Cubadebate

Razones del alma.

Está loco. Irremisiblemente loco. Miren que dejar fama, aplausos, la cumbre del estrellato para hundirse en la Ciénaga. Lidiar con gente incierta cuando pudiera estar cómodo en La Habana, atento a decenas de llamados del cine y la televisión, sin molestarse siquiera.
El comandante Faustino Pérez le dijo: "Manuel Porto, los cenagueros necesitan una obra cultural".
Fue la locura de las más hermosas razones del alma la que hizo que el actor en los tempranos noventa se instalara en los alrededores de Pálpite y echara a andar el conjunto artístico Korimakao.
Antes había protagonizado uno de los personajes clave de la telenovela Cuando el agua regresa a la tierra, guión de Saúl Roger y realización de Mirta González Perera. La grabación le permitió familiarizarse con el paisaje humano y natural de la región. Redescubrió el amor y quedó conquistado por una cenaguera. Mas ese no fue el anzuelo para la permanencia en el lugar. Al fin y al cabo ella podía haberse ido a vivir con él a La Habana.
"Estaba la palabra empeñada con Faustino Pérez, estaban las familias y comunidades que conocí, estaba la posibilidad de abrir nuevos horizontes para la gente del lugar. Y, por supuesto, estaba ese rebelde que nunca me ha abandonado, esa parte de Quijote que me reconozco de vez en cuando. En efecto, hubo personas que dijeron: ahora Portó terminó de enloquecer. No faltaron otras que pensaron: esta es una fiebre pasajera, echará uno, dos, tres años y cuando se dé cuenta de las cosas que ha dejado, regresará a lo suyo. También encontré estímulo de amigos. Sergio Corrieri habló conmigo; él había fundado en 1968 el Teatro Escambray, sin lugar a dudas un magnífico antecedente de nuestro proyecto. Sergio me dijo esto iba a ser distinto, que las condiciones eran otras, que el Escambray y la Ciénaga no tenían por qué parecerse, pero que siempre tuviera en cuenta la voluntad política de hacer y sumar".
Han pasado 14 años -la fecha de inicio fue el 13 de agosto de 1992- y Porto no sólo está más convencido que nunca de la viabilidad de Korimakao, sino sueña con la pronta culminación de las instalaciones de lo que será la Cátedra Latinoamericana de Arte Comunitario.
"La idea -explica el director de Korimakao- consiste en desplegar las posibilidades de formación e intercambio entre actores, promotores y activistas del trabajo sociocultural comunitario en la región y contar aquí con una especie de laboratorio que pueda convertirse con el tiempo en centro de referencia. Contaremos con locales de ensayo para teatro, música, danza; aulas y salas de proyecciones. El Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de Casas de Cultura están muy interesados en que esto salga muy bien. Las autoridades locales nos apoyan, entienden la importancia de fomentar una institución tan importante en la Ciénaga. Un poco más adelante estrenaremos un anfiteatro que permitirá confrontar nuestras realizaciones con el público del municipio".
Korimakao nutre sus filas de jóvenes de la zona y de todo el país. Reciben clases en la sede y determinadas especialidades se trasladan temporalmente varias veces al año a la capital del país. Pero también trabaja con los aficionados de la Ciénaga, en especial con los niños de las escuelas, quienes se integran a espectáculos como el que acaban de realizar por el aniversario 45 de la Victoria de Girón.
"Con esa fecha histórica siempre hemos tenido un compromiso: la velada conmemorativa va por nosotros. Cada espectáculo de este tipo se convierte en un acontecimiento para los cenagueros, al tanto de los ensayos, de la construcción de la escenografía, de la participación popular".
A Porto le preocupa la estabilidad del conjunto. Hay gente que viene, está un tiempo y se va. Falta por articular el cumplimiento del servicio social de graduados de arte con la permