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Italia: Tres tazas ¿con o sin caldo?

Por: Elsa Claro
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Se esperaba y sucedió: Silvio Berlusconi vuelve a tener las riendas del ejecutivo italiano. Es su tercera oportunidad. Cierto que la primera (1994-95) resultó fallida (solo 8 meses). Su último mandato (2001-2006) estuvo recargado de incidentes notables. Varios miembros de su gabinete renunciaron en desacuerdo con el manejo del estado (él asumió en cada caso la vacante antes de nombrar a otros) y durante ese lapso hubo un poco de todo. Desde un rechazo del presidente Ciampi a firmar controvertidas leyes, hasta dar motivos para las mayores manifestaciones populares contra una política laboral abusiva (2002).
 
Pese a todo, siempre navegó con buena fortuna. Pudo sortear con ventura una cantidad enorme de pleitos presentados por la justicia debido a distintos delitos que explican cómo llegó a convertirse en uno de los hombres más ricos de Italia. Algunos sumarios fueron sobreseídos y otros prescribieron gracias a maniobras dilatorias de sus abogados. Estos avatares, junto con su placer por dar que decir a los medios difusivos, pueden convertirse en lo más notable de su biografía política.

En el mandato que logró concluir, sin embargo, ocurre lo que se considera un cambio notabilísimo en la vida institucional de este país, pues en el 2005 se aprueba una reforma constitucional de cierto sesgo federalista, que aportó lo que se califica como mayor autonomía a las regiones. El proyecto, en realidad destinado a descentralizar las finanzas, fue promovido por Humberto Bossi, quien considera que mantiene a las provincias del sur.

Bossi es un conservador xenófobo y con aspiraciones separatistas que a finales de los 90 declaró la República de Padania en el área bajo su mandato, que es la parte más continental y desarrollada de la Península. Fue él quien provoca la caída del primer premierato de Berlusconi al retirarle su apoyo.

Por eso, en el segundo intento, Il cavaliere optó por complacerle en el obsesivo empeño de federalizar Italia, método por el cual se inclina al constatar que no podía fragmentarla. Como su formación política (Liga Norte) fue la que mayor cantidad de escaños alcanzó en estas legislativas de abril, el flamante premier tendrá cierta dependencia de este personaje que no hace mucho amenazó con "tomar los fusiles" si no se hacían otras boletas electorales, pues consideraba que los partidos principales no estaban destacados a su gusto en ellas. Tanto ruido para tan escasas nueces, da medida de las intemperancias que caracterizan a Bossi y a las cuales no es ajeno, a su manera, Berlusconi.

A no dudarlo Bossi es tozudo. Apenas conocerse el éxito de la coalición en urnas concitó su viejo empeño "hay que terminar con el centralismo de Roma para conseguir una Italia más igualitaria". Berlusconi tiene el tema entre sus prioridades pese a que los problemas acumulados son muchos, variados y la lógica sugiere que no se le debe dejar espacio a las futilidades o a propósitos de turbio cariz.

Pero no se dude: antes que presiones, se trata de identificación de Berlusconi con este socio y por igual con el otro, Gianfranco Fini, de Alianza Nacional, heredero del Partido Fascista Italiano, un fantasma que sigue rondándole. Este trío enfoca su artillería política contra la inmigración, tema que piensan abordar de forma similar a la de Sarkozy, con expulsiones masivas y férreos controles de ingreso.

Politólogos italianos consideran esa meta un suicidio porque los problemas demográficos existentes piden acciones racionales que permitan renovar la fuerza de trabajo y la reproducción de los fondos de jubilaciones, en un país -y un continente- que envejece aceleradamente.

Yendo a temas coyunturales muy del momento, Berlusconi dijo que salvaría a la empresa área italiana y resolvería el apestoso asunto de la basura en Nápoles. Increíble en un país que ocupa el séptimo sitio en la escala de los más desarrollados, pero hay toneladas de desperdicios frente a bancos, teatros, edificios familiares y toda la ciudad.

El municipio contrató a empresas procesadoras alemanas para que se llevaran esos desechos, pero quedan toneladas y no es asunto resuelto. Los ciudadanos pagan por el servicio y las autoridades locales a su vez hacen lo mismo con los encargados de la recogida, pero nada se mueve. Es tema vinculado al control de la mafia, sus privilegios y a la impunidad de que goza en regiones completas. ¿Berlusconi y su tropa atenderán esto?

En el programa que ha formulado el premier (asumirá a finales de este mes), figura una reforma fiscal que si es como él afirma puede ser positiva pues supondría que "todos paguen". Pero como casi siempre cuando un conservador dice algo de este tipo es para cargar la cuenta sobre los que menos tienen, preferible será tomar cautelas. Ya sabremos si es otro caso a sumar a la lista de olvidos o, en verdad hace algo decente en esa esfera.

Ha dicho que reforzará el cuerpo policial pues los delitos menudean y son bastante violentos. Si dentro de su plan y aparte de actuar contra la criminalidad, se encuentra un aumento de las ofertas de trabajo para los jóvenes, por ejemplo, dado el porcentaje demasiado alto de ellos que no encuentra empleo fijo, puede resultar una medida para aplaudirle.

Entre los analistas se afirma que de algún modo Berlusconi ha copiado en parte el programa de gobierno de Nicolás Sarkozy, ya que pone por delante medidas como la reducción del aparato oficial, es decir de los empleados estatales de las distintas ramas (en Francia amortizarán las plazas de quienes se jubilan y otros serán sacados de su plaza). Es asunto a seguir en su evolución pues ya hay manifestaciones en las calles galas por la reducción de la cantidad de maestros.

Con sus peros, contras y singularidades o calcos, el programa es similar a lo emprendido en casi todos los países europeos donde se aplican recortes a los beneficios sociales y a buena parte de los servicios públicos tradicionales.

Italia no cumple con los requisitos exigidos por la Unión Europea en materia de deuda interna. Tiene un escaso crecimiento desde hace 10 años y se pronostica que no tenga ninguno el próximo año. La inflación crece de forma desmesurada haciendo insuficientes, en alto grado, salarios y pensiones. Encima, muchas industrias no han renovado su base material y eso influye en la baja productividad y escasa competencia, por lo cual disminuyen sus exportaciones.

Se tiene a Italia como la nación donde mayores desigualdades existen en todo el Viejo Continente. No se trata solo de que existan clases altas muy adineradas que perciben grandes ingresos y amplias mayorías con poco. El asunto estriba, aparte de esa realidad, en otras disparidades entre cada zona del país. Mientras en el norte el desempleo es de un 4%, en el centro supera el 6% y en el sur, el 12%. Eso explica las notabilísimas diferencias en los ingresos y otros problemas en el modo y calidad de vida.

Hay augurios feos apuntando hacia las medidas que pondrá en circulación Berlusconi y su élite, ya que al privatizar, digamos, un grupo de servicios y empresas, provoquen despidos masivos, aumentando el desempleo existente y ello conduzca a reacciones de los sindicatos que, según parece no perdieron su capacidad movilizativa.

Quien perdió, y mucho, es la izquierda. Por primera vez desde el término de la II Segunda Guerra Mundial, no tendrán representación parlamentaria. El tema, escabroso y aleccionador, merece trato aparte. Se los debo.

La autora es periodista. Se especializa en temas internacionales.

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Elsa Claro

Elsa Claro

Periodista cubana especializada en temas internacionales.