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HISTORIAS PARA NO DORMIR DEL PRESIDENTE BUSH

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  Hijo Afortunado, otro de los libros en circulación que revela las oscuras verdades del presidente norteamericano  

LIBRO

Historias para no dormir del presidente Bush

 

 

Sharon Bush, la ex mujer de Neil Bush, sacó esta cuestión a colación cuando me preguntó si podía comer con ella en Nueva York. Quedamos en encontrarnos el 1 de abril de 2003 en un restaurante tranquilo.Cuando llegué, el Chelsea Bistro de la calle Veintitrés Oeste estaba vacío. Unos minutos después, Sharon entró correteando; era una diminuta mujer rubia metida en un abrigo de visón y calzada con chinelas de tacón. Abrazaba su abrigo de pieles.

 

 

-Mi suegra odia que me ponga esto. Dice que la gente creerá que somos ricos.

 

-¡Dios nos libre! -comenté riendo.

 

Sharon iba acompañada por Lou Colasuonno, socio de Westhill Partners.Como antiguo periodista, este publicista experto estaba decidido a ayudar a una clienta angustiada. Sharon dijo que la familia Bush la había repudiado y que un par de abogados de Houston se encargaban de su divorcio. Ella amenazaba con hacer públicos los secretos de la familia. Durante una larga comida ese día y una conversación telefónica más adelante, y de nuevo al día siguiente, Sharon descargó su rabia por «haber sido obligada» a divorciarse del cuarto hijo de George y Barbara Bush. Sharon reconoció más tarde que se había casado con el alfeñique de la camada.

 

-Neil me informó por correo electrónico de que me iba a dejar -dijo-. Por correo electrónico, ¡después de veintitrés años de matrimonio y tres hijos! Tiene un lío con una mujer que trabajaba para Bar... [Barbara Bush, la madre de la saga] los Bush supieron de la relación antes que yo. Incluso invitaron a la mujer a su casa... ¡Favorecieron el adulterio de su propio hijo!... ¿Qué clase de valores familiares son esos?

 

«Cualquiera pensaría que con todas las infidelidades que ha tenido que soportar en su propio matrimonio [Barbara] sería más comprensiva conmigo... pero no lo es. Me odia porque he dejado que mi hija, Lauren, sea modelo. Bar se enojó mucho conmigo. En su opinión, fue una equivocación. Dijo que no estaba bien visto. Que era demasiado deslumbrante, demasiado glamuroso, para la imagen de los valores familiares que se supone que los Bush deben representar».

 

Sharon desveló una sórdida historia sobre los hombres de la familia Bush y las desgraciadas mujeres que se casaron con ellos. Si se cree el testimonio de Sharon, las transgresiones incluían: la costumbre de su marido de requerir los servicios de prostitutas durante sus viajes a Asia, la enfermedad de transmisión sexual que contrajo, las relaciones extramatrimoniales de Jeb Bush, y el consumo de drogas de sus otros cuñados, incluido el ahora presidente de Estados Unidos. Sobre George W. dijo: «Marvin y él esnifaron coca en Camp David cuando su padre era presidente y no sólo una vez. Es una familia de alcohólicos, drogadictos e incluso esquizofrénicos».

 

Retomaba una y otra vez el tema del papel que desempeñaban sus ricos y poderosos suegros, quienes, en su opinión, la estaban obligando a rogar por su vida.

 

-Sé que usted cree que los Bush son una buena familia, que creen en Dios y en todas sus enseñanzas... Antes yo también lo creía, pero ahora sé que no predican con el ejemplo... Están dejando que Neil me pase sólo mil dólares de pensión al mes. Me están obligando a vender la casa. No tengo medios para mantenerme.Dejé de trabajar [de maestra de escuela] cuando me casé con Neil [1980] porque se supone que las esposas de los Bush no deben trabajar... se supone que deben criar a los niños y realizar trabajos de voluntariado y yo lo hice... Crié a tres niños y participé en las actividades de todas las comunidades en las que he vivido con Neil. A eso he dedicado mi vida entera. He trabajado para la caridad todos los años de mi matrimonio...¿Y ahora qué hago? Cuando le pregunté cómo se supone que iba a vivir con mil dólares al mes, Neil me respondió: «Vuelve a casarte». Pero, Kitty, no puedo vender mi cuerpo por dinero.

