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Frank Castro, otro terrorista encubierto por la CIA

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De la misma forma que Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, autores intelectuales de la destrucción en pleno vuelo de un avión cubano, el 6 de octubre de 1976, nunca han sido castigados por ese crimen, otro terrorista tan culpable como ellos quedó en libertad, beneficiándose de la cobertura provista por la CIA de George Bush padre y sus sucesores a tales asesinos.
Más aún, reconvertido en narcotraficante y radicado en Santo Domingo, Frank Castro sigue manifestándose como un miembro activo de la mafia terrorista cubanoamericana.
Un análisis minucioso de los documentos de inteligencia norteamericanos desclasificados en el curso de los últimos 37 años evidencian cómo el iniciador de la conjura terrorista denominada CORU, ahora de 62 años de edad y residente desde hace dos décadas en República Dominicana, escapó a la redada que siguió el crimen.
En un informe fechado el 18 de octubre de 1976, dirigido al Secretario de Estado Henry Kissinger por el director del Buró de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado (INR), Harold H. Saunders, dos semanas después de la destrucción del vuelo de Cubana, se subraya que funcionarios venezolanos "creen que [Frank] Castro está profundamente involucrado en el derribo".
El mismo documento precisa que Frank Castro llegó a Venezuela "a fines de septiembre de 1976", es decir, en los mismo días cuando se estaba materializando el complot, orientado por él mismo meses antes.
Otro informe del FBI fechado del 2 de noviembre 1976 confirma no solo su presencia sino su participación activa, en Caracas, en la preparación del atentado, "unos días" antes de los hechos: "Algunos planes relativos al atentado con bomba contra un avión de Cubana se discutieron en un bar del hotel Anauco Hilton, de Caracas, Venezuela. Frank Castro, Gustavo Castillo, Luis Posada Carriles y Morales Navarrete estaban presentes en la reunión".
Ricardo Morales Navarrete, alias "El Mono", había sido comisario general, director de inteligencia y contrainteligencia de la DISIP, la policía secreta venezolana, con Luis Posada. Murió asesinado en Miami. Gustavo Castillo llegaba de Mérida, Yucatán, donde había participado en el intento de secuestro del cónsul cubano que terminó con la muerte del funcionario cubano Artaignan Díaz Díaz. Vive hoy en Hialeah, Miami, y niega su complicidad a pesar de los hechos.
Finalmente, otro encuentro se realiza también "unos días antes del atentado" en la suite de Morales Navarrete, en el mismo hotel Anauco Hilton con la presencia de este último, de Frank Castro y de Luis Posada Carriles.
SALE DE CARACAS A 72 HORAS DEL CRIMEN
Justo 72 horas antes del derribo del avión que había ayudado a planificar, mientras Hernán Ricardo y Freddy Lugo se hacen cargo de las bombas asesinas preparadas por Posada y reciben los pasajes para abordar el vuelo, Frank Castro no pierde el tiempo en conjeturas.
En la última cuartilla de su informe del 8 de octubre de 1976, el "Legat" (el attache legal, nombre dado al corresponsal del FBI) de la Embajada norteamericana en la capital venezolana, escribe que "una fuente" reporta que "partió de Caracas el 3 de octubre 1976, hacia San Juan, Puerto Rico, a bordo del vuelo Panamerican 466". El funcionario precisa que el terrorista usó como documento de viaje "su pasaporte de Estados Unidos número 297917".
El mismo documento desclasificado reporta que "Luis Posada y Orlando Bosch Avila no han salido ya de Venezuela pero están preparados para hacerlo si fuera necesario".
Después de salir de Caracas, Frank Castro a reunirse en Puerto Rico con su amigo Reinol Rodríguez, jefe local de la CORU (vive hoy en Miami), y luego "para mediados de octubre había regresado a Miami". El término "regresado" usado por el autor del informe sugiere que ahí mismo se encontraba Castro antes del crimen.
Simultáneamente, el 14 del mes, ocho días después de la explosión de la aeronave, presionado por las repercusiones del derribo del avión, las autoridades venezolanas arrestan a Bosch y Posada.
Ante los agentes del FBI que lo visitan entonces en Miami, Frank Castro se hace el ingenuo, admite que se reunió con Bosch en Caracas "el 26 ó 27 de septiembre" pero niega "todo conocimiento personal de la voladura del avión". Lo que le convenía, por supuesto, a sus jefes de la CIA. Nunca más, a pesar de todo lo que sabe, el FBI, quie lo arrestará más tarde por otros motivos, volverá a interrogarle sobre el tema.
RECLUTADO POR LA CIA DESPUES DE PLAYA GIRON
¿Quién es exactamente Francisco Eulalio "Frank" Castro Paz? Nació en La Habana en 1942, hijo de Eulalio y Digna. Salió hacia Estados Unidos en 1961.
Después de la fracasada invasión de Playa Girón, es de inmediato seleccionado por la CIA para un entrenamiento en el "sabotaje", eufemismo por terrorismo. Se encuentra sucesivamente en Fort Knox, Fort Jackson y Fort Carson. Pertenece oficialmente a la U.S. Army desde el 5 noviembre de 1962 hasta el 6 de diciembre de 1963.
Cercano a Manuel Artime, estuvo entonces involucrado con Rafael "Chi Chi" Quintero y Félix "El Gato" Rodríguez Mendigutía en la preparación de tropas mercenarias en un campo de entrenamiento constituido en Nicaragua, bajo orientación de Ted Shackley, entonces jefe de la estación CIA JM WAVE de Miami.
