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El asalto al Capitolio, revisitado

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"Una vergüenza nacional", "antiestadounidense", "un intento de golpe", "una insurrección alentada por el presidente de Estados Unidos".. Foto: Reuters.

Aunque hayan intentado barrer el tema bajo la alfombra, las imágenes del seis de enero serán difíciles de olvidar. Parecían sacadas de alguna película hollywoodense, una de esas donde la sede del gobierno es atacada por enemigos de Estados Unidos y el típico héroe de esas historias toma el control de la situación. Pero la realidad fue más compleja que la ficción. Ese día no hubo un súper hombre salvador, y quienes invadieron violentamente el Congreso no eran extranjeros, sino ciudadanos estadounidenses.

Fue la mayor sacudida a su sistema político en mucho tiempo, quizás desde la Guerra Civil en el siglo XIX. Y si creen que exagero, piensen en lo siguiente: un grupo de personas entró por la fuerza en el edificio del Congreso con el objetivo de interrumpir el proceso constitucional; querían detener la certificación de la victoria electoral de Joe Biden.

Desde entonces, algunos medios de comunicación y políticos –sobre todo republicanos– han querido reescribir la historia y presentar lo sucedido de otra manera, menos grave. Pero como para recordarles que no será fácil pasar la página, este sábado habrá una manifestación en las afueras del Capitolio en Washington, en apoyo a las personas que han sido arrestadas y condenadas como resultado de las investigaciones en curso.

El lema es “Justice for J6” (Justicia para el 6 de enero), y están organizados por un grupo llamado Look Ahead America, que dirige Matt Braynard, un exfuncionario de campaña de Donald Trump. Según declaran en su página web, se trata de una “organización de America First dedicada a defender a los estadounidenses patriotas que han sido olvidados por el gobierno”.

Las fuerzas del orden permanecen en alerta, y una cerca de dos metros de altura volvió a ser instalada alrededor de las sedes del Congreso y la Corte Suprema. Incluso, la Policía del Capitolio ha pedido al Pentágono que los apoye con personal militar.

Como consecuencia de los hechos del seis de enero murieron cinco personas, y decenas resultaron heridas. Las lesiones iban desde quemaduras hasta conmociones cerebrales. Los agresores utilizaron palos de hockey, extintores, mástiles de banderas.

Hace unos días, la Policía del Capitolio anunció acciones disciplinarias contra seis agentes. “Conducta impropia”, “incumplimiento de las directivas”, “difusión inapropiada de información”, son algunas de las acusaciones. La Oficina de Responsabilidad Profesional de esa fuerza policial abrió varias investigaciones internas después de aquellos acontecimientos.

Una de las cosas más sorprendentes de aquel día fueron algunos videos que circularon en redes sociales en Internet, donde agentes del orden parecían tratar a los manifestantes con cierta simpatía, y otros hicieron muy poco para evitar que entraran al edificio.

El motín llevó a lo que el Departamento de Justicia ha calificado como la investigación criminal más grande en la historia de Estados Unidos. El FBI, por su parte, consideró el ataque como un acto de terrorismo interno. Desde ese día, el gobierno ha presentado cargos penales contra más de 600 personas.

Un partidario del presidente Donald Trump lleva una bandera de batalla confederada en el segundo piso del Capitolio de los Estados Unidos cerca de la entrada del Senado. Foto: Reuters

Quedan muchas preguntas en el aire, sobre todo relacionadas con la posible complicidad de miembros del gobierno. Pero ocho meses después, como resultado de algunas indagaciones, sabemos un poco más sobre los asaltantes. National Public Radio (NPR), el servicio de radiodifusión pública de Estados Unidos, ha estado haciendo una compilación con los principales hallazgos.

Los acusados ​​son predominantemente hombres blancos, algunos miembros de grupos de odio, un hombre que usó un pulóver donde se leía “Camp Auschwitz”, 34 ​​parecen tener vínculos con los Proud Boys, otro grupo de extrema derecha con un historial de violencia; descritos como racistas, misóginos y antiinmigrantes. Al menos 21 ​​tienen presuntas conexiones con los Oath Keepers, calificada como una organización paramilitar y antigubernamental.