 

Sharon lloraba mientras me contaba entre sollozos que tendría que mudarse de su casa.

 

La idea de llevar una vida de estrechez económica con cupones de descuento del supermercado hizo que aflorasen más lágrimas.La vida como nuera de los Bush había mimado a Sharon con veraneos en Kennebunkport y cruceros por las islas griegas en el yate de un amigo de la familia Bush. Cuando visitaba la ciudad de Nueva York se alojaba en el ático del afamado pitcher de los Yankees Roger Clemens. Se relacionaba con Veronica Hearst, la viuda del poderoso editor y político William Randolph Hearst.Tenía el número del famoso predicador evangelista Billy Graham en el marcador automático del teléfono.

 

Yo también aprendí una lección al escribir sobre esta familia.Algunos días me sentía como Alicia en el País de las Maravillas, porque lo que descubría parecía del todo irreal y no cuadraba con la imagen tradicional. Empecé a cuestionarme la situación, a preguntarme cómo podía ser cierto todo aquello. Veía a algunas personas encogerse de miedo y a otras sometidas al maleficio del poder, la riqueza y la influencia de la familia. Luego recordé la frase dicha por el actor Melvyn Douglas en la película Hud, la más salvaje entre mil sobre el cautivador poder de un personaje público: «El país cambia poco a poco mirando a los hombres que admiramos».

 

 

ENTRE LOS ULTIMOS DE LA CLASE

 

 

El joven George fue admitido en Andover en 1961 como alumno de décimo grado, lo que el colegio denominaba entonces un «medio bajo». Trabajó para alcanzar los requisitos básicos del título: cuatro años de Inglés y Composición, tres años de Matemáticas y una lengua extranjera sin hablar inglés en clase; un año y medio de Ciencias e Historia; un año de Religión y uno de Arte o Música; además de cuatro materias optativas, desde Ruso hasta Antropología. Si bien 110 alumnos de su curso, compuesto por 290, entraron en el cuadro de honor, George no alcanzó nunca esta distinción. Acabó la secundaria como uno de los últimos de la clase.

 

«George sacaba unas notas más o menos como las mías, aprobados pelados -comentaba J. Milbourn "Kim" Jessup-. Pasábamos por los pelos, pero los dos llegamos a Yale porque éramos vástagos de padres de Yale».

 

La revista Time citó la Phillips Academy de Andover (Massachussetts) como «el mejor colegio secundario privado del país». Para un muchacho procedente de la escuela pública de Midland, Texas, que no se aclarara con la gramática y no hubiera visto un diccionario en su vida, Andover era el campamento académico de entrenamiento de reclutas.

 

El primer trabajo que asignaron a George en inglés fue una redacción sobre una experiencia emocional. Escogió la muerte de su hermana.Le costaba mucho encontrar las palabras adecuadas. Quería escribir «y las lágrimas rodaban por mis mejillas», pero había utilizado ya la palabra «lágrimas» unas cuantas veces. Así pues, recurrió al diccionario de ideas afines que le había regalado su madre al marcharse. Buscó en la voz «lágrima». Escribió: «Y los desgarros rodaban por mis mejillas».

 

Le devolvieron la redacción con un enorme cero escrito en rojo.Arriba figuraban estas palabras: «VERGONZOSO. Pase a verme inmediatamente».George preguntó asustado a sus amigos: «¿Cómo voy a durar una semana aquí?».

 

Al final del último curso, George W. Bush aún no había llegado al cuadro de honor como su padre. Tampoco fue votado como estudiante con «Mayor probabilidad de éxito», «Más admirado» o «Más mujeriego», aunque se situó en segundo lugar como «Hombre del campus» y en tercero, como «Ocurrente».

