Cubadebate

Vista de la capilla de Santa Kinga, en las minas de Wieliczka.

Texto y fotos: Javier García Blanco.

Pocos lugares parecen menos apropiados para contener obras de arte que una mina de sal y, sin embargo, en estos peligrosos y angostos espacios subterráneos se han custodiado a veces algunas de las obras más valiosas de la historia del arte universal. Es lo que sucedió, por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis escondieron en minas de sal de los Alpes algunas de las miles de pinturas expoliadas a causa de las ansias artísticas de Hitler.

En otros casos, como el que hoy nos ocupa, es la propia mina la que podría poder considerarse una obra de arte. La de Wieliczka, en la región de la Pequeña Polonia, cerca de Cracovia, es sin duda un ejemplo inmejorable. Explotada durante más de 900 años –desde la Edad Media y hasta 1996–, esta mina no sólo ha generado importantes beneficios a la región gracias a la extracción de la sal, sino que durante buena parte de su historia ha inspirado también a no pocos mineros que, al tiempo que perforaban las profundidades de la Tierra, dedicaban parte de su tiempo a tallar impresionantes figuras en la roca de sal.

Relieve de Jesús enseñando en el Templo.

Al mismo tiempo que abrían nuevas galerías en las que explotar el mineral, estos mineros y escultores “amateur” fueron dando forma también a multitud de capillas en los nueve niveles de la mina: lugares donde los esforzados trabajadores podían escuchar misa y rezar cada mañana, antes de iniciar una nueva jornada de la que nunca sabían si saldrían con vida.

Algunas de estas capillas son la de San Antonio y la de la Santa Cruz, creadas en los siglos XVII y XIX respectivamente, y a una profundidad de 64 y 91 metros cada una. Hay otros de estos oratorios en distintos puntos del recinto, pero el más espectacular de todos ellos, tanto por sus dimensiones como por la belleza de las obras que se custodian en su interior, es la capilla de Santa Kinga.

Relieve inspirado en la Última Cena de Leonardo.

Este fabuloso espacio –mide unos 55 metros de longitud, unos 15 de ancho y entre 10 y 12 de alto–, parece un rincón sacado de las minas de Moria reflejadas en las novelas de Tolkien, y comenzó a construirse a finales del siglo XIX. Los trabajos se prolongaron durante varias etapas ya iniciado la nueva centuria, y en todas ellas participaron mineros que, además de excavar el espacio necesario, tallaron también buena parte de las obras que todavía hoy es posible disfrutar.

Así, entre 1895 y 1927 fueron los hermanos Józef y Tomasz Markowski quienes dieron forma a las bellísimas estatuas y relieves de sal que se pueden ver hoy en este rincón de las minas, ubicado a 101 metros de profundidad. Entre estas obras se cuentan el altar central, el púlpito, la imagen de Cristo crucificado y varios relieves con historias del Nuevo Testamento.

Escultura en sal del rey Casimiro el Grande.

En los años centrales del siglo XX fue Antoni Wyrodek, un escultor autodidacta que acabó completando su formación artística años más tarde, quien continuó la labor de los hermanos Markowski. A la hábil mano de Wyrodek debemos, entre otras creaciones, los relieves de ‘La huida a Egipto’, ‘El Cristo de los 12 años enseñando en el Templo’ o su versión de la célebre ‘Última Cena’ de Leonardo, una delicada obra que consigue dar profundidad a la obra maestra del genio florentino.

En la actualidad tanto la capilla de Santa Kinga como otras de las mencionadas están abiertas al público –al igual que parte del recinto de las minas–, y teniendo en cuenta la belleza de las piezas escultóricas y la espectacularidad de sus cámaras, no es de extrañar que las minas fueran incluidas en 1978 en la primera lista de patrimonio elaborado por la UNESCO. Sin duda, todo un ejemplo de lo que es capaz el ingenio y la inspiración humana.

(Tomado de Arte Secreto, Blog de Yahoo)