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Parte I: Hostilidad histórica de las fuerzas imperialistas de Estados Unidos contra la nación cubana

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El más importante peligro que han enfrentado los cubanos para el disfrute de sus derechos humanos deriva de las apetencias profundamente enraizadas en los círculos de poder de distintas potencias a través de la historia que han pretendido ocupar y dominar su territorio. Ello ha sido particularmente cierto, en el transcurso de los últimos 200 años, por parte de los Estados Unidos de América.

El pueblo cubano se ha visto obligado, como pocos en el mundo, a defender su derecho a la libre determinación, a la libertad y a la existencia misma como nación, comprometiendo cuantiosos recursos materiales y humanos, incluida la vida de cientos de miles de sus mejores hijos.

Las fuerzas colonialistas españolas primero, y más tarde y hasta la actualidad los círculos imperialistas que dominan en Estados Unidos de América, han recurrido incluso al genocidio en sus pretensiones de doblegar la determinación del pueblo cubano de decidir de manera soberana su propio futuro.

Al exterminio de más de 200 mil cubanos a finales del siglo XIX, como consecuencia de la política de reconcentración forzada de la población impuesta por el Capitán General español Valeriano Weyler, se sumaron en el siglo XX otras decenas de miles de muertes causadas por las agresiones norteamericanas y de sus mercenarios o por las prácticas criminales de dictaduras que impusiera y protegiera la potencia neocolonial en la primera mitad de la centuria.

La hostilidad y agresividad de los Gobiernos de los Estados Unidos contra el pueblo cubano y su decisión de ser soberano, que se ven representadas en el injusto ejercicio anticubano que promueve en el marco de la Comisión de Derechos Humanos, no se iniciaron con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 y la proclamación de su carácter socialista en 1961. Han sido una constante desde los albores mismos de la nación cubana.

En fecha tan temprana como el año 1767, una década antes de que las Trece Colonias inglesas declararan su independencia, ya Benjamín Franklin, uno de sus padres fundadores, había argumentado la necesidad de colonizar el valle del Mississippi: para ser usado contra Cuba o México mismo . El segundo presidente de los Estados Unidos de América, John Adams , en el año 1783, refirió la necesidad de apoderarse de la Isla, formulando la esencia del pensamiento geopolítico de dominación que ha primado en los círculos de poder de ese país en relación con Cuba. La ambición estadounidense de anexar Cuba a sus dominios quedó también expuesta públicamente por Thomas Jefferson, quien había sido Presidente de los Estados Unidos, al expresar en el año 1823: confieso  que Cuba sería la adición más interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de Estados.

El dominio que, con el promontorio de la Florida, nos diera esta isla sobre el golfo de México, sobre los Estados y el istmo que lo rodean, y sobre los ríos que en él desembocan, llenaría por completo la medida de nuestro bienestar político.

En las primeras décadas del siglo XIX, al tiempo que se producían las proclamaciones y luchas de independencia en la mayoría de las repúblicas latinoamericanas, Cuba se mantuvo sometida al poder colonial español como resultado de la incidencia de varios factores, entre los que destacó la abierta oposición de los Estados Unidos a la independencia de Cuba, a partir de su declarada voluntad de anexarla a su territorio.

Con fecha 28 de abril de 1823, John Quincy Adams, entonces Secretario de Estado de la Unión Norteamericana, delineó en las instrucciones enviadas al Ministro de Estados Unidos en España, la esencia de la política que aplicaría ese país con relación a Cuba en todo el siglo XIX, política que sería conocida como de la Fruta Madura. A continuación un fragmento del texto de referencia:

"Hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, y tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana" .

La política de la Fruta Madura marcó profundamente el pensamiento político occidental en detrimento de la libre determinación del pueblo cubano, al que se le percibió y, algunos aún perciben, como sometido a los avatares de un claro fatalismo geográfico.

Tras el fracaso de varias tentativas de compra, los Estados Unidos instigaron y apoyaron distintas aventuras anexionistas en Cuba. El sucesivo descalabro de las mismas no desestimuló la continuidad de los planes norteamericanos de dominación a Cuba.

El 10 de octubre de 1868 daría inicio la gesta emancipadora de la nación cubana. Las administraciones norteamericanas que gobernaron a lo largo de la Guerra de los Diez Años, obstaculizaron por todos los medios a su alcance la labor de propaganda, recogida de fondos, compra de pertrechos y envío de expediciones que hacían los representantes de la República de Cuba en Armas en su territorio, mientras brindaban facilidades de todo tipo a España para combatir a nuestros patriotas.

El 24 de febrero de 1895 comenzaría la nueva etapa de la guerra independentista, esta vez convocada por el Héroe Nacional de Cuba, José Martí y el Partido Revolucionario Cubano - concebido como partido único de la Revolución Cubana. La inminente independencia de Cuba tras el palpable descalabro económico-militar del poder colonial español en la Isla, fue impedida por la intervención y ocupación militar norteamericana.

El Gobierno y el Congreso de los Estados Unidos, con la Isla ocupada, impusieron un apéndice a la primera Constitución de la República de Cuba para garantizar su derecho de intervención, la tristemente célebre Enmienda Platt.

El régimen impuesto a Cuba permitió a los Estados Unidos el control político, económico y militar total del país, en cuyo marco proliferaron la corrupción, la violencia, la pobreza y el abandono, y el desprecio de las más mínimas formalidades de la legalidad republicana, que alcanzó su punto más alto con la criminal dictadura de Fulgencio Batista de 1952 a 1958.

La República tutelada y contrahecha que fuera impuesta al pueblo cubano por los Estados Unidos mediante la Enmienda Platt, además de garantizarle el derecho de intervención, le aseguró a la Potencia imperialista otros derechos especiales, tales como un oneroso régimen de preferencias comerciales y el derecho a construir bases navales y carboneras en el territorio cubano.

En esa etapa se estableció la Base Naval de los Estados Unidos en Guantánamo, en una de las mejores bahías del oriente del país, territorio que sigue ocupado de manera ilegal por el Gobierno norteamericano, en franca violación del Derecho Internacional y la manifiesta voluntad del pueblo cubano. Para agravar la ofensa al pueblo cubano, el actual Gobierno de los Estados Unidos de América ha creado en los perímetros de esa base militar un verdadero agujero negro moral y jurídico en nombre de su llamada lucha antiterrorista.

El triunfo de la Revolución Cubana, el 1º de enero de 1959, significó para el pueblo cubano conquistar, por primera vez en su larga historia de luchas, la independencia y soberanía verdaderas. Los costos que debió pagar no fueron pocos: un saldo de alrededor de 20.000 muertos en su última etapa de lucha, caídos en combate heroico y frontal contra las fuerzas de una dictadura militar entrenada, armada y asesorada por el Gobierno de los Estados Unidos, o víctimas de las torturas y el asesinato político perpetrado por el régimen.

Tras el triunfo revolucionario, los Estados Unidos recibieron en su territorio y garantizaron completa impunidad a los responsables de las más graves y terribles violaciones de derechos humanos del pueblo cubano. A ese país viajaron, para escapar a la justicia, cientos de connotados torturadores y asesinos, probados ladrones del erario público, y toda la escoria humana que servía de soporte a un régimen que coartaba el disfrute de los más elementales derechos humanos y lucraba con la sangre y el sudor del pueblo cubano.

La guerra desatada por los Estados Unidos contra la Revolución Cubana ha incluido acciones políticas, militares, económicas, diplomáticas, psicológicas, propagandísticas, y de espionaje; la guerra biológica; la ejecución de actos terroristas y de sabotaje; la organización y apoyo logístico a bandas armadas y grupos mercenarios clandestinos; el aliento a la deserción y la emigración ilegal; y los intentos de liquidar físicamente a los líderes del proceso revolucionario cubano, por sólo mencionar algunas de las más connotadas.

Las acciones agresivas y terroristas llevadas a cabo por el Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, desde el mismo triunfo de la Revolución hasta el presente, han causado la muerte de 3.478 cubanos, entre ellos numerosas mujeres y niños, y el quebrantamiento permanente e ilícito de la integridad física de otros 2.099 cubanos, como demostrara la Demanda por Daños Humanos interpuesta ante los tribunales cubanos de justicia por un grupo de organizaciones sociales del país.

El pueblo cubano no se ha doblegado, ni se doblegará jamás frente a la Potencia imperialista más poderosa que haya existido en la historia. Para el pueblo cubano, que ha tenido que ofrendar la vida misma de miles de sus más valiosos hijos, no existe valor más sagrado ni venerado que su independencia y su derecho a construir, sin injerencias externas, su propio futuro.

El ejercicio anticubano que promueve Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos no persigue la promoción o protección de la democracia o los derechos humanos del pueblo cubano. Es, por el contrario, consecuencia de la necesidad que tiene la superpotencia de fabricar un pretexto para seguir adelante con sus planes imperialistas contra Cuba, a cuyo pueblo siguen sin reconocer su inalienable derecho a la libre determinación

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