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Bolsonaro y el fascismo

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El exmilitar es reconocido por sus ideas neoliberales. Foto: El Comercio

Se ha vuelto un lugar común caracterizar al nuevo gobierno de Jair Bolsonaro como “fascista”.  Esto, a mi juicio, constituye un grave error. El fascismo no se deriva de las características de un líder político por más que en los tests de personalidad –o en las actitudes de su vida cotidiana, como en el caso de Bolsonaro- se compruebe un aplastante predominio de actitudes reaccionarias, fanáticas, sexistas, xenofóbicas y racistas. Esto era lo que medían los sociólogos y psicólogos sociales estadounidenses a la salida de la Segunda Guerra Mundial con la famosa “Escala F”, donde la efe se refería al fascismo. Se pensaba en esos momentos,  y algunos todavía alimentan esa creencia, que el fascismo era la cristalización en el plano del Estado y la vida política de personalidades desquiciadas, portadoras de graves psicopatologías, que por razones circunstanciales se habían encaramado al poder. La intencionalidad política de esta operación era obvia: para el pensamiento convencional y para las ciencias sociales de la época la catástrofe del fascismo y el nazismo debían  ser atribuidas al papel de algunos individuos: la paranoia de Hitler o los delirios de grandeza de Mussolini. El sistema, es decir, el capitalismo y sus contradicciones, era inocente y no tenía responsabilidad alguna ante el holocausto de la Segunda Guerra Mundial.

Descartada esa visión hay quienes insisten que la presencia de movimientos o inclusive partidos políticos de clara inspiración fascista inevitablemente teñirán de modo indeleble al gobierno de Bolsonaro. Otro error: tampoco son ellas las que definen la naturaleza profunda de una forma estatal como el fascismo. En el primer peronismo de los años cuarenta así como en el varguismo brasileño pululaban en los círculos cercanos al poder varias organizaciones y personajes fascistas o fascistoides. Pero ni el peronismo ni el varguismo construyeron un Estado fascista. El peronismo clásico fue, usando la conceptualización gramsciana, un caso de “Cesarismo progresivo” al cual sólo observadores muy prejuiciados pudieron caracterizar como fascista debido a la presencia en él de grupos y personas tributarios de esa ideología. Esos eran fascistas pero el gobierno de Perón no lo fue. Viniendo a nuestra época: Donald Trump es un fascista, hablando de su personalidad,  pero el gobierno de EEUU no lo es.

Desde la perspectiva del materialismo histórico al fascismo no lo definen personalidades ni grupos. Es una forma excepcional del Estado capitalista, con características absolutamente únicas e irrepetibles. Irrumpió cuando su modo ideal de dominación, la democracia burguesa, se enfrentó a una gravísima crisis en el período transcurrido entre la Primera y la Segunda Guerra mundiales. Por eso decimos que es una “categoría histórica” y que ya no podrá reproducirse porque las condiciones que hicieron posible su surgimiento han desaparecido para siempre.

¿Cuáles fueron las condiciones tan especiales que demarcaron lo que podríamos llamar “la era del fascismo”, ausentes en el momento actual, En primer lugar el fascismo fue la fórmula política con la cual un bloque dominante hegemonizado por una burguesía nacional resolvió por la vía reaccionaria y despótica una crisis de hegemonía causada por la inédita movilización insurreccional de las clases subalternas y la profundización del disenso al interior del bloque dominante a la salida de la Primera Guerra Mundial. Para colmo, esas burguesías en Alemania e Italia bregaban por lograr un lugar en el reparto del mundo colonial y las enfrentaba con las potencias dominantes en el terreno internacional, principalmente el Reino Unido y Francia. El resultado: la Segunda Guerra Mundial. Hoy, en la era de la transnacionalización  y la financiarización del capital y el predominio de mega-corporaciones que operan a escala planetaria la burguesía nacional yace en el cementerio de las viejas clases dominantes.  Su lugar lo ocupa ahora una burguesía imperial y multinacional, que ha subordinado fagocitado a sus congéneres nacionales (incluyendo las de los países del capitalismo desarrollado) y actúa en el tablero mundial con una unidad de mando que periódicamente se reúne en Davos para trazar estrategias globales de acumulación y dominación política. Y sin burguesía nacional no hay régimen fascista por ausencia de su principal protagonista.

