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Torturas en Guantánamo e hipocresía en Ginebra

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  Orlando Oramas, periodista de Prensa Latina  

Otra vez la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, con sede en Ginebra, se convirtió en escenario para el ya tradicional ataque de Estados Unidos contra Cuba, el país de América Latina que más ha hecho por el bienestar y la dignidad de sus ciudadanos.

 Poco mérito para Washington y los gobiernos que le sigueron la zaga, y ahora retroceden ante un proyecto de resolución cubano para que el organismo mundial verifique la situación de cientos de seres humanos prisioneros de Estados Unidos en la base naval de Guantánamo.

 Más de dos años había demorado en llegar el asunto a la CDH, demostrando la hipocresía que reina en esa dependencia, devenida  tribunal inquisidor de un puñado de potencias, en particular Estados Uidos, contra países del Tercer Mundo.

"Estuve enjaulado como un animal. Nadie me preguntó si era humano o no". La frase es de un ex detenido en el campo de concentración que la administración del presidente George W. Bush levantó en la base que ocupa contra la voluntad del pueblo cubano en la bahía de Guantánamo.

 Allí mantiene a alrededor de 650 prisioneros de la guerra contra Afganistán. En su gran mayoría llevan más de dos años recluidos en jaulas, encadenados la mayor parte del tiempo y sometidos a torturas físicas y sicológicas.

 Fueron llevados hasta allí en vuelos militares, encapuchados y con las manos amarradas en la espalda. Las esposas estaban tan apretadas que pronto varios de ellos comenzaron a sangrar, en medio de gritos y llantos que acompañaron aquellos macabros vuelos.

 El sitio de concentración primero se llamó X-Ray. Luego Campo Delta y ahora Campo Five, todas denominaciones de un modelo carcelario conforme a las prisiones de máxima seguridad.

 "Honor en la defensa de la libertad", así reza un cartel en la entrada del presidio, pero puertas adentro se violan las más elementales reglas de la Tercera Convención de Ginebra.

Estados Unidos no considera a sus rehenes prisioneros de guerra, sino "combatientes enemigos", con lo cual los priva de derechos internacionalmente reconocidos.

 Sobre ellos recae el castigo sin condena y su ubicación en Guantánamo, fuera del territorio estadounidense, persigue asimismo rehuir la propias leyes norteamericanas.Permanecen aislados, encerrados en jaulas con techos de metal corrugado, con apenas noventa minutos al aire libre a la semana.

 Pero más allá de las pésimas condiciones, los presos en ese infierno no tienen procesos, ni tribunales para ser juzgados, ni siquiera son identificados por el nombre, solo por un número para cada uno. No tienen derecho a abogados ni a contacto con sus representantes consulares.

Todo esto explica la alta tasa de intentos de suicidios y que las autoridades carcelarias debieran multiplicar el equipo de siquiatras, cuyos tratamientos incluyen fuertes dosis de calmantes que dejan aniquilados a los pacientes durante varias semanas.

El Campo Five está concebido para aniquilar la moral de sus prisioneros. Ellos no saben cuál será su destino, en manos en última instancia del presidente de los Estados Unidos, con potestad incluso de cambiar la condena y ordenar la pena de muerte.

No en balde el periodista italiano Carlo Bonini, autor de un libro sobre el tema, lo tituló "Guantánamo: USA, viaje a las prisiones del terror". El texto consigna las brutales violaciones a los derechos humanos a los que están sometidos los presos de la guerra de Afganistán.

Entre ellos hay representadas más de una treintena de nacionalidades, incluso de países aliados de Washington, cuyos gobiernos comienzan a preocuparse, bajo la presión social, por el destino de sus ciudadanos presos en Guantánamo.

Lástima que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU no se pronunciara por el encarcelamiento allí de menores de edad, lo cual tampoco recibió espacios de la llamada gran prensa norteamericana.

Jamal al Arit, de 37 años, británico y padre de tres hijos, fue excarcelado recientemente junto a varios de sus compatriotas. Él denunció sesiones de porrazos y torturas sicológicas para obligarlo a confesar supuestos crímenes.

"Las golpizas no eran ni de cerca tan malas como la tortura sicológica. Los hematomas se curan en una semana, pero lo otro se queda contigo", declaró al diario The Guardian.

Los británicos refirieron que fueron sometidos a 200 horas de interrogatorios, en los que intervinieron funcionarios de la CIA, el FBI y otros servicios de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Tarek Dergoul aseguró al periódico The Observer haber sido interrogado violentamente, bajo amenaza de ser ultimado de un tiro, y obligado a vivir en condiciones infrahumanas. Era tan fuertes las golpizas y abusos sicológicos que varios se vieron obligados a prestar falsas declaraciones.

Todo eso ocurre en tierra cubana, usurpada por Estados Unidos, que pretende mantener en un limbo jurídico a sus rehenes de la guerra afgana y los condena al infierno que Bonini calificara como el "sarcófago de Guantánamo". ¿Y la CDH qué?

 

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Orlando Oramas León

Orlando Oramas León

Periodista cubano, subdirector del diario Granma.