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Aprender de Pulgarón en Ciego de Ávila

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Mirando a los ojos de Joaquín Pulgarón, aquel amigo suyo le dijo: “Si en vez de dedicarte durante todos estos años a promover la actividad deportiva, hubieras pedido un pedacito de tierra, hoy fueras millonario produciendo alimentos”.

Pulga, como entrañablemente le dicen muchas personas en el poblado rural de Vicente, solo esbozó una casi imperceptible sonrisa y siguió caminando, paralelo a la línea de la tercera base.

Con no más ingresos que los imprescindibles para vivir bajo el techo de una humilde casa de madera, parte de cuyos bloques de cemento fueron a parar —donados, por voluntad propia— a instalaciones deportivas de la localidad, Pulgarón ha sido durante casi 60 años el millonario que pocos imaginan y que no siempre, ni muchos, han alcanzado a ver.

Volví a comprobarlo hace apenas unas horas, boquiabierto ante ese pedazo de tierra al que un día él le hizo aquella “cesárea”, tan esperada por el vecindario, para ver nacer el terreno de pelota que, desde entonces, nada ha tenido que envidiarles a otros del país y sí mucho que enseñarles a los más encumbrados en la nación.

¿Cómo es posible esto que veo?, le pregunté.

Sereno, el anciano debe haberme obsequiado otra sencilla sonrisa, protegida por ese nasobuco que desde hace 13 meses mantiene, a la usanza de todo un receptor, bien enmascarado contra las tramposas curvas de un coronavirus que juega en el mismo terreno, pero a favor del bando contrario.

“Nosotros solo hacemos lo que nos corresponde. Que otros hagan lo suyo”, dijo entonces con esa modesta sabiduría que ojalá los años nunca dejen de entregarles en herencia a quienes formen a las venideras generaciones.

Lo cierto es que luego de un calendario completo, y más, sin actividad, para evitar los riesgos de contagio y de propagación que también dentro de la esfera deportiva puede ocasionar el nuevo coronavirus, el terreno de pelota de Vicente ofrece la incuestionable impresión de que en minutos se decidirá allí la Serie Nacional.

Como rasurada por una maquinilla eléctrica y no a ritmo de criollas guadañas, fabricadas por el propio Pulgarón, por Luis González y Antonio García (“estrellas del mantenimiento”) o por activistas como Leonides Olivera, la grama del estadio es una verdadera “incitación a echarle guante al guante”.

Extintos, algunos restos de la yerba que quiso “sacar la cabeza” aguardan por el rastrillo que en breve los expulsará del área, mientras los contornos de la media luna, jardines, box, cajón de bateo y círculo de espera parecen haber sido trazados a compás y cartabón, para cederle espacio a una arena tan suelta y removida que usted podría deslizarse sin el menor peligro de dañarse la piel.

Pulgarón no sabía que, cayendo la tarde, yo le “caería” allí. Incluso, ni yo mismo lo imaginaba ese medio día. De manera que lo visto en el terreno de pelota, en el colchón de judo y en otras instalaciones, prevalece de lunes a lunes, a cualquier y toda hora del día o de la noche, para orgullo y enseñanza de Vicente y de toda su población.

A esta altura del “juego” tal vez usted, amigo lector, se pregunte qué persiguen este puñado de párrafos. Nada extraordinario, nada imposible. Solo que, apelando al juicio común de cada quien, meditemos por qué otros terrenos, áreas deportivas, espacios concebidos para la actividad física, la recreación, el esparcimiento… permanecen enyerbados, sucios, desatendidos.

Pero, además: ¿sucede únicamente en esos ámbitos? Eche una ojeada en su entorno comunitario, social, productivo… y quizás termine coincidiendo conmigo en cuánta falta hace un Pulgarón en muchas, por no decir en todas partes.

(Tomado de Invasor)

Se han publicado 3 comentarios



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  • Susana de la Flor dijo:

    Muy ciertas sus palabras cuando expresa ......"cuánta falta hace un Pulgarón en muchas, por no decir en todas partes"...

  • Amaya dijo:

    En Pinar del Río en casi todos los municipios, existieron muchos terrenos de beisbol, decenas en cada territorio, que en el pasado eran cuidados como una joya, ahora son verdaderos potreros, muy pocos quedan, que no son ni la sombra de lo que fueron

  • Reynaldo El Assafiri Pulgarón dijo:

    Orgulloso de llevar ese apellido Muchas felicidades para mi primo x este artículo periodístico. Y ciertamente hacen falta muchos hombres y mujeres con la estirpe y las tremendas ganas de hacer d este ejemplar cubano. Un abrazo.

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Pastor Batista

Pastor Batista

Periodista cubano. Labora en el diario Granma como su coresponsal permanente en Las Tunas.

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