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La América nuestra en Fernando

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Fernando Martínez Heredia Foto: Emilio Herrera/ Prensa Latina.

1 En esta misma Sala Villena, el 5 de abril de 2010, Fernando Martínez disertó sobre La escritura y la Revolución, e inspirado quién sabe por qué motivos, pues no solía hablar en público sobre sí mismo, dice que en enero de 1959 vino unos días a La Habana a cuestiones del Movimiento 26 de Julio, y en una charla de adoctrinamiento Marel Zuzarte le expresó con énfasis: “No lo olviden, esta revolución es latinoamericanista”.

Escuchó esta frase recién cumplidos sus 20 años, vestido de verde olivo con la pistola al cinto, y le quedó grabada para siempre. En mayo de 1959 matricula Derecho en la Universidad de La Habana y pronto saca en préstamo de la Biblioteca Nacional sus dos primeros libros, La Teoría General de Keynes y Cómo cayó el presidente Madero, del cubano Manuel Márquez Sterling. Su vocación temprana por la historia lo lleva a preocuparse por las causas que provocan la frustración de la Revolución Mexicana, al igual que desde entonces se interesa en las razones que motivaron que se fuera a bolina la del 33 en Cuba.

En febrero de 1963 ingresa junto a un grupo de jóvenes al recién creado Departamento de Filosofía de la Universidad. Los mueve el ánimo de contribuir desde la teoría a la transición socialista en Cuba y varios de ellos, como Fernando, también tienen en la mira ayudar a los procesos de liberación y al triunfo de nuevas revoluciones socialistas en nuestra América.

Intentaré resumir sus vivencias, compromisos y sueños en tal empeño, y esbozar sus aportes en el campo de las ideas y en diversos quehaceres políticos con ese fin, durante más de cincuenta años.

Mientras se afana en conocer el marxismo de Carlos Marx y sus continuadores, en especial los aportes de Lenin y Gramsci, y de conocer a fondo nuestra historia nacional e interpretar la herejía cubana para servirle mejor conoce en 1965 a Manuel Piñeiro. El comandante de la barba roja entre sus funciones está a cargo de dirigir un equipo especial creado por Fidel, para apoyar e impulsar las luchas revolucionarias de la América Latina. Acaban de matar al jefe guerrillero peruano Luis de la Puente Uceda y Piñeiro, “con aire zumbón”, cuenta Fernando más tarde, le dice: “Tú que eres tan inteligente, ¿cómo es que de la Puente, que era marxista–leninista, salió al campo y lo mataron enseguida, y antes a Hugo Blanco que es trotkista, los campesinos lo habían escondido y le daban comida?”.

El joven profesor, que solía reaccionar pronto, le dice sin inmutarse y con la cadencia de su persistente toz: “eso lo que demuestra, comandante, es que la vida es muy compleja…”.
Comienza así un fecundo nexo con Piñeiro, a quien Fernando recuerda en 2010 del siguiente modo: “Tuve la oportunidad de mantener vínculos con él desde entonces hasta su fallecimiento, y eso me franqueó una posibilidad que es invaluable: sentir, estudiar, conocer y participar en numerosos ámbitos y problemas de nuestra región, desde la posición internacionalista que nos ha enseñado la Revolución”.

2 ¿Cómo se expresó y acendró en aquellos años la vocación latinoamericanista de Fernando?
No corresponde abordar aquí las complejas dinámicas políticas cubanas y las intensas faenas creativas suyas y de varios integrantes del Departamento de Filosofía, entre 1965 y 1971. Solo mencionaré algunos aspectos relacionados con el tema que deseo desarrollar.
Durante su mandato de director del Departamento, decide crear en 1967 un Grupo de Estudios Latinoamericanos formado por cinco de los más jóvenes profesores, entre quienes me encontraba. Elaboramos y avanzamos en un plan de estudios –asesorados por Fernando–, aunque lo que más disfrutamos y aprovechamos fueron las tareas de apoyo al equipo de Piñeiro, entre ellas entrevistas con dirigentes revolucionarios latinoamericanos que visitan La Habana de modo clandestino o se entrenan en cursos de guerra de guerrillas.

