A Eduardo Galeano… un abrazo que cruza continentes
Por: Elisa Beatriz Ramírez Hernández
Hay varios Eduardo(s) importantes en mi vida. Mi padre, mi profesora Cecilia del preuniversitario, y el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Todos me han enseñado necesarias lecciones para andar.
Eduardo Galeano me regaló el secreto del abrazo. No solamente un libro, sino la humanidad toda condensada en sus breves relatos. Porque no hacen falta tantas palabras para decir lo grande, como mismo no necesitamos demasiado tiempo para sentir la huella de un abrazo inolvidable.
En la escuela de Periodismo nos enseñan a Galeano, uno aprende de Las venas abiertas de América Latina… y otras obras imprescindibles. Pero después de la academia, y además la política, lo que mejor aprendí con Eduardo Galeano fue acercar el oído, extender las manos, abrir los sentidos a los seres humanos que nos rodean. Y esa fue la mejor lección de periodismo que hubiese podido recibir.
Desde que lo conocí, aprendí a mirar con ojos de Galeano. A buscar lo que no se ve, a tratar de entender ese otro mundo que no aparece en la “gran” prensa, pero que es el mundo más real y posible que tenemos. Y a soñar del lado de los que necesitan sueños.
En el año 2013 fui a estudiar un curso de Periodismo para el Desarrollo en la JawaharlalNehruUniversity de Nueva Delhi, en la India. Los primeros días en que recorría la Universidad, lo encontré nuevamente. No podía creer que en aquel país tan lejano apareciera ante mí, en un mural, ese texto grandioso de Galeano que había leído mucho tiempo antes.
Se trataba de su poema sobre “los nadies”. En el mural aparecía una caricatura sugerente junto al fragmento del texto que se refería a “marginalisedpeople”. Yo lo había aprendido en español. Ahora estaban sus palabras frente a mí en inglés y en hindi, pero con un sentido aún más universal y poderoso. Después del hallazgo, regresé al aula con la certeza de estar en el lugar correcto para aprender algo útil sobre mi profesión.
Gracias a este Eduardo, a Galeano por su abrazo que cruza continentes y permanece siempre; por hacernos ver lo que “nadie” ve.
LOS NADIES
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
E.G
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Siempre llevo conmigo dos libros de este gran escritor "El Libro de los Abrazos" y "Las venas abiertas de América Latina". Mis condolencias a su familia, pueblo y a la humanidad toda.
Galeano, fuego y abrazo,
vena abierta, espejo vivo,
hechicero en el tiovivo
de la historia. Con retraso
le hago honores a tu paso.
Nuestra América porfía
la verdad a la utopía,
y tú te unes al trino
de quienes hacen camino
al futuro. Y todavía…
Ahora mismo, con lagrimas en mis ojos, un poco más triste que nunca, por lo que me ocurrio hace una semana, por qué tambien me morí yo la mañana del lunes 13...
El del lenguaje galeano, lenguaje común mejor dicho, el que sigue pidiendo justicia para la vida de Roque dalton, cobardemente esparcida, el que sigue anhelando la esperanza, la quimera, la memoria de los que no están con nosotros, por que alguien más así lo quiso...
aquel que me enseño, que hay silencios que se dicen callando.
Gracias y hasta luego queridísimo Eduardo.
Conmovedora evocación, querida Elisa. Un abrazo para ti, de los que Galeano reuniera en su inmortal texto. Jesús