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La razón no está en Nasiriya

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  Elson Concepción, comentarista internacional de Granma  

En el sur iraquí, la ciudad de Nasiriya solía ser considerada de las más tranquilas.

De población mayoritariamente chiíta, sus 300 000 habitantes comparten la vida cotidiana con la fe religiosa, y hasta sienten cierto orgullo por lo estratégico de vivir en los cruces del río Eufrates.

La historia recuerda que en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, los ingleses obtuvieron allí una decisiva victoria contra los turcos. Y volvió a ser noticia, allá por los años 20, cuando se produjo un gran levantamiento chiíta contra el poder británico.

Pero, repito, en la actual situación de un Iraq invadido y ocupado, y de acciones de resistencia de un pueblo que rechaza la presencia foránea, Nasiriya se consideraba un punto tranquilo dentro de la inquieta geografía de un país en guerra.

Sin embargo, el hecho de que la administración norteamericana involucrara a otros países en su contienda contra Iraq, ciudadanos de varias naciones fueron enviados como militares a combatir en una guerra en la que la mayoría de ellos no conoce ni el por qué o el para qué combate, ni hasta cuándo estarán allí, donde, por añadidura, desconoce la historia, la cultura y hasta la geografía de la región.

Es en este contexto que llegaron a Nasiriya 2 300 soldados italianos y establecieron allí su puesto de mando para, de acuerdo con las órdenes del Comando estadounidense, emprender acciones contra la resistencia como fórmula errada para tratar de silenciar el rechazo a la ocupación.

De igual forma se han instalado en Iraq miles de militares británicos, o españoles que comandan -como en época de la colonia-a los soldados centroamericanos; o polacos que ya han conocido en carne propia del rechazo generalizado a la presencia foránea. También, aún sin decidir su ubicación, se espera el arribo a Iraq de 1 300 militares japoneses que el gobierno nipón decidió involucrar en esta guerra.

Internacionalizar la ocupación, compartir los muertos y heridos -como está pasando ya-es el objetivo de la administración Bush, embarcada en un callejón sin salida.
Por eso los pedidos urgentes desde Washington para que soldados de otras latitudes acompañen a sus tropas acantonadas en suelo iraquí.

En este contexto llegó la fatídica fecha del 12 de noviembre, jornada en la que un ataque al Puesto de Mando de las tropas italianas en Nasiriya causara la muerte a 18 soldados de esta nación europea, y heridas a otros 13 militares de igual procedencia.

Bien que pudo evitarse el luto causado por este hecho a decenas de familias italianas.
Pero el gobierno italiano del primer ministro Silvio Berlusconi, apostó más al papel de secundón de la política guerrerista de Washington que al reclamo de la gran mayoría de sus ciudadanos opuestos a que Roma se involucrara en la guerra impuesta por Estados Unidos en Iraq.

Quizás ahora, cuando lleguen los ataúdes con los cuerpos inertes de los militares italianos muertos en Iraq, ese Gobierno, como deben hacerlo otros que también se dejaron involucrar en la guerra, reflexione acerca de que la razón no está en Nasiriya, sino en la búsqueda de la paz con el respeto a la soberanía iraquí y sin el alineamiento a los desmanes belicosos de la administración Bush.
            

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Elson Concepción Pérez

Elson Concepción Pérez

Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.