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Las historias de Julio Pabón, el puertorriqueño que compartió con Fidel en Nueva York

Por: María Victoria Valdés Rodda
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Fidel frente a la jaula del tigre en el Zoologico de Bronx en su primera visita. Foto: Revolución

Arrasó. Lo de Fidel en el sur del Bronx fue todo un suceso porque lo primero que hizo en Estados Unidos, en octubre de 1995, fue romper los esquemas mentales de los latinos de Nueva York desacostumbrados a una política cercana al pueblo, tan habitual de la Revolución cubana.

Su intercambio con la comunidad boricua fue un completo acto de atrevimiento que, en honor a la verdad, respondió a otro similar de parte de un grupo de ciudadanos indignados por la ofensa cometida hacia el líder antillano desde la prepotencia del entonces alcalde Rudolph Giuliani.

A más de 20 años de esa otra forma de romper el bloqueo, el recuerdo de Fidel sigue latiendo en quienes desafiaron el supuesto sentido común, si se trata de vivir en Estados Unidos siendo progresista.

Invitado a la sede de las Naciones Unidas por el 50 aniversario de la institución, a Fidel se le escamoteó en cambio su presencia en la cena oficial programada por las autoridades neoyorkinas a todos los asistentes. Igual suerte corrió Yasser Arafat, guerrero símbolo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

En contadas ocasiones estuvo el Comandante por tierras norteamericanas de ahí la relevancia de sus movimientos seguido por millones, tanto de detractores como de simpatizantes. Entre estos estuvo el empresario Julio Pabón, protagonista fundamental de un hecho histórico. Este partidario de Cuba trajo a La Habana su conmovedor libro titulado Nocaut donde narra de primera mano cómo ocurrió todo.

Los estadounidenses liberales han sentido una permanente fascinación por el barbudo de la Sierra, el cual se convirtió en mito cuando en 1960 compartió con la gente humilde del populoso barrio negro de Harlem. Con esa reminiscencia, emocionado Fidel estuvo otra vez presente allí en 1995 con similar comunidad, pero en la Iglesia Bautista Abisinia, de la calle 138 y avenida Lenox (hoy Malcolm X).

Sabida es la heterogeneidad de la sociedad estadounidense no solo por la propia naturaleza humana que es muy diversa sino también por las divisiones clasistas emanadas del capitalismo. Por eso ante la noticia de que Fidel estaría en Nueva York y que no sería invitado a una cena de lujo, se activó otro de los sectores más beligerantes para decir basta ya de ofensas, esta vez hacia un latino.

Quienes así se pronunciaron fueron los boricuas del sur del Bronx, sin embargo, en un principio se trató de una simple nota de prensa en la que se rechazaba la actitud hostil de Giuliani, escrito que en su final animaba a Fidel a llegarse por esa zona neoyorquina donde sería muy bien acogido.

Sus autores no pensaron ni por un segundo que eso fuera a ser posible. El legendario combatiente cubano por supuesto rompió los protocolos y cordones de seguridad para ir al encuentro de lo que más amó por encima de todo: el pueblo.

Así lo cuenta Julio Pabón: “Un amigo mío, David Galarza me llama y me dice: Oye, tú sabes que están insultando a tu amigo. Y yo sorprendido le pregunto de qué tú estás hablando. ¿Pero tú no lees los periódicos? Le digo No, desde que yo dejé la política leo los periódicos por la parte de atrás, por los deportes. Nada más, no leo lo que pasa en política. Pues debes de leerlo porque el amigo tuyo, el alcalde lo “des invitó” de una cena. ¿De qué tú hablas?: de Fidel Castro. ¿Y qué tiene que ver Fidel Castro?

Lo que salía en los periódicos es que el alcalde había organizado una cena de bienvenida a los dirigentes del Planeta y descartó a dos personas: a Yasser Arafat y a Fidel Castro. Lo de Yasser Arafat lo entendíamos porque Nueva York es la base judía, es decir la base económica de Estados Unidos reside allí, entonces de esta manera el alcalde se buscaba las simpatías de los judíos, y eso lo ayudaría en las cuestiones políticas, pero no entendíamos por qué Fidel.

