Imprimir
Inicio »Especiales, Historia  »

La Enmienda Platt: Una camisa de fuerza contra la Cuba mambisa

| 20

Foto: Archivo CD.

Consumada la intervención yanqui en la guerra de independencia de Cuba contra España cuando la victoria mambisa era cuestión de tiempo, se cumplió la profecía de Martí en su carta a Gonzalo de Quesada, el 29 de octubre de 1889: “Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?” (Portell, t. III, 1939: 65). Todo lo que hicieron fue generar las condiciones para extender su presencia y popularizar el interés anexionista. Después de 30 años de lucha, Cuba quedó sometida a un régimen de facto que no halló otro fundamento ni forma constitucional de manifestación, que los mandatos del gobernador militar instalado en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales el primero de enero de 1899.

La Administración McKinley estaba consciente de que aquí se originaría un baño de sangre como consecuencia de la resistencia mambisa, y ya la ratificación del Tratado de París se hallaba empantanada en el Senado debido al agravamiento de la situación en Filipinas, donde los patriotas no aceptaban el estatus de colonia tras proclamarse en República con el apoyo de las cañoneras yanquis. Los independentistas asiáticos nunca imaginaron que en la Ciudad Luz su nación sería vendida por el rey de España a McKinley en 20 millones de dólares. Adquirió tal encono el debate en torno a esa anexión en el plenario y los pasillos del Capitolio, que el senador Henri Cabot Lodge, adalid del expansionismo, la describió como la batalla más dura que hubiese presenciado.

Aparejado a ello, tanto los jefes militares destacados en Cuba como los políticos en Washington conocían la creciente frustración de nuestro pueblo. Algunos mandos llegaron a exagerar el descontento para evitar la reducción de tropas. La elección de los ayuntamientos municipales confirmó lo que de todos era sabido: la inmensa mayoría de los cubanos quería la independencia. La discusión alcanzó su clímax en la primavera de 1900 cuando salió a flote un caso de corrupción en el que estaba involucrado el cuerpo de funcionarios estadounidenses que administraba el correo postal de Cuba, en cuya oficina de La Habana se descubrió el desfalco de más de 100 000 dólares –un monto bien elevado para la época. En Estados Unidos comenzó a imponerse como matriz de opinión que los republicanos estaban saqueando a la perla del Caribe.

Fue en ese instante que McKinley resolvió conferir a Cuba una independencia tutelada. Oliver Platt se encargó de codificarlo mediante una iniciativa presentada en el Senado el 26 de febrero de 1901, como enmienda al proyecto de ley del presupuesto federal del Ejército para el año fiscal 1901-1902. Fue un golpe deliberado: la introdujo cinco días antes de que recesara el Congreso, era poco probable que los demócratas dilataran la votación, dado el temor a las críticas si no prestaban auxilio al cuerpo armado de la Unión por el asunto cubano.

En sincronía con esta maniobra legal el nuevo gobernador militar de Cuba, Leonard Wood, ofreció una conferencia a la prensa acreditada en La Habana. Lo intempestivo de la cita debió llamar la atención de unos corresponsales ávidos de primicias. ¿Qué tenía el general Leonard Wood que declarar? Lo impensado: el general Máximo Gómez lo había visitado esa mañana para atestiguar que eran falsas las noticias acerca de la intranquilidad y descontento por la continuidad de la presencia militar de Estados Unidos en el país, y que se interpretaron mal sus propias declaraciones, dándoles el sentido de que él abogaba por una retirada inmediata que diera a Cuba su independencia absoluta.

Entre la sorpresa ante lo inesperado de la posición de Gómez y la ansiedad por correr a soltar la bomba, Wood debió hacer malabares para conservar la atención de su auditorio. Pero tenía más y valía la pena escucharlo: Máximo Gómez dejó claro que si las tropas de Estados Unidos se retiraban en aquel minuto, él –o sea, Gómez– temía derramamiento de sangre fuera de toda duda. A los 60 días los cubanos estarían peleando entre sí. Y para impregnar certidumbre a sus palabras, Wood se aventuró a citar textualmente al Generalísimo: “Si se retiraran los americanos hoy, yo me iría con ellos”, habría dicho, y entonces si los periodistas salieron disparados para reportar (Rubens, 1956: 378).

La medida generó el efecto esperado en el Capitolio de Washington. La mayor parte de quienes se oponían a la continuidad de la presencia del contingente militar en la Isla cambió de parecer. Como es de suponer, el publicitado cambio de actitud del jefe del Ejército mambí –por demás, probado representante de las aspiraciones libertarias de los cubanos–, aconsejaba mesura en aras de no afectar la estabilidad interna de un país desangrado por la guerra. Y en la sesión matutina del 27 de febrero, tras un debate en el que varios congresistas denunciaron la enmienda presentada por Oliver Platt como un ultimátum legislativo de carácter injerencista, la iniciativa se impuso en el Senado 43 votos contra 20.