 

Andover hacía hincapié en los deportes como parte de su programación.«Como no podía ser deportista, George se convirtió en jefe de animadores, para poder participar en la Junta de Asesoramiento Deportivo, en la que participaban todos los capitanes de los equipos. En Andover sólo te aceptaban si eras deportista o te relacionabas con ellos. No había otra forma».

 

El cargo de jefe de animadores se consideraba importante en Andover, pero no fue algo de lo que pudo jactarse George al volver a casa.«Uy, no -comentó un amigo de la infancia con una risita-. Ya era bastante sospechoso ir a una escuela de chicos. Por allí, a Andover se le llamaba "Maricover"». Randall Roden, otro amigo de Midland que fue a Andover, decía: «No se habrían juntado con George de haber sabido que era jefe de animadores. Para la gente de Texas animador equivale a chica con melena, falda corta y bonitas piernas».

 

Incapaz de no estar a la altura del legado de su padre como uno de los deportistas más destacados de Andover, George practicó sus propios deportes. «El cerdobol era uno de sus juegos favoritos -recordaba Jessup-. Te agachabas, arrojabas la pelota de fútbol tan alto como podías y llamabas "cerdo" a uno de los muchachos.Luego te olvidabas de la pelota y sacudías de lo lindo al cerdo.Era un juego realmente tonto, pero a los tipos matones como George les encantaba... También le gustaba el palobol, una especie de béisbol jugado con un palo de escoba, una pelota de tenis y unas cómicas gorras. George se nombró a sí mismo presidente de la "federación de palobol", un cargo de risa. Organizaba equipos, montaba ligas y les ponía nombres groseros como los "Bolas marchitas".A uno lo llamó "Troyanos", como la marca de preservativos, para que todo el mundo vociferara la palabra, y a otro "Gónadas".Todo el mundo relaciona a George con el palobol en Andover. En cambio para mí era la personificación del cerdobol... Lo típico de un matón que por casualidad llegó a presidente de Estados Unidos».

 

George no se percató en aquellos momentos, pero su curso en la Universidad de Yale fue el último de su especie. El suyo fue el último en el que se aceptó casi automáticamente a los hijos de ex alumnos, con lo que se premiaba a los más privilegiados.Después de 1968, las admisiones en Yale se basaron en los méritos.Se acabaron los privilegios para las escuelas privadas; ya no hubo requisitos de estilo social. Y se acabaron también los cupos para los judíos.

 

Como parte de su acercamiento a Yale, George invitó a la promoción de 1968 a la Casa Blanca el 29 de mayo de 2003, a un picnic que se celebró antes de la trigésimo quinta reunión en New Haven.

 

«Yo soy uno de los del curso de 1968 que no asistió a la reunión en la Casa Blanca a causa de la repugnancia que me produce la política de Bush -dijo Jacques Leslie-. La guerra de Irak no tiene justificación alguna, se promovió de forma engañosa, sus estrategias ambientales son desastrosas y su ofensiva contra los derechos legales y constitucionales realmente da miedo. No podría estrecharle la mano sin demostrar mi hostilidad».

 

Otro compañero de clase, que conoció a Deng Xiaoping durante una visita a China, afirmó que, ya que había estrechado la mano del «carnicero de la plaza de Tiananmen», dársela a Bush no iba a rebajarle mucho más.

 

Mark Soler no acudió a la Casa Blanca porque estaba en profundo desacuerdo con la presidencia de George W. Bush. «Cuando estábamos en la universidad pensábamos que cambiaríamos las cosas para mejorarlas cuando nos llegara el turno a los de nuestra generación -dijo-. No creíamos que ninguno de nosotros pudiera cometer jamás el error de entrar en una guerra sin estrategia de salida ni objetivos claramente definidos. Y considerábamos que era imposible porque nosotros, los de la promoción de 1968, habíamos aprendido la lección de Vietnam... y ahora hay que ver lo que ocurre en Irak... y pensar que lo ha promovido uno de los nuestros... Se supone que George era de Historia; como mínimo habría podido aprender que "el pasado es el prólogo"».

