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Aída y las guerras por las aguas

Por: Hugo Ríus
En este artículo: Agua, Egipto, Etiopía, Guerra, Rio Nilo
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El Nilo, «corazón de la vida» para los egipcios, cuna de una de las civilizaciones de la antigüedad que más ha aportado a la cultura universal.

Aída, con música de  Giuseppe Verdi, figura  entre las óperas que más disfruto. Esplendorosa en su concepción espectacular, el prolífero compositor italiano la  llevó a la escena a partir de un libreto de su compatriota Antonio Ghislanzoni,  de inspiración egiptóloga, en correspondencia con el auge de las exploraciones arqueológicas del siglo XIX.

Justo el 24 de diciembre de 1871 se estrenó en el Teatro de la Ópera en El Cairo y el argumento de ficción consiste en  una guerra de la Antigüedad sin precisar el período histórico, entre los reinos de Etiopía y Egipto, y del amor condenado que culmina  en tragedia entre la princesa cautiva etíope  que da nombre a la obra y el victorioso general Radamés, heredero del trono faraónico.

En los últimos años cada vez que el tiempo me permite deleitarme con las arias de la trama, en selección grabada, automáticamente me viene a la mente una entrevista que como enviado especial de la revista Bohemia, me concedió en 1985 el entonces secretario de Estado egipcio, y con posterioridad secretario general de la ONU, Boutrous Boutrous Ghalil.

Sentados ambos en el despacho del notable diplomático y politólogo, desde donde se divisaba el caudaloso río El Nilo, le escuché referirse con fruición a un vaticinio suyo fundamentado en estudios y difundidos según el cual  futuras guerras serían por el control de las fuentes de agua. Otros analistas se han adherido después a tal prognosis.

Los faraones de la Antigüedad que veneraban al río como a un dios afirmaban que Egipto fue un regalo de El Nilo. O lo que viene a ser lo mismo: sin el perpetuo flujo de esa arteria vital, no hubiera habido la civilización asombrosa que tanto admiramos, ni la nación Estado forjada y mucho menos uno de los territorios más densamente poblados del mundo.

Pero tampoco se puede soslayar la cultura nilótica que se ha forjado puesto  que  en su curso de extenso recorrido, desde su cuna en el lago Victoria el río  atraviesa 10 países – Burundi, Ruanda, Tanzania, República Democrática del Congo, Kenia, Uganda, Etiopia, Sudán del Sur, Sudán y Egipto-, en dirección norte, hasta desaguar en  el extremo sureste del mar Mediterráneo.

Considerado después del Amazonas, el segundo rio más largo del mundo, con 6,853 kilómetros, tiene una especial importancia para Etiopía,  que ha puesto en marcha la también faraónica obra llamada Gran Represa del Renacimiento con la que  controlar en provecho económico propio  el curso de la arteria fluvial  y gestionar a su vez un crecimiento exponencial de su actual población de 105 millones de habitantes que se calcula duplique en los próximos 30 años.

Pero a su vez en Egipto, que décadas atrás construyó la gran represa de Asuán, se advierten señales de inquietud, en círculos empresariales, académicos y hasta oficiales, de acuerdo con fuentes periodísticas radicadas allí. Señalan que una vez en funcionamiento el futuro complejo etíope, se mantendrá el flujo  del Nilo todo el año pero con una diferencia de dos metros. 

El  ministro de Recursos Hídricos e Irrigación de Egipto, Mohamed AbdelAty declaró sentirse responsable  de una nación con unos 100 millones de habitantes, alegando que si el agua que llega hasta Egipto se reduce en un dos por ciento, “nosotros perderíamos unos 200 mil acres de tierra, y un solo acre permite sobrevivir al menos a una familia promedio formada por cinco miembros”. Para subrayar que en la perspectiva de que un millón de personas quedaran sin trabajo, “es un tema de seguridad internacional”.

Para encender luces de alarma, la ONU predice que el país comenzará a sufrir por escasez de agua en 2015.

Sin embargo, Etiopía, en el legítimo afán de impulsar la economía, y enfrentar las periódicas sequías que asolan dramáticaente, experimenta hoy el mismo orgullo nacional  del Egipto poscolonial  en la década de 1960 cuando construyó la represa de Asuán, hasta el punto que se ha propuesto financiar este proyecto con sus propios fondos sin acudir a la ayuda internacional, y en tal sentido funcionarios del gobierno están aportando un mes de salario mientras se estableció una lotería para acopiar recursos y se pusieron bonos en venta.

Según reportes recientes, tras cinco años de trabajo  ya están terminados dos tercios de la obra y ya cruza el río, y se vislumbra impresionante  este futuro reservorio que según describen expertos presenciales será más grande que Londres y que a la velocidad a la cual Etiopia llena dicha represa  se afectará el flujo fluvial hacia Egipto.

No hay nada que pueda hacer Egipto, excepto recurrir a la fuerza militar, lo que sería una acción extrema, prefieren apuntar observadores agoreros. Pero ya los dos Estados protagonistas del contencioso comenzaron a discutir al respecto, si bien todavía en la fase de medir los futuros impactos.

Para ambos miembros de la Unión Africana, una organización continental madura  que nació en Addis Abeba, la capital etíope,  a punto de cumplir 55 años la diplomacia, el diálogo y la colaboración son los únicos medios para resolver el asunto, y así evitar, contra cualquier pronóstico agorero,  la primera guerra en el mundo por causa del agua  y hasta llegar a ser  tal vez un ejemplo de cómo resolver desacuerdos complejos sobre este recurso natural.

Tampoco corren ya los tiempos en que Aída y Radamés estaban irremediablemente condenados a sufrir una tragedia bélica.

Se han publicado 1 comentarios



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  • Agua por todas partes dijo:

    Sr. Hugo.. muy interesante su articulo, pero aun esperamos el articulo relacionado con los problemas de la vivienda en Cuba, muy esperado luego de aquel excelso trabajo sobre los problemas de la vivienda en Miami.

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Hugo Ríus

Hugo Ríus

Periodista de Prensa Latina. Msc profesor titular de la Facultad de Comunicación. Premio Nacional de Periodismo José Martí.

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