Imprimir
Inicio »Opinión, Sociedad  »

¡Oh, La Habana!

| 52

Plaza Vieja en el Centro Histórico de La habana. Foto Wilfredo Rodríguez Ortega / Cubadebate

Esto se trata de cuando tu escoges el 14 de febrero para caminar la bella capital y mostrarle a tus amigos, que vienen por vez primera a esta tierra, la virtud de vivir en Cuba y debes batirte a con a duelo con la alteración a la paz. Esa que genera la desidia y la permisividad de todos. Entonces, el rato puede convertirse en una atormentado “momentum”.

Este día decidimos sentarnos al final de la tarde noche, en esa esquina de la Plaza Vieja de La Habana, donde el café puede ser exquisito y la contemplación de los transeúntes, un placer.

Presiento que he estado demasiado tiempo escribiendo, aferrada a la tranquilidad que merece mi espíritu. Qué pasa si no soporto la actitud tolerante ante el maltrato a que nos someten con esos equipos portados por jóvenes y no tan mozos, en los más recónditos lugares.

Subes a un ómnibus y alguien comparte libremente su reguetón -obsceno por demás- con un moderno dispositivo de sonido, o un celular. Tal vez le hace la competencia al estado de ánimo de un chofer, que si está despechado, te rompe los oídos a rancheras y si está de plácemes, y tienes suerte de que tenga buen gusto, una buena “salsa” musical, te lleva por el camino de la alegría y el apretujamiento involuntario.

Los enamorados del Malecón habanero, tienen una desleal competencia entre los músicos improvisados que ya no se escuchan a sí mismos y esos mencionados equipos a todo dar. La infame “moda” es sacarlos a pasear a toda luz del día o la noche. Mostrarse.

Llega a mi recuerdo cómo en la década de 1970, hubo algo así como la ‘explosión’ de unos radios enormes, pero entonces, los llevaban pegados a sus oídos y te quedabas con la sensación al pasar, de que algún día se quedarían sordos. Cuando aquello, éramos tan jóvenes.

Creo que les pasará lo mismo a quienes se permiten tales decibeles, pero son sus oídos y aquí hablo de los nuestros.

Ya el otro día, dentro de un almendrón, el chofer ante mi ruego, me dijo: “ok, me cogiste de buenas” y bajó la sarta de improperios que su música emanaba. En cuyo caso, yo estaba dentro de “su” auto.

En la cuestión que narro, le pregunto al camarero de quién era aquella horrible y estridente “música”, que no nos permitía conversar sobre el café, al menos. Me dice, eso es alquilado, y no sé, porque está cerrado todavía. O sea, el sitio ni siquiera está en servicio público.

En la Plaza Vieja, comenta el mozo, sólo quedan otros dos sitios del Estado, la Cervecera del frente, y el Hotel de aquella esquina. Observo y ambos sonaban a todo dar su propio escándalo. Aquello, se suponía un atractivo hacia quienes debían elegirlos por su propuesta sonora-comercial. Todo un lastimoso espectáculo de especulación desordenada.

Pienso en los vecinos; me explican que hay una suerte de arreglo, los días de semana, hasta las 12 de la noche. Terrible, nada me consuela. Siento el privilegio de no vivir ahí. Mis amigos me observan mientras reflexiono. Un coterráneo expresa sabiamente, “quién le pone el cascabel al gato”.

Estamos conviviendo con la agresión sonora y no hay regulación efectiva para ello, a nivel de sociedad.

Pues, soy una mujer de paz y acción. Como lo que tengo más próximo es el reguetón del lado, apuro mi café y me acerco. Pregunto por el dueño, me presento. Le pido de favor, nos permita conversar un rato que estamos ahí, con los amigos. Quizá podría concedernos el privilegio de bajar un poco el sonido de la superbocina que tiene hacia el exterior del inmueble. Le explico algo sobre la convivencia, la armonía y el amor al prójimo, que no logro hacerle entender.

Sólo entonces, amablemente le digo, soy periodista, escritora de libros y que me ha dado una buena razón para interpretar el hecho. Estoy asombrada de que se nos impida disfrutar de la tarde. Me dice, desenfadadamente, que eso no le importa, que si le voy a pedirle lo mismo a los del Estado. Contesto, pues sí, si los tuviera a mi lado. Finalmente accede, de favor y me promete subir el volumen, interpreto una amenaza, cuando me vaya.

Agradezco y regreso a la mesa. El caballero -un típico nuevo dueño- me sigue hasta la mesa del Café de al lado y con cierta arrogancia nos expresa que él está en su derecho, pues pone la música que le gusta a su familia, con quien decidió compartir en 14 de febrero en el portal de “su” local. “Y a nosotros los jóvenes - que no lo es y ahora quiere ser simpático- nos gusta esa música. ¿Usted me entiende? Se disculpa -algo de reverenciar- y se marcha.

A partir de ahí, comenzamos a sentir el asedio de cómo intentaban, desde allí, poner otro reguetón -de los terribles- y subirlo poquito a poquito, “suave, suavecito”.

No hubo alternativa que seguir, retornar, sonreír, respirar, amar a la Patria. Hay muchas calles lindas en La Habana Vieja y lugares agradables al pasar.

Se han publicado 52 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Juana dijo:

    Les falta de todo a los habitantes de la Habana pero tienen alegría. Alegría de vivir, alegría que ya quisieran en otros pases y en otras ciudades que no están en Cuba.

  • El Gato Félix dijo:

    Y las autoridades qué ?? bien y tú !!! Estamos redundando en el mismo patiñero y no pasa nada. por eso estamos cómo estamos, hasta que no se rompa ésta inercia que nos tiene como tontos papagayos repitiendo lo mismo y los que tienen que tomar cartas en el asunto se desentienden y luego se justifican con la perorata de que el estado es paternalista. Cuidado que si crías cuervos te pueden sacar los ojos !!

  • leo dijo:

    Si fuera solo en la habana estaríamos bastante bien, pero es generalizado; la perdida de valores y desorden publico generalizado, solo serán resueltas cuando verdaderamente la moneda alquilar un valor tal, que se piense dos veces antes de recibir una multa.
    La culpa no la tienen los géneros musicales, sino los que los ponen indiscriminadamente; Cierto es que si usted tiene un establecimiento, puede decidir sobre ciertas cuestiones, pero jamás molestar a nadie, mucho menos hacer lo que le venga en ganas.

  • Leandro dijo:

    Excelente artículo periodístico, del cual se desprende una reflexión. ¿ Por que nuestra prensa, no es capaz de poner cara a estas conductas? pudiera ayudar y mucho a una mejor comprensión de este fenómeno, que no solo es de La Habana, sino nacional.
    Las autoridades del gobierno, tendrán que imponer nuevas reglas de juego a los llamados cuenta propistas; Cierto que ellos son dueños de su negocio, como también es cierto que tienen que respetar y hacer cumplir las normas de convivencia social en sus establecimientos; pero también es cierto que en los establecimientos estatales, son normales estas conductas y nadie pone coto a ello.
    Cuba es uno de los países mas cultos del mundo, cualquier persona puede reflexionar de manera madura ante cualquier evento, es por ello que la prensa debe y tiene que hacer un periodismo mas cercano, no oportunista, sino serio, capaz de poner cara a muchas indisciplinas; difícil no será, solo salir a la calle cámara en mano y grabar, debatir y convencer.
    Un saludo

  • aceite dijo:

    esto se va a resolver con la nueva legislatura de la Asamblea... donde se revisará el marco legal que regula la convivencia ciudadana, así como otros temas como el maltrato animal, etc.
    ojalá....

  • Angel dijo:

    Si, hablé y hablé y no pasaba nada, nadita, el cuartico está igualito, pero un buen dia, digo, noche llamé a la PNR porque unos jovencitos no me dejaban dormir y sabe que dijeron !por favor ciudadana y su CDR, que hacen en la cuadra?, vaya y converse con esos jóvenes, fui y conversé y siguieron igual, y que hice?, fuí a Ciudadania y ahí denuncié a todos, hasta a la PNR por no actuar, cero catarro, se cerró el asunto, en la cuadra que me miren como les dá la gana, que me llamen como quieran, me inporta un comino, no me da la gana de permitirselo..a NADIE.

  • AVD dijo:

    Bueno pues yo vivo en un edificio multifamiliar en Alamar, edificio que se supone que debería ser ejemplo para los demás pues en el viven personas de altos grados militares y la verdad me da pena. El fin de semana se ha hecho casi insoportable estar en la casa, pues los estruendos de las bocinas desde tempranas horas de la mañana, estremecen las paredes y las puertas. El Consejo de vecino???? ni por enterado y las demás organizaciones menos. Ya lo único que me queda es llamar a la PNR a ver si alguien actua. Por favor respetemos el derecho ajeno!!!! No hay por qué imponerle a los demás lo que no queremos oir!!!!!

  • JRM dijo:

    Si de algo se habla y habla y se vuelve hablar es de este tema.
    Creo que el problema se debe comenzar a resolver desde lo individual.
    ¿ cómo me comporto Yo.
    después pasar por la familia.
    Y si eso hace todo el mundo, al menos un poquito, ya veremos como mejoramos.
    El que pone la música alta, ese puede ser mi hijo, puedo ser yo, que después me quejo porque en algún lugar alguien me trata mal.
    Usted va a un negocio particular y ponen la música que a ellos les gusta y al nivel que quieran, pero eso lo hace tambien el botero, omnibus nacionales y cafeteria de Z Y z. .
    repito llamemonos a capítulo, convercemos entre vecinos, primero con nuestros hijos, nietos etc. El problema está en cada uno de nosotros, que tire la primera piedra quien no ha caído en cualesquiera de las tentaciones anteriores.
    Hasta en estos medios se permiten tonos de agresividad e irrespeto.
    Eddi Masola hace que todos los invitados se quiten las gafas, alguien le dijo el sábado creo, que por favor no se lo pidiera. su propia hija y quienes la acompañan en Lucas logran tremenda incomunicación cuando usan esas gafas oscuras. Cuestión de estilos. pero cuestion de estilos tambien es que alguien quiera oir música alta, echar basura en la esquina, pregonar a las 6 de la mañana un domingo y etc etc etc.
    insisto empecemos por nosotros mismos, el compromiso al salir cada dia de casa es en ver cuantas buenas acciones hago y cuando regrese preguntar a los que conviven conmigo cuantas hicieron ellos.

Se han publicado 52 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Rosa María Fernández

Rosa María Fernández

Vea también