Segundo, los regímenes fascistas fueron radicalmente estatistas. No sólo descreían de las políticas liberales sino que eran abiertamente antagónicos a ellas. Su política económica fue intervencionista, expandiendo el rango de las empresas públicas, protegiendo a las del sector privado nacional y estableciendo un férreo proteccionismo en el comercio exterior. Además, la reorganización de los aparatos estatales exigida para enfrentar las amenazas de la insurgencia popular y la discordia entre “los de arriba” proyectó a un lugar de prominencia en el Estado a la policía política, los servicios de inteligencia y las oficinas de propaganda. Imposible que Bolsonaro intente algo de ese tipo dadas la actual estructura y complejidad del Estado brasileño, máxime cuando su política económica reposará en las manos de un Chicago “boy” y ha proclamado a los cuatro vientos su intención de liberalizar la vida económica.

Tercero, los fascismos europeos fueron regímenes de organización y movilización de masas, especialmente de capas medias. A la vez que perseguían y destruían las organizaciones sindicales del proletariado encuadraban vastos movimientos de las amenazadas capas medias y, en el caso italiano, llevando estos esfuerzos al ámbito obrero y dando origen a un sindicalismo vertical y subordinado a los mandatos del gobierno. O sea, la vida social fue “corporativizada” y hecha obediente a las órdenes emanadas “desde arriba”. Bolsonaro, en cambio, acentuará la despolitización -infelizmente iniciada cuando el gobierno de Lula cayó en la trampa tecnocrática y creyó que el “ruido” de la política espantaría a los mercados-  y profundizará la disgregación y atomización de la sociedad brasileña, la privatización de la vida pública, la vuelta de mujeres y hombres a sus casas, sus templos y sus trabajos para cumplir sus roles tradicionales. Todo esto se sitúa  en las antípodas del fascismo.

Cuarto, los fascismos fueron Estados rabiosamente nacionalistas. Pugnaban por redefinir a su favor el “reparto del mundo” lo que los enfrentó comercial y militarmente con las potencias dominantes. El nacionalismo de Bolsonaro, en cambio, es retórica insustancial, pura verborrea sin consecuencias prácticas. Su “proyecto nacional” es convertir a Brasil en el lacayo favorito de Washington en América Latina y el Caribe, desplazando a Colombia del deshonroso lugar de la “Israel sudamericana”. Lejos de ser reafirmación del interés nacional brasileño el bolsonarismo es el nombre del intento, esperamos que infructuoso, de total sometimiento y recolonización del Brasil bajo la égida de Estados Unidos..

Pero, dicho todo esto: ¿significa que el régimen de Bolsonaro se abstendrá de aplicar las brutales políticas represivas que caracterizaron a los fascismos europeos. ¡De ninguna manera! Lo dijimos antes, en la época de las dictaduras genocidas “cívico-militares”: estos regímenes pueden ser –salvando el caso de la Shoa ejecutada por Hitler- aún más atroces que los fascismos europeos. Los treinta mil detenidos-desaparecidos en la Argentina y la generalización de formas execrables de tortura y ejecución de prisioneros ilustran la perversa malignidad que pueden adquirir esos regímenes; la fenomenal tasa de detención por cien mil habitantes que caracterizó a la dictadura uruguaya no tiene parangón a nivel mundial; Gramsci sobrevivió once años en las mazmorras del fascismo italiano y en la Argentina hubiera sido arrojado al mar como tantos otros días después de su detención. Por eso, la renuencia a calificar al gobierno de Bolsonaro como fascista no tiene la menor intención de edulcorar la imagen de un personaje surgido de las cloacas de la política brasileña; o de un gobierno que será fuente de enormes sufrimientos para el pueblo brasileño y para toda América Latina. Será un régimen parecido a las más sanguinarias dictaduras militares conocidas en el pasado, pero no será fascista. Perseguirá, encarcelará y asesinará sin merced a quienes resistan sus atropellos. Las libertades serán coartadas y la cultura sometida a una persecución sin precedentes para erradica “la ideología de género” y cualquier variante de pensamiento crítico. Toda persona u organización que se le oponga será blanco de su odio y su furia. Los Sin Tierra, los Sin Techo, los movimientos de mujeres, los LGTBI, los sindicatos obreros, los movimientos estudiantiles, las organizaciones de las favelas, todo será objeto de su frenesí represivo.

