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Historias del Capitolio

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Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Cuando Carlos Manuel de Céspedes, presidente provisional de la República, disolvió el Congreso el 24 de agosto de 1933, doce días después de la caída de Machado, el único empleado que quedó en el Capitolio fue Manuel Parra Hernández, que desempeñaba la plaza de “guarda almacén”.

Había comenzado a trabajar en las obras del edificio en 1925, como empleado de la Purdy and Henderson, la compañía constructora. Allí se lo encontró el Carlos Miguel de Céspedes (no confundir con el anterior) entonces ministro de Obras Públicas del presidente Machado, y, por razones que desconocemos, decidió mantenerlo cuando, en nombre del Ejecutivo, recibió aquel palacio de palacios de manos de los constructores para su traspaso al Estado. En efecto, el 24 de febrero de 1928, Manuel Parra Hernández quedaba asentado en la nómina del Congreso como “guarda almacén” y un salario de 36 pesos mensuales.

Hasta 1933 el Capitolio se cuidó con esmero. Sus empleados, casi todos negros y provenientes en su mayoría de las viejas instalaciones parlamentarias, asumían las labores de limpieza y mantenimiento del edificio con extremo cuidado, animados por el criterio de que debía brillar como el primer día lo que había costado 18 millones de pesos a la República.

La situación cambió de manera radical a partir de la disolución del Congreso cuando aquellos hombres fueron cesanteados en masa. Para empeorar las cosas, se instalaron en el Capitolio, en tiempos del presidente Grau, los tribunales de sanciones y la recién creada Secretaría (Ministerio) del Trabajo, y, ya con el presidente Mendieta, las dependencias del Consejo de Estado, además de otras oficinas públicas e incluso privadas.

Todo se desorganizó. La limpieza no fue ya la misma ni los mantenimientos. Tampoco el cuidado de los jardines. La tapicería empezó a deteriorarse. Se vieron ocho butacones en salas donde siempre hubo doce y estantes construidos a medida para determinados espacios se trasladaron a otros sitios. Desaparecieron bancos de mármol del Salón de los Pasos Perdidos, se subdividieron salones a como diera lugar, lo que les dio una apariencia de cuartería, y lujosos servicios sanitarios fueron desmantelados para convertirlos en oficinas. Lo peor fue que en el cuarto piso del edificio se permitió la habilitación de una vidriera de apuntaciones para los sorteos de la bolita y la charada.

Poco se ganó en organización cuando en 1936 volvió a constituirse el Congreso y el Senado y la Cámara de Representantes se instalaron de nuevo en el Palacio de las Leyes. Desaparecían máquinas de escribir y ventiladores de las oficinas, libros raros y valiosos se esfumaban de la biblioteca, y las tapas de bronce de los registros de las farolas eran segueteadas durante la noche. Se desmontaban los reflectores exteriores del edificio para llevarlos a iluminar alguna fiesta particular y nunca más volvían a su sitio de origen. El robo hizo crisis cuando a los ladrones, que estaban todos dentro de inmueble, les dio por llevarse las bisagras de bronce de las grandes puertas interiores. El jefe de manteniendo dispuso entonces que se remacharan las cabezas de sus tornillos a fin de que no pudieran ser sacados con un destornillador.

Mientras tanto Manuel Parra Hernández se mantenía con celo en su puesto de “guarda almacén”. Incluso en el periodo en que quedó excedente y se le suspendió, durante tres meses, el pago del salario, no dejó de acudir a su puesto de trabajo con el convencimiento de que nadie más que él podía custodiar aquel depósito donde se guardaban, entre otros objetos de mucho valor, la muy preciada vajilla del Capitolio. No pudo evitar, sin embargo, que en 1940, al acceder Fulgencio Batista a la primera magistratura, se llevara para el Palacio Presidencial la mitad de las piezas que componían la vajilla capitolina. En 1944, Parra Hernández seguía en lo suyo. Ganaba entonces 86 pesos mensuales.

El apuntador del cuarto piso, por su parte, había puesto el grito en el cielo cuando le notificaron que debía sacar su vidriera del edificio. Colérico, preguntó entonces que quién iba a devolverle los 400 pesos que había pagado por el espacio. Le respondieron, y no es imaginación de este cronista, que fuera a preguntárselo a la Estatua de la República.