Me enteré que Jorge Mas Canosa y miembros de la Fundación Cubano Americana estuvieron en Nueva York y se reunieron con Giuliani. Y yo, como había trabajado en la política y en la alcaldía conocía a mucha gente, desde los que limpian, las secretarias y toda esa gente que a veces sabe más que los grandes, ellos me confirmaron que sí había habido una reunión con unos cubanos. Y yo concluí que estas personas le habían ofrecido recursos para sus futuras elecciones si el alcalde de Nueva York hacía algo para abochornar a Fidel.

El amigo mío y yo nos dimos cuenta que eso era una falta de respeto. Se nos ocurrió hacer una nota de prensa que dijera algo, porque nadie había dicho una sola palabra sobre el asunto de Fidel. En cuanto a Arafat, los árabes, que son muchos en Nueva York, le organizaron una cena repleta de seguidores, y allí se recaudaron muchos fondos para la OLP.

Pero para Fidel nadie dijo nada, ningún político, porque hay que entender que en ese tiempo- y todavía hoy- la propaganda americana en contra de Fidel, del Comunismo, del Socialismo es el cucú de la gente, y yo imagino que esa fue la razón de que los políticos tuvieran esos temores”.

Sabiduría popular derrumba recelos

Fidel en el Jimmy’s Cafe del Bronx, Nueva York 25 Octubre 1995. Foto: Liborio Noval.

Julio aclara un contexto importante: “Los boricuas y los latinos que somos una gran mayoría de Nueva York no habíamos dicho nada, y yo pensé que eso iba a dar la imagen o la idea de que los boricuas de Nueva York no están en ná. Y como yo pertenecía a la Organización de Comerciantes puertorriqueños, la mayoría republicanos, millonarios, estadistas, pero con negocios en el Bronx, que me necesitaban a mí para contactos en la zona para la movilización de la gente, a pesar de no tener mucho en común, sí nos llevábamos muy bien y con respeto. Así llegué a Carlos Nazario, presidente de esa organización, quien me reconoció que efectivamente, era una falta de respeto hacia Fidel. Igual hice con Jimmy Rodríguez, dueño del famosísimo local de Nueva York, el Jimmys Bronx Café, donde al final ocurrió el encuentro.

Mi papá siempre me dijo a mí que el que no lee no tiene derecho a hablar, me críe bien pobre, súper desamparado, solo en las calles y con mi padre como único resguardo, sin embargo, él todos los días me preguntaba ¿qué aprendiste hoy? Y en el momento en que Fidel estaba en Nueva York yo recordé que había visto a Lido Anthony Lacocca, más conocido como Lee Lacocca, de la industria del automóvil y dueño de la Chrysler que había aparecido en la prensa en una foto en el Malecón (habanero) apuntando con su dedo hacia Miami diciendo ¡qué lástima, que yo tengo más de mil carros allá y aquí hacen falta carros y no los puedo vender, y estoy enfrente de una sucursal de Fiat que están abriendo!. Eso lo vi en la primera plana del periódico más prestigioso de Estados Unidos, el New York Times, y nunca se me olvidó.

Entonces, al Carlos Nazario darme sus argumentos y expresarme sus dudas yo le pregunté ¿tú crees que Lee Lacocca es comunista, por qué tú crees que él estuvo en La Habana?, por negocios para cuando se acabe el embargo (bloqueo), y nosotros somos una organización puertorriqueña de negocios y tenemos que pensar en eso.

También le dije que creía que los puertorriqueños y los cubanos tenemos muchas cosas en común y una de ellas es que somos bien fieles, por eso si algún día el bloqueo se tumba y nosotros vamos a Cuba y le enseñamos a ellos una nota de prensa que hicimos en 1995 en desacuerdo por la actitud del alcalde de Nueva York hacia su presidente, estoy seguro que los cubanos van a estar dispuestos a tratar con nuestra organización”.