Pero Bolsonaro no las tiene todas consigo y tropezará con muchas resistencias, si bien inorgánicas y desorganizadas al principio. Pero sus contradicciones son muchas y muy graves: el empresariado    –o la “burguesía autóctona”, que no nacional, como decía el Che- se opondrá a la apertura económica porque sería despedazado por la competencia china; los militares en actividad no quieren ni oír hablar de una incursión en tierras venezolanas para ofrecer su sangre a una invasión decidida por Donald Trump en función de los intereses nacionales de Estados Unidos; y las fuerzas populares,  aún en su dispersión actual no se dejarán avasallar tan fácilmente. Además, comienzan a aparecer graves denuncias de corrupción contra este falso “outsider” de la política que estuvo durante veintiocho años como diputado en el Congreso de Brasil, siendo testigo o partícipe de todas las componendas que se urdieron durante esos años. Por lo tanto, sería bueno que recordara lo ocurrido con otro Torquemada brasileño: Fernando Collor de Melo, que como Bolsonaro llegó en los noventas con el fervor de un cruzado de la restauración moral y terminó sus días como presidente con un fugaz paso por el Palacio del Planalto. Pronto podremos saber qué futuro le espera al nuevo gobierno, pero el pronóstico no es muy favorable y la inestabilidad y las turbulencias estarán a la orden del día en Brasil. Habrá que estar preparados, porque la dinámica política puede adquirir una velocidad relampagueante y el campo popular debe poder reaccionar a tiempo. Por eso el objetivo de esta reflexión no fue entretenerse en una distinción académica en torno a las diversas formas de dominio despótico en el capitalismo sino contribuir a una precisa caracterización del enemigo, sin lo cual jamás se lo podrá combatir exitosamente. Y es importantísimo derrotarlo antes de que haga demasiado daño.

Se han publicado 26 comentarios



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  • luis dijo:

    La izquierda tiene que fomentar mas la conciencia y cultura politica para que no pierdan en las urnas por falta de participacion popular.

    • Sergio dijo:

      La izquierda lo que tiene que hacer es de una vez y por todas dejar sus EGOS aparte, y ponerse de verdad para las cosas.

  • ...el mar dijo:

    .....excelente Atilio..

  • EL VIEJO dijo:

    ...”No importa sin galgos o sin podencos"...son fascistas...la intención del actual gobierno de Brasil y de los EU ...es desarrollar una sociedad de exclusivos... por encima de las capas inferiores....El papel de Brasil será el que tubo Rumania, Bulgaria, etc..., y el Gran Fascista será el Gobierno de los EU, que llevará a los blancos norte americanos a creerse con derechos sobre los negros, judíos, latinos, asiáticos, árabes, etc.., ah y sobre los blancos de otros países, entre ellos los de Brasil...e Israel. Ya la filosofía de este desarrollo fascista en los EU está en pleno desarrollo y no precisamente en el Gobierno, partidos tradicionales o los grupos de cabezas rapadas…..

  • Víctor Manuel dijo:

    Muy interesante su artículo, pero a mi juicio cuando los medios se refieren a un " gobierno fascista" es para llamar la atención sobre la grave situación que se viene a Brasil y a la región, para que los lectores a partir de ese referente comprendan. Aunque las dictaduras latinoamericanas hayan superado al fascismo en la barbarie, el Holocausto es más conocido. Gracias por el artículo una vez más.

