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La gloria del disparo certero

Por: Laymara Alfonso Guedes
Publicado en: Aula todoterreno
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“Mi característica al disparar siempre fue la rapidez: llegar y tirar, sin medir puntería, solo al reflejo”.

Enrique Guedes Hernández a sus 87 años de edad no se siente viejo y continúa con la sencillez y grandeza que lo han caracterizado siempre. Gloria deportiva cubana en la especialidad de tiro, cuya trayectoria se caracteriza por la certeza en el disparo, tanto en la carrera deportiva como en la lucha revolucionaria, él no vive de sus méritos y sus hazañas, pues nada de eso se compara con la satisfacción de criar sus animales y de ver crecer las posturas de café que tanto cuida.

-¿Qué aspectos desde la infancia y adolescencia influyeron en su formación personal y como atleta?

Nací el 17 de julio de 1932 en Bagá, Las Villas, en una familia campesina. Yo disparaba bien con los fusilitos de juguete. Próximo a los ocho años, había un pájaro carpintero en el último nivel de una mata de almendra. Mi abuela, Serafina Navarro, era capaz de matar un guineo en movimiento. Me dio las instrucciones: disparé y cayó el carpintero. Mi característica al tirar siempre fue la rapidez: llegar y disparar, sin medir puntería, solo al reflejo.

Una vez, un sargento del cuartel de Trinidad nos dijo que era tirador experto y tenía algunas medallas de tiro deportivo dentro del ejército. Decidimos probar suerte: pusimos casquillitos de la balita 22; yo fallé un tiro, mi hermana, a quien yo la había enseñado, no perdió ninguno y el militar erró dos. Me dijo: “¿Por qué cuando tengas edad no te metes al ejército?”

-¿Cómo contribuyó su participación en el proceso revolucionario en su formación personal y profesional?

Fui fundador de la lucha clandestina e insurreccional. En la campaña clandestina desde 1952; entre Jatibonico y Ciego de Ávila, se hicieron distintas células, formadas por mí.

Participé en la lucha contra Batista, en el Escambray, como francotirador en Topes de Collantes y la única bala que me dio fue un tiro extraviado de un muchacho recién incorporado al Ejército Rebelde. Los demás tiros los he dado yo y no han fallado.

Al triunfar la Revolución vine en la caravana de la Victoria. Fíjate que estoy en el reverso del billete de a peso, con la cinta de ametralladora de enfriamiento por aire, con 250 balas.

Quise cumplir misión en Angola, pero me llevaron como albañil y carpintero. Cuando llegué, les dije: “Yo no soy ni carpintero ni albañil, soy maestro internacional de tiro, y quiero estar en la primera línea”. Me enviaron hacia el sur, y aunque estaba a menos de ochenta kilómetros por carretera de la frontera con Namibia, no tuve que disparar ni una bala.

-¿Cuáles fueron los momentos o etapas de su carrera deportiva que considera más importantes?

Cuando Fidel orientó que ‟todo cubano debe saber tirar y tirar bien”, comenzó un movimiento de tiro deportivo en el país. Participé en competencias y alcancé resultados que fueron record nacional para ese tiempo. Me pusieron “El eléctrico”. En 1963 llegué a ser campeón nacional.

En 1967, en la Tercera Jornada Preolímpica en México, y en la Olimpiada en 1968, los cubanos todavía estábamos tomando experiencia. Nos encontrábamos a tres mil y pico de metros sobre el nivel del mar. Me puse en más de 120 pulsaciones por minuto, echando sangre por la nariz, los lagrimales resecos. A partir de 1972, ya estábamos adaptados y superábamos a los mexicanos. Allí se hacía el Campeonato de Las Américas y el Benito Juárez. En unas competencias que eran 40 disparos de tendido, hice 396 puntos de 400 y alcancé la maestría internacional.

El equipo de Estados Unidos tenía cuatro tiradores de envergadura. El que menos grados tenía era capitán, con medallas olímpicas, mundiales, o ambas. Llevaron una muchachita invitada, para que ganara experiencia, pero molestaba. Decía: “cambio”, para distraernos psicológicamente. Entonces le hago lo mismo, le decía: “change”, “change”. Vino el juez de línea y dio la queja del americano. Le respondí: Dile que cuando la muchachita que tienen ahí no diga “cambio”, yo no digo “change”.

Otra experiencia, difícil, fue en junio de 1967, cuando murió mi padre, yo estaba en Canadá. Mi esposa se comunicó conmigo, mantuve la serenidad y le dije: “Cuando llegue a Cuba haré lo que tengo que hacer, pero hoy aquí mi deber es competir y voy a competir”.

En los Centroamericanos de Panamá, en 1970, obtuve bronce individual en tendido. En 1971 fuimos a los Panamericanos en Cali, Colombia. En la posición de fusil de pie, superé en dos puntos al que me llevaba un punto en la competencia de tendido.

El jefe de los entrenadores norteamericanos, un soviético y buen tirador mundial, vino exigiendo que me levantara. Me levanté y le dije: ¿Qué es lo que usted quiere? Él: “Usted tira tendido como hombre, de pie como hombre, y de rodilla como m…”. Lo cogí por el cuello y le pegué por la punta de la quijada. Pensé que me iban a botar, que el equipo de Cuba con tres tiradores, terminaba allí; pero el jefe de línea de fuego, un general en retiro del ejército colombiano, salvó la situación. Me afirmó: ‟A usted lo han interrumpido en la línea de fuego”. A pesar de esto, me valió para la medalla de plata y gloria deportiva.

-¿Qué significa para usted ser gloria deportiva?

Pienso que las verdaderas glorias deportivas son los que están ranqueados a niveles mundiales y olímpicos desde muy tempranas edades. Tenía la experiencia suficiente. Siento admiración por personas mucho más jóvenes que han ganado un montón de medallas.

-¿Qué mensaje le transmite a las nuevas generaciones como atletas y en la formación integral de la personalidad?

Esforzarse, ser muy disciplinados, respetuosos; aprender todo lo que se pueda de los profesores, porque ellos van a ser futuros profesores también; respetar al contrario, a los contrarios se les gana técnicamente, pero no son enemigos. Superarse bien técnicamente, sentir respeto por el rival y ser revolucionarios.

-¿Cómo quisiera ser recordado en el futuro?

Eso es a la voluntad de cada quien. Para unos soy desconocido, para otros soy bueno, y para otros soy un atravesado. Que cada uno saque la cuenta que quiera, cada persona deja su propia huella a su paso por la vida.

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  • Lázaro dijo:

    Conocí a Guedes, soy testigo de las referencias que este artículo presenta. Me emociona que se haya publicado en este sitio, así como una versión anterior por el periódico Mayabeque. Quizás fue la última entrevista que se le hiciera de manera formal, y lo considero un homenaje a su vida y obra: sencilla, rebelde, consistente hasta el final. Guedes nos abandonó físicamente el pasado año, pero soy uno, quizás no el único, que sigo impresionado por recuerdos que como disparos aparecen con frecuencia en mi memoria. Una entrevista que rescata valores de una de nuestras glorias.

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Laymara Alfonso Guedes

Estudiante de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana

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