La victoria de Allende
A cuarenta años del Golpe de Estado que puso fin a la democracia chilena y provocó la muerte heroica de Salvador Allende, América Latina vive una nueva época.
El mundo era entonces diferente al que hoy vivimos.
Predominaba la noción del socialismo como un proyecto político que debía necesariamente seguir las pautas del implantado fuera de América.
Buscar una vía chilena al socialismo era indispensable. Ese ideal, para Mariátegui, “creación heroica”, debía ser obra según Julio Antonio Mella de “seres pensantes” y no de disciplinados seguidores del pensamiento ajeno.
En 1958, bajo la dictadura batistiana, nos sorprendió la noticia de que Salvador Allende, con una alianza que incluía al Partido Comunista, estuvo a punto de ganar las elecciones y ser Presidente de Chile.
Parecía un dato de otro planeta. Apenas cuatro años atrás, en 1954, la CIA había aplastado a la democracia guatemalteca e impuesto una de las peores y más prolongadas tiranías. Estados Unidos, en el cenit de su poderío, dominaba a su antojo el Continente convertido en bastión de un anticomunismo visceral donde no cabía cambio alguno. Las tiranías militares al servicio de Washington estaban a la moda. Chile era una incógnita.
Cuando lo visité en 1959 encontré a muchos convencidos que la próxima elección traería la victoria.
En 1964, tampoco triunfó el pueblo. Se impuso, con fuerte respaldo norteamericano, la fórmula que prometía una “revolución en libertad”, algo que Washington imaginaba como alternativa a lo que representaba Cuba.
Fracasado el engaño, finalmente, en 1970 triunfó con Salvador Allende la Unidad Popular. Su gobierno respetó estrictamente la Constitución y la legalidad y debió encarar, dentro de ese marco, la terca hostilidad, el sabotaje y las conspiraciones de una oposición que unió a los conservadores tradicionales con los falsarios del cristianismo. Ningún otro gobierno en la historia de Chile hizo tanto y en tan poco tiempo, por los trabajadores, por los pobres, por la gente humilde. Recuperó el cobre y rescató la plena soberanía nacional enfrentando a poderosos monopolios norteamericanos y emprendió reformas sociales que le ganaron el odio de la oligarquía y sus aliados.
Allende se empeñó en alcanzar pacíficamente y en libertad un socialismo chileno. De liquidar ese sueño se encargó Nixon y la CIA, verdaderos responsables del 11 de septiembre. Los asesinos uniformados y los farsantes de la política, culpables también, fueron sus instrumentos dóciles.
El 11 de septiembre tuvo enorme repercusión en América Latina y el mundo. Poco antes había concluido en Argel la IV Cumbre de los Países No Alineados que, adelantándose a los acontecimientos, denunció el golpe y comprometió la solidaridad del Movimiento con la resistencia que vendría. Nunca antes, ni después, expresó ese grupo de países –la inmensa mayoría de la humanidad- compromiso semejante. El régimen de Pinochet fue excluido del grupo que en su siguiente reunión recibió como legítimo representante de Chile a Clodomiro Almeyda, Canciller de Allende, rescatado de la isla Dawson por el fuerte reclamo mundial.
El gobierno de la Unidad Popular era una experiencia única, no ensayada antes. Intentarlo, seguir un curso revolucionario propio, era la actitud que debía asumir un auténtico combatiente como lo fue siempre Allende. “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución” proclamó en su tiempo la Segunda Declaración de La Habana.
Pero mucho antes Marx había advertido que, aunque los hombres hacen la historia, tienen que hacerla en condiciones no creadas por ellos.
Hace cuarenta años Estados Unidos dominaba al Continente y no comenzaba la declinación de su hegemonía mundial. Aun no había sufrido su histórica derrota en Viet Nam, ni el escándalo de Watergate que sacudiría la sociedad norteamericana.
Desde entonces mucho ha cambiado América Latina y el Caribe. Vivimos una época nueva en la que proyectos revolucionarios y progresistas surgen de victorias logradas por nuestros pueblos dentro de la institucionalidad heredada. Algunos tienen una orientación socialista. Pero son socialismos diversos, alejados de los viejos enfoques dogmáticos, que van conformando un arcoíris al que cada cual suma su propio color.
Esa América Latina nueva es fruto de siglos de lucha de la que forma parte inseparable el Chile de la Unidad Popular cuyo ejemplo inspiró a generaciones de jóvenes que hoy gobiernan. A la distancia, el proyecto de la Unidad Popular parece como una hazaña que buscaba anticipar la historia. En realidad fue un aporte decisivo para cambiarla. El sueño frustrado ayer ahora se va haciendo realidad. Allende regresa, victorioso.
Publicado el 6 de septiembre de 2013 en la Revista Punto Final, número 789, dedicada a Salvador Allende en el 40 aniversario del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.
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Gloria eterna para ti inolvidable Presidente Salvador Allende, entregado en cuerpo y alma a su querido pueblo; otro que como dijo Ali Primera no pueden llamarse muertos se multiplico en toda America no le sirvio a los fascistas asesinarlo,aprendan hacen heroes a cada momento, el capitalismo ya esta sentenciado,entiendad es la hora de los pueblos de la mayoria de los pobres, ya se abren las garndes alamendas por donde llegan los hombres nuevos.
Viviras eternamente en mi corazon querido presidente Salvador Allende hombre Inmenso!tu muerto no fue en vano,sigues y seguiras en todos los latinoamericanos que te conocimos y te amamos!tu pueblo ya te hace justicia.
dime que te paso...
Enjundiosa síntesis.Gracias Alarcón por seguir con la adarga al brazo. Saludos revolucionarios.
Tenía 8 años al momento de ese triste dia y como pionero recuerdo los intensos y emotivos esfuerzos que hiciste para DIGNIFICAR a mi querido pueblo.El mejor homenaje te lo rindió la joven "generación de los 80",que fué la que se enfrentó a la tiranía.
Honor y gloria querido Salvador.
Muy valiosa la reflexión de Ricardo Alarcón de Quesada,dice con mucha claridad el sentido,el profundo significado político de la persona del Presidente Allende,y de su trascendencia histórica.
Cordiales saludos.