó que él no se asociaba a ninguna de las dos proposiciones y Fidel respondió: “¿Qué derecho tenía Estados Unidos para pedir eso?”.

Y recuerdo, porque yo estaba en esa reunión, que U Thant dijo que no era un derecho y que solamente podía complacerse, si se aceptaba por el Gobierno cubano. Es decir, U Thant siempre tuvo una buena posición en esa crisis.

Las negociaciones en Nueva York se llevaron a cabo entre Kuznetzov, entonces el viceministro soviético de Relaciones Exteriores; Adlai Stevenson, el embajador norteamericano en Naciones Unidas, y John McCloy, el negociador de desarme norteamericano. Por oposición de Estados Unidos –yo estaba en ese momento como embajador en Naciones Unidas–, no pude participar en esas conversaciones.

Los soviéticos me decían que lo habían planteado varias veces a los norteamericanos, que Cuba participara de las negociaciones, pero que siempre habían rechazado esa posibilidad.

Yo trasladaba a La Habana lo que me informaba el negociador soviético en su conversación con los norteamericanos; a su vez, le manifestaba las opiniones y las observaciones que teníamos nosotros y la situación que había en las Naciones Unidas, así como las impresiones que tenía en mis contactos con los diplomáticos y con los periodistas; debo decir que el secretario general de Naciones Unidas también quedó al margen del proceso.

Me entrevistaba con U Thant, así como con los negociadores de Estados Unidos y la Unión Soviética.

Estados Unidos planteó enseguida otra demanda: la retirada de los aviones IL-28, propiedad de los soviéticos, que estaban en Cuba. Los soviéticos también aceptaron complacer en esto a los norteamericanos. Eran unos aviones con un propósito defensivo para enfrentar una invasión.

En esos días, el viceministro Mikoyan vino a La Habana para limar asperezas, permaneció como 20 días aquí. Luego íue a Nueva York, donde me entrevisté con él y después siguió a Washington, para hablar con Kennedy de todo este proceso.

Cubanos y soviéticos discutieron un proyecto de protocolo para someterlo a la consideración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el cual se expresaban las posiciones de cada uno de los tres países; pero Washington se negó a suscribir ese proyecto.

La crisis terminó cuando la Unión Soviética y Estados Unidos firmaron una carta a U Thant, en la cual le decían que había habido un entendimiento entre ellos y que no era necesario que la cuestión continuara ocupando la atención del Consejo.

Cuba, por su parte, envió otra carta al secretario general, en la cual expresaba que las negociaciones no habían propiciado un acuerdo eficaz, capaz de garantizar de manera permanente la paz en el Caribe y liquidar las tensiones existentes, y que el Gobierno de Estados Unidos, lejos de renunciar a su política agresiva e intervencionista respecto de Cuba, había mantenido la posición de fuerza asumida en flagrante violación de las normas jurídicas internacionales y que no se apreciaba –eso decía la carta de Cuba–, como acuerdo eficaz, otro que no fuera el que incluyera las cinco garantías mínimas para la paz en el Caribe, contenidas en la Declaración de Fidel, del primer ministro de Cuba, el 28 de octubre; y en esa carta se agregaba que no había forma mejor de solución para la crisis, que negociaciones con respecto a los derechos soberanos de cada nación en las normas del derecho internacional.

Tan pronto U Thant entregó la carta –es decir, las tres cartas– al Consejo de Seguridad, en Washington se constituyó un grupo en el cual estaba la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono, preparando otra vez presiones políticas y económicas, psicológicas y militares contra Cuba, para derrocar al Gobierno revolucionario, lo que demostró que las garantías de Kennedy, aceptadas por Jruschov, eran falsas, como lo había advertido Fidel.

Se han publicado 5 comentarios



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  • guillermo ramirez dijo:

    Ruego,casi suplico, que este trabajo del co.Lechuga sea publicado en GRANMA durante varios dias seguidos hasta que uno pereunirlos en forma de folleto.ESTO es MUY importante, puesto que casi el 99 % de kos nacidos en CUBA del 1980 hasta hoy, casi nada conocen de esta apasionante y brillante por parte nuestra,sucesos de nuestra historia.No fue por gusto que el sr. OBAMA en su visita, propuso "que se olvidase la historia", pues asi ellos la tendrian mas facil para recolonizarnos.
    La batalla es de pensamiento,sugue vigente esa afirmacion de MARTI y de conocimiento,si no tenemos ambos, en buen cubano puedo afirmar " que estamos fritos"
    Por otro lado RECOMIENDO que busquen el sitio de Gabriel Bulgakov en Instagram y Youtube, sus trabajos son IMPECABLES-

    • rafafon dijo:

      Pues entonces hay que invertir en la educación nuevamente y rápido pues dentro de poco no solo no habrá quien trabaje tampoco habrá quien piense...en los últimos dias se estan haciendo pruebas finales en casi todas las categorias escolares y los suspensos son masivos...

  • Amaya dijo:

    "Nunca antes brilló más alto un estadista, que en esos días luminosos y tristes de la crisis del Caribe"

  • Jorge Luis Herrera Alvarez dijo:

    Estoy totalmente de acuerdo con Amaya .no solo su inteligencia. También su valor. Era una jeneracion que no tenía miedo. Pero los tiempos an cambiado. Ahora somos una jeneracion de por favor. Por favor quiten el bloqueo; por favor dejen que vivamos en paz; por favor; por favor. Se me olvidó lo que es un discurso cargado de adrenalina.!

  • Nardo Menendez dijo:

    En aquella crisis los sovieticos retiraron sus armas estrategicas para satisfacer la arrogancia de los norteamericanos,independiente del criterio de Cuba pais soberano y siin frontera con Estados Unidos, Ahora bien en la crisis actual entre Rusia y Ucrania.pais que tiene frontera con Rusia y pretende entrar en la OTAN por lo que habria armas nucleares en la frontera de Rusia es logico que Rusia cuide su sercania con esos armamentos,

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