Cuando llegó a La Habana el rebote de los periódicos de Estados Unidos, se levantó un clamor general entre nuestro pueblo. Gómez indignado impugnó la maniobra y reiteró su posición contraria a la presencia yanqui –de todos conocida. Cuando Wood fue emplazado se escudó diciendo que los periodistas habían interpretado mal su declaración. Horatio S. Rubens, amigo de Martí y testigo excepcional de la conferencia de prensa, lo desmintió: los corresponsales pertenecían a periódicos que competían entre sí, tomaron la información de una fuente común y todos coincidieron en los mismos puntos.

Ya era tarde. El primero de marzo la Enmienda Platt fue ratificada en la Cámara de Representantes: 159 votos contra 134. Y aunque el 2 de marzo en manifestación de protesta más de 15 000 personas marcharon por varias calles de La Habana hasta la sede del Gobierno interventor en la Plaza de Armas, la historia no iba a cambiar su curso: en Washington un McKinley satisfecho la sancionaba con su firma. En un mitin de la Liga Antimperialista Americana en Boston, el exgobernador de esa ciudad, George Boutwell, lo denunció: “Rompiendo nuestra promesa de libertad y soberanía para Cuba, estamos imponiendo en dicha isla unas condiciones de vasallaje colonial” (Zinn, 2004: 223).

En virtud de la Enmienda Platt, el presidente de Estados Unidos recibió la facultad legal de mantener la ocupación militar hasta tanto no se estableciera en Cuba un Gobierno precedido de una constitución, a redactar por una convención constituyente que convocaría el propio Gobierno interventor. Lo más importante: como parte de esa carta magna –o en una ordenanza agregada–, tendrían que definirse las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos.

Este engendro brindó legitimidad legal para la actuación de los sectores expansionistas, pues convirtió en ley federal que las tropas de Estados Unidos no podrían retirarse de Cuba hasta que no se cumpliesen los condicionamientos de la Administración McKinley. Pero era mucho más que eso…

¿Por qué los círculos de poder en Washington estaban tan interesados en anclar la Enmienda Platt a la Constitución cubana? La Enmienda Platt tenía ocho cláusulas –todas, eficaces dardos contra la soberanía de un país que aún no se había constituido en nación independiente. Pero fueron tres las que centraron la polémica entre los cubanos. ¿Qué instituían?:

3.—Que el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones […] impuestas a los Estados Unidos por el Tratado de París […].

6.—Que la Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para un futuro arreglo por Tratado la propiedad de la misma.

7.—Que para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba […] así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el presidente de los Estados Unidos.

La indignación de los cubanos, en especial contra el tema de las estaciones navales –al grito de “nada de carboneras”–, fue tal, que el 6 de marzo Wood consultó al secretario de la Guerra: “¿Puede usted indicarnos lo que debemos hacer en caso de que la convención se niegue a aceptar la Enmienda Platt?” (Foner, 1978: 285, t. II). Al día siguiente, la presentó oficialmente a la convención; la reacción entre los delegados lo llevó a escribirle a Root esa tarde: “Vamos a presenciar discusiones políticas iracundas” (Márquez, 1941: 87, t. II).

Wood inició entonces la más corruptora arremetida de todo su mandato, acudiendo al chantaje económico como recurso político. Uno de los primeros ataques en la embestida lo dio el antiguo autonomista Luis V. de Abad, secretario de la Comisión de Corporaciones Económicas, quien llegaba de una estancia por varios meses en Estados Unidos y se le tenía por alguien bien relacionado con sus círculos financieros. El 21 de marzo declaró a La Discusión que los hombres de negocio en la Unión apreciaban que desde la aprobación en el Capitolio de la Enmienda Platt, el valor de la propiedad en Cuba subió en un 50%. Si la convención no cedía, el Congreso se cerraría a conceder franquicias a los productos cubanos y la situación económica del país, ya gravísima, sería espantosa: “Cuba tiene ahora la oportunidad de elegir su marcha futura por dos caminos diferentes: uno, hermoso y fácil, la conducirá a su engrandecimiento rápido y seguro, otro accidentado y peligroso, llevará al abismo a los cubanos. A tiempo están de tomar el mejor rumbo” (Roig, 1973: 154-155).