La Estatua de la República en el Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco /Cubadebate

Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Detalle de la vajilla del Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Detalle de las puertas del Capitolio Nacional, La Habana, 2018. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Biblioteca del Capitolio Nacional. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Se han publicado 50 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Amaury II dijo:

    Como siempre una crónica genial

  • Eduardo Ortega dijo:

    Este es otro interesante artículo del autor, que se caracteriza por sus escritos de corte costumbrista. Se agradece por las memorias que quedan a la luz pública, las que son parte de las bases culturales de nuestro Pueblo.
    Me llama la atención el raterismo que ocurrió en el Capitolio después de 1933. Yo conocía que en Cuba se robaba, que los políticos y ministros hacían de las suyas, pero este raterismo que se menciona está más cerca de las bases sociales del país. Es importante tener estos datos históricos que nos permiten entender cosas que pasan en la actualidad. Antes se robaban bisagras de bronce, hoy se roban los herrajes de los baños públicos que se arreglan por el Estado. Quizás, entre otras, esta es una de las causas de la afirmación de que Cuba es de corcho, porque mira que han hecho para hundirla sin éxito.
    SALUDOS!

  • la niña dijo:

    Y entonces que pasó con Manuel Parra?, quedé intrigada

  • Xm dijo:

    Claro que el profesor debe conocer muchas mas historias, tambien las debe haber de los ultimos 60 años , digo yo , o esas nadie las quiere contar ??

  • Mágico dijo:

    Señor, Bianchi, siempre leo sus crónicas, y hasta he opinado a veces muy positivamente sobre algunas de ellas. Pero me figuro que estas memorias de solamente 15 años de vida del Capitolio, acaban de comenzar. Lo insto a que las culmine y hable sobre sucesos interesantes acaecidos durante los otros 75 años que han cruzado sobre el emblemático edificio capitalino. Espero entusiasmado la continuación de este relato, conducido por usted, un verdadero experto en recrear, con ética y responsabiliodad, la historia de nuestra patria.

  • CR7 dijo:

    Estimado profesor:
    Siempre leo sus crónicas pienso que usted tiene un don muy especial.Mientras disfruto sus escrito me imagino estar viviendo la época...le pido si es posible, un libro que recoja sus escritos. Necesitamos leer sobre nuestra historia, la buena y la mala.Pero necesitamos escucharla de personas como usted....sludos

  • Virgen dijo:

    Hermosa crónica y realmente interesante e instructiva.
    Me encantaron las fotos

  • senelio ceballos dijo:

    Saludos Prof. CIRO....CARAY..me quede como los terneritos enrejados a la pata de su mama-vaca cuando la ordennan los guajiros por la mannana temprano!!!!!!!.....Espero mas CARAY! COMPAY describa lo que ha pasado despues..YO ENTRE POR PRIMERA VEZ ALLI EN 1962-63, me quede maravillado......Sobre todo cuando uno va subiendo por la escalera y mira para el techo!!!!!

  • EduardoCB dijo:

    Una cronica sublime esta del Profe Ciro. Interesante ver q eso de no dar mantenimiento a los inmuebles y llevarse lo que propiedad publica es un viejo mal que hemos heredado , y me refiero no a los pillos q desde puestos publicos han robado en varias epocas haciendose ricos, sino ese vandalismo silencioso que se genera cuando el abandono se apodera de una institucion cualquiera. Tambien en todos los tiempos han existido personas decentes q muy a pesar de lo les rodea se toman muy en serio su funcion y la hacen aun cuando por 3 meses no se les paga un salario. Muy a mi pesar a veces me da por pensar que estos ultimos no han sido mayoria...

  • S.O.S dijo:

    Profe Ciro encontré muy interesante su crónica, no me pierdo una, Ciro Bianchi orgullo de Santa Amalia.

  • Jorge R 09 dijo:

    Al parecer toda la información del artículo se obtuvo de una entrevista a Manuel Parra Hernández. Sería bueno que Ciro Bianchi buscara testimonios de personas, que los hay muchos, entre los que trabajaron en el Capitolio durante el periodo revolucionario cuando fue sede de la Academia de Ciencias . Seguro que nos dejarían asombrados a todos el descuido que hubo de esa majestuosa edificación, los libros de su biblioteca fueron lanzados a la calle según me comentaron. Bianchi: no es preciso ir tan lejos en el pasado y escudriñar en los errores de entonces pasando por alto los cometidos en epocas más recientes, cuente la historia completa y los lectores se lo agradeceremos más.

  • Luffy kun dijo:

    Estimado profesor Ciro
    Acabo de ver un documental sobre el caso de la fuga de Evangelina Cisneros de la prisión de la Plaza de Armas en el siglo XIX apoyada por un periodista norteamericano que parece tener varios errores. Podría publicar alguna crónica al respecto?

  • jorge luis nuviola valdes dijo:

    Demostrado, el relajo y el choteo en cuba estaba mucho antes de que triunfara la revolucion, si no se cuida y protege el tiempo y la desidia acaba con todo, gracias Ciro.

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Ciro Bianchi Ross

Ciro Bianchi Ross

Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.

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