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La transición egipcia en diez puntos

En este artículo: Egipto, Elecciones, Medio Oriente, Protestas
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Por Jordi Pérez Colomé
Blog Obamaworld

Día de elecciones en Egipto. En la foto, un manifestante egipcio sentado en una barricada de hormigón en plena Plaza Tahrir de El Cairo, en la que se puede leer en árabe "La libertad llegará para siempre".  (Manu Brabo/AP)

Día de elecciones en Egipto. En la foto, un manifestante egipcio sentado en una barricada de hormigón en plena Plaza Tahrir de El Cairo, en la que se puede leer en árabe "La libertad llegará para siempre". (Manu Brabo/AP)

He estado nueve días en Cairo. Vine a ver las elecciones y he aprovechado para preguntar por la transición. Esta es la impresión que me llevo en diez puntos.

1. La libertad no se toca. Si hay algo que hoy une a los egipcios, es la libertad adquirida. Las discusiones políticas en público son constantes (en la plaza Tahrir en la foto). Nadie tiene miedo de que un espía les oiga. Ese miedo ya pasó.

2. Por qué los seculares han perdido. Hay tres motivos. Primero, uno inevitable: la sociedad es más religiosa que secular. Ibrahim Awad, profesor de políticas públicas en la Universidad Americana del Cairo, me envió ayer unas fotos impresionantes (están en este post aparte) y me decía: "Si estas elecciones hubieran sido en 1970, los islamistas habrían sacado un 5 por ciento".

Egipto y otros países árabes eran distintos hace unas décadas. ¿Qué ha pasado? Los regímenes permitieron y animaron que la religión creciera. Era más fácil satisfacer a islamistas que se iban a hacer la guerra fuera que a comunistas que se hubieron quedado a luchar en casa. "Las ideas religiosas despistaban de la distribución de la riqueza", dice Awad.

Segundo motivo, muchos partidos acaban de nacer y no se han dado a conocer bien. Desde su creación, estos partidos han tenido poco tiempo y dinero antes de las elecciones. Los islamistas les sacaban mucha ventaja. El tercer motivo es el punto siguiente.

3. Era la economía, no la religión. Los egipcios tienen sobre todo un problema: la economía. En cambio, los partidos seculares han querido centrar la campaña en la religión. A la mayoría de egipcios les preocupa ahora menos el velo que la educación o la sanidad. Los Hermanos hace años que se ocupan de esto en barrios pobres, donde el estado no llegaba.

Por si fuera poco, los Hermanos Musulmanes no son un grupo centrado en la teología como los salafistas. Son profesionales de clase media que ganan elecciones en las asociaciones de ingenieros.

Los Hermanos representan algo nuevo, llevan años esperando y, como seguidores de la ley de Dios, deberían ser menos corruptos. Un extranjero residente en Cairo, que trabaja en negocios, me decía que desde la revolución, la corrupción ha descendido. Los mismos funcionarios ya no pedían su parte en los tratos. El "modo de hacer egipcio" de repente no sirve. El ejecutivo lo atribuye a que "no saben qué vendrá" y son más cautos.

4. Las elecciones no han terminado. Las elecciones egipcias son en tres etapas. Cada 15 días votan 9 de las 27 provincias del país (lo conté aquí).Aunque las cifras que han salido hasta ahora son un "tsunami" islamista, no son datos oficiales y los seculares aún tienen tiempo para reaccionar. Las zonas más liberales del país ya han votado.

Algunos activistas querían hacer la revolución entera primero -echar al ejército- y luego disfrutar de la democracia. Pero las transiciones no son así. Saleh, un ingeniero activista, me decía que "hay que saber cuando no tienes las masas detrás". Esta vez las masas han ido a a votar.

El antiguo régimen no desaparece por una revolución. "Tahrir [en la foto el sábado] no es el lugar mágico que siempre arreglará todo", me decía el cineasta Abdalla. "A veces hay que usar otras estrategias". Él, por ejemplo, ha empezado a rodar anuncios como voluntario para partidos de izquierdas con pocos fondos. La suerte de estos activistas que se han despertado tarde es que las elecciones aún no han terminado. No está claro que puedan arreglar mucho, pero sí hacerlo mejor.

5. De dónde viene Egipto. En el proceso electoral ha habido una gran noticia, obviada por la victoria islamista: los ex miembros del partido de Mubarak se han estrellado. Se han tomado mal no ganar.