 

Los comentarios sobre el picnic en la Casa Blanca dominaron la reunión del fin de semana en New Haven. «No sé lo que me impresionó más -dijo uno de la clase-: ver a George Bush como presidente de Estados Unidos o a Peter Akwai como mujer. Aún no me he recuperado».

 

Se intercambiaron anécdotas sobre el hombre que muchos consideraban el menos indicado para convertirse en presidente, sobre cómo había recibido a los de su clase que en otra época desdeñaba, e incluso ofrecido la mano a una mujer a la que él había conocido como hombre.

 

-Probablemente me recordarás como Peter cuando dejamos Yale -dijo Petra Leilani Akwai cuando le llegó el turno. Después de su época universitaria, Peter, ahora Petra, se había sometido a una operación de cambio de sexo. El presidente, que había experimentado su propia transformación durante aquel tiempo, ni siquiera pestañeó.

 

-Has vuelto a ser tú mismo -contestó.

 

Su respuesta sorprendió a algunos de sus ex compañeros de clase.Habían dado por supuesto que George, convertido en presidente, censuraría a un transexual. Al contrario, parecía sentirse a sus anchas en una situación que otros consideraban algo incómoda.

 

Al escuchar a sus compañeros comentar la comida en la Casa Blanca, por la que pagaron 150 dólares cada uno, Mark Soler preguntó sobre las fascinantes conversaciones presidenciales que se había perdido. Quedó profundamente decepcionado. Le contaron que el dirigente del mundo libre se había paseado entre los asistentes, dando unas palmaditas a una serie de voluminosas barrigas y sermoneándoles por haber engordado cuando él seguía con sus 87 kilos de siempre.

 

 

NO A VIETNAM

 

 

George Herbert Walker Bush apoyó con entusiasmo que se enviara a los hijos de los demás a Vietnam, pero no al suyo. En 1968 se aseguró de que su primogénito no fuera reclutado. Lo hizo con una llamada a Sidney Adger, un empresario de Houston y amigo de la familia Bush. Adger llamó a Ben Barnes, presidente de la Cámara de Representantes de Texas, y Barnes a su vez llamó al jefe de la Guardia Nacional de Texas, brigadier general James Rose. Éste llamó al comandante en jefe de la unidad, teniente coronel Buck Staudt.

 

En febrero de 1968, el joven George, que cursaba el último año en Yale, se presentó a una prueba de admisión para oficiales de las fuerzas aéreas. «No estaba dispuesto a perforarme un tímpano de un escopetazo para conseguir la baja -dijo-. Tampoco quería ir a Canadá. Por lo tanto escogí mejorarme a mí mismo aprendiendo a volar.» Aprobó la prueba de aptitud para piloto con la nota más baja. Sin embargo, gracias a la influencia de su padre, lo aceptaron en las fuerzas aéreas de la Guardia Nacional.

 

«Es muy mezquino -afirmó Mark Soler-. En aquellos días no entrabas en la Guardia Nacional por azar y menos todavía encontrabas un hueco en las reservas. Tenías que enrolarte pronto porque tardabas meses en entrar; después tenías que esperar a que abrieran el cupo. En aquel entonces había una lista de espera de cien mil en todo el país. La espera era angustiosa. A menos, por supuesto, que tuvieras alguien que pudiera enchufarte... Yo no lo tenía.Tuve que esperar para meterme en las reservas, que es como evité el reclutamiento. Nunca consideré que mi servicio en la milicia fuera especialmente patriótico... Tuve que ir los fines de semana durante seis años, pero era la manera de que no te reclutaran.Decir lo contrario sería mentir. Cuando nos graduamos en Yale en 1968, si no te metías en la reserva o la Guardia, conseguías un aplazamiento, te declarabas objetor de conciencia o te ibas a Canadá, entonces te mandaban directamente al centro de Da Nang».

 

George se alistó en las fuerzas aéreas de la Guardia Nacional de Texas el 27 de mayo de 1968.