En febrero de 1967 nace la revista Pensamiento Crítico, que pronto se convierte en el estimulador y la caja de resonancia más importantes de las nuevas investigaciones sociales en Cuba, y en vehículo de las ideas y experiencias de luchas de los movimientos de liberación nacional y social del Tercer Mundo, en especial de nuestra región.

El primer número, como después el porcentaje más elevado de sus contenidos, está consagrado a la América Latina. El editorial de estreno, escrito por Fernando en cuatro luminosos párrafos, dice en el penúltimo: “En este primer número presentamos, en su aspecto latinoamericano, el problema crucial de nuestro tiempo: la lucha tricontinental antimperialista, que se propone en Vietnam, Guinea o Venezuela, conquistar para los pueblos la dignidad humana, sin la cual el propio oficio intelectual no tendría posibilidad ni sentido. Los nombres de algunos autores –Camilo Torres, Fabricio Ojeda– nos recuerdan que no es la crítica la gran transformadora, sino la Revolución”.

Y concluye esta especie de sintético manifiesto: “Opinamos que el intelectual revolucionario es, ante todo, un revolucionario a secas; por su posición ante la vida, después, aquel que crea o divulga según su pasión y su comprensión de la especificidad y el poder transformador de la función intelectual. Si la primera condición existe, le será fácil coincidir con la necesidad social”.

Fernando ha cumplido en esos días 28 años y cuando termina el ciclo de su vida física cinco décadas después, nos deja íntegro ese modo de ser y actuar suyos, también en su proyección latinoamericana.

La revista se distingue por publicar numerosos ensayos de investigadores y pensadores de la región –como el célebre El desarrollo del subdesarrollo, de André Gunder Frank–, y textos de organizaciones insurgentes y sus líderes. Además, gracias a los nexos directos con los actores de tales luchas, en las visitas soterradas que algunos hacen a Cuba se coordina con ellos para realizar números o trabajos especiales sobre sus países. Un ejemplo es el temático dedicado a Brasil. Ahí se publican sin firmas, seis textos hechos en colectivo por militantes de diferentes organizaciones, donde se abordan los problemas con criterios unitarios.

Fernando, junto a José Bell Lara, fue el principal animador del perfil latinoamericanista de Pensamiento Crítico. Escribe una larga nota de presentación al número 48, de febrero de 1971, que es consagrado a divulgar las peleas de los guerrilleros argentinos y un testimonio sobre la insurrección salvadoreña de 1932, que ofreciera el viejo dirigente comunista de ese país Miguel Mármol a su coetáneo Roque Dalton.

Como siempre, Fernando explica el sentido de lo que hace. Dice en esa nota: “Para Pensamiento Crítico –que cumple cuatro años con este número– es más que una feliz coincidencia publicar, como en el primero, análisis de la estructura, el movimiento político, las ideologías en América nuestra, debidos a estudiosos; y, sobre todo, la expresión cultural más importante del continente en las voces de sus protagonistas: la Revolución”. Tal concepto, la revolución como principal gestora y sostén de la cultura, lo guiará en todas partes.

En julio de 1967, en su carácter de director de la Revista visita Chile, junto a Nicolás Guillén. Es su primer viaje a otro país latinoamericano. Conversa por separado con Allende, con Luis Corvalán, secretario general del PC y con otros dirigentes de la izquierda chilena, entre ellos el joven del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Miguel Enríquez, quien de todos es el que más le impresiona, por sus intransigentes posturas, la disposición de ayudar al Che en Bolivia con hombres y, además, por su afilado pensamiento teórico y político. Con él, mantendrá relaciones hasta que Miguel muere en combate en 1974 y esa amistad será siempre su orgullo.

