Tras el lente fotográfico del Che Guevara, el deporte
Esta vez nos acercamos a un Che Guevara peculiar, sagaz y curioso. Le cedemos la palabra él y nos colocamos tras su lente fotográfico, a sabiendas de la fuerza y profundidad de su periodismo.
Desde joven se hizo de una cámara y la llevó consigo en sus viajes por Sudamérica, durante la gesta en la Sierra Maestra y luego en las disímiles tareas de la Revolución dentro y fuera de Cuba. Usualmente se le veía con ella al cuello.
Al partir hacia su campaña en Bolivia dejó en nuestro país un considerable y variado archivo que en estos días se erige en fiel testimonio de su humanismo y alta sensibilidad.
En 1955, a poco de haber llegado a México, comenzó a laborar como fotorreportero de la Agencia Latina y en marzo de ese propio año cubrió los II Juegos Deportivos Panamericanos. De aquella curiosa labor son estas gráficas, cuyas descripciones fueron escritas al dorso por el propio autor.
Impresiona, sin dudas, como aquel joven de formación autodidacta fue capaz de atrapar momentos cruciales, sensaciones y estados de ánimo en una de las especialidades más difíciles de la fotografía de prensa.
Algunas vivencias de la singular experiencia fueron narradas por Ernesto en cartas remitidas a la tía Beatriz Guevara y su amiga Tita Infante, los días 9 y 10 de abril de ese año, respectivamente:
«Ya sé, soy un desagradecido, mal sobrino, hipócrita, rojillo, etc. Pasó lo siguiente: cuando más entusiasmado estaba en la tarea de contestar la correspondencia atrasada cayó sobre mí el huracán de los II Juegos Deportivos Panamericanos y me entregué a la benemérita tarea de informar detalladamente al público latinoamericano sobre el desarrollo de los eventos, además de proporcionarles bellas fotografías en las que aunaba la oportunidad y la belleza. Acabado que fue el magno certamen procedí a hacer las últimas entrevistas a los cosechadores de lauros deportivos (…)»
(…) Mi trabajo durante los Juegos Panamericanos fue agotador en todo el sentido de la palabra, pues debía hacer de copilador de noticias, redactor fotográfico y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur. El promedio de horas de sueño no pasa de cuatro durante los juegos, debido a que yo era también el que revelaba y copiaba las fotografías (…)»
En julio de 1955, aquel joven conocería a Fidel, se enrolaría en la expedición del Granma e ingresaría para siempre en la historia de Cuba y la universal.
Nota: Las descripciones que aparecen en los pies de foto fueron escritas de puño y letra por el Che.
(Tomado de Jit)
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