Juan Gualberto Gómez presentó un dictamen a la Asamblea que demolió los pretextos con que se intentaba encubrir el tutelaje. Respecto a la tercera cláusula planteó que consentir el derecho a la intervención les daba a los estadounidenses “la llave de nuestra casa para que puedan entrar en ella a todas horas, cuando les venga el deseo, de día o de noche, con propósitos buenos o malos”; el precepto “para el mantenimiento de un Gobierno ordenado”, les ofrecía de hecho y de derecho la facultad de dirigir el país: “Solo vivirían los Gobiernos cubanos que cuenten con su apoyo y benevolencia”. En cuanto a la Isla de Pinos, estaba comprendida dentro de los límites de Cuba “geográfica, histórica, política, judicial y administrativamente”. No podía pertenecer a Estados Unidos y, por tanto, no era necesario dejar la cuestión de su propiedad a un futuro arreglo mediante tratado.

Y si rechazaban el artículo tercero, debían objetar también “…esa cláusula séptima, que envuelve con una mutilación del territorio patrio una amenaza constante de nuestra paz interior”. Las consecuencias morales de instalar bases extranjeras en territorio cubano saldrían a luz si Estados Unidos se envolvía en una guerra con otra nación. Cuba sería arrastrada “a una lucha en cuya preparación no hayamos intervenido, cuya justicia no habremos apreciado de antemano, cuya causa directa tal vez no nos interese en lo más mínimo” (Foner, 1978: 287-293, t. II).

El debate se polarizó: de un lado los independentistas, que se rehusaban a admitir un régimen incompatible con la soberanía nacional; del otro, los más acaudalados hacendados y hombres de negocio –la mayoría españoles e inversionistas estadounidenses–, los antiguos autonomistas y la clase media vinculada al mundo empresarial yanqui, entre la que se encontraban no pocos oficiales del Ejército Libertador. En el medio, un segmento no despreciable del independentismo que se sentía impotente ante las estratagemas de Estados Unidos para prolongar la intervención por tiempo indefinido.

Quedaba solo el recurso de la guerra y nada se podía por la fuerza contra Estados Unidos –fue la idea que defendió el bando que apostó al protectorado y de la cual se hizo eco la mayoría de la prensa, en una campaña reforzada con entrevistas a los partidarios de la Enmienda Platt, porque, según decían, era el único modo de salir de la crisis económica y de preservar la paz social, discurso que alcanzó mayor resonancia entre las clases alta y media de la burguesía cubana cuando se convirtió en la posición oficial del Círculo de Hacendados y Agricultores y de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Sobre la nación desangrada, arruinada y sola, comenzó a formarse un estado favorable a ceder, impulsado por prestigiosas personalidades de la guerra: desde Santiago de Cuba, el general Joaquín Castillo Duany, vinculado al capital norteño, aconsejó a Juan Gualberto doblegarse ante la realidad de los hechos.

Cinco delegados fueron comisionados para viajar a Washington: el presidente de la Asamblea Constituyente, Domingo Méndez Capote; los generales Pedro Betancourt y Rafael Portuondo Tamayo, y los antiguos autonomistas Pedro González Llorente y Diego Tamayo. Aunque el secretario de la Guerra, Elihu Root, declaró que no contaban con invitación oficial, no tuvo otra salida que recibirlos. El 25 de abril el intercambio giró en torno a los artículos III y VII. Root disertó: “La cláusula tercera es una extensión de su Doctrina” –en referencia a James Monroe. “Es la Doctrina misma como principio internacional. La tercera cláusula encarnando la Doctrina permitirá que las potencias no pongan reparos a nuestra intervención para sostener la independencia de Cuba. Más aún, la tercera cláusula, combinada con la primera, impedirá que se nos juzgue por usurpadores violentos al desnudar la espada […]” (Márquez, 1941: 217, t. II).

Méndez Capote observó que la Enmienda Platt aludía al derecho que suponía tener Estados Unidos de intervenir en Cuba. Root planteó impertérrito: “Hace tres cuartos de siglo que proclamó mi país ese derecho a la faz de los dos mundos; y prohíbe a otras potencias, en ultramar, no ya la intervención armada sino la sencillamente amistosa en los negocios de Cuba” (Márquez, 1941: 222, t. II). En contestación a otra interrogante acerca de por qué solicitaban el consentimiento cubano si Estados Unidos se creía con el derecho a intervenir en la Isla y tenía la fuerza para hacerlo, Root confesó que para facilitar “la realización de sus anunciados propósitos con respecto a las demás naciones”. Méndez Capote objetó que de nada valdría ese consentimiento si Estados Unidos no tuviera suficiente fuerza para imponer su voluntad, ya que, por desgracia, en las cuestiones internacionales era la fuerza la ultima ratio. El secretario de la Guerra ahondó entonces con la más cínica sinceridad:

“La fuerza es la última razón; pero la fuerza no informa, no inspira el Derecho Internacional. Si algunos derechos no se hicieran respetables por su propia eficacia ¿existirían Suiza, Bélgica y Holanda? El derecho es la fuerza de los débiles porque, de otro modo, los grandes poderes, dominando con sus armas, resultarían los más cruentos enemigos de la especie humana. El pequeño Estado que se atrinchera detrás de un derecho universalmente reconocido, impone sus consecuencias a los grandes imperios. Señores, los Estados Unidos, a pesar de ser fuertes […] buscan en la plenitud del derecho la fuerza moral incontrastable […] si por desgracia se hiciera indispensable alguna vez nuestra intervención, los Estados Unidos no quieren que nadie la discuta” (Márquez, 1941: 223-224, t. II).

Y sobre las carboneras concluyó: “Los Estados Unidos indagan sin descanso en el más allá de sus responsabilidades y desean obtener posiciones que sirvan a la defensa estratégica de ambas repúblicas” (Márquez, 1941: 224-225, t. II).

Al día siguiente, los recibió por tercera ocasión: “Señores: la Enmienda perseguirá siempre el afianzamiento de la independencia de Cuba, aunque la intervención sea provocada por el fracaso sustancial de los patriotas en el ejercicio libre del gobierno propio” –sermoneó; sin embargo, cuando Pedro Betancourt trató de insistir, lo interrumpió bruscamente: “Imposible general Betancourt. La Enmienda votada por el Congreso y sancionada por el presidente, constituye una solución inalterable. No podemos retroceder” (Márquez, 1941: 233-234, t. II).

En su estancia de 72 horas en Washington, McKinley recibió tres veces a los comisionados; en una de ellas, incluso, les ofreció un banquete en la Casa Blanca en el que participaron varios senadores vinculados al tema, pero siempre esquivó hablar sobre la Enmienda Platt y condicionó evaluar la concesión de tarifas preferenciales para los productos cubanos a que se constituyera la República.

Los cubanos partieron el 27 de abril rumbo a Nueva York, donde se entrevistaron con Tomás Estrada Palma, destacado ya por la prensa como el candidato grato a los ojos de Estados Unidos para la presencia de Cuba. Estrada Palma los conminó a transar. Según dijo, con la Enmienda Platt no se realizaba el ideal revolucionario, pero rechazarla ponía en peligro la República. Tranquilos, resignados, excepto Rafael Portuondo, arribaron el 6 de mayo a La Habana.

Méndez Capote presentó el informe a la Asamblea el 7 de mayo y, a partir de ese instante, un aciago debate mantenido a espaldas del pueblo con el pretexto de no generar alarma. La balanza se inclinó definitivamente cuando Manuel Sanguily decidió cambiar su voto. Entonces no se sabía que su hermano, el mayor general Julio Sanguily –por quien sentía una mezcla de cariño y lástima: debido a su adicción al alcohol, el juego y las francachelas– vendió el levantamiento del 24 de Febrero y andaba por toda La Habana con una maleta de dólares que le entregó Wood para adquirir almas patrióticas. No compró a Manuel –resultaba imposible–; pero sin duda influyó en él hasta hacerle creer que Estados Unidos no les dejaba otra opción. “La independencia con algunas restricciones es preferible al régimen militar” (Martínez, 1929, 287: vol. II), había opinado en La Discusión, y sus palabras cayeron como un cubo de agua fría sobre el fuego prendido en el teatro Martí por Juan Gualberto y Salvador Cisneros Betancourt.

Todo terminó el 12 de junio de 1901 con la aprobación –16 votos contra 11– de la Enmienda Platt y su deshonrosa adición como apéndice a la Constitución de la República. Wood ponderó el resultado: “[…] Cuba está en nuestras manos y creo que no hay un Gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa que lo que es, una verdadera dependencia de los Estados Unidos. Con el control que, sin duda, pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente seremos dueños del comercio de azúcar en el mundo” (Vitier, 2008: 116).

La Enmienda Platt llevaba en su cuerpo el espíritu de la Doctrina Monroe y sentó el precedente de la intervención de Estados Unidos en América Latina, con el supuesto consentimiento de las naciones intervenidas, procedimiento que puso en práctica una y otra vez a todo lo largo del siglo XX. No hay más fiel descripción del efecto que provocó en nuestro pueblo este apéndice y su alcance en la región, que la del inolvidable Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad:

“Su texto contiene un preámbulo y ocho artículos, y aún hoy, cuando ni para papel higiénico sirve por las ronchas que levanta, su lectura incita a la mentada de madre.

[…].

“Esta humillante y férrea camisa de fuerza constituía, como se ha dicho, el sustitutivo de la anexión y la garrocha del ulterior salto predatorio del imperialismo yanqui en el Mar Caribe y en el sur del continente. Corolario de la Doctrina Monroe, la Enmienda Platt le imprimiría fuerza internacional a este instrumento de hegemonía norteamericana en América” (Roa, 1970: 286-287).