  • Leandro dijo:

    Por supuesto

  • Odalis dijo:

    Con partidos y fuerzas de izquierda o progresistas, movimientos sociales haciendo concesiones, con falta de acción y unidad, viendose involucrados o dejándose llevar a ello por los grandes monopilios mediaticos de la desinformación, tribunales corruptos, etc, etc No importa sea fascismo clásicoo no, pero los más desposeidos, sufrirán como si lo fuera (desplazamiento, persecución, asesinatos, desalojos, crísis alimentaria, de sanidad, los precios del mercado en las nubes, entrega de las principales empresas y riquezas al capital extranjero, el gobierno y su política exterior de luna de miel con EUA, despenalización de la tenencia de armas, la idea de posible instalación de base militar estadounidense en el país sudamericano y etc, etc). ¿Qué más se puede augurar para Brasil y su pueblo? Además, con esa cara que porta en todo momento el flamante presidente Bolsonaro, no dice otra cosa que fascista. Pero bueno fue la elección de la mayoría de los brasileros, y ahí lo tienen en cuerpo y alma, con fraude, manipulación, noticias falsas y el copón divino. Ahora a aguantarlo y combatirlo quien pueda.

  • Ernesto dijo:

    Con claridad se ven los fenomenos cuando escribe Atilio, grande y elocuente. Es increible lo que sucede ahora mismo en Brasil pero bueno ellos lo eligieron o tal vez las famosas cuentas de whatsapp nada hay que seguir paso a paso lo que decida este cabron, creo que la invasión a venezuela es muy inminente y recrudecerán en la guerra contra nicaragua y mexico y por supuesto Cuba. Esperemos que el desenlace no sea desastrozo, pues ya el presente es vergonzoso.

  • G.Esteban Ramirez dijo:

    Hitler acedio al poder por el VOTO mayoritario del pueblo aleman. Cual es o cuales son las razones de que Macri,etc triunfen por esa via "democratica",cuando sus antecesores otorgaron al pueblo visibilidad Social????

    • Marcos dijo:

      Es interesante este artículo, pero no olvidemos que el fascismo subió al poder, dígase Benito Mussolini o Adolf Hitler con victorias en las urnas y apoyo total de sus pueblos desesperados, buscando cambios y mejoras para la clase obrera, al final lo que encontraron fue muerte y destrucción, pues estos anteriores personajes mentados llevaron al planeta a la mayor masacre que se ha vivido. El falso "Mesias" de Bolsonaro ha sido también aclamado y vitoriado por el pueblo brasileño, incluso los más pobres...víctimas de un sistema de manipulación mediática y evangelizción de demonios como Jair Bolsonaro...ya muchos están arrepentidos..veamos que les depara el destino.

      • Enano dijo:

        El holocausto y la segunda guerra mundial en su conjunto no son ni por asomo la mayor masacre que conoce la historia, sin dejar de reconocer que fue horrenda.

  • Andrés dijo:

    Atilio, como casi siempre, coincido con el artículo .Definitivamente el gobierno de Bolsonaro tiene todas las de ser uno poblado de atropellos e injusticias.

    Lo de la definición de fascismo, si bien coincido contigo, es lo que me ha dejado pensando. Llevo mucho tiempo viviendo en Europa y he visto crecer, in situ, todas las tendencias neo-fascistas que hoy se enseñorean en el panorama político de este continente, lo cual me ha llevado a reflexionar profundamente sobre la capacidad de adaptación y renovación de las ideas más reaccionarias de la modernidad. Creo que debemos hacer lo mismo con la forma en que las definimos (al igual que tratamos de hacer con el socialismo).

    Ciertamente no se puede juzgar a un movimiento político por la personalidad de un líder. Esto es algo que se ha hecho mucho, sobre todo con Hitler, después de la segunda guerra mundial, como el artículo bien comenta. En este sentido, el gobierno de Bolsonaro, visto desde la terminología tradicional, no es un gobierno fascista. No hay el fuerte componente estatista ni nacionalista, aunque sí la retórica. Tampoco se vislumbra la corporativización de la vida social o los actores nacionales que dieron origen a los proyectos fascistas europeos del siglo XX. Sin embargo, creo que la misma historia del fascismo europeo es más compleja de lo que a veces podemos ver. Con esto quiero decir que tomar esta categoría como punto de partida, si bien perfectamente razonable y plausible, puede ser resbaladizo, pues las condiciones que propiciaron su origen pueden expresarse a través de muy diferentes fenómenos.

