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La insurgencia tiene cara de chiíta

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  Robert Fisk  

Para el horror de las fuerzas ocupantes en Irak, la más sangrienta acción insurgente en el país sucedió ayer dentro de la mayoritaria comunidad musulmana chiíta, cuando soldados españoles y otros occidentales se enfrentaron con hombres armados en la sagrada ciudad de Najaf (centro-sur), con la pérdida de al menos 20 vidas, la mayoría iraquíes, un soldado salvadoreño y un norteamericano, según el último balance. Además, siete soldados estadounidenses murieron y 12 resultaron heridos (hubo otros 12 heridos iraquíes) en un enfrentamiento a tiros con la milicia radical chiíta armada "Ejército del Mehdi", en Sader City, un suburbio al este de Bagdad, informaron fuentes militares de Estados Unidos.
La milicia, liderada por el predicador radical Muqtada al Sadr, intentó tomar el control de puestos policiales y otros edificios públicos. El ejército estadounidense evitó la toma y repuso el orden, señaló el comunicado del comando norteamericano. Había sido en reacción a lo sucedido en Najaf. Los disparos comenzaron luego de que se congregaran manifestantes frente a la base española a las afueras de la ciudad rechazando el arresto de un colaborador de Sadr, cuya milicia nunca antes había usado las armas. Que la última masacre haya ocurrido en Najaf -uno de los lugares más sagrados en el Islam- fue un símbolo peligroso. Incluso cuando las balas les pasaban por el costado, los manifestantes portaron las imágenes de los imanes Ali y Hussein cuyos martirios épicos han sido duelo en cada hogar chiíta. Que las tropas españolas hayan sido involucradas en el combate fue una ironía final a sólo semanas de ser retiradas por el nuevo gobierno socialista.
Más de 200 fueron heridos durante la batalla armada que duró tres horas. En el principal hospital de Najaf, varios de los muertos vestían uniformes negros del Ejército de Sadr, pero dos policía iraquíes y un soldado salvadoreño estaban entre los muertos. Los enfrentados se acusaron mutuamente de haber comenzado con los disparos. El mismo Sadr llamó a poner fin a los choques; su vocero, Abdulahadi al Daraji, dijo que "las fuerzas arrogantes agradecen por las protestas pacíficas y luego atacan a los manifestantes". Las protestas tienen su raíz en la decisión del procónsul norteamericano, Paul Bremer, de cerrar la semana pasada en Bagdad el diario semanal de Muqtada Sadr, al Hawza, por "incitar la violencia contra la fuerza ocupante". Ahora parece que su decisión ha incitado la violencia en mayor escala de la que Bremer nunca se hubiera imaginado.
Pero él atinó a decir que "esta mañana (por ayer) un grupo de personas en Najaf cruzó la línea y se desplazó a la agresión". Advirtió que "esto no será tolerado". El problema reside en que Bremer ya ha dicho esto antes -pero sobre los insurgentes sunnitas- y sus amenazas casi siempre hacen aumentar el odio de sus antagonistas y no acaban con la violencia. Muqtada Sadr, por supuesto, tiene sus propias razones para justificar la agresión y hallar una satisfacción política. A la sombra de su mucho más juicioso clérigo superior, el ayatola Ali Sistani, Sadr ha intentado presentarse como el líder espiritual de la comunidad chiíta. Las fuerzas ocupantes sospechaban que Sadr estaba buscando una confrontación para ganar apoyo a su minoritario movimiento, aunque es un misterio por qué arrestaron a Mustafá al Yakubi, el colaborador de Sadr. Bremer, como se aprecia, ha contribuido en provocar ese enfrentamiento. Un periódico que era ignorado por millones de iraquíes, pero que criticaba sarcásticamente a Bremer, parece que enojó al procónsul americano, podría en adelante ser conocido como el diario que comenzó la insurrección chiíta.
Sadr estaría apostando a que otras milicias chiítas se unan a la suya. Si eso sucede, y la insurgencia se expande a otras ciudades chiítas, entonces toda la ocupación de Irak se volverá insostenible. Los norteamericanos si pueden escasamente contener la revuelta de los musulmanes sunnitas en el norte, no pueden pelear contra la comunidad querepresenta el 60 por ciento de los iraquíes, incluso si las tropas británicas (que controlan la ciudad chiíta Basora) se involucraran.
La base española en Najaf está ubicada en el campus de la universidad de Kufa, una amplia extensión de tierra al lado del río Eufrates y defendida por las tropas de El Salvador. La fuerza española -está compuesta en total de 1300 hombres y mujeres, pero solamente unos pocos centenares están estacionados en Najaf- está por emprender la retirada el 30 de junio, pero no se consideran parte de la fuerza de ocupación. Varios de los soldados en Najaf están involucrados en proyectos de agricultura e irrigación. Cuando las bombas mataron a casi 200 personas en Madrid el mes pasado, los religiosos chiítas visitaron a las tropas españolas y les transmitieron sus condolencias. Ahora es improbable que suceda ese gesto de nuevo.
Entre las víctimas en Najaf no hay ningún soldado español, indicó ayer el ministerio español en un comunicado que dio cuenta de una agresión armada sobre la base "Al Andalus", con fuego de fusil por parte de un "grupo de incontrolados, al parecer partidarios del clérigo Mustafá al Yakubi", representante en Najaf de Al Sader. Yakubi fue detenido el sábado por fuerzas de la coalición en una operación en la que "no participó personal de la Plus Ultra", agregó el comunicado.
La mayoría de las protestas chiítas ocurrieron en el centro de Bagdad, donde la policía iraquí pagada por Estados Unidos hizo disparos al aire. La multitud cargó un ataúd envuelto por una bandera iraquí, que dijo contenía el cuerpo de un manifestante muerto en la capital el sábado. En la provincia de Anbar, otros dos soldados norteamericanos fueron muertos cerca de la ciudad sunnita de Faluja, donde cuatro mercenarios estadounidenses fueron asesinados la semana pasada. En total, ya son 600 los soldados norteamericanos que murieron en el año de guerra.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Robert Fisk

Robert Fisk

Periodista inglés. Corresponsal para el Oriente Medio del diario británico "The Independent".