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Vicente Feliú, el precio de la coherencia

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Vicente Feliú en Zona de Arte, espacio audiovisual de CubadebateTV. Foto: Andy Jorge Blanco/ Cubadebate.

Esos pasos, camino a la redacción, aún me desandan el recuerdo. Como un día de buena trova cualquiera, ligero y firme el andar. Todavía no alcanzaba a creerme la naturalidad y cariño con que había accedido a mi entrevista para Cubadebate. Con tanta grandeza, con tantos escenarios y corazones conquistados a fuerza de su mejor música, eligió estar allí para ayudarnos a recorrer la vida y las esencias de un hombre que supo guitarra junto al verso— construirle y defenderle razones a nuestra cultura.

Hicimos muchas paradas necesarias en nuestro viaje a destiempo por su obra. Hablamos de cuando descubrió la música como el camino, la Nueva Trova, la canción política, la familia que ha sido su luz y su fuerza... su eterna compañera Aurora, su hija Aurorita... Esa familia a la que me remitió, desde la modestia más sincera, cuando intenté descubrirle en su dimensión más cotidiana: vas a tener que preguntarles, a ver qué te dicen.

Hablamos también de sus hermanos, de sangre y de luchas. Santy Feliú y Silvio Rodríguez no podían faltarle en las evocaciones y la inspiración. Bastaron unos versos de Ay, la vida para que regresara a la infancia de Santiago y a la primera canción, a algún rincón de la ciudad o de la casa, y al manantial de nostalgias que le nacía con los recuerdos. “Siempre he dicho que soy el mayor de los Feliú, el más grande es Santy”, me dijo aquella mañana de confesiones. Y yo seguía sin entender tanta humildad, que solo resulta comprensible desde la altura humana de Vicente Feliú.

Aquella mañana, con el trozo mágico de tarde compartido, me devolvió con más alas y raíces de las que había llevado a la entrevista. Soñé esa conversación desde mucho antes de saberla realidad. Porque él se encargó de que, generación a generación, le quisiéramos las canciones, de a una y para siempre. De que le amáramos la virtud, los mil caminos de fe para arrancarles imposibles a las utopías, la vocación innata de fundar y revolucionar, los ideales a prueba de balas y esa bendita coherencia.

Él es más que un hombre con una guitarra y una canción con un buen mensaje. Es, sin duda, uno de los más grandes hijos que le naciera a Cuba, directo del alma. Una de las voces indispensables de la cultura cubana toda. Vicente Feliú lleva a un país en el pecho y en el canto.

La noticia me sobrecogió cuando estaba por escribirle para un nuevo encuentro, cámaras mediante, en Cubadebate. No había reparado en la luna llena previa a la noche de luna llena más larga del año, ni en la Línea de Feria al otro lado de la calle 18, pasando las seis y media de la tarde. Un mensaje de una amiga por WhatsApp me enfrió el alma, y la pausa con otro amigo —desde mi lado del teléfono— delató el grito que solo sabe guardarnos un desgarrador silencio.

La Habana de este 17 de diciembre me supo entonces a ciudad vacía y a la frustración terrible de abrazo pendiente. No quería creerlo, no podía. Necesitaba una sobredosis de sus canciones para llenar tanto vacío; para aprender a CREER como creyó él.

Duele que se nos haya aventurado al abrazo con Santy sin tener tiempo siquiera de agradecerle por tanto. Con esas ironías amargas de la vida, de arrebatárnoslo antes de tiempo, con un infarto igual que nos arrancó a su hermano. “Empezaba a cantar La Bayamesa”, compartió Aurorita en redes sociales. “Se fue en toda su estatura y con el corazón más grande que el pecho”. Y, para quien ha hecho soñar a generaciones con su voz y sus acordes, quizás no podía pensarse en otro “hasta pronto” que no fuese después de un escenario.

En medio de tanta emoción contenida que no alcanzaba a verter en un trozo de papel, en medio de tanta impotencia ante la muerte, preferí aferrarme a aquel día de revelaciones, a la voz firme y la sonrisa amplia, al viaje virtual por la América Latina que desembocó en el Manifiesto del Víctor Jara y en aquel tema con que, al final de nuestro diálogo, esbozó su autorretrato si Vicente fuera canción.

