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Repensar la pedagogía

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Foto: Oscar Alfonso/ ACN.

Cuando volvemos la mirada hacia la infancia, el recuerdo personal, preñado de nostalgia, nos devuelve la imagen de un paraíso perdido. Olvidamos asperezas, borramos las huellas de los conflictos que atraviesan el aprendizaje de la vida en las relaciones con los coetáneos y las rivalidades latentes, en los vínculos familiares con las demandas insatisfechas de afecto y consuelo, en el trato con el maestro que no entiende a veces las razones de las pequeñas indisciplinas.

Como cada una de las etapas de la existencia, la infancia constituye un universo con perfiles psicológicos específicos. La cultura occidental comprendió tardíamente las particularidades del ser humano en desarrollo. Durante siglos, el niño, sujeto a un rígido autoritarismo, fue considerado como un adulto en miniatura. Marginados por las clases pudientes, y por necesidades de la subsistencia, los humildes tuvieron que afrontar desde temprano, tal y como sucede lamentablemente en muchos lugares del mundo, los más duros trabajos.

El siglo XIX conoció una expansión sin precedentes en la historia, la psicología, la sociología, la antropología y la pedagogía. El desarrollo de esta última debe mucho al pensamiento herético de Juan Jacobo Rousseau.

Se sentaron entonces las bases conceptuales de la nueva escuela en ruptura con el memorismo y el dogmatismo, muy pronto asimiladas por los cubanos, de manera trascendental en la labor formativa emprendida por José de la Luz y Caballero. Desde el maridaje orgánico entre información y formación, en pleno coloniaje, los criollos hicieron de la escuela un espacio idóneo para el crecimiento de valores éticos y la siembra del espíritu de la nación.

La historia transcurre por etapas de ritmo aparentemente reposado, seguidas de otras dominadas por cambios signados por una vertiginosa aceleración. Inmersos en la búsqueda de soluciones para afrontar los problemas concretos que afectan la adecuada cobertura docente, no podemos permanecer ajenos a las realidades que configuran una contemporaneidad de la que formamos parte.

Avanzamos hacia el acceso progresivo a Internet, fuente abierta a una información inabarcable, actualizada en el acontecer del instante en que estamos respirando. En extremo útil para investigadores y especialistas aliviados de las cargas de las penosas búsquedas de antaño que devoraban un tiempo precioso, tiene su contraparte negativa en el empleo de fórmulas diseñadas para la manipulación de las conciencias.

La comida chatarra induce a la obesidad, uno de los males de nuestros días. La información chatarra promueve adicciones, fabrica íconos de breve duración, alimenta vanidades que, en virtud de las aspiraciones a un reconocimiento público insustancial, rompen los muros otrora bien resguardados de nuestra intimidad.

Con la más cándida ingenuidad, entregamos claves esenciales de nuestra personalidad al Gran Hermano que las procesa con fines comerciales y con propósitos políticos, consciente del papel decisivo de la subjetividad, vale decir, de la conciencia, en la conducta de los individuos y de las colectividades humanas.

El problema despierta preocupaciones no solo entre aquellos dinosaurios supervivientes de otras épocas. Se manifiesta ya en sectores académicos del Primer Mundo, sumidos desde hace varios decenios en el contexto de esta realidad virtual. Por eso, el debate en torno a la formación de las nuevas generaciones ha pasado a ocupar un primer plano, articulado al proyecto de sociedad que nos proponemos construir.

Desde la perspectiva neoliberal, se trata de entrenar a los educandos para ofrecer fuerza de trabajo según las demandas de las empresas en el aquí y el ahora. En un mercado laboral restringido, se favorece la adquisición de habilidades en detrimento de la formación integral, a la vez que se estimula el espíritu competitivo.

En otra dirección, considerando las exigencias del batallar histórico en favor de un proyecto emancipador en lo individual y en lo colectivo, se promueve el replanteo del pensamiento pedagógico a tenor de las realidades que configuran el presente y habrán de repercutir, como siempre ocurre en la educación, en el futuro.

No podemos olvidar nunca que el niño que inicia ahora su primer grado en la enseñanza elemental comenzará su práctica profesional dentro de varios lustros. En ese mañana todavía nebuloso, tenemos que pensar en medio de las incertidumbres y los apremios del día de hoy que transcurre de manera inexorable.

Fidel propuso que Cuba fuera un país de hombres de ciencia y de pensamiento. Parecía utópico cuando se libraba el combate contra las secuelas del analfabetismo y escaseaban los bachilleres. Trascendiendo una visión utilitarista, el impulso a empresas de mayor alcance rindió frutos en instituciones de reconocido nivel y se tradujo en resultados económicos tangibles.

La necesaria informatización de la sociedad exige repensar los enfoques pedagógicos con visión transdisciplinaria, sustentada en la filosofía, la sicología y la sociología, sin desdeñar las ciencias de la comunicación.

Ante la avalancha de datos, el énfasis ha de colocarse en la formación de la personalidad y en la adquisición de herramientas para viabilizar el acceso a un amplio espectro informativo disponible en el ciberespacio con el espíritu crítico entrenado para descartar la paja y encontrar lo esencial en el grano.

Hay que despertar el alma dormida en favor del estímulo a la creatividad y la imaginación, indispensables para entender el mundo en que vivimos y construir, de la ciencia y la tecnología, una producción rentable por su alto valor agregado, afincando así nuestra independencia y nuestra soberanía.

(Tomado de Juventud Rebelde)

Se han publicado 5 comentarios



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  • Ismael dijo:

    Brillante !!! como todo lo que irradia esta privilegiada pluma, en este enfoque se develan las claves de un verdadero perfeccionamiento, el asunto a debatir es si tenemos las condiciones para ello o còmo empezar a crearlas.
    Si el propio maestro vìctima tambièn de la avalancha hegemonica no està dotado para filtrar el paquete, engullarà su estiercol con pleno goce.
    No tengo la fòrmula para que los casi 200 mil maestros en ejercicio se forjen bajo estos principios, lo que si puede hacerse es luchar, alertar, argumentar y demostrar, las escuelas de maestros deben regirse por estos fundamentos, hace buen rato que los estudiantes conectados permanentemente a las TICs adquieren màs conocimientos con estas herramientas que con las tradicionales, existe por tanto un divorcio tambièn "orgànico" entre lo cultural y lo tecnològico, mientras los muchachos se adentran en redes de relaciones y habilitan a la perfecciòn el indice para Cliptar e intercambiar productos audivisuales, los decisores le recriminan que no leen nada de la Literatura Universal, ignorando que consumen series, filmes, documentales, videos, etc, con factura funcional y aprehensiva en proporciones varias veces màs agil que un experto lector.
    No tenemos otra alternativa que timonear en estas aguas, sin cambiar la brujula.

  • Kikyo dijo:

    Quisiera hacer un llamado de atención sobre un grave problema que hoy enfrentan nuestros niños en edad escolar y que sin lugar les afecta su salud hoy y en un futuro le traerá malestares físicos, hablo del peso de las mochilas. Hace poco fui testigo de cómo una niña de primaria que conozco se iba de lado al bajarse del ómnibus, casi se cae, le tomé el peso a su mochila y no miento al decirles que pesaba no menos de 10 libras y no estoy contando el merendero. Jocosamente le dije que eso era maltrato infantil y que ella iba a tener que acusar a su madre por hacerla cargar tanto peso a lo que ella me respondió que en todo caso tendría que acusar a su escuela, ya que era allí donde los obligaban a ir con todos los libros. Eso generó un debate donde salió a relucir que no es un problema aislado, en la secundaria donde estudia su hermana y en los centros donde estudian los hijos, sobrinos y nietos de mis compañeras también deben llevar sus libros casi en su totalidad porque existen horarios de clases, pero son muchas materias y al final siguen siendo demasiados libros. Yo no entiendo que un niño que no llega ni a 1,30m de altura tenga que llevar, a veces largas distancias, una mochila que a mí misma me cuesta trabajo cargar unos metros. Cuando dije que era maltrato infantil, lo dije jugando, pero no está muy lejos de ser un abuso que puede dejar secuelas en nuestros niños. Disculpe Graziella, si me salí algo del tema, pero hace tiempo estaba buscando donde dejar caer el tema y creo que la discusión de este artículo es un buen marco para expresar mi preocupación ya que los docentes deberían de estar interesados en el bienestar de sus alumnos y en que para estos el camino hacia la escuela no sea una tortura diaria.

  • HECTOR Y EL HERMANO dijo:

    Magnifico doctora, la educación como bien usted expresa, necesita reinventarse en nuestro país, ajustarse más a la actual modernidad. Tenemos una ventaja, el socialismo, un sistema social que potencia precisamente esa dirección que deben tomar las mejoras en el sistema educacional, y que usted brillantemente comenta, el culto a los números, las cifras, se ha enraizado en las escuelas y las universidades, como herencia de la escuela capitalista, y con ello la lógica utilitarista en función de un beneficio material. La escuela debe ser primero, sinónimo de cultura más que de especialidad en esta era globalizada de la información, cultivar las emociones construye el terreno fértil que nuestra sociedad necesita para su proyecto social.
    La escuela cubana debe salir de sus muros, interactuar más con su entorno, mientras que por otro lado el profesor debe tener más libertad al cerrar la puerta de su aula para innovar con las emociones de sus alumnos, esa es la única vía posible para que un profesor deje verdaderamente una huella imborrable de por vida en esos estudiantes. La escuela cubana debe acabar de aprender, que en esta modernidad es más importante la actitud que la inteligencia, la actitud aporta más a la formación del niño, del joven, y al desarrollo de la sociedad que la inteligencia como tal, entonces no debemos seguir perdiendo tiempo, concentrarnos como prioridad con urgencia en desarrollar más la actitud de cada niño, esa debe ser nuestra escuela en socialismo. En el capitalismo esa no es y nunca será su prioridad, a ellos no le conviene formar ese tipo de hombre, ellos buscan otro producto, el del socialismo es superior, pero tenemos que aprender a desarrollarlo.
    Por ejemplo, enseñar en la escuela, en todos los niveles, la manera de cómo debe expresarse una persona, la retórica es algo más que usar las palabras para influir en las personas, debemos por esa vía enseñar a discutir sin alterarnos, dándole peso a los argumentos, nuestro sistema social sin una efectiva comunicación horizontal no puede sobrevivir, es un sistema social participativo, el socialismo es comunicación entre todos dueños, que constituyen todo el pueblo, como enseñar entonces a comunicarnos eficientemente entre dueños, máxime en una época de tecnologías y noticias falsas, donde podemos ser invadidos por el pensamiento grupal, ahí la retórica ofrece una salida, un motivo más que suficiente, aunque solo sea para inmunizarnos contra su manipulación. Pero la realidad de esta era tecnológica más bien, nos muestra lo necesario de este camino de regreso a las conversaciones para resolver problemas, para avanzar. El socialismo es comunicación, eso hay que enseñarlo.
    El concepto más claro de lo que debiera ser el sistema educacional cubano enfocado en las emociones, en especial en la actitud que asumen los niños, esta expresado en el poema de Raúl Ferrer “Romance de la niña mala”, la actitud es la clave, es lo importante, el resto es consecuencia de ello, ese poema ilustra el concepto que debe guiar al sistema educacional en el socialismo en estos tiempos globalizados.

  • Edelmira Cordovez Hernandez dijo:

    La niñes y la Juventud de hoy esta en peligro debido a la falta de Maestro y a la educación de los padres ya que son muy difícil de dominar a ellos y a sus padres porque la educación de los niños empieza desde que esta en el vientre de la madre porque según son los padres asy son los hijos y yo me detengo a pensar como sera el futuro de estos,llegara el día que no abra maestro por tantos problemas con los padres. yo Recuerdo mi niñes y había Respeto ya no existe el mismo El Maestro no se Respeta ni se le da la atención que debe tener porque es quien forja el niño en su etapa mas difícil y de hay cada Rama hasta ser un trabajador.Yo pienso que hay que tomar Medida

  • Silvana dijo:

    Excelente, como la autora nos tiene acostumbrados....a veces uno se pregunta cómo habiendo tantas mentes brillantes...a veces esas no están para dar ideas y ejecutarlas en los lugares precisos....estoy muy de acuerdo con lo que plantea Pogolotti, pero creo que una de las partes más débiles del asunto, y que si no se ataca no habrá cambios como los necesarios que plantea la autora....es en la formación de los maestros y profesores.... es a ellos que debemos formar con mente abierta, crítica, creativa, científica, humanista, etc, etc...... porque lamentablemente la gran mayoría no la tiene y de ese modo les es imposible sentir la necesidad de formar a sus alumnos en ese espíritu.....de esta manera que los niños y jóvenes de hoy tengan esa formación queda librada a los hogares y familias que sí lo hacemos, pero la escuela no lo está haciendo y por lo tanto no se da masivamente como sería preciso que fuera.....
    hay que cambair conciencias desde los docentes, para que creen ese espíritu creativo en sus alumnos y no creen simples seres que repiten lo que se les dice porque así saben que salen con buenas notas, independientemente de su formación como personas en el más amplio sentido de la palabra.... hay mucho por hacer, que sea más temprano que tarde....

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Graziella Pogolotti

Graziella Pogolotti

Crítica de arte, ensayista e intelectual cubana. Premio Nacional de Literatura (2005). Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y presidenta de la Fundación Alejo Carpentier.

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