Cuando salen los datos de participación y algunas irregularidades no debe olvidarse de dónde viene Egipto. Hace apenas un año y medio hubo elecciones parlamentarias amañadas. Todos los que ganaron escaños siguen en alguna parte (y no en la cárcel). Por ejemplo, este párrafo de una crónica del periódicoEgyptian Gazette sobre un ex miembro del partido gubernamental explica algo:

Como líder del pueblo, Fawaz tiene armas y coches, ambos signos de poder en este pueblo empobrecido, y su casa está rodeada de un muro de seguridad de hormigón.

En Egipto hay caciques. No es fácil acabar con su poder. Puede haber aún irregularidades.

6. Los salafistas son la noticia. Si los Hermanos Musulmanes hubieran sacado un 5 por ciento en 1970, los salafistas habrían sacado cero. Hoy en cambio son la gran noticia de estas elecciones. Su porcentaje puede rondar el 25 por ciento. Nadie sabe cómo han llegado a ese porcentaje.

Un día fui a cambiar dinero en el barrio de Dokki. Me atendió un salafista; son fáciles de reconocer porque llevan barba sin bigote. Tenía puesta la tele y un salafista predicaba. Señalé la pantalla y dije: "Un salafista". El cajero me respondió: "No, un musulmán".

El éxito salafista obligará a los Hermanos Musulmanes a tener un debate que no esperaban: ¿quiénes son mejores musulmanes: ellos o los salafistas? También deberán descartar una alianza con ellos. De momento, la mayoría de elecciones de segunda vuelta para escoger candidatos únicos, no listas, son entre Hermanos y salafistas. Saltan chispas.

7. Los cristianos vigilan. Las palabras más duras contra los Hermanos no las he oído de un liberal, sino de algún cristiano. Es lógico que tengan más temores que nadie. El padre jesuita William Sidhom deja claro que no tiene "ningún problema con el musulmán de la calle", pero los Hermanos "no consiguen aceptar a los otros, confunden su identidad con su religión" o "se creen el pueblo elegido, como Israel, pero los israelíes son más inteligentes". Los salafistas directamente "no tienen cabeza", según Sidhom.

Según el profesor Awad, "en Egipto hay al menos 8 millones de cristianos, muchos son campesinos del alto Egipto, que no huiránma otro país, así que sería una locura que los Hermanos los discriminaran". Como en otros ámbitos, nadie sabe qué ocurrirá. Un detalle que debe quedar claro. Los cristianos no son una minoría remota: en Cairo hay montones de iglesias y algunos no esconden su identidad.

8. Las primeras batallas. Cuando acaben las elecciones al Parlamento y a la Shura -una especie de senado-, se sabrá el resultado de las dos grandes batallas de las dos próximas semanas entre Hermanos Musulmanes y militares. Algunos acusan a ambas fuerzas de estar aliadas para mantener la situación. Entonces se verá.

Primero, el ejército quiere mantener el poder de nombrar el gobierno; los Hermanos quieren que refleje la composición del nuevo Parlamento. Segundo, el ejército quiere controlar la redacción de la Constitución para asegurarse sus privilegios. Habrá que ver si los Hermanos gastan crédito político para defender una Constitución distinta.

9. Egipto se vuelve aburrido. Estos días he coincidido en la plaza Tahrir con varios fotoperiodistas de guerra españoles e italianos. Vinieron aquí porque la semana pasada hubo conflicto. Pero se había acabado y su trabajo tenía menos sentido. Si no hay violencia sus fotos se venden menos. Son los que mejor deben adivinar dónde estará la noticia más movida.

Egipto, enbreve, parece que será un lugar menos apasionante. Todos los egipcios con los que he hablado son optimistas, pero también todos me han dicho que el camino será turbulento, largo e imperfecto. Las próximas batallas parece que serán solo políticas, pero todo puede pasar. Ahora está claro -aunque no haya que malgastarla- que la calle siempre está ahí.

10. No hay vuelta atrás. La revolución de febrero es un orgullo nacional. Todos dicen que estuvieron en la plaza, aunque a muchos se les nota que no dicen la verdad. Da igual. Ahora el consenso es que aquello fue bueno. Es un síntoma de que esos logros son irrevocables. Ahora quizá haya baches, pero el camino que se empezó entonces no se va a desandar.

Se han publicado 1 comentarios



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  • nelson dávila dijo:

    si la fantasía religiosa se impone a la imaginación productiva, el destino que espera a los pueblos creyentes será muy pobre........
    ¿como terminar con eso?
    hay que empezar con una poderosa educación laica, cientifica - tecnica, una autentica revolución, siempre es productiva, lo demás es cuento.

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