Las apariencias engañan

Julio logró además acabar con las aprensiones de los empresarios boricuas con un argumento que en aquel momento no tenía discusión: “Esto no es para Fidel, es para la prensa para que se vea que se dice algo. Se hizo la nota, no se puso el nombre de nadie, solo que el Concilio Nacional Puertorriqueño de Negocios, citándose además la anuencia del congresista demócrata José Serrano, tenían el gesto de crítica contra el alcalde Giuliani por “des invitar” a un líder de un país asistente a las Naciones Unidas: Fidel Castro.

Y al final de la nota de prensa yo puse, como un chiste contra el Poder: Presidente Castro si usted quiere, usted no tiene que cenar con el alcalde, usted puede venir al Condado del Bronx donde la mayoría somos puertorriqueños y aquí tiene las puertas abiertas. Yo pensé que eso había sido todo y que mi vida iba a continuar igual, pero en 24 horas Fidel leyó la nota que salió en El Diario la Prensa.

El funcionario cubano en Estados Unidos Fernando Remírez de Estenós me contó que Serrano, desde su oficina de Washington, le mandó a la oficina cubana una copia del texto con los deseos de su comunidad. Así, al Estenós reunirse con Fidel para ultimar detalles de todas las actividades en la ciudad le cuenta de la nota de los puertorriqueños. Y ahí llega la “bomba”: Dile a mi amigo puertorriqueño que esto para mí es como ganarme el Premio Nobel.  Estaré con ellos, dijo tajante. Cuando me enteré de eso fue como escuchar poesía, me partió el alma”.

No fue fácil

“Hasta el último minuto el Servicio Secreto americano intentó persuadir a los boricuas para que no se diera la actividad. Al ver que no lo íbamos a cancelar querían trasladarlo para Manhattan”, relata Julio.

“Me hicieron la vida imposible con muchos requerimientos que incluían los datos de todas las personas que estarían en la cena, y que debían ser entregados 24 horas antes.

Fue apoteósico: lo organizamos todo en 72 horas, y fue el equivalente a organizar una boda, un bautismo y una Fiesta de quince que se lleva un año, pero nosotros en 72 horas tuvimos que asumir un evento de semejante envergadura. En un principio se pensó que irían unas 10 o 20 personas y terminamos con 300 y hubo que parar, pues muchos más querían unírsenos al leer la nota”.

Julio parece revivir esos momentos y hasta habla con el pecho entrecortado cuando expone: “Nosotros como latinos no podíamos permitir que en Nueva York se ofendiera así a un latino por Giuliani, republicano, el mismo que está ahora con Donald Trump. En esa etapa el alcalde neoyorquino llevaba una guerra contra los negros y los puertorriqueños, cortándonos los servicios. En ese tiempo en el sur del Bronx había como una especie de guerra civil contra el estado y que Fidel fuera a un sitio así, era algo poético. Un revolucionario que ha hecho cambios en el mundo, que ha apoyado a Angola, y que venga al sur del Bronx a apoyarlo fue muy grande”.

Cosas simples y complicadas a la vez

El líder cubano Fidel Fidel Castro disfrutando de un helado en el Zoológico del Bronx, durante su visita a Estados Unidos abril 1959. Foto: The New York Times/ Getty Images

El testimoniante explica que en esa ocasióncientos de personas querían entregarles regalos a Fidel, pero eso podría traernos problemas con la seguridad entonces el único regalo que acepté fue un guante grande de boxeo, de una empresa boricua de implementos deportivos de Dante Ortiz. Eso le dio un toque especial que fue recibido con mucho cariño por Fidel”.

Lo que en otro país puede pasar como un episodio más, allá en el Imperio cada simple gesto con una personalidad de izquierda entraña un riesgo, inclusive si involucra a niños. Julio se vio ante esa disyuntiva al querer darle una pincelada de color a la cena con flores, dos gorras y el guante de boxeo.