 

Bibliografía

Foner, Philip S. (1978): La guerra hispano-cubano-norteamericana y el surgimiento del imperialismo yanqui, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Martínez Ortiz, Rafael (1929): Cuba: los primeros años de independencia, París, Editorial Le Livre Libre.

Márquez Sterling, Manuel (1941): Proceso histórico de la Enmienda Platt, La Habana, Imprenta “El Siglo XX”.

Roa, Raúl (1970): Aventuras, venturas y desventuras de un mambí, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Roig de Leuchsenring, Emilio (1973): Historia de la Enmienda Platt, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Rubens, Horatio S. (1956): Libertad. Cuba y su Apóstol, La Habana, La Rosa Blanca.

Vitier, Cintio (2008): Ese sol de mundo moral, La Habana, Ediciones Unión.

Zinn, Howard (2004): La otra historia de Estados Unidos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Se han publicado 20 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • guillermo ramirez dijo:

    Respetado Limia Diaz, sus obras son de lectura obligada por todo Dirigente y ciudadano Patriota.
    Deseo saber como lograr imprimir su libro "Sombras de la guerra fria..., que leo una y otra vez en la computadora.Asi mismo, este ,digamos, articulo suyo, debe ser leido y conservado en papel, por cada maestro y cubano que se mantenga cotidianamente actualizado.
    Informacion veraz es poder y asi , podremos seguir derrotando al Imperio...

    • Ernesto Limia Díaz dijo:

      Guillermo, gracias por sus palabras. Me llenan de aliento y compromiso. No existe posibilidad de imprimir por ahora Sombras de la Guerra Fría, que más quisiera yo. Saldrá impreso en España el año que viene y aquí cuando la disponibilidad de papel lo permita. Ediciones la Luz, una editorial provincial que he tomado como mía, lo sacará enseguida que pueda. Un fuerte abrazo.

    • RoXX dijo:

      Hola. Coincido con ud. Cómo puedo acceder al libro "Sombras de la Guerra fría" en formato digital?

  • Mágico dijo:

    En este artículo, en otros muchos que se hn publicado en Cuba sobre la Emmienda Platt, y aun en algunos libros; se hace referencia a muchos aspectos sobre el documento. Pero generalmente no se dice que después de 33 años, en mayo de 1934, fue abolido por el propio gobierno norteamericano. Ni se dice, por supuesto, bajo qué circunstancias ocurrió la derogación del apéndice constitucional. Yo me enteré del asunto después que ya había terminado la secundari básica; porque tuve algunas dudas sobre cómo se instauró la enmienda, que una profesora no supo contestarme. Entonces me fui a una biblioteca a investigar. Después, con el tiempo, me di cuenta de que había una gran cantidad de cubanos, de cierta cultura algunos, profesores también a veces, que no sabían en qué había quedqado la Enmienda Platt. Entre estas personas estaban los que no tenían ni idea sobre el tema, los que suponían que fue eliminada después de la Revolución y unos cuantos que creían que se encontraba vigente.

    • Andrey dijo:

      En la historia de Cuba hay muchas lagunas; algunas del tamaño del Baikal en Rusia; pero que yo recuerde, la derogación de la enmienda Platt lo supe en las clases de historia. Quizás tuve suerte de tener un "profesor" estrella de los que les gusta empaparse de historia y dar lo que está y no está en los libros.

    • Ernesto Limia Díaz dijo:

      Gracias por su interés. Existe un libro publicado en 2017 por la Editorial Ocean Sur: “Base Naval en Guantánamo: Estados Unidos vs Cuba”, escrito por cuatro autores entre los que me encuentro, en el que se aborda con bastante detalle ese tema al que usted se refiere. Es importante conocer de qué manera se derogó durante la Administración Roosevelt, para comprender cómo continuó nuestra sujeción a la voluntad política de Estados Unidos. No sé si usted
      lo sabe, tengo un programa televisivo cada domingo a las 5 pm en el Canal Caribe, que se llama MARCAS. En él se aborda la Historia desde su dimensión cultural. En la edición del 18 de julio, hablaré de este tema y exhibiré un excelente documental de Pastor Vega, titulado: Viva la República. Espero que pueda resultarle útil.

    • Luiso dijo:

      Me pasó igual en secundaria decía el profesor que la base naval en Guantánamo era una expropiacion después me enteré que era un tratado permanente firmado por el gobierno de turno para prevenir y proteger los intereses americanos en la isla y mientras que paguen seguirá así , pero nadie se molesta en explicar, solo la parte que conviene y no la realidad

    • m&m dijo:

      pues, no se a eliminado completa
      ahi tienes la base naval yanqui en guantanamo.
      Base y tratado hechos a la fuerza.
      Enmienda que hay algunos por ahi que les encantaria tener de vuelta

      • Leandro dijo:

        ¿...?