Según el resumen de NPR, el 13 por ciento de los acusados ​​tenían posibles vínculos con el ejército o con las fuerzas del orden, otros eran miembros del servicio (en ejercicio o retirados) de varias ramas militares, y la mayoría provenía de los condados donde ganó el presidente Joe Biden en las elecciones de 2020. Esos últimos, seguramente, eran de los que creían que Trump había ganado y sus votos habían sido robados.

Además, al menos 33 están relacionados con QAnon, esa teoría de la conspiración de extrema derecha que alega que un grupo de pedófilos satánicos caníbales operan una red mundial de tráfico sexual infantil y conspiraron contra Trump. Por más absurdo que parezca, QAnon está más extendido de lo que debería. Marjorie Taylor Greene, abierta defensora de ese culto, ganó un puesto en la Cámara de Representantes en las elecciones de noviembre pasado.

Desde el seis de enero hasta la fecha hemos leído varias noticias sobre las investigaciones, declaraciones de los congresistas, algunos traumas que aún persisten en aquellos que tuvieron que esconderse en sus oficinas para preservar su vida, nuevas evidencias, nuevas imágenes. Pero aun así, las explicaciones han sido insuficientes.

Se han centrado en los perpetradores, en la actuación de las fuerzas policiales, las fallas de seguridad, en cómo las autoridades manejaron el tema. Pero todo eso, aunque sin dudas es importante, deja fuera del análisis lo verdaderamente trascendental: qué significa el 6 de enero para el sistema político estadounidense.

Pongamos las cosas en perspectiva. La sede del Congreso, la rama legislativa del gobierno de Estados Unidos, fue invadida por primera vez desde 1814; en aquella ocasión estaban en medio de una guerra y los agresores eran británicos. O sea, por primera vez el Capitolio fue asaltado por ciudadanos estadounidenses.

Si tomamos en cuenta la responsabilidad de Trump en lo sucedido, podemos afirmar también que por primera vez un presidente incitó a una insurrección, después de negar los resultados de las elecciones, fomentar la ira, y convencer a miles de personas, sin evidencia alguna, de que él había resultado ganador.

Trump fue combustible para el odio en Estados Unidos, y en los últimos años hubo un aumento de grupos de esa naturaleza: supremacistas blancos, neonazis, KuKluxKlan, antinmigrantes, antimusulmanes, neoconfederados, cabezas rapadas.

No es secreto el descontento de los ciudadanos estadounidenses con las autoridades y las instituciones. Ahora mismo, por poner solo un ejemplo, los índices de aprobación del Congreso rondan el 19 por ciento, según una encuesta de Economist/YouGov. Pero el seis de enero significó el ejercicio de la violencia para demostrar ese descontento.

De todas las imágenes, una de las más desconcertantes mostraba a un miembro de la turba caminando por los pasillos del Congreso con una bandera de la Confederación al hombro: el símbolo de la sedición, allí, en la sede del gobierno.

El supremacismo blanco y la xenofobia no son nuevos en Estados Unidos. De hecho, podríamos decir que nacieron junto con la formación de ese país. Pero durante las últimas décadas se han profundizado, como resultado también de transformaciones estructurales de la sociedad. Los cambios demográficos por un lado, con el aumento de las poblaciones de inmigrantes y otras minorías.

Muchos temen que se “pierda” lo que consideran el auténtico espíritu estadounidense, es decir, las tradiciones conservadoras conocidas como WASP: blancos de clase media, protestantes y anglosajones (en inglés, White Anglo Saxon Protestant). Mientras la población anglosajona pierde su posición mayoritaria, crece el extremismo ideológico.

Por otro lado, está el aumento de la polarización, alimentada por el crecimiento sostenido de los niveles de desigualdad. Además, el seis de enero es ejemplo también de lo que pueden lograr la desinformación y el odio sin regulaciones en las redes sociales digitales.