“Eso nos causó otros problemas, porque el niño que tu subas a una tarima con Fidel, nunca va a poder postularse para Presidente de Estados Unidos, eso delo por seguro. El hijo mío (Julio junior fue quien le entregó el guante) después de eso estando en la Escuela Superior fue escogido como parte de una comitiva estudiantil para recorrer varios ministerios e instituciones, para que la juventud entienda cómo funcionan los Estados Unidos, bueno mi hijo fue al único que le prohibieron la entrada al Pentágono”.

No obstante, tres niños, dos hembras y un varón adolescente, de la comunidad latina de Nueva York tuvieron el atrevimiento de seguir a sus padres en un hecho sin precedentes para sus vidas.

Nada es un juego

La inminencia del suceso colocó a Julio Pabón en la cruda realidad, esa que se desenfrena al coauspiciar un evento para un comunista en el mismo corazón americano: “Me puse súper paranoico, yo estaba muy preocupado con la seguridad de Fidel. Me puse a pensar que quizás eso fue un complot de la CIA, porque ellos trataron de asesinarlo tantas veces y no lo lograron. Yo me decía: no confío en esta gente y quizás me están utilizando porque si están tratando de matar a Fidel hay que entender que el Bronx, y más en el sur, es muy violento”.

De esa época es increíble como el autor de Nocaut sigue hablando del Comandante en presente, de lo que se infiere el gran impacto que provocó en los puertorriqueños: “El propio Fidel lo sabe, porque Fidel lee bastante. De modo que pensé que era un blof, porque intentaron tantas veces que desistiéramos del evento. Me dije: ellos podían estar calculando que como nos habían advertido sobre la seguridad, que los recursos lo tenían en Manhattan, y si pasaba algo ya entonces no sería responsabilidad de ellos. Yo me asusté, pero fui precavido, y busqué a amigos míos de Artes Marciales, más específicamente al campeón mundial de Karate de esa época, que era un puertorriqueño llamado Jerry Fontanes, y a la vez miembro de la Asociación de Comerciantes, y le pedí cinco cintas negras y una mujer para colocarlos entre el grupo de invitados. Les dije: su trabajo va a ser velar porque nada le pase. Y si pasara algo ellos serían quienes protejan a Fidel. Actúe así porque yo no conocía a la seguridad cubana, y no confiaba en el servicio secreto americano. Y estuve tan concentrado en la logística y en la seguridad que nunca pensé en que iba a conocerlo”.

Hay en toda esta remembranza un capítulo digno de elogio, y que habla de la sagacidad de este boricua que creció sabiendo que Cuba y Puerto Rico son del pájaro las dos alas al que es preciso defender.

De esta forma lo manifestó: “Las tensiones eran muchas en torno a su seguridad, tanta que unas horas previas, Bruno Rodríguez (Hoy ministro de Relaciones Exteriores de Cuba) vino a decirme que Fidel no iba a poder venir porque entre los asistentes estaría una agitadora: Ninoska Pérez (connotada contrarrevolucionaria de Radio Martí). Ella había entrado como parte de la prensa, con credencial y todo. Yo voy a ver al servicio secreto americano, pero este me dijo que eso era asunto mío que era mi evento. Les advierto que se sabía que ella había causado problemas en otros lados y que lo más probable es que hiciera lo mismo frente a Fidel, pero nada, dijeron que no iban a actuar”.

“Y bueno voy a verla, me disculpo y le digo que la misión cubana no la quería allí por lo que debía abandonar la sala que sería una cena privada, y ella en voz alta se defiende y me insulta, y no quiere entender. Entonces me viro para mis agentes propios de seguridad, a la mujer karateca cinta negra, y no sé qué hizo, pero la sacaron junto a su camarógrafo”.

El gran momento

Foto: Bohemia.

El estrés sufrido debe haber sido inmenso: “Estábamos pendiente de todo, de la gente que hablaba, si dejaban abandonado algún paquete. Yo estaba en todos lados “con patines puestos”, chequeándolo todo.  Bruno regresa a la sala para comunicarme que en pocos minutos Fidel llegaría y que ellos querían que yo fuera quien lo recibiera. Le doy las gracias y le expreso que no, que mejor lo hiciera el político, el congresista Serrano. Pero Bruno me expresó que al ser yo el organizador del evento debía darle a Fidel la bienvenida.

Es importante, y necesario, aclarar que a pesar de todas las tensiones bilaterales Fidel estaba dentro del esquema de protección del Team One, un equipo de seguridad muy especializado que tiene desde helicópteros hasta satélites, mucho despliegue de hombres y armas. “Y aquello fue como en las películas. Solo otros tres de los dignatarios mundiales a la cita de la ONU recibieron igual tratamiento: el estadounidense William Clinton, el palestino Yasser Arafat, y el egipcio Hosni Mubarak, al que habían tratado de asesinar en Tunicia.

Cuando abro las puertas para recibir a Fidel oigo helicópteros y un despliegue tremendo de policías, yo estaba muy sorprendido viendo eso, un tipo de seguridad que jamás en mi vida había visto, y mucho menos para un latino. En la zona del arribo solo estábamos Bruno, Mickey Meléndez y yo. Llega la limosina, pero Fidel no sale, primero lo hace la seguridad para verificar que todo está en orden. Luego sale el chofer y le abre la puerta. Yo miraba la escena y me decía a mí mismo que era increíble”.

Esquemas rotos

Julio logra sustraerse de todo ese paisaje espectacular e inusual para concentrarse en su invitado, el cual “le mueve el piso” desde el primer momento.: “Veo a Fidel, pero no con su uniforme verde olivo de militar sino con un traje, y nunca lo había visto así. Yo como soy tan inquieto que pienso constantemente, mientras Fidel sale, me preguntaba cómo debía dirigirme a ese señor que veía como a 30 pies de mí, que se acerca, y yo con un poquito de miedo sigo pensando cómo decirle, si Comandante, Señor Presidente, Señor Castro, Fidel. No quería faltarle el respeto, y en esos pensamientos Bruno se le acerca y le dice: Comandante este es Julio Pabón que fue quien organizó el evento.

Y Fidel me “voló los sesos” en dos formas: Me da la mano con las dos manos, y yo había aprendido de mi padre que si uno quiere conocer a una persona debe estrechar ambas manos y mirarles a los ojos porque estos son las ventanas del alma. Ese consejo me ayudó mucho en mi vida en el Bronx que no tengo record de ningún tiro ni ninguna puñalá, porque logro aquilatar a las personas cuando les estrecho las dos manos. Pero a mí nadie me daba la mano de esa forma”.

Y prosigue en su permanente asombro: “Lo otro extraordinario que hizo Fidel fue acercárseme al oído y preguntarme si ese evento no me perjudicaría después. Eso me partió el alma porque yo había hecho tanto trabajo para los políticos, ayudando a tanta gente, y nunca nadie se acercó para preocuparse por mí. Y este señor que supuestamente es lo peor que hay en el mundo, que supuestamente se come a los niños, lo primero que me pregunta es si me iba a perjudicar. Me puse tan nervioso que olvidé como dirigirme a él, solo le dije: No, yo estoy bien porque esta es la Sierra Maestra boricua”.

Hermanos de luchas

Foto: Bohemia.

“Él se echó para atrás y pregunta ¿La Sierra Maestra boricua, ¿qué es eso? Le comenté que en Nueva York hay más de cien mil puertorriqueños, somos hijos de campesinos que vinieron aquí por falta de trabajo en su tierra, muchos han muerto por las guerras, la violencia, el hambre, las drogas, pero yo como muchos de los que están en el salón somos los atrevidos, los que hemos sobrevivido y aquí yo estoy bien protegido. Por eso es la Sierra Maestra boricua.

Se asombró del número de puertorriqueños en la ciudad. Me puso la mano por encima del hombro y me dice Julio quiénes son estas personas, andamos ya por el pasillo y voy contestando las preguntas de Fidel sin dejar de pensar en su seguridad. Le digo que los que están no son políticos, sino personas comunes, que muchos de ellos no están de acuerdo con usted, con la Revolución cubana, porque no la entienden, pero todos coinciden en una cosa: que la actitud de Giuliani fue una falta de respeto.

Llegamos al salón, se abren las puertas. Cuando entramos para mi sorpresa todo el mundo estaba de pie aplaudiendo, incluidos aquellos amigos míos que me siguieron a ese acto solo para apoyarme. Y yo me digo, pero qué cosa, estos son los que me estaban diciendo a mí, y Fidel les está estrechando la mano a quienes encuentra a su paso, adentrándose en el salón y quedando prácticamente rodeado por los ocupantes de las mesas. La seguridad cubana le alerta sobre la cantidad de personas e intenta apartarlo hacia la tarima y Fidel le señala: Tranquilo, Julio me dijo que estamos en la Sierra Maestra. Siguió caminando hacia la última mesa donde estaba Chucho Valdés, invitado por una institución médica a dar un concierto en Estados Unidos. Y con él se puso a conversar un rato. Para mí fue algo inolvidable”.

Un desacuerdo insignificante

En el discurso de Fidel, este asegura que “realmente, me han impresionado las palabras de Julio Pabón y José Serrano.  Me ha gustado muchísimo la forma sencilla, directa, clara, franca con que hablan; además, saben lo que dicen, y dicen mucho, y lo dicen con todo el cuidado necesario. Mientras ellos hablaban de las cosas que nos unían y nos acercaban a la gran familia latinoamericana o hispanoamericana, recordaba, entre otras cosas, el idioma que nos une, que es capaz de expresar tantos sentimientos como los que se han expresado aquí, y que es capaz de despertar tantas emociones como las que los compañeros de la delegación y yo hemos sentido esta noche”.

Y entonces toca un punto bien singular que distendió todavía más el ambiente para mejor: “me parece que, antes de continuar, debo aclarar este serio problema de las Grandes Ligas, porque ya veo que ustedes están con los del Cleveland, y a mí, que he sido entrevistado con bastante frecuencia por la televisión, los periodistas casi todos me hablaron del tema.

Hay algo extraño, y es que de lo que más saben de mí los norteamericanos es que me gusta la pelota.  Claro, me gustan otros muchos deportes, pero cada norteamericano que nos visita me trae una pelota, o un guante, o un bate, o un libro con la biografía de una gran estrella, o con la biografía de muchos con los índices, los campeonatos, todo; pero a mí me identifican –y eso es bueno–como un deportista y como un pelotero.

(…) Si llego a saber que ustedes los del Bronx estaban con el Cleveland entonces yo digo: “Miren, no me metan en ese problema”.  Me acordé que era amigo de Ted Turner, y dije: “Bueno, como soy amigo de Ted Turner, tengo que estar a favor de los Bravos de Atlanta. Hoy me lo volvieron a preguntar, y dije: “me vas a pelear con la mitad de este país, ya no por razones políticas sino por razones deportivas. Bueno, ya escogí, pero no estoy afiliado enteramente, tengo que tener en cuenta lo que alguien me dijo: “Oiga, es que hubo un jugador del Cleveland que metió dos jonrones y que, además, sacó en primera a no sé quién”, era un héroe y creo que el hombre era puertorriqueño.  Así que aclarado esto, espero que ustedes tengan comprensión y perdón para mí”.

Cuenta el cronista que las 300 personas se pusieron de pie, riendo y ovacionando a Fidel, quien a esa altura del encuentro ya los había cautivado por su sencillez y sinceridad.

Certezas

Tuvo muchos sobresaltos a raíz de la valiente iniciativa, suya y de otros compatriotas, pero Julio Pabón dejó un legado invaluable, y esa certeza le conmueve a diario el espíritu: “Fidel se sintió tan cómodo. Yo le he visto en sus discursos, pero en los videos de la cena del Bronx ese es otro Fidel, súper relajado, haciendo chistes.

Incluso cuando se lo presento a mi esposa, y a mi secretaria, él dice Julio cuántas muchas flores bellas hay en el Bronx y mi esposa me da un codazo y comenta “Mira Fidel está diciendo piropos”. Yo imagino que, al estar en Nueva York bajo la presión de sus reuniones, que incluyó una con la gente de la Bolsa, y al llegar al sur del Bronx se relajó al estar con el pueblo, como si fuera su pueblo.

Yo creo que le di la oportunidad a Fidel de sentirse bien cómodo y para mí que hicimos historia en el Bronx, donde muchos políticos no se atreven a entrar y donde muchos presidentes no se atreven a ir, y de repente que el presidente de la República de Cuba vaya al sur del Bronx. La cena del alcalde Giuliani, a la que Fidel no pudo ir se ha olvidado, sin embargo, esta, la mía, se ha quedado para siempre”.

A Cuba hay que cuidarla

Aunque Julio Pabón ya no es un activista político, sigue siendo una persona comprometida con la causa cubana. Él considera que “en Estados Unidos en estos momentos hay mucho apoyo para que se levante el bloqueo. Todo el mundo sabe que ese bloqueo no funciona. Hay encuestas en Estados Unidos donde la mayoría de la gente está en desacuerdo con la medida, porque es una política en bancarrota, pero hay un sector de cubanos exilados que son una fuerza bastante fuerte en lo económico, y eso unido a un sector de la CIA bien derechista que mantiene la mentalidad de destruir a Cuba.

Una Isla a 90 millas del país más poderoso del planeta, que nunca ha podido llevar los cambios que ha practicado en todas partes del mundo. Esos sectores de derecha son los que sostienen a la Fundación Cubano Americana, con Lincoln Díaz Balart, Marco Rubio que convencen al Presidente, porque tenemos ahora a un presidente que está loco, que no debía estar al frente del país y la única razón por la que gana es por las divisiones internas de la política americana y del Partido demócrata.

A Cuba hay que protegerla porque representa todavía un país que se le ha enfrentado a Estados Unidos diciéndole que no, pero ellos no se han olvidado de ese desafío, por eso es que quieren destruirla. Y los que están en la Casa Blanca hoy son directos. Trump lo dijo públicamente; vamos a tumbar a Venezuela, a Cuba y después a Nicaragua.

Hay que proteger a Cuba más que nunca y el pueblo cubano tiene que seguir atento”.

Julio Pabón, puertorriqueño amigo de Cuba, nos habla de Fidel

(Tomado de Bohemia)

Se han publicado 5 comentarios



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  • Alejandro Fernández Costa dijo:

    Ese encuentro fue televisado en nuestro país,incluso un documental de Estela Bravo lo refleja.¡Inolvidable!

  • Francisco Rivero dijo:

    Gracias Sr. Julio Pavón, por vuestro testimonio que bien alegra el corazon del que lea la epopeya que tanto usted, y de los puertoriqueños de buena voluntad que lo acopañaron en el recibimiento al querido comandante Fidel Castro Ruz.

    En la recien concluida Feria del Libro de la Habana, en su sede del Pabellon Cuba, vi el libro y al leer algunos pasajes, de apreciar el pliego de fotografias, me emocione mucho y llore...al constatar que este libro recoge la sincerida profunda de la franca amistad para con Cuba y Fidel

    Sr. Pabón su padre bien sabia de como reconocer al amigo, cuando se le extrecha la mano y se le mira firme a los ojos. Mas aun cuando este encuentro acontecio en la Sierra Maestra boricua..

    Por ultimo es menester de agradecer a la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, por la coedición junto a la editorial Ciencias Sociales por la publicacion de " Nocaut ".

    Un saludo fraterno

  • Andrey dijo:

    Un encuentro inolvidable de Fidel con los puertorriqueños.... De la cena del alcalde de New York no queda ni el recuerdo, pero de la visita de Fidel, muy emotiva lo recordará el pueblo siempre.

  • michael dijo:

    emocionante artículo, solo espero que el libro sea publicado en todo nuestro país para poder obtenerlo.

  • mario dijo:

    fidel es fidel, eso fue inolvidable, tuve la suerte de estar en esos momentos tan lidos, viva fidel

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