Después de ese privilegio mayúsculo, abracé una certeza. Yo amo a ese hombre, de veras, como se pueden amar las canciones y el ejemplo, como se puede amar políticamente. Y como se puede eternizar a un poeta desde el más absoluto respeto.

Entre tanto desamparo, me he vuelto a refugiar en sus letras, como estas de 1971 donde estampa voluntades:

Si un día muero irremediablemente,
sin terminarlo todo,
o al menos lo que me corresponde,
quisiera que lo poco que tenga
se utilizara al máximo. 

(...) A mis amigos les pido vivir
toda la vida que quede ante mí,
toda la muerte que no haya podido matar
con mis manos, mi sueño y mi voz.
Que no haya canciones, ni duelo, ni adiós...

¿Cómo despedirte entonces con tanto camino fértil y tanto por guiarnos todavía? Te esperamos, guitarra en mano, a la vuelta de nuevos conciertos. Te esperamos en las redes y en las plazas, desenvainando tu poesía, desafiando cuerdas. Alimentando utopías que sí son alcanzables.

Créeme que mis palomas tienen de arcoíris
Lo que mis manos de canciones finas.
Créeme. Créeme
Porque así soy
Y así no soy de nadie.

Te creemos, además, cuando aseguras que eres feliz abriendo una trinchera. Pero CRÉENOS también si te decimos que no te dejaremos ir, que te necesitamos. Y si te pedimos ahora, desde el cariño de pueblo, que nos prestes el escenario y te sientes del lado del público... porque hoy Cuba le canta a Vicente Feliú.

Se han publicado 7 comentarios



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  • mayo dijo:

    EPD, un gran músico y sobre todo un gran patriota.

  • Trovador Cubano dijo:

    Precioso testimonio. Gracias, Cubadebate, por este acercamiento a este gran trovador y gran cubano, desde la sensibilidad. Como dice la crónica de la periodista: Vicente Feliú lleva a un país en el pecho y en el canto.

  • Trovador Cubano dijo:

    Precioso testimonio. Gracias Cubadebate por

  • ARG dijo:

    Muy lindas palabras

  • Ana Margarita dijo:

    Cuánto dolor, pero el no lo quería así, cuántas cosas bellas y sentidas se han dicho en estos dos días , ver hablar a gente de pueblo de ti es la mirada que los más humildes te tienen, te reconocen y admiran, tu solo has partido como el Quijote , que te regalo tu amigo Eduardo , has ensillado tu Rosinante y seguirás conquistando el futuro por el que te entregaste, no.mires atrás tu nombre ya es historia .

  • Juan Carlos Subiaut Suárez dijo:

    Cuando muere alguien, siempre decimos, en paz descanse, ofrecemos condolencias y solidaridad a la familia y amigos. Pero, no nos dejó una persona cualquiera, no. Nos dejó fisicamente alguien que hizo de su vida una canción y de su canción un compromiso con la Revolución en el más alto grado. Nos dicen que murió, como los buenos guerreros, con las botas puestas, feliz de abrir - y seguir luchando - en la trinchera. Como muchos que se acercaron a la guitarra y a tus obras, sin tu permiso, mas bien maltraté que toqué, entre las primeras canciones que toqué, tu Créeme, como hice con otras de la Nueva Trova, sin saber tocarlas como se debía, ni mucho menos cantarlas bien, pero con la total seguridad de comprender y participar del mensaje. Entonces, Vicente, descansa, sí, pero sigue alumbrándonos el camino, como esa bala feroz al centro del combate.

    • Mamayí dijo:

      Me uno a tu comentario, es mucho dolor.,

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Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli

Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli

Periodista. Graduada en la Universidad de Camagüey "Ignacio Agramonte Loynaz" (2011). Periodista del diario Granma (2011-2016), de La Jiribilla y Cubaliteraria (2017-2018) y columnista en Cubainformación. Fue Consultora de Comunicaciones en la Oficina de la FAO en Cuba (2018).

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