Durante esos días en Chile, la revista Punto Final le hace la primera entrevista de su vida, que publica el 1 de agosto de 1967. El periodista escribe: “De una extraordinaria sencillez, no parece profesor de filosofía marxista. Más bien tiene aspecto de estudiante”.
El entrevistador comenta que PC es una revista del más alto nivel, pero, aclara, “en un plano nuevo: el del pensamiento revolucionario cubano”. Y Fernando precisa: “En nuestra revista queremos hacer nacionales todas las luchas de liberación del mundo, especialmente la lucha continental de nuestra América”. Y con su mirada premonitoria, afirma: “Quizá los más importante en la lucha americana, lo más necesario es la tenacidad, la capacidad de mantenerse, no abandonar la lucha ante el primer fracaso”.

Impresionado por tal idea, el periodista comenta: “Nos queda en el oído la palabra tenacidad, el tono con que fue pronunciada”.

Entre las amistades latinoamericanas que cultiva Fernando en esos años, se encuentra el poeta y militante revolucionario salvadoreño Roque Dalton, vecino suyo en el Vedado que le guarda la carne y le hace hielo en el refrigerador –porque Fernando tenía el suyo roto–, a quien le ofrece un curso de marxismo. Después, Roque evocará esta experiencia en un poema de aire coloquial y muy divertido que incluye en su libro Un libro rojo para Lenin. Entre otros momentos deliciosos selecciono este:

y él comienza a aclarar su voz tosiendo de una manera rarísima/ operación que repetirá cada cinco minutos/ hasta poner nerviosos a quienes lo oigan por casualidad/ o sea sin seguir lo que dice/ / y como agotamos el prólogo y ninguno de los dos fuma/ entra en materia: /No vale la pena en el siglo XX estudiar marxismo si no se estudia en relación con la/ revolución, mejor sí con una revolución que estamos haciendo.

Fernando pone a prueba su tenacidad –esa cualidad de acero que ha enfatizado al comunicador chileno–, ante el hachazo que representa para nuestro pueblo y el proyecto de liberación continental, la muerte del Che en octubre de 1967. La reacción inmediata de Pensamiento Crítico, fue sacar un número especial dedicado al líder inmortal y redoblar el papel de la revista a favor de las bregas y los proyectos de liberación en el continente y en todo el mundo tercero.

Años después recibirá otros golpes, de esos muy duros que nos avisara César Vallejo, al conocer la muerte en combate de Miguel Enríquez y de Carlos Fonseca Amador, líder del FSLN de Nicaragua, y el vil asesinato de Roque Dalton. Esos reveses, vinculados a un ciclo de retrocesos de las luchas populares en nuestra América, le confirman la necesidad del temple que a su juicio debían tener los revolucionarios. Y en ningún momento vacila o deja de ser optimista.

Su tenacidad ante los sinsabores y más aún su calidad revolucionaria, tendrán sin embargo la prueba más difícil cuando a finales de 1971 es cerrada la revista Pensamiento Crítico y se desintegra al Departamento de Filosofía. Fernando es objeto de discriminaciones ideológicas y políticas, y sufre durante varios años una etapa de virtual ostracismo en la publicación de sus ideas.

Trenzado con los hermanos y hermanas de la calle K, pone en tensión su excepcional capacidad para entender la complejidad de los procesos históricos, en este caso con una perspectiva analítica más difícil, al ser nosotros víctimas de un huracán formado en el Atlántico cuyos efectos dañaban el alma de la Revolución. Y ante tal adversidad, su entereza sustentada en la lealtad a la Patria y a la Revolución no se resquebraja, y levanta junto a sus compañeros un sólido refugio moral colectivo, que le permite resistir todos los embates.

3 En consecuencia, durante casi una década permanece desconectado de la América Latina. Hasta que triunfa la Revolución Sandinista en 1979, y el comandante Manuel Piñeiro le solicita que integre el equipo de la embajada de Cuba, formado en su mayoría por miembros del Departamento América del CC–PCC. Es designado para atender la cultura y la prensa, pero pronto rebasa tales ámbitos y desarrolla además otras acciones políticas y de análisis situacional.