 

Las partes más inquietantes de este episodio comienzan con la mentira de su padre cuando dijo que no había utilizado su influencia para conseguirle a su hijo una plaza en la Guardia Nacional, seguida por la afirmación del hijo de que no se alistó pura y exclusivamente para eludir el reclutamiento.

 

De acuerdo con unos documentos, no se supo nada de él. En ellos, hechos públicos en el año 2000, no hay ningún expediente de ninguna unidad de la Guardia Nacional donde se diga que George W. Bush se presentó en el periodo de mayo de 1972 a mayo de 1973 para los vuelos de fin de semana, el entrenamiento militar de verano o los ejercicios requeridos a los guardias a tiempo parcial.Cuatro años más tarde, en febrero de 2004, después de una serie de críticas, la Casa Blanca entregó un documento donde se dice que la Guardia Nacional había acreditado a George las horas suficientes para cumplir con sus obligaciones en el periodo del 27 de mayo de 1972 al 26 de mayo de 1973. El documento de 2004 abrió una serie de interrogantes sobre la hoja de servicios publicada anteriormente, donde no figuraban las horas acreditadas por la Guardia Nacional para el periodo de mayo de 1972 a mayo de 1973.

 

El primer obstáculo que tuvo que salvar el equipo dedicado a limpiar su imagen fue el pasado del gobernador como consumidor de drogas. A lo largo de los años, George se había mostrado muy cuidadoso procurando no mentir sobre lo del consumo y el tráfico de drogas, puesto que sabía que muchísimos podían declarar la verdad.

 

Cuando se preguntaba a George sobre su relación con las drogas en el pasado, siempre se las ingeniaba para responder: «Cuando era joven e irresponsable, era joven e irresponsable».

 

En su cargo de gobernador, exigió pruebas sobre drogas a todos los empleados estatales, por lo que Sam Attlesey, de The Dallas Morning News, le preguntó si él mismo sería capaz de satisfacer unos baremos similares. «¿Sería capaz de pasar la inspección de seguridad de la Casa Blanca en cuanto al tema de drogas?».

 

Bush se lo quitó de encima. «Ya he respondido a este tipo de pregunta».

 

Más tarde pidió a uno de sus colaboradores que le consiguiera un ejemplar de las directrices federales. Cuando las hubo leído, llamó de nuevo al periodista.

 

«Si lo que me pregunta es si he consumido drogas en los últimos siete años -dijo Bush-, la respuesta es no».

 

He aquí el titular del día siguiente: EL GOBERNADOR AFIRMA LLEVAR SIETE AÑOS SIN CONSUMIR DROGAS. Esto dio lugar a que el malogrado David Bloom, de la NBC, preguntara a Bush si había consumido drogas en su época de piloto de la Guardia Nacional.

 

«¿En alguna ocasión pilotó colocado un avión de combate?».

 

El equipo de Bush calculaba que la pregunta de Bloom sacaría a la luz los rumores que nunca se habían confirmado: que George había sido retirado del servicio en 1972 por hallársele cocaína en la sangre y era consciente de que no superaría la prueba física imprescindible. Bloom no consiguió una respuesta satisfactoria a su pregunta y no se le permitió seguir.

 

Se refería al rumor sobre una supuesta detención en 1972 a raíz de posesión de drogas, que al parecer llevó a su padre a convencer a un juez de Texas que aceptara un trato por el cual George llevaría a cabo ciertos servicios comunitarios y, como contrapartida, su expediente se mantendría limpio. Si bien nunca se confirmó el citado rumor, en realidad, George W. Bush participó en un programa de servicio comunitario por aquella época, poco antes de entrar en la Harvard Business School. Según la historia oficial, lo que le llevó a realizar el servicio comunitario fue el incidente de W. en el que se mezcló bebida y conducción e implicó también a su hermano Marvin, quien no había alcanzado aún la mayoría de edad.