Frank Castro reaparece luego como jefe del Frente Nacional de Liberación Cubano que crea un campo de entrenamiento terrorista en los Everglades. Es entonces identificado por el fiscal adjunto Daniel J. Cassidy y en documentos de inteligencia como unos de los terroristas cubanoamericanos "más peligrosos".
Es a partir de ese momento que, como varios otros individuos de la fauna mafiosa incluyendo a Luis Posada, Frank Castro empieza a vincularse al mundo del narcotráfico, lo que aparentemente no molesta en nada a sus interlocutores de la CIA.
Es fichado por el FBI a principios de los años 70 como un representante del Cartel de Medellín y un narcotraficante activo en la Florida.
El 11 de junio de 1976, Frank Castro es el principal personaje, por encima de Orlando Bosch, de la ahora famosa reunión de Bonao, República Dominicana, donde se crea la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), a iniciativa de George Bush padre, entonces Jefe de la CIA, que delega en el encuentro al veterano agente Sacha Volman.
Ahí están terroristas tales como Posada Carriles y Guillermo Novo así como el agente chileno-americano Michael Townley. Y su viejo socio Ricardo Morales Navarrete.
Allí mismo se ordena el asesinato de Orlando Letelier y la destrucción de un avión de pasajeros cubano.
En los diez meses que siguieron a su creación, la CORU reivindicará unos cincuenta actos terroristas desde Nueva York hasta Buenos Aires.
EN MIAMI, SIGUE PREDICANDO EL TERROR
Después de la tragedia de Barbados, Frank Castro, con la protección evidente de la inteligencia norteamericana, seguirá como nunca en sus actividades terroristas.
En marzo de 1977, según el documento desclasificado del FBI sobre la CORU, a iniciativa de Frank Castro, se planificaba volar otro avión, esta vez, uno que salía de Miami, pasaba por Mérida con destino a La Habana.
"El avión era mexicano para involucrar también a ese país, cuyas autoridades tenían entonces detenidos a Gaspar Jiménez Escobedo y a Orestes Ruíz Hernández, asesinos de Artaigñan Díaz Díaz", señala el investigador cubano José Luis Méndez Méndez, autor de Bajo las alas del Cóndor, recientemente publicado por la Editorial Capitán San Luis.
Frank Castro sentenció, sin inmutar al FBI: "Ese avión debe ser saboteado para causar temor a cualquiera que intente viajar a Cuba, como turista". Así de simple, cuando todavía el pavor que causó el crimen en Barbados, repercutía en todo el mundo.
"El FBI sabía en qué andaba Frank Castro y lo dejaba actuar. Existen ocho fuentes del FBI que dan la información y no les importaba que estos terroristas explotarán otro avión", comenta Méndez.
Tampoco el terrorista abandona sus actividades de narcotraficante, también con la debida cobertura. Cuando es inculpado por la importación de 500 toneladas de marihuana, "la acusación despareció por arte de magia cuando estableció un campo de entrenamiento de los Contras en 1983", revelará más tarde el investigador norteamericano Jerry Meldon.
Frank Castro se sumará a las operaciones de narcotráfico autorizadas por la Administración Reagan, en apoyo a la Contra nicaragüense, manejada por Félix Rodríguez quien usa de hombre de confianza a Posada en la base salvadoreña de Ilopango.
El Inspector General de la CIA Frederick P. Hitz descubrirá a finales de los años 80 que la CIA conocía perfectamente sus actividades paralelas cuando lo usó en sus operaciones.
Asociado a John Hull y a la pandilla Contra de René Corvo que opera en el norte de Costa Rica, Frank Castro es entonces el enlace formal entre el narcotraficante colombiano Jorge Luis Ochoa y los capos de la mafia cubanoamericana que convierte a Miami en plataforma norteamericana del narcotráfico.
Detalle revelador, cuando se involucra en actividades subversivas en Surinam en contra de Desi Bouterse, se identificara como "el hombre de la CIA".
A pesar de ser ciudadano norteamericano, Frank Castro escogerá radicarse de manera permanente en Santo Domingo donde representó durante años al terrorista "Partido Unidad Nacional Democrática".
En 1998, ante la anunciada visita del Presidente cubano a República Dominicana, participa de manera activa en preparativos para atentar contra su vida en ese país, al colaborar con Roberto Martín Pérez, del aparato paramilitar de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), en un complot financiado por los directivos de esa organización Alberto Hernández Sarduy, Francisco "Pepe" Hernández Calvo y Arnaldo Monzón Plasencia.
Estos mismos lazos con el aparato terrorista de la FNCA lo vincularon con Luis Posada Carriles con el cual mantiene contactos asiduos.
Cómplice de Posada y Bosch en el más horroroso crimen que ha provocado la guerra sucia contra Cuba desencadenada por Washington hace ya casi cincuenta años, Frank Castro hoy sigue vivo y administra sus operaciones mafiosas desde sus apartamentos del residencial Antares, cerca del Acuario, en Santo Domingo.

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Jean-Guy Allard

Jean-Guy Allard

Periodista canadiense radicado en Cuba. Es autor del libro "Auge y caída de Reporteros Sin Fronteras".