    • Leandro dijo:

      Ciertamente resulta de suma importancia conocer las circunstancias en que ocurrió la derogación de ese apéndice constitucional, en lo cual no hay magia. Cuba no debe gratitud alguna al gobierno de Roosvelt por haber derogado la Enmienda Platt. La Enmienda Platt no fue derogada por la nobleza de los EE.UU. y a pesar del tiempo transcurrido, sus huellas materiales y espirituales aún están presentes.
      1 La derogación de la Enmienda Platt respondía más a los intereses de los EE.UU. que a las gestiones cubanas, puesto que la imagen de aquellos estaba muy deteriorada ante las intervenciones en Haití, República Dominicana, Honduras, Panamá, Nicaragua, Cuba y México obstaculizando el cumplimiento de sus intereses hegemónicos en la región ante las rebeldías desatadas por estos hechos, exacerbando el anti-injerencismo y el antimperialismo de los pueblos, por lo que F.D. Roosvelt llegado al poder se inclina por lo que llamó “Política del Buen vecino” que consideraba abstenerse de nuevas intervenciones militares en América Latina, lo que no excluía otras formas de injerencia en los asuntos internos de nuestros países. El poder económico y financiero de nuestro país estaba prácticamente en sus manos, lo que les garantizaba en gran medida el poder político. El nuevo tratado de reciprocidad comercial que firmarían ambos países en 1934 al derogarse la Enmienda se encargaría de fijar aún más las cadenas de la dominación económica sobre la Isla. Bajo esas condiciones la administración Roosevelt no tenía necesidad de desembarcar los marines para dominar a Cuba y al derogar la Enmienda le permitía presentarse ante Cuba como el “Buen vecino”. Un escritor estadounidense retrataba el hecho: «Franklin Delano Roosevelt canceló la Enmienda Platt, pero retuvo la base naval de Guantánamo. Si se vierte substancia blanda en un molde y se endurece, puede quitársele el molde y la substancia conservará su forma. La Enmienda Platt ya no era necesaria: la dependencia de Cuba de los Estados Unidos era una realidad estructural, que sólo un golpe contra la estructura misma podía destruir».
      2. Por la parte cubana derogar la Enmienda servía como un calmante de los ánimos persistentes de la Revolución del 30 que llevaba en su seno un profundo contenido antimperialista y antiplattista, en momentos en que la contrarrevolucíón genuflexa al servicio de los EE.UU. se adueñaba del poder político mediante el llamado gobierno Caffery - Batista – Mendieta, que en la práctica era el sustituto del gobierno de Grau San Martín, que había asumido la presidencia el 10 de septiembre de 1933 y que, recogiendo el sentir popular, se negó a jurar el cargo sobre la Constitución de 19001 porque contenía la Enmienda Platt. Por supuesto, el gobierno de Grau no resultó reconocido por los EE.UU. Ese gobierno, conocido como gobierno de los 100 Días cuya más descollante figura fue Antonio Guiteras resultó disuelto en enero de 1934, cuando Grau se vio obligado a renunciar. No es de extrañar que el gobierno reaccionario de Caffery - Batista – Mendieta, presentase ante el pueblo de Cuba como un gran logro suyo, en su intento de legitimarse, la derogación de la Enmienda.
      3. Aunque derogada en 1934, el espíritu de la Enmienda Platt siguió presente en los gobiernos de aquella república mediatizada, que requerían del reconocimiento de los EE.UU. para sostenerse en el poder y que muy poco podían hace sin la aprobación del embajador de ese país en Cuba, hasta que la Revolución de 1959 encabezada por Fidel Castro eliminó la dependencia política del vecino del Norte, aunque ahí queda como una espina clavada en el corazón del pueblo cubano la Base Naval de Guantánamo, resultado directo de la Enmienda Platt.
      4. Esa extinta Enmienda resulta heredera de un pensamiento de sumisión y dependencia de los EE.UU. que ya Martí había denunciado cuando, refiriéndose a quienes no confiaban en nuestra capacidad para gobernarnos como nación, aseveró: “No inspira respeto ciertamente, sino coraje, el hábito de servidumbre de algunos hombres tan arraigado que les quita toda confianza en sí, y, aliado a la soberbia, llévales hasta suponer en los demás la impotencia que en sí propios reconocen”. Ese pensamiento ha sido denominado desde el momento en que se nos impuso la Enmienda Platt, como pensamiento plattista, que va más allá de la propia Enmienda y que está arraigado en aquellos que como señalara Fernando Ortiz, en 1949, “no quieren ser cubanos y hasta se avergüenzan y reniegan de serlo”, pues en ellos “la cubanidad carece de plenitud, está castrada”. Ese pensamiento plattista hoy conserva sus raíces fundamentales en los círculos de poder estadounidenses y en la derecha de origen cubano radicada fuera del país, fundamentalmente en los EE.UU. y en determinados elementos dentro de Cuba que bajo la tutela de los primeros (los círculos de poder estadounidenses) enaltecen los valores del modo de vida estadounidense e incitan a su imitación por el sistema cubano; defienden la idea de la incapacidad del pueblo cubano para su desarrollo autónomo y reconocen el “derecho” de los Estados Unidos a intervenir en la solución de los problemas cubanos.