En Nicaragua radica hasta fines de 1984, y aunque no dispone de tiempo para realizar investigaciones ni escribir ensayos ejercita con creces el pensamiento, lee mucho, redacta informes, conoce a fondo la especificidad de esa Revolución, sigue de cerca los procesos insurgentes de El Salvador y de Guatemala, y se relaciona con figuras relevantes de la política, la cultura y la teología de la liberación, entre estos últimos con Frei Betto, Ernesto Cardenal, Francois Hutart y quien sería su amigo por siempre, Raúl Suárez.

A su regreso a La Habana, en 1985 se incorpora al Centro de Estudios sobre América y un año después comienza a ocurrir la feliz circunstancia de la arremetida de Fidel contra las desviaciones y graves errores existentes en la transición socialista cubana, que nuestro líder llama Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas.

Fernando capta con su habitual sagacidad que se abría de tal modo una oportunidad para reencauzar la revolución. Otra vez el Principito tiene razón, cuando dice en el libro de los saberes infinitos: “Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos”.

Sale de inmediato a pelear junto a Fidel y el pueblo revolucionario, y realiza aportes fundamentales para entender desde la investigación social y el pensamiento teórico la naturaleza, los objetivos y el curso de las rectificaciones del socialismo cubano.
Y en ese reencuentro con el proyecto original de nuestro socialismo, en octubre de 1987 Fidel cuenta que ha soñado con el Che y le pide que lo acompañe en su cruzada de reorientación histórica, el Che, que había señalado 32 años antes el precipicio y nos dejara ideas esenciales para evitarlo.

Estimulado por los positivos efectos que origina en tal coyuntura el libro de Carlos Tablada sobre el Pensamiento Económico del Che, ganador del Premio Casa de las Américas en 1987, Fernando le hace el prólogo. Y junto a varios compañeros participa en un esfuerzo colectivo que engendra la obra Pensar al Che, auspiciada por el CEA como parte de la lidia de ideas convocada y dirigida por Fidel. Es en ese ambiente que Fernando elabora su libro El Che y el socialismo, laureado en enero de 1989 con el Premio Extraordinario del Concurso Casa de las Américas.

Fueron sus ensayos sobre la rectificación y la profundización del socialismo cubano, publicados en Cuba y en otros países latinoamericanos entre 1987 y 1988, y sobre todo este texto premiado acerca del Che los que convierten a Fernando en un imán. Atrae la atención de los círculos más relevantes de la intelectualidad revolucionaria latinoamericana, en primer lugar en Cuba, y de los movimientos sociales y la izquierda política.

Hechos históricos trascendentes como la desintegración del Muro en Europa en 1989 y de su carcomido sostén en 1991, en contraste con las posturas cubanas de rectificar el socialismo con ideas propias, hacen que los trabajos de análisis de Fernando sobre estos temas cobren una dimensión regional cada vez más sobresaliente. Comienza así para él una nueva etapa de su vida intelectual y política, que lo consagrará como uno de los pensadores más sobresalientes de nuestra América en los últimos treinta años.

Fernando comprende que puede ahora multiplicar su influencia e intensifica sus quehaceres investigativos con el ánima de un luchador consciente de que está en la primera línea de una batalla histórica.

No pierde oportunidad, participa en decenas de eventos cada año, dirige el Instituto de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello –donde bajo su liderazgo surge un potente grupo de jóvenes pensadores–, escribe muchísimo y aborda temas diversos, y se liga cada vez más a numerosos movimientos sociales y organizaciones políticas de varios países latinoamericanos. Y como hizo con su creativo hechizo desde que escribiera El ejercicio de pensar en febrero de 1967, todo cuanto toca con su mente lo convierte en ideas doradas, de un valor superior al oro del rey Midas.

4 Una rápida mirada a la extensa bibliografía de Fernando sobre temas latinoamericanos y caribeños, permite ciertos juicios cuantitativos útiles.

