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Mirar con lupa las brechas

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No se trata de mirar con lupa a las mujeres y sus problemas, sino de comprender el proceso social en su conjunto, encontrar respuestas y escudriñar los orígenes de las injustas relaciones que hemos heredado. Imagen: Freepik.

La vida no transcurre solo como la vemos en nuestro entorno cercano. Si el periodismo enseña a cruzar fuentes y buscar argumentos, la demografía muestra que la estadística necesita interpretación y contexto. Muchas de esas lecciones pueden rastrearse también entre las esencias de los estudios de género: no se trata de mirar con lupa a las mujeres y sus problemas, sino de examinar y comprender el proceso social en su conjunto, encontrar respuestas y escudriñar los orígenes de las injustas relaciones que hemos heredado tras años de dominación patriarcal.

Las “profes” de género –Isabel Moya, Norma Vasallo, Teresita Díaz y muchas otras que harían extensa la lista- nos han explicado de maneras diversas una verdad como un templo: no existe “una” mujer cubana. Habitan este archipiélago muchas de ellas, atravesadas por realidades, experiencias y contextos bien diversos. ¿Podrían contar iguales historias una peluquera capitalina de 25 años, blanca, y una muchacha de Yateras, quizás técnica agraria y nacida de ese mestizaje tan común en nuestro ADN nacional? ¿O una abuela, ama de casa, del corazón urbano de Santiago de Cuba y otra, quizás profesora universitaria, del centro del país? ¿O una adolescente cuya mayor aspiración es seguir sin pausa sus estudios y otra que ya es una madre con prioridades diferentes?

La heterogeneidad de esa población femenina se posiciona como desafío también en tiempos en que una pandemia, casi de película catastrofista, nos pone en tensión.

Al final de la Mesa Redonda del pasado martes, la doctora Miriam Nicado, rectora de la Universidad de La Habana, me comentaba en intercambio virtual que, incluso en un espacio tan particular y concreto como la bicentenaria casa de estudios capitalina, no se comparten similares escenarios. Si bien muchas profesoras alimentan su producción académica desde modalidades a distancia o de teletrabajo, otras trabajadoras de la UH están “al pie del cañón” preparando las becas por si fuera necesario usarlas como centros de aislamiento, cuidando a estudiantes extranjeros que no pudieron volver a sus países, llenando frascos de hipoclorito o, incluso, investigando en función de capear la COVID-19. La rectora, decanas, vicedecanas, vicerrectoras, directoras de centros de investigación, administrativas y hasta estudiantes, entre otras muchas, podrán contar vivencias diversas de estos días.

Pero si extendemos esa lógica particularizadora a otros espacios del país serán evidentes otras demandas, otros desafíos, derivados de desigualdades que ya existen, pero que se potencian en tiempos de crisis. Es el caso, por ejemplo, ya abordado en más de un espacio periodístico, de las tareas del cuidado, depositadas mayoritariamente sobre hombros femeninos y que se tensan por estos días.

Otras situaciones, bien estudiadas por las Ciencias Sociales, pueden servir de pauta para concebir medidas diferenciadas a grupos sociales que pueden ser más vulnerables, algo que distingue particularmente a Cuba y su vocación humanista.

La situación epidemiológica llevó a nuestro Gobierno en días recientes a garantizar un respaldo económico a madres, padres o familiares de estudiantes de la educación primaria ante el cierre de las escuelas. También se decidió mantener abiertos los círculos infantiles, para aquellas madres que necesitaran seguir trabajando. Pero, ante una contingencia que parece alargarse, nos toca pensar también en cómo brindar apoyo, por solo poner algún caso, a esas otras madres –familias- que tenían a sus bebés en opciones de cuidado por cuenta propia que ya no están prestando el servicio. O a las de adolescentes de secundaria –una edad tan compleja- que tampoco tienen respaldo salarial para quedarse en casa.

Igualmente, tener en cuenta la tendencia al ascenso de la cifra de mujeres jefas de hogar en el país podría ayudar a identificar realidades en las que ese “reinado” implica una mayor sobrecarga doméstica y financiera sobre los hombros de muchas cubanas.

Alertas realizadas en los últimos años por economistas y especialistas en temas de género como la doctora Norma Vasallo, presidenta de la Catedra de la Mujer de la Universidad de La Habana, ponen sobre el tapete otros asuntos válidos para los tiempos que corren. La mayoría de las mujeres que trabajan por cuenta propia en Cuba no suelen ser propietarias de negocios o trabajadoras independientes, sino asalariadas o contratadas, a veces de maneras no del todo legales y con ingresos promedio menores que los de los hombres. ¿Qué pasa con ellas cuando muchos de esos negocios cierran y vuelven a casa?

En paralelo, el envejecimiento demográfico trae asociado otro desafío. Ese más del 20 por ciento de población mayor de sesenta años que ya acumula Cuba clasifica como la franja de edad más vulnerable a la epidemia. Lo confirman los datos de letalidad frente al COVID-19 que el Ministerio de Salud Pública viene informando día tras día. De ese total, las mujeres suman más de la mitad. Para colmo, estas “adultas mayores” a menudo son cuidadoras ellas mismas de nietas y nietos, o de otros familiares de edad más avanzada, con lo cual la sobrecarga, además de injusta, se vuelve peligrosa.

Y así, análisis más certeros, más aterrizados a contextos específicos, pueden develar otros desafíos, otros caminos, para ejercer esa vocación de justicia social que nos signa. La clave está en mirar con lupa la realidad.

Se han publicado 3 comentarios



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  • MIGUEL.LOPEZ dijo:

    Gracias a ud profesora y periodista Dixie Edith, siempre es interesante la crítica constructiva aderezada con el potencial debate y la necesaria modificación de actitudes negativas. Mi sugerencia sacarle provecho y ampliar con más detalles y ejemplos lo que debemos y podemos cambiar para que todos los cubanos sin excepción hagamos un poquito más. AL FINAL SIN LUGAR A DUDAS A TODOS NOS CONVIENE RECONOCER Y ACTUAR PORQUE: UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE Y NECESARIO

  • Dayalé Torres Diéguez dijo:

    Profe Dixie muchas gracias por siempre orientarnos en cuanto a los estudios de género, con la ayuda de ustedes extraordinarias mujeres y brillantes especialistas hemos comprendido la necesidad cada vez más creciente de encaminar proyectos realmente inclusivos, diversos, para reducir brechas, entre ellas, la digital de género, aunque nos quede mucho camino por andar es nuestro compromiso como organización que forma parte de la sociedad civil cubana. Un saludo y el agradecimiento infinito de la Unión de Informáticos de Cuba. (UIC)

  • Los pies sobre la tierra dijo:

    Es que las "cuestiones de genero" son contraproducentes. Victimizar a la mujer no las hará más fuertes. Por ponerte un ejemplo, en esa escala que dices de mujeres trabajando que no son dueñas de negocios, te cuento que es prácticamente el mismo porciento de hombres trabajando que no son tampoco dueños de negocios, amigos me sobran para listardelos. No satanice a los dueños de negocios, xq eso es emprendimiento y depende de cada persona. Y por cierto, el mayor por ciento de enfermos y muertos en el mundo por Covid-19 son hombres. Este virus se me parece a muchas consignas que gritan muerte al macho. Pero "con espejismos de genero" no se analizan las cosas, y las realidades de nuestra vida, la vida es más compleja que está burbuja

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Dixie Edith

Dixie Edith

Periodista cubana y profesora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana.
En Twitter @Dixiedith

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