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Bush en Irak: una novela impresentable

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No puedo precisar a ciencia cierta si las palabras del canciller alemán Gerhard Schroeder ante una televisora de su país el sábado 15 de mayo fueron dichas como franco deseo o mera especulación. Pero a quienes siguieron la transmisión nocturna del canal N-TV (una variante germana de la CNN) les llamó la atención el entusiasmo con que el jefe de Gobierno se refirió a la posibilidad de escribir una novela sobre lo que sucedió en la Casa Blanca durante los días en que se decidió invadir a Irak.
Eso sí, puso una condición: escribirla "no antes de unos cuantos años". Y otra: armarla a cuatro manos con el escritor sueco Henning Mankell.  Lo primero, obviamente, lo hizo para tomar distancia de su intempestiva declaración. No hay que olvidar que, después de todo, Alemania y Estados Unidos son aliados, aunque en el tema de Irak hayan habido agrias desavenencias. Durante las semanas previas a la agresión, Alemania se opuso a refrendarla en el marco de Naciones Unidas y, al consumarse la brutal aventura imperial, no formó parte de la coalición de los socios yanquis en el país árabe. Schroeder, al fin y al cabo, respondía al sentimiento mayoritario de su pueblo. Después de Afganistán y en medio de la campaña para las elecciones de septiembre del 2002, lo menos que podían hacer los socialdemócratas y los verdes era cumplir con lo que todos reclamaban: no ver nunca más a un soldado alemán envuelto en una guerra.
Pero Schroeder sabe mucho de los entretelones del poder de su socio noratlántico y ha jugado peligrosamente con el filo de la navaja en el toma y daca entre una amistad declarada y una ausencia de compromiso con los afanes bélicos de Washington. Ha hablado muchas veces con Bush, Rumsfeld,  Powell, y debe conocer sus psicologías, manías y desafueros, tanto como los hilos corporativos que se mueven detrás de la estructura norteamericana del poder. A las bases yanquis en su país llegan, con mayor frecuencia cada vez, los soldados heridos en los combates que plantan a los ocupantes una resistencia contumaz e irreductible.
Indudablemente, Schroeder tiene material para una novela sobre las tribulaciones de Bush y compañía. Y si por una parte se pone a buen recaudo de un compromiso puntual -dentro de unos años los actores de la infamante trama habrán cedido su puesto a otros en Washington-, no deja de ser interesante la elección del posible colaborador, presente también en el programa de televisión y quien se sintió halagado por la deferencia del Canciller.
Henning Mankell ha sido una de las voces que no ha dejado de utilizar tribuna alguna para condenar primero los ímpetus belicosos de la Casa Blanca y después el carácter ilegal y criminal de la ocupación. Nacido en Estocolmo en 1948, establecido por voluntad propia en Mozambique, donde dirige un grupo teatral, Mankell ha renovado la novela policial europea en las últimas dos décadas. Al igual que el recientemente desaparecido español Manuel Vázquez Montalbán, creador del inefable detective Pepe Carvalho, Mankell ha dado vida a un personaje singular, el investigador Kurt Wallander, protagonista de novelas traducidas a más de 30 lenguas como Pisando los talones, La leona blanca y La falsa pista.
"Utilizo el acto criminal -explicó Mankell- como un espejo para examinar la sociedad. La azarosa vida de Wallander es una excusa para criticar la moralidad de políticos y policías, la xenofobia o la violencia contra las mujeres. Escriba lo que escriba, quiero dejar patente mi opinión sobre lo que ocurre en nuestro mundo, porque hay muchas cosas que me horrorizan".
Entre esos horrores citó la descomposición de la sociedad sueca y también de la europea, la violencia, la corrupción, la injusticia y el belicismo de George Bush: "Mi protesta por la guerra de Irak es tan fuerte desde Europa como desde África; Estados Unidos está haciendo estragos en el mundo".
Al escuchar la propuesta de Schroeder, el novelista comentó: "Reconstituir las discusiones que condujeron a la guerra desembocará forzosamente en un thriller".
Solo que a estas alturas, con las más recientes revelaciones, la novela de Schroeder y Mankell pudiera ser impresentable por su contenido. Poner en blanco y negro el rosario de crímenes, abusos y torturas que engrosan el expediente de los ocupantes de la coalición angloamericana, debe ser una de las más penosas y repugnantes tareas que cualquier escritor medianamente sensible pueda emprender. 

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Pedro de la Hoz

Pedro de la Hoz

Periodista cubano, jefe de la página cultural del diario Granma.