 

Como gobernador de Texas, adoptó una postura inflexible en el tema de las drogas. Apoyó y firmó leyes estatales que aumentaban las sanciones por posesión de estas sustancias. Firmó asimismo otras por las que se castigaba con penas de cárcel a quienes se hallaran en posesión de incluso menos de un gramo de cocaína.Aun así, según su ex cuñada Sharon Bush, él mismo habría dado con los huesos en la cárcel de haber sido descubierto «consumiendo coca» con su hermano Marvin y un amigo en Camp David en la época en que su padre era presidente. «Existe una larga historia de alteraciones bioquímicas en la familia -dijo Sharon en 2003, cuando estaba metida de lleno en el conflictivo divorcio con Neil-. Esquizofrenia, alcoholismo y consumo de drogas».

 

 

TODO UN POETA

 

 

Las diferencias entre padre e hijo como presidentes son tan notables como las existentes entre sus esposas. Barbara Bush fue una primera dama activista que disfrutó tanto como su esposo siendo el centro de atención.

 

Laura Bush, más reservada que su impresionante suegra, optó por un papel menos destacado, sobre todo al situarse en la controvertida estela de su predecesora, Hillary Rodham Clinton. Entre 2000 y 2004, Laura prestó su nombre para una serie de causas benéficas, aunque explicó muy poco al país quién era ella, aparte de presentarse como ex bibliotecaria y amante de la lectura. Sus amistades insinuaban que sus ideas políticas eran «mucho más liberales» que las de su marido, especialmente en la cuestión del aborto -estaba a favor de la libre elección-, por ello evitó siempre manifestar su opinión y prefirió mantenerse en la periferia de la presidencia antes que en su núcleo.

 

«Laura es una mujer muy agradable que tiene muchos problemas y fuma sin parar -comentaba un decorador de Washington que la conoce bien-. Pasa muchas horas de compras».

 

«Laura cae bien a todo el mundo -decía un amigo de la familia que conoció a W. antes de que se casara- y todos consideran que ha sido una buena influencia para él; ahora bien, si lo que me preguntan es: "¿Es su matrimonio una gran historia de amor, de pasión irrefrenable, o lo que se dio entre los Reagan, los Carter y los Ford?", tendré que responder "no", aunque sí es un matrimonio que funciona, porque el peso del trabajo lo lleva ella. Él puede llegar a mostrarse realmente intolerable».

 

Para ilustrar a qué se refería con lo de «intolerable», el amigo de la familia hablaba de la descripción de W. de su encuentro con Vladimir Putin, el presidente de Rusia. «George me dijo: "Le dije a Putin que en este país somos propietarios de nuestras propias casas y por el hecho de que son nuestras nos sentimos muy orgullosos de ellas". Y luego añadió: "No creo que el cabrón aquel supiera de qué demonios le hablaba".

 

»Me quedé atónito -dijo el amigo-. Para George, Putin era un palurdo inútil y él, un hombre de mundo. Seguro que ni siquiera le pasó por la cabeza que Putin, ex jefe de la KGB, estaba totalmente al corriente de lo que era el capitalismo de Estados Unidos...Daba miedo oír al presidente de Estados Unidos hablando como un estúpido arrogante. Me dejó sin habla comprobar que George había echado un sermón al presidente ruso sobre la propiedad inmobiliaria en nuestro país... Hace muchísimos años que conozco a George y he ido observando cómo su arrogancia iba en aumento...

 

»Como presidente, nunca demuestra la menor humildad. Realmente está convencido de que se merece el cargo, que lo tiene por mérito propio y no a falta de alternativa. Ni siquiera se plantea la suerte que ha tenido de llegar ahí, o que de no haber sido por el voto partidario del Tribunal Supremo ahora mismo estaría practicando con las pesas en su mansión de gobernador en Austin... Con cada cargo conseguido ha ido empeorando, ganando en arrogancia. Ahora está insoportable. Pero Laura es increíble. Es una persona realista».

 

Linden von Eichel, canadiense que vive en Washington, conoció a la primera dama en una cena de gala en la Biblioteca del Congreso poco después de que Laura volviera de París, donde había asistido a las ceremonias conmemorativas del regreso de Estados Unidos a la UNESCO. Viajando sin el presidente, la primera dama apareció en las portadas de los periódicos en una foto en la que el presidente francés, Jacques Chirac, le besaba la mano.