En total he identificado 72 textos, que incluyen notas anónimas, entrevistas de prensa y en revistas especializadas, ensayos, artículos, prólogos de libros, conferencias, intervenciones, ponencias y palabras varias. Me he servido en parte de la bibliografía incluida en la excelente tesis de grado para su maestría en la Unam del amigo mexicano Rafael Magdiel Sánchez, defendida con éxito a finales de este año, primer trabajo académico que aborda el pensamiento de Fernando. Y la completé con otros datos.

Si la agrupamos por décadas, se observará que entre 1960 y 1979 no escribe ningún ensayo o artículo sobre la región. En la década de los ochenta, sobre todo entre 1985 y 1987, publica tres ensayos, un artículo y un prólogo.

En los noventa la cifra más que se duplica: 13 trabajos, de los cuales tres ensayos, tres artículos, tres conferencias, un prólogo, dos entrevistas y palabras varias.

Entre 2000 y 2009, la cifra otra vez supera el doble de la década anterior con 27 textos, de ellos 11 ensayos, seis artículos, un prólogo, cuatro entrevistas, una ponencia, dos intervenciones, y palabras varias. Y desde 2011 hasta marzo de 2017, la suma alcanza 22 textos, con dos libros compilados, dos ensayos, cuatro artículos, siete conferencias, dos intervenciones, una entrevista y cuatro palabras varias.

En resumen, durante los 17 años que corren de este siglo, Fernando publica más de las dos terceras partes de su obra relacionada con temas de la región, y el 12 de junio cuando deja de latir su corazón la cifra se movía en ascenso.

¿Cuáles son algunos de los principales temas recurrentes en el pensamiento y en el quehacer político de Fernando respecto de la América Latina y el Caribe?

Los resumo de inmediato:
–––Interpretación histórica totalizadora del colonialismo y el neocolonialismo.
–––Los procesos revolucionarios de independencia, desde 1791 (Revolución haitiana) hasta 1824 (Batalla de Ayacucho).
–––Imperialismo y sistema de dominación capitalista en América Latina y el Caribe, sustentado en las transnacionales, en la hegemonía ideológica y en la guerra cultural. La función del Estado y de las clases que son subalternas del imperio.
–––Concepción de José Martí sobre nuestra América.
–––La Revolución Cubana y su proyección latinoamericana y caribeña.
–––Procesos de liberación nacional y social, y vigencia del socialismo en la región. Actualidad del concepto pueblo de Fidel.
–––Integración y unidad continental. El internacionalismo como deber y necesidad.
–––Modernización, neoliberalismo, nuevo reformismo, democracias restringidas y otras formas de dominación posteriores a las dictaduras militares. Sus límites y fortalezas relativas, siendo América Latina el continente con las contradicciones más extremas del mundo y a la vez de mayores potencialidades para adelantar procesos anticapitalistas.
–––Revolución, partidos de izquierda y nuevos movimientos sociales. El nexo entre el poder y el proyecto.
–––Afrodescendientes en la historia de la América Latina y el Caribe.
–––El Che y los caminos de la revolución y el socialismo en la América Latina.
–––El pensamiento integral de Fidel acerca de la emancipación de América Latina y sus aportes a la unidad, la integración y la solidaridad.
–––Hugo Chávez, la Revolución Bolivariana y el inicio de un nuevo ciclo histórico de nuestra región en el siglo XXI.
–––Los pueblos originarios en la hora actual de América Latina. Significación del gobierno de Evo.
–––La propuesta de Chávez y el debate sobre el socialismo del siglo XXI.
–––La situación y el papel de los intelectuales en la América Latina y el Caribe.
–––Importancia crucial para Cuba del avance de los procesos de independencia, liberación, integración y de transición socialista en la región.
–––Cristianismo popular y Teología de la liberación.
–––Pensamiento latinoamericano, cultura e identidades. La historia como arma de emancipación.
–––Medios de comunicación, cultura, dominación y resistencia.

Habría que apuntar, casi para finalizar, que las ideas de Fernando sobre estos disímiles temas, tienen el sello distintivo de seis pensadores: Martí, Marx, Gramsci, Mariátegui, Fidel y el Che. Y de Franz Fanon, respecto al colonialismo.