    Por ejemplo, tenemos la idea de que el fascismo es decididamente un fenómeno sociopolítico capitalista. En esto hay mucho de cierto, no hace falta abundar. Sin embargo, los fascismos europeos tradicionales también incluyeron variantes con una fuerte componente anti-capitalista, la cual encontró complejos, y en todo caso infelices, puntos colindantes con el movimiento socialista y comunista de la época. Allí está el fenómeno del Stresserismo en Alemania, las ideas de Pierre Biétry y Marcel Déat en Francia, el bolchevismo nacional en Rusia y en Alemania, etc. Figuras como Mussolini militaron en agrupaciones socialistas antes de ser expulsados, o hacer n giro ideológico hacia movimientos reaccionarios de corte fascista. En estos movimientos coincidieron nociones de redistribución y justicia social con las de xenofobia, racismo (en particular el antisemitismo) y otras aberraciones ideológicas.

    En mi opinión, algunos elementos del fascismo moderno comparten varias de las características anteriores. Los ejemplos de los movimientos inspirados por Salvini y Le Pen dan muestra de ello. Pero por otro lado, estos movimientos también muestran mucho más afinidad con las ideas neoliberales del momento. Hay cierta tendencia anti-estatista, hay nociones social-darwinistas evidentes (las cuales no son, para nada, un hecho ajeno al fascismo) pero hay un componente transnacional, por lo general ausente de las variantes tradicionales.

    Sin embargo, pienso que el hecho de que estas mutaciones hayan tenido lugar no elimina el carácter fascista de estos proyectos, particularmente en términos del tipo de comportamientos y nociones que generan en los individuos. Existe en todos ellos la preocupación obsesiva con el declive de la comunidad, se habla de la necesidad de purgar a los elementos inferiores de la sociedad, hay un sentido de humillación y victimización, hay una exhortación a la violencia, material o simbólica, como medio político, hay un culto a la unidad étnica, hay anti-comunismo pero también anti-conservatismo, y hay el tradicional apoyo de una parte de las capas medias y bajas de la población.

    En particular, creo que reconocer el último punto es importante para derrotar a estas nuevas tendencias, y para entender sus variantes, en particular el caso de Brasil. Digo esto pues es el gran sentido de inseguridad de las capas medias y bajas es el que sirve de punto de partida para el resto de las manifestaciones. Respecto a este apoyo de los pobres con sus propios verdugos, Marx y Engel hablaron de falsa conciencia, Gramsci habló de hegemonía cultural y Frantz Fanon vió a estas clases, en particular el lumpenproletariado, como un potencial revolucionario o reaccionario, según el caso. Creo que hoy tenemos al ya famoso “precariado” cumpliendo una función similar. Hay que actuar allí, pues es este sentido de inseguridad el que se está convirtiendo en fuerza motora del neo-fascismo. Independientemente de que en el caso de Brazil, sigue siendo una minoría de los mismos los que votaron por Bolsonaro, se puede apreciar claramente el desarrollo de este fenómeno.

    Entonces, el gobierno de Bolsonaro no es fascista de acuerdo a los términos tradicionales. Pero es que la definición tradicional de fascismo necesita, en mi opinión, una re-evaluación. Si bien coincido con los puntos planteados por el artículo, creo que hay que profundizar en el aspecto del individuo, en tanto que las nociones que este desarrolla son muy similares a las de siempre. Los aspectos institucionales (estatismo, corporatismo, nacionalismo, etc) podrán variar de acuerdo a la circunstancia, pero la noción que crece en el individuo es más o menos la misma. Se podría analizar si es preferible, o acertado, definir al fascismo en términos psicológicos y psicosociales, o sólo en categorías institucionales. De cualquier modo, creo que, como todo fenómeno socio-histórico, el fascismo se renueva constantemente. Prevalecen ciertos elementos clave, pero se manifiestan de forma totalmente distinta. Habría que ver dónde cae la doctrina de Bolsonaro si consideramos todo esto.