  • Omar dijo:

    Excelente artículo y una enseñanza para la actualidad; me gustaría que luego ilustrara más sobre la aptitud asumida por Julio Sanguily en todo este proceso y en la guerra de independencia.

  • El Necio dijo:

    Profesor Limia una pregunta,EU tiene o esgrime alguna justificación jurídica para la usurpación del territorio q ocupa la Base Naval de Guantanamo?Pudiera ud escribir sobre como fue derogada y por que a pesar de eso permaneció la Base Naval de Guantanamo.

  • Rafael Emilio Cervantes Martínez dijo:

    Excelente presentación. Nos da valiosas claves para la defensa de la independencia y la soberanía de Cuba frente a los planes imperialistas hoy. Gracias.

  • Alejandro dijo:

    Creo que muy pocos cubanos conocen la historia de cuba, la real, la que se cuenta desde diferentes puntos de vistas. Quizás casi nadie la conozca, quizás se haya desvanecido con el tiempo o quizás se ha ido borrando y remplazando por una historia más conveniente para la memoria colectiva.
    No pongo en duda el carácter comercial e injerencista de la Enmienda Platt, pero los cubanos merecemos saber un poco más que lo que hasta ahora se ha publicado.

  • Leandro dijo:

    Ciertamente resulta importante saber bajo qué condiciones fue derogada la Enmienda Platt en lo cual no hay magia; la preversa Enmienda no fue derogada por la nobleza de los EE.UU.
    1 La derogación de la Enmienda Platt respondía más a los intereses de los EE.UU. que a las gestiones cubanas, puesto que la imagen de aquellos estaba muy deteriorada ante las intervenciones en Haití, República Dominicana, Honduras, Panamá, Nicaragua, Cuba y México obstaculizando el cumplimiento de sus intereses hegemónicos en la región ante las rebeldías desatadas por estos hechos, exacerbando el anti-injerencismo y el antimperialismo de los pueblos, por lo que F.D. Roosvelt llegado al poder se inclina por lo que llamó “Política del Buen vecino” que consideraba abstenerse de nuevas intervenciones militares en América Latina, lo que no excluía otras formas de injerencia en los asuntos internos de nuestros países. El poder económico y financiero de nuestro país estaba prácticamente en sus manos, lo que les garantizaba en gran medida el poder político. El nuevo tratado de reciprocidad comercial que firmarían ambos países en 1934 al derogarse la Enmienda se encargaría de fijar aún más las cadenas de la dominación económica sobre la Isla. Bajo esas condiciones la administración Roosevelt no tenía necesidad de desembarcar los marines para dominar a Cuba y al derogar la Enmienda le permitía presentarse como el “Buen vecino”. Un escritor estadounidense retrataba el hecho: «Franklin Delano Roosevelt canceló la Enmienda Platt, pero retuvo la base naval de Guantánamo. Si se vierte substancia blanda en un molde y se endurece, puede quitársele el molde y la substancia conservará su forma. La Enmienda Platt ya no era necesaria: la dependencia de Cuba de los Estados Unidos era una realidad estructural, que sólo un golpe contra la estructura misma podía destruir».
    2. Por la parte cubana servía como un calmante de los ánimos aún persistentes de la Revolución del 30 en momentos en que la contrarrevolucíón se adueñaba del poder político mediante el llamado gobierno Caffery - Batista - Mendieta.

  • Luis dijo:

    Cómo ley fue derogada pero aún en el siglo XXI existen vestigios de la enmienda, acaso no ven como un puñal clavado en nuestra tierra la base naval de guantanamo, cuando esa porción de tierra (200 km cuadrados) sea devuelta entonces podremos decir que la enmienda platt a dejado de existir.

  • Luis dijo:

    Son 100 km cuadrados, disculpen

  • Leandro dijo:

    No hay magia; la Enmienda Platt no fue derogada por la nobleza de los EE.UU.
    1 La derogación de la Enmienda Platt respondía más a los intereses de los EE.UU. que a las gestiones cubanas, puesto que la imagen de aquellos estaba muy deteriorada ante las intervenciones en Haití, República Dominicana, Honduras, Panamá, Nicaragua, Cuba y México obstaculizando el cumplimiento de sus intereses hegemónicos en la región ante las rebeldías desatadas por estos hechos, exacerbando el anti-injerencismo y el antimperialismo de los pueblos, por lo que F.D. Roosvelt llegado al poder se inclina por lo que llamó “Política del Buen vecino” que consideraba abstenerse de nuevas intervenciones militares en América Latina, lo que no excluía otras formas de injerencia en los asuntos internos de nuestros países. El poder económico y financiero de nuestro país estaba prácticamente en sus manos, lo que les garantizaba en gran medida el poder político. El nuevo tratado de reciprocidad comercial que firmarían ambos países en 1934 al derogarse la Enmienda se encargaría de fijar aún más las cadenas de la dominación económica sobre la Isla. Bajo esas condiciones la administración Roosevelt no tenía necesidad de desembarcar los marines para dominar a Cuba y al derogar la Enmienda le permitía presentarse como el “Buen vecino”. Un escritor estadounidense retrataba el hecho: «Franklin Delano Roosevelt canceló la Enmienda Platt, pero retuvo la base naval de Guantánamo. Si se vierte substancia blanda en un molde y se endurece, puede quitársele el molde y la substancia conservará su forma. La Enmienda Platt ya no era necesaria: la dependencia de Cuba de los Estados Unidos era una realidad estructural, que sólo un golpe contra la estructura misma podía destruir».
    2. Por la parte cubana servía como un calmante de los ánimos aún persistentes de la Revolución del 30 en momentos en que la contrarrevolucíón se adueñaba del poder político mediante el llamado gobierno Caffery - Batista - Mendieta, rápidamente reconocido por los EE.UU.

  • Miguel A. dijo:

    La Enmienda Platt. Diabólico engendro político, de los que caracterizan la política norteamericana, desde siempre tuvo como verdadero objetivo apoderarse del principal centro de producción de azúcar en el mundo del momento, como dijo Wood. Muchos hoy olvidan lo que dio su instrumentación luego de su aplicación en 1902 con la República mediatizada y un país convertido en garito y antro de prostitutas y de un pueblo de muertos de hambre, sin trabajo ni empleos, cuestión que de lograrlo hoy en su persistente bloqueo, será para lo mismo.
    La Enmienda Platt se aplicó por EU luego de haber desarticulado militarmente al ejército mambi y desmontado la fuerza político-Ideologica que con tanto empeño cultivaron Martí, y Maceo, que sobre EU alertaron en varias ocasiones. ..."Impedir que EU caiga con esa fuerza más contra nuestras tierras de América..." O ..."Es preferible subir o caer solos que contraer deudas de gratitud con un enemigo tan poderoso..." Sino como entender que solo pocos años antes se había sucedido la Protesta de Baragua. Es decir los que quedaron en esta pelea, se vieron enredados en los vericuetos de instrumentos políticos que los norteamericanos saben muy bien llevar para beneficio propio. Creo la mejor enseñanza de su época de ejecución y lección bien aprendida a la vez por los cubanos fue la de no dejarse engañar de nuevo, porque después han estado vigentes otras doctrinas anexionistas en el área. Y entonces a veces no se entiende de donde vienen nuestras ideas independentistas sino de nuestras raíces y nuestras experiencias de lucha. Una Enmienda Platt, casi similar en condiciones está hoy en marcha y créanme que sus objetivos y resultados van a ser los mismos por los que ya pasamos y a los que se han opuesto en el tiempo Martí, Maceo, Che y Fidel.

  • Esther dijo:

    Importantísimo texto. Agradecida por él. Todo lo relacionado con la miserable Enmienda es uno de los capítulos más duros y tristes que tuvieron que atravesar los revolucionarios cubanos. Es un tema, no obstante, que encierra valiosas lecciones y merecería que cada cubano lo conociera y lo entendiera en detalle. Se engrandece ante mí la figura honorable del Generalísimo y todo lo que tuvo que pasar por vivir una larga vida , así como la del gran, hidalguísimo, Juan Gualberto Gómez, un hombre a quien no terminamos de ponderar en toda su altura.

Se han publicado 20 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Ernesto Limia Díaz

Ernesto Limia Díaz

Historiador y Licenciado en Derecho. Vicepresidente primero de la Asociación de Escritores de la UNEAC. Autor de los libros "Cuba entre tres imperios: perla, llave y antemural", "Cuba Libre: la utopía secuestrada", "Cuba: ¿Fin de la Historia? y "Sombras de la Guerra Fría"

Vea también