Confieso que mi intención ha sido apenas aproximarme al ejercicio de pensar de Fernando sobre temáticas de la América nuestra, a las que aportó infinidad de conceptos, valores éticos y preguntas de suma actualidad. Y también he querido exaltar algunas muestras de su perseverante quehacer político como militante comunista, en el sentido noble y grande de este ejercicio.

5 El 14 de febrero de 2011 disfruté la ocasión de estar en La Cabaña junto a Fernando, en el coloquio que hicimos para homenajearlo con motivo de la Feria del Libro dedicada a él. Pensé si ciertas palabras suyas expresadas entonces, debían ir al principio o al final de mi intervención de hoy. Y decidí cerrar con ellas, porque de cierto modo sintetizan cuanto he dicho:

“Al mismo tiempo –dice Fernando– soy uno entre tantos que se han formado y han vivido con una dimensión latinoamericana. Hace más de cuarenta y cinco años que comparto los ideales y el pensamiento de sus revolucionarios, y que estudio sus procesos, sus realidades y sus proyectos. Un buen número de experiencias personales latinoamericanas han enriquecido mi vida y le han dado más sentido, he hecho míos muchos de sus ámbitos, y junto a las causas generales de los pueblos llevo conmigo las vivencias, los recuerdos y la hermandad de personas que me resultan entrañables. Albergo la convicción de que sin esa dimensión latinoamericana no es concebible la consecución plena del socialismo cubano, y de que el internacionalismo no es una actividad altruista, sino algo inherente a la condición de revolucionario y una parte irrenunciable de serlo”.

Tenía muy cerca a nuestro admirado amigo esa tarde de amores, y me impresionaron aún más las siguientes palabras que veinte segundos después él expresara, con una sonrisa enigmática: “La verdad es que siento que aún no he recorrido la mitad del camino”, dijo y añadió: “Si soy demasiado ambicioso, ya se encargará la naturaleza de meterme en cintura”.
Se equivocó Fernando. La sabia madre en vez de meterlo en cintura lo entregó pleno. Ahora nos toca a nosotros y a los que vendrán después, recorrer la otra mitad del camino. Aunque a él lo queremos al frente, porque la meta está distante y no debemos caminar en línea recta, y para avanzar hacia ella de tal modo es imprescindible su lucidez, su tenacidad y su optimismo.

*Palabras en el taller de homenaje a Fernando Martínez Heredia, realizado por la Asociación de Escritores de la Uneac el 21 de diciembre de 2017, en la Sala Villena.

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  • El Avileño dijo:

    Llena de inspiración y compromiso leer la obra del maestro Martinez Heredia. En nuestros tiempos merece una mayor divulgación, sobre todo entre los jóvenes. La historia del pensamiento cubano tiene en nuestro Fernando una fuente vital de ideas a las que nos es necesario regresar para entender y transformar la realidad de Cuba y América Latina. Saludos desde la Facultad de Filosofia, Historia y SOCIOLOGÍA de la UH.

  • Tatiana dijo:

    Gracias Germán por recordarnos al Fernando filósofo, político, maestro, humano, comprometido, polémico y provocador del pensamiento creativo y revolucionario. Sencillo, modesto,.....tantas cualidades juntas que rara vez aparecen en un solo ser humano, al decir de Fidel acerca del Che y que Fernando encarnaba sin proponérselo. También me confesó que tenía muchas cosas pendientes por hacer, entre ellas terminar libros a los que el tiempo no le había permitido concluir.
    Es meritorio los últimos años dedicados a la formación de jóvenes investigadores y en el sentido de su vida entregada a la formación y desarrollo de la cultura e identidad cubana y latinoamericana, por la construcción de un socialismo y de una ética revolucionaria como valores a defender. Por Fernando una deuda de seguir con él y con sus sabios y miles consejos.

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Germán Sánchez Otero

Germán Sánchez Otero

Escritor y diplomático. Fue Embajador de Cuba en Venezuela.

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