    • Leandro dijo:

      Una y otra vez insisto y no me publican; solo las dos primeras palabras que por algun error mío se me fueron en el primer momento; pero aprovecho su comentario ya que aprecio en él puntos de coincidencia con el mío. Espero que al fin me lo publiquen:
      Por supuesto que no cuento con los amplios conocimientos del distinguido intelectual Atilio Borón, cuyos artículos siempre me son de sumo interés y los leo como a un insigne maestro.
      Pienso que cuando se acusa de fascista al gobierno de Bolsonaro, se está haciendo referencia, no al sistema brasileño en su conjunto, muy corrupto por cierto y que facilitó el ascenso al poder de tan nefasta figura, sino al propio personaje, que instalará a su alrededor a seguidores de sus manifestaciones fascistas. Considero que incluso el gobierno, tanto en Brasil como en otro país, puede ser fascista, sin que lo sea el sistema en su conjunto. En el caso específico de Boslsonaro, lo considero un instrumento del imperialismo estadounidense en la región en momentos de restauración de la doctrina Monroe; no lo veo como un aliado de Trump, sino como su perro faldero.
      Por supuesto, coincido en que el fascismo clásico, surgido en determinadas condiciones históricas, económicas, sociales y culturales, es irrepetible; pero creo que existen condiciones para el surgimiento de variantes neofascistas.
      No creo que “la burguesía nacional yace en el cementerio de las viejas clases dominantes”. Considero que esas mega-corporaciones siempre tienen su asiento principal en los EE.UU. u otro país altamente desarrollado y tras ellas está la gran burguesía de ese país cuyos intereses son representados por el gobierno de tuno. Pongo un ejemplo: para defender los intereses de la gran burguesía de los EE.UU., dueña principal de enormes corporaciones que tienden sus tentáculos por todo el mundo, ese país tiene bases militares y grandes flotas en todos los confines del mundo y utiliza, además del militar, todos los mecanismos de su enorme poder político, económico y cultural en su defensa y cuando se afectan los intenses de esa gran burguesía, inmediatamente acuden a que son afectados su intereses nacionales y por tanto su seguridad nacional. No creo que en su guerra comercial con China, Trump esté defendiendo los intereses del pueblo estadounidense; su interés es defender los intereses de la gran burguesía de su país, razón por la cual el flamante Secretario de Defensa llamó a tener en el centro de atención del Pentágono a “China, China, China”
      A mi juicio, sigue existiendo el reparto del mundo entre las grandes potencias y continúa latente el peligro mortal para la humanidad de una guerra nuclear, junto a formas de guerra más sofisticadas sustentadas en los novísimos adelantos de la ciencia y la tecnología, que antes que territorios, colonizan las mentes de los pueblos. Si de crisis se trata, los enormes problemas globales ponen a la humanidad al borde de la mayor crisis de su historia, por lo que no creo que sea descartable el surgimiento de nuevas formas de fascismo, llámeseles como se les llame, por lo que sentarnos convencidos de que no van a surgir y por tanto no enfrentarlas, lo considero un gravísimo error.

      • Andrés dijo:

        Coincido plenamente con usted Leandro.

    • Pioneer dijo:

      Muy buen análisis Andres, lo que no acabo de dilucidar es el, por qué? , del interés de clasificar a sucesos que no han ocurrido dentro de corrientes de pensamiento, el decir que Bolsonaro puede ser una versión moderna de fascismo, es equivalente a que AMLO sea una versión moderna de comunismo y no creo que ni Bolsonaro sea capaz de un holocausto o alguna versión moderna de él o de un antisemitismo que provoque un evento parecido, como tampoco creo que AMLO provoque un “Salto hacia delante” o una “Revolución Cultural” o sea , la sociedad a evolucionado para bien,y ha aprendido, es verdad que pueden surgir personajes como los “Le Pen” , “Salvini” o los “P. Iglesias”, pero de ahi a que estos personajes puedan ser representaciones actualizadas de Hitler o Mao hay una distancia grande , de todas formas es mucho más lógico en estos casos hacer análisis históricos a posteriori que esquilmar proféticamente a alguien por lo que se crea pueda representar, vamos, que hay que darles la oportunidad de que hagan, para después juzgarlos.

      • Leandro dijo:

        "Los fuertes, prevén, los hombres de segunda mano esperan la tormenta con los brazos en cruz" José Martí.

      • Andrés dijo:

        Gracias Pioneer. Ciertamente es complejo el asunto de las clasificaciones y conceptualizaciones. A veces pueden ser equivocadas o incompletas, por lo tanto debe tomárseles siempre con espíritu crítico. Sin embargo, conceptuar tiene un objetivo: el de tratar de definir y entender un fenómeno, antes o después de su ocurrencia. Creo que esto es lo que anima a Atilio en su artículo. Y es muy importante que tratemos de entender de qué van tipos como Bolsonaro, pues su retórica ha sido muy agresiva, y esto nos puede ayudar a prever cualquier consecuencia de sus posibles desvaríos. Esto aplica no sólo a Brasil, cuyos electores lo han elegido democráticamente, sino a toda la región. Se trata de la economía más importante en Sudamérica y su política exterior tiene un impacto relevante en el resto. Hace falta entender, informar y, de ser posible, prever.

        Hasta ahora predomina la retórica, pero ya hay indicios de por dónde va. Y es vital observar los hechos en la práctica pues este tipo de fenómenos nunca se manifiestan de igual forma. Por ejemplo, no hay antisemitismo en Bolsonaro. Pero el antisemitismo, aún cuando sigue siendo una terrible patología moderna, no es lo que distingue a los fascismos de hoy. Los musulmanes, los roma, y otros grupos sociales, se han convertido en los nuevos judíos. Y en este sentido, la decisión de Bolsonaro de trasladar su embajada a Jerusalén, con todo lo que esto ha traído, parece alinearlo más a los fascistas modernos que el tradicional antisemitismo.

        Por último, pienso que el hecho de que Bolsonaro y AMLO ó Salvini y Pablo Iglesias, hayan escogido moverse en direcciones opuestas al anonadante centrismo de las últimas décadas, no los convierte automáticamente en imitaciones de sus opuestos históricos. Hay evidencias de las inclinaciones fascistas de LePen y Bolsonaro, pero no hay evidencia de la inclinación maoísta, en términos retóricos o prácticos, de AMLO o Pablo Iglesias. Por lo tanto creo que se establece aquí un falso equivalente.

      • Pioneer dijo:

        "Absentes tinnitu aurium praesentire sermones de se, receptum est"
        Plinio en Viejo.

      • Pioneer dijo:

        Bueno Andrés convendremos en que la apreciación sobre las inclinaciones pueden tener también un componente observacional puntual y las equivalencias entonces serían más visibles de todas formas no es el punto en concreto, si no la profetización sobre la política , no se que se pueda prever sobre hechos consumados de los cuales la sociedad moderna ha creado precisamente para evitar estos extremos de que hablamos sus propios contrapesos que le ponen eficazmente límites a posibles excesos, veremos que sucede y quién tenía más razón.
        La frase de Plinio el Viejo es para Leandro no para ti aunque salió debajo de tu comentario por la diferencia de horarios entre los lugares desde dónde escribimos.

      • Andrés dijo:

        Gracias por su ánimo de debate Pioneer, espero que haya tenido un buen fin de 2018 e inicio de 2019. Lo mismo va para Leandro.

        En cuanto al comentario:

        Pioneer, es cierto que el punto de vista influye en la apreciación, precisamente por ello apelo a la evidencia. Y esta, hasta donde sé, sugiere que decir que Bolsonaro puede ser una versión moderna de fascismo no es equivalente a decir que AMLO sea una versión moderna de comunismo pues uno de ellos no es la semblanza de los extremos históricos de su propia doctrina.

        De cualquier modo, mi punto es que la sociedad moderna ha perdido la capacidad de evitar ciertos extremos. Los contrapesos creados por ella para preveer ciertas situaciones no son inamovibles. De hecho, los fenómenos recientes muestran que ha evolucionado de forma tóxica. De ahí la necesidad de mejorar su capacidad para entenderlos y preveerlos a través del análisis conceptual, pero también a través de políticas innovadoras inspiradas en dichos análisis.

      • Pioneer dijo:

        Pues si , Andrés , pensándolo mejor y observando algunos eventos acontecidos últimamente que han sumido a países ricos en la más estruendosa miseria y movimientos populistas de extremos que ya cobran un precio social alto , tiene razón hay costuras de contención que se han perdido y es muy peligroso si.
        Tuve un excelente 2018 y parece que tendré un 2019 muy agitado , gracias y ojalá ud haya tenido también los sabores de mis mieles existenciales o más , un abrazo y por lo que me imagino tenemos profesiones cercanas e igual de sabrosas.
        Una barazo.

      • Leandro dijo:

        Yo comprendí desde el primer momento que la frase de Plinio el Viejo está dirigida a mí por la cita que hice de Martí, quien muchas veces reiteró la necesidad de prever.
        Poco tengo que agregar a lo planteado por Andrés con el cual coincido totalmente. Cinseramente no creo que podemos confiar plenamente en la eficacia de los contrapesos de la sociedad moderna para poner límites a estos extremos. Un simple recorrido por el mundo nos muestra cuanta barbarie persiste en pleno siglo XXI. En cuanto a Bolsonaro, puede que si las fuerzas de oposición logran unirse y movilizar al pueblo se le ponga frenos; pero la tarea a mi juicio es difícil, porque allí hay un congreso y un poder judicial corruptos, supceptibles a obedecer al gobernante para mantener sus privilegios y preservar el pellejo, y Bolsonaro está apoyado, además, por los institutos armados. Al propio tiempo Bolsonaro no está solo, tiene un jefe supremo de su misma estirpe: Trump, junto a numerosos gobiernos de derecha en la región y un debilitamiento exprofesso de los mecanismos de integración regional, junto al fortalecimiento de la OEA con el tristemente célebre Almagro al frente. Por tanto, no creo que haya que esperar para juzgarlo; de lo que se trata es de, conociendo sus manifestaciones y la situación nacional, regional e internacional en que llega al poder, hacer todo lo que sea posible para ponerle freno.

  • Franklin Pimentel Torres dijo:

    Excelente análisis; útil para iluminar el debate de ideas sobre lo que significa la era Bolsonaro para Brasil, El Caribe y América Latina

  • Oneforall dijo:

    Con perdón del catedrático Borón, una gran retórica, pero lo que tenemos ahora, siguiendo la línea de su propio análisis (“ …la burguesía nacional yace en el cementerio de las viejas clases dominantes. Su lugar lo ocupa ahora una burguesía imperial y multinacional, que ha subordinado fagocitado a sus congéneres nacionales…”) es un fascismo imperial que subyuga las mentes con un emporio mediático y poderío económico sin precedentes en la Historia. Goebbels, como Ministro de Propaganda, se quedó chiquito.
    En nuestra modesta opinión el gobierno de Bolsonaro sí es fascista, solo que es un fascismo subordinado al Gran Fascismo Imperial. Deben estar alertas los brasileños y latinoamericanos en general, no dejarse confundir por disquisiciones teóricas que hacen mucho daño, y combatir unidos, por cualquier medio necesario, contra esta ola (reflujo) neoliberal que se torna descarnado, que va dejando a un lado el disimulo, como la peste parda, que pasó de una retórica demagógica y chovinista a un genocidio a plena luz del día ante los ojos atónitos e impotentes de la opinión pública mundial.

  • Luis German Gonzalez Santiesteban dijo:

    Duro trabajo el de crear conciencia para ganar elecciones frente al capital de los poderosos círculos de magnates que son conscientes de la diferencia entre el bien y el mal pero que nada les importa . lo que hoy esta a la Entrada con la presidencia de este sicario esta mas allá de una forma de pensar y actuar , constituye la barbarie misma en la mente del extremismo . basta con evaluar quienes le reconocen apoyan y aplauden , el radicalismo del fascismo, con su compulsiva supremacía racial en su intencion de reinventarse , Es un peligro no cabe dudas , esperemos que el pueblo de Brasil reaccione a tiempo y enfrente resueltamente al engendro de su oligarquía y no se desarrolle la bestia que tanto daño hizo a la humanidad ..

  • Orlando dijo:

    ¿Porqué no dejamos que los brasileños se ocupen de sus propios problemas? ellos lo eligieron no nosotros, nosotros más bien debemos preocuparnos por aunar todos los esfuerzos para que Diaz Canel siga echando para delante esta Revolución, que diablos me importa a mi si Bolsonaro es fascista, es madridista o barcelonista o juega baloncesto en los Sun de Phoenix

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Atilio Borón

Atilio Borón

Economista y periodista argentino, quien dirigió Clacso.

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