El asalto al Capitolio por los seguidores de Trump revela el “lado más oscuro de la historia de la democracia estadounidense”, escribió el historiador y profesor emérito de la Universidad de Columbia Eric Foner, incluyendo el hecho de que, a más de dos siglos de aprobada la Constitución, todavía seleccionan al presidente a través del Colegio Electoral, “un sistema arcaico que refleja la convicción de los fundadores de que no se debe confiar en que la gente común vote directamente”.

No hay cómo barrer algo tan grave debajo de la alfombra, aunque lo intenten. El mitin organizado para este sábado es evidencia de ello. “El trumpismo no se fue cuando Trump dejó la Casa Blanca”, es la conclusión de algunos. Trumpismo, extremismo, fundamentalismo o cualquier calificativo similar. Más allá de las etiquetas, el seis de enero fue un terremoto para el sistema político estadounidense, que seguirá teniendo réplicas mientras no se resuelvan las causas profundas que lo originaron.

Se han publicado 6 comentarios



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  • Joel Almeyda Expósito dijo:

    Un peligro no solo para EEUU, también para todo el mundo ...

  • Earnn Gondes dijo:

    Excelente trabajo de la periodista Dalia González!!!!

    Hasta el 6 de enero de 2021 se decía en forma de chiste ( pero real ) que donde único no se habría producido un golpe de estado o intento era en los EE UU DE Norteamérica porque no había embajada Norteamérica......
    El superorgullo norteño de fortaleza política y unidad nacional quedó quebrado y manchado para siempre el J6 cuando instigados por el diabólico Trump asaltaron el capitolio con música de golpe de estado .....

  • juan de Dios suarez Hinojosa dijo:

    buenos días para todos, al leer las cronicas sobre la invasión al Capitolio en los EEUU, el que fue incitado por el presidente TRUMP y que hoy han arrestado más de 600 personas por su participación en estos hechos, nadie ni los congresista de Miami los Lincon y Marcos Rubio y toda la camarilla de bandidos, no han dicho nada. Sin embargo los sucesos de agosto en nuestro país que fueron incitados y pagados por ellos mismos, de esos sin han hablado bastante y continúan, hablan de desaparecido y arrestados en cuba que no es así por que todo el que esta implicado en estos hechos merecen la dureza de la justicia socialista. Bueno y de los arrestados en USA quien habla. Por eso no podemos hacer caso de esos tipos que odian a nuestro país y a la dirección que dirige este pueblo hacia el futuro. que viva Fidel, Raúl y Diaz Canel. Seguimos y Seguiremos en Combate toda la vida si es necesario.

  • Martha dijo:

    Muy buen artículo, amplia información, clara y precisa, peligro para todos en el planeta tierra, era incuestionable que con la exacerbacion de las ideas supremacistas, la xenofobia, y etc había suficiente combustible para que probaran de su propio receta para otros, peligroso camino, pero pienso que no tiene marcha atrás, ya se rego y no tienen como pararlo, a quien no quiere caldo, tres tazas

  • Chase Utley dijo:

    Ellos están en decadencia desde hace tiempo, política y socialmente. Están perdiendo hegemonía económica y militar, sin que puedan hacer nada al respecto. 
    Los datos son estremecedores, esa "guerra contra el terror", iniciada y fomentada por ellos hace más de 20 años, ha significado la muerte de más de 800 000 personas de las cuales más de 300 000 eran civiles. En los países árabes muchos de los familiares de esos civiles asesinados por ellos, se radicalizarán y enraizarán más los problemas y la violencia en su contra.
    Eso es lo que han sembrado los Estados Unidos de Ámerica,  que se creen la polícia del mundo y no son más que una banda de gordos acomplejados con escopetas.
    Sin más desde este pequeño espacio en los comentarios, condeno la violencia y la doble moral del gobierno americano.

  • Ernesto dijo:

    Muy buen trabajo. La realidad de EUA es muy compleja y lo que alli pasa nos afecta a todos. Necesitamos mas analisis a.profundidad, para entenderla y dejar de lado mitos y simplificaciones.
    Por cierto, la autora es profesora e investigadora del Centro de Estudios Hemisfericos y Sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la UH.

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Dalia González Delgado

Dalia González Delgado

Profesora del Centro de Estudios Hemisféricos y sorbe Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana

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