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Ginebra y la teoría del loco

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La Jornada

La semana pasada, Kim Holmes, secretario asistente de Estado de Estados Unidos, dijo en Washington que la administración de Bush estaba librando una "ardua batalla" para poder "sancionar" a China y Cuba en la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la ONU en Ginebra, por presuntas violaciones en la materia. Cualquier observador atento de los acontecimientos internacionales sabe que Estados Unidos es el mayor violador de derechos humanos del orbe. Basta voltear a Afganistán e Irak. O a la base naval de Guantánamo, donde el gobierno de Bush mantiene en un "limbo jurídico" a centenares de prisioneros de la invasión a Afganistán. Por lo tanto, los motivos de Washington no son humanitarios: son políticos, ideológicos y económicos.

Hace años que Estados Unidos y sus dóciles socios de la Unión Europea desvirtuaron el papel de la CDH. La comisión ha funcionado como tribunal de inquisición de las potencias occidentales hacia los países del sur. Bajo la batuta de Washington, el foro ha sido secuestrado por un puñado de naciones que practican una diplomacia gangsteril centrada en el chantaje y la coerción. De manera descarnada aplican allí una política selectiva, de doble rasero. En la historia de la comisión nunca se ha aprobado una resolución en contra de un país del norte. No obstante, fiel a la dialéctica del amo y el esclavo, Washington y sus amigos "civilizados" de la Vieja Europa siempre han encontrado gobiernos cipayos del tercer mundo que se suman a la farsa "humanitaria".

La acusación de Washington contra China y Cuba no tiene nada que ver con los derechos humanos. A veces recurrir a la historia ayuda a comprender los fenómenos. Con respecto a las intenciones de Estados Unidos hacia Cuba, Noam Chomsky ha dicho que no existe un caso similar de "acoso tan sostenido de una potencia contra un país del tercer mundo durante más de 40 años de terror y guerra económica". El "fanatismo" y la "histeria" de ese ataque, señala Chomsky, se remontan a los padres fundadores de Estados Unidos. En 1805 Thomas Jefferson promovió la anexión de la isla. En 1823 John Quincy Adams, secretario de Estado del presidente James Monroe, dijo que la ocupación de Cuba era "de importancia trascendental" y proclamó "la política de la fruta madura". Cuba, igual que Hawai y Puerto Rico, caería en las manos de Estados Unidos "por las leyes de la gravedad política". Es decir, de la fuerza.

Pero el mayor "fruto" de todos era, de lejos, China. Para explotar el comercio con ese país, Washington decidió a finales del siglo XIX convertir el Caribe y el Pacífico en "lagos americanos". Eso significaba ocupar Cuba, controlar el Caribe, robar lo que se llamó Panamá a Colombia, construir el canal y ocupar Hawai y Filipinas. El corolario Roosevelt a la doctrina Monroe estableció el derecho formal de Estados Unidos a gobernar el Caribe. Theodore Roosevelt, "uno de los mayores racistas y lunáticos delirantes de la historia contemporánea" (Chomsky dixit), admirado por Hitler debido a obvias razones, obtuvo reputación por su papel en la invasión a Cuba en 1898. Los patriotas cubanos libraban una guerra de guerrillas contra el colonialismo español y arañaban la victoria, pero Washington consideró que la "fruta" estaba "madura" para la intervención. De acuerdo con la terminología en boga en nuestros días, fue una "intervención humanitaria". Cuba se convirtió en una "colonia virtual" de Estados Unidos hasta 1959.

El mismo año en que triunfó la revolución cubana, Eisenhower decidió reconquistar la isla. Lo mismo hizo John F. Kennedy y fracasó en Playa Girón. En un informe a Kennedy, Arthur Schlesinger dijo que el problema de Cuba "es la difusión de la idea de Castro de hacer las cosas por uno mismo". Cuba es lo que se llamó un "virus" que podía infectar a otros países del área. Nueve sucesivas administraciones de la Casa Blanca han intentado exterminar el mal. Durante la guerra fría, con la excusa de que era un tentáculo de la bestia soviética; ahora, por el "amor" de Washington a la democracia y los derechos humanos. Según Thomas Carothers, colaborador de Reagan, la forma de democracia que "ama" Washington se llama top down (de arriba abajo). Es decir, la que mantiene "las estructuras de poder" en su lugar.

En 1987, después que la ultraderecha tomó el poder con Reagan, a la agresión y el bloqueo se sumó la guerra ideológica propagandística de Ginebra; la excusa fueron los derechos humanos. Bush padre y Clinton siguieron la ruta de Reagan. Envuelto en la bandera de que "se está con Estados Unidos o con el terrorismo", ahora toca a Bush Jr. disfrazar los montajes anticubanos en la CDH con resoluciones presentadas por gobiernos serviles. Ayer los peones fueron la República Checa, Uruguay o Perú. Hoy el lacayo de turno es Honduras con la complicidad, la hipocresía y la doble moral de la Unión Europea.

Tras las intervenciones "humanitarias" en Afganistán e Irak y del golpe de Estado para "restaurar la democracia" en Haití, Washington ha hecho pública su intención de acelerar la "transición" en Cuba. Es decir, de derrocar a Fidel Castro, sin descartar un magnicidio. Para ello, Bush creó una Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, impulsada por Colin Powell. Ginebra sirve como foro ideológico en pos de ese objetivo. 2004 es un año peligroso. Bush ha colocado a Estados Unidos al margen de la ONU y del derecho internacional. Encarna un Ejecutivo totalitario. Empantanado en Irak, si Bush baja en las encuestas, otra guerra patriótica puede crear el clima populista para su relección. Una "intervención quirúrgica" en Cuba puede ser la última opción. ¿Parece irracional? Sí. Pero de acuerdo con la "teoría del loco" de Nixon (inventada por Israel en los años 50), varios inquilinos de la Casa Blanca han actuado como "fuera de control". De modo irracional.

Votar contra Cuba en Ginebra es apoyar la farsa de Washington. Además, puede ser la coartada para otra guerra preventiva unilateral de Estados Unidos. Los anticomunistas trasnochados del neopanismo deberían saberlo. También el "humanista" Vicente Fox, "colaborador" confeso en materia geoestratégica y de la proyección imperial de Bush para la región.

 

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Carlos Fazio

Carlos Fazio

Periodista uruguayo radicado en México. Pertenece a la redacción del diario La Jornada y colabora con el semanario Brecha, de Uruguay.