 

«Tal vez porque era consciente de que su marido se excedía en el coqueteo aquella noche -dijo Von Eichel-, cuando me la presentaron me dio la sensación de una figura de cartón con un rictus como sonrisa y una mirada helada y dura. Su rostro, que resulta tan agradable a distancia, de cerca parecía la máscara de una de las casadas de Stepford, y su apretón de manos, no sé cómo definirlo...¿Habéis tocado alguna vez hielo seco? Pero, tal como decía, su esposo se insinuaba de lo lindo a mi amiga [la señora de John Kluge, el presidente de Metromedia] e incluso a mí. Laura reaccionó como la típica esposa de un alcohólico: la persona en vigilancia perpetua a la espera del momento en que su marido va a meter la pata».

 

Aquella noche, la primera dama había inaugurado el festival nacional del libro leyendo un poema que, según ella, su marido había escrito para ella. «El presidente Bush es un gran dirigente y mejor esposo, pero apuesto a que nadie sabe que es también poeta. Cuando volví a casa anoche después del largo viaje, encontré un poema que había escrito para mí. Normalmente no compartiría algo tan personal, pero ya que el acto se hace en honor de los grandes escritores, no he podido resistir la tentación». Entonces leyó:

 

Querida Laura,

 

Las rosas son rojas

 

Las violetas son azules

 

Oh, mi bulto en la cama

 

Cuánto te he echado de menos.

 

Las rosas son más rojas

 

Yo me puse triste

 

Viendo cómo te besaba aquel encantador chico francés.

 

Los perros y el gato te extrañaron también

 

Barney, aún enfadado porque lo dejaste, se comió tu zapato

 

La distancia, querida, ha sido una gran barrera

 

Otra vez que quieras una aventura, aterriza en un portaaviones.

 

 

MIMADAS GEMELAS

 

 

El amigo de la familia que describió el matrimonio Bush como viable gracias a Laura prefirió no abordar la cuestión de las mimadas gemelas de la familia, Barbara y Jenna. La primera, que estudió en Yale, oyó muchas más críticas sobre su padre y la política que aplicaba que Jenna, que estudió en la Universidad de Texas.

 

Las distintas detenciones de las chicas cuando fueron sorprendidas tomando alcohol antes de la mayoría de edad durante la presidencia de su padre, parecen un reflejo del comportamiento de sus padres y de sus abusos con el alcohol y las drogas. En una publicación sensacionalista de supermercado aparecían fotos de Jenna Bush borracha, con un cigarrillo en la mano y revolcándose en el suelo sobre otra mujer. Tras dos citaciones por intentar utilizar un documento de identidad falso para conseguir alcohol, a Jenna se le impuso una multa de seiscientos dólares, se le ordenó trabajar treinta y seis horas en servicios comunitarios y asistir a sesiones en las que hablaban víctimas de delitos cometidos bajo la influencia del alcohol. Tras dos condenas, se le concedió la libertad condicional durante tres meses. No tardaron en aparecer en los campus del país camisetas con las siglas WWJD? (¿Qué tomaría Jenna?).

 

La hermana gemela de Jenna acumuló un historial de delitos menores similar. Aparecieron en los periódicos de Nueva York fotos en las que se veía a Barbara bailando con aire insinuante en discotecas, donde al parecer disfrutaba del ambiente hasta altas horas en reservados envueltos en nubes de humo de hierba. También apareció en las publicaciones sensacionalistas. Se la detuvo también con su hermana por utilizar un documento de identidad falso para adquirir alcohol en Austin, Texas. La sorprendieron por segunda vez en un bar en New Haven. Las dos ocuparon la portada de People con el titular: ¡UY! VOLVIERON A LAS ANDADAS.

 

 

Extractado de La familia. La verdadera historia de la dinastía Bush, de Kitty Kelley, que Plaza & Janés publica el próximo jueves.

 

 

 

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