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Sicología en Zona Roja: “Apagar fuegos” y temores

Por: Ailén Castilla Padrón
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El trabajo de los sicólogos fue parte importante de la asistencia a personas sospechosas y positivas a la COVID-19. Foto: Ailén Castilla Padrón/ Invasor.

Cuando en un centro de aislamiento fue tan necesaria la presencia de un sicólogo como la de un médico o enfermera, la COVID-19 había avanzado tanto como para hacer realidad los peores pronósticos de un rebrote, que con 94 casos positivos en las primeras semanas equiparó el acumulado de tres meses de pandemia, y las cifras siguieron creciendo de modo exponencial hasta que Ciego de Ávila se convirtió, tristemente, en noticia.

Entonces fue el grupo provincial de Salud Mental el que tuvo sobre sus hombros la responsabilidad de distribuir profesionales en cada uno de los centros destinados a la vigilancia de sospechosos y contactos para aliviar los temores que llegaban con el aislamiento extremo, brindar una primera ayuda sicológica y “activar” todos los mecanismos de defensa posibles para que las personas resistieran más allá de la incertidumbre y el diagnóstico.

Habría que decir que abril, mayo y junio fueron apenas un “entrenamiento”, un lapso de tiempo para aprender protocolos y saber cuándo debían ser explicados en detalle, ejercitar cómo ponerse y retirar adecuadamente los medios de protección; y reconocer in situ reacciones y síntomas, mientras dejaban a la sicoterapia y a las técnicas de relajación parte de las soluciones.

Las otras se construyeron sobre la marcha, para unos con el rapport de una buena conversación y con el sentirse escuchados; y para otros con el compromiso inmenso de querer ayudar y la certeza de estar en el momento justo a la hora indicada.

Conscientes de que a estas alturas cualquier pormenorización puede ser inexacta y que no todos los nombres caben en estas líneas, Invasor se aventura a contar temores y alegrías de la sicología detrás de la línea roja.

Traigan al sicólogo

El uso de los medios de protección y el cumplimiento de los protocolos garantizaron que ninguno enfermara. Foto: Grupo Provincial de Salud Mental.

No sabemos si Yoel Abreu Casademón dudó cuando le hicieron la propuesta de partir hacia el centro de aislamiento establecido en el motel Las Cañas porque no lo dijo, pero de lo que sí estamos seguros es que fue de los primeros en dar el sí y de los que todavía continúa entrando y saliendo del área roja, ahora, con más naturalidad y desenfado, a contrapelo de un cambio de función del sitio que de albergar contactos de positivos pasó a alojar a pacientes sospechosos con síntomas.

Mientras el personal médico ha rotado tres veces y ha vuelto a empezar el ciclo, él no ha tenido descanso ni el sosiego de una prueba PCR porque se supone que la distancia de dos metros a la puerta de las cabañas fuera suficiente para mantener a raya al virus.

Con una rutina de trabajo que incluye la visita diaria a los pacientes y la conversación perspicaz para intentar desentrañar preocupaciones y estados de ánimos han parecido inmensos estos meses, donde lo mismo lidió con una paciente remitida desde Ceballos 8 porque amenazó con lanzarse del cuarto piso que con una enfermera con altos niveles de ansiedad que no acertaba a poner el medicamento en la jeringa.

Precisamente les ha tocado a ellos resolver los problemas del día a día que no dependen de la revisión clínica y los medicamentos oportunos, sino del tacto, del convencimiento y de la paciencia para escuchar. A cualquier hora podía sonar el celular y la petición era expresa: ¡que venga el sicólogo!

Más o menos así se explica también Yohana de los Reyes, quien fue llamada a la Universidad de Ciego de Ávila “Máximo Gómez Báez” para atender a tres personas con conducta deambulante, además de otras condiciones asociadas como la discapacidad intelectual, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida y falta de visión.

Luego de que los gritos y llantos mantuvieran en vela a todo el edificio se hizo pacto de silencio con el terapeuta y su estancia fue más cordial, y con total conciencia de que era por su bien.

Traer cigarros, llevar cartas, alcanzar comida, seguirle el curso a un PCR, y grabar memorias fueron de las tareas que Roberto Felipe Leal hizo, aunque no estuvieran detalladas entre sus responsabilidades al frente de los seis centros designados para el descanso de los médicos a la salida del área roja.

Es que si alguien calculó que para el personal de Salud bastaba con cumplir los protocolos de bioseguridad y no enfermar de la COVID-19 se equivocó. Aunque esto es una parte importante del proceso, tampoco les ha garantizado salir ilesos y entre esas cuatro paredes se intentaron equilibrar las emociones que llegan 28 días después con el encierro, la incertidumbre y la distancia de los seres queridos.

Así lo confirma también Yelianis Ulloa Hernández, que de atender el departamento de Salud Mental en Venezuela pasó a la atención sicológica en estos sitios.

Constan en su agenda los síntomas de ansiedad y agotamiento, pero lo más curioso es que no se autorreconocían como tal y tocó trabajar el doble para que el apoyo fuera el oportuno.

Sin embargo, la historia que no puede desligarse es la de Jesús, el especialista en Medicina Interna de 54 años del municipio de Baraguá, que durante semanas batalló por su vida y mantuvo en vela a una provincia que no perdió ningún detalle de su evolución en espera de la buena noticia de su regreso a casa. Ahora su total recuperación depende también de su tranquilidad espiritual y mental, y en eso se trabaja.

Agradecerles hasta el cansancio y demostrarles su valía también fueron parte de los encargos que asumieron este grupo de sicólogos y especialistas. Fue Sandra Martínez Navarro quien concretó la idea de mandar mensajes de aliento vía celular a las familias de los médicos y enfermeros que resultaron positivos a la enfermedad, y de entregar tarjetas confeccionadas por los hijos de sus colegas a quienes permanecían trabajando en la Universidad de Ciego de Ávila “Máximo Gómez Báez”.

Es que la intención de ayudar fue más allá de los recursos disponibles porque puede practicarse de muchas maneras. Por eso, Lianet Villa Armas no sintió que su tarea al pie de la línea 103 fuese menor que la de quienes entraban y salían del área roja.

Con un promedio diario de entre 12 y 15 llamadas —antes fueron más—, atiende a madres que no saben cómo lidiar con el encierro de sus hijos, a adolescentes preocupados por la salud mental de sus abuelos y a adultos mayores deprimidos por la soledad, esos que ya son amigos como el anciano de 92 años que cada día pregunta por los miembros del equipo. La mayor satisfacción es que cuando cuelgan lo hacen convencidos de haber aliviado las tensiones.

Ciencia pos-COVID-19

Cuando la COVID-19 sea un mal recuerdo, todavía en Ciego de Ávila estaremos lidiando con sus secuelas. Esa es la conclusión más certera de Danis Rodríguez Ceballos, jefe del grupo provincial de Sicología de la Salud, quien trae al debate otras inmensas verdades: para qué sirve la sicología, existen o no urgencias sicológicas, es necesario revolucionar modos y técnicas de trabajo ante situaciones sanitarias de este tipo.

A su vez, los especialistas coinciden en que los síntomas más recurrentes en el universo poblacional atendido durante estos seis meses han sido el estrés de moderado a agudo, el agotamiento físico y la ansiedad, al punto de que algunos casos han requerido la intervención de un siquiatra y medicación.

Seguros por igual del aprendizaje y de las deudas con el conocimiento, este grupo lleva a cabo varios estudios que desde diferentes niveles pretenden una “radiología” de los efectos sicológicos que ha dejado la pandemia y de cómo deberán ser enfrentados en la nueva normalidad. Iniciativa que surge también a partir de las indicaciones derivadas de la visita de los expertos del Ministerio de Salud Pública al territorio.

Lo primero fue una encuesta al personal médico encaminada a medir factores como el estrés, las vulnerabilidades y el compromiso con el trabajo.

Ilianne Hernández Verdecia, Licenciada en Sicología, explicó que más de un 80 por ciento refirió un alto compromiso con su labor, la calificaron como emocionalmente muy demandante y difícil de llevar a cabo, a partir de la cantidad de trabajo a realizar.

Además, manifestaron un miedo elevado a contagiar a sus familiares y compañeros de trabajo, lo cual en la provincia, a partir del comportamiento epidemiológico registrado, está más que justificado. De modo simultáneo se pretende realizar un chequeo médico y de salud mental a todas las personas que enfermaron con la COVID-19 en el territorio.

En una primera etapa se trabajó con los niños, identificándose como generalidades trastornos del sueño, altos niveles de ansiedad y regresiones en el proceso evolutivo asociado, por ejemplo, a retomar hábitos como el de orinarse en la cama o la pérdida del control del esfínter anal. Ahora se avanza con el personal de Salud que ya está reincorporado a sus funciones en el Hospital Provincial General Doctor Antonio Luaces Iraola.

Lo cierto es que la nueva normalidad impondrá muchos retos y algunos descansan en la sicología. Habrá que comprender a cabalidad cuál será ese otro estilo de vida, cómo lidiar con el estrés postraumático y los trastornos de adaptación, y cómo asumir las relaciones interpersonales. A estas alturas está claro que lo que no se haga bien o a tiempo empeña el futuro.

(Tomado de Invasor)

Se han publicado 4 comentarios



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  • Dinardo Suárez Rojas dijo:

    Precisamente les ha tocado a ellos resolver los problemas del día a día que no dependen de la revisión clínica y los medicamentos oportunos, sino del tacto, del convencimiento y de la paciencia para escuchar.Gracias cuba.
    Dinardo

  • sico dijo:

    Yo prefiero que se siga escribiendo: psicología

  • Juan Carlos dijo:

    La propagacion del coronavirus sigue su funesto derrotero sin mayor contención.Que esperamos para cerrar aeropuertos, reducir la movilidad y endurecer el confinamiento?

  • Suci de Ciego dijo:

    Gracias por la entrega y la comprensión que han llevado hasta los lugares más peligrosos, valientes también, valientes por llevar la sonrisa hasta lo más triste, valientes por llevar esperanza a las zonas rojas, llegue a ustedes el reconocimiento del pueblo avileño y el mio en particular.

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Ailén Castilla Padrón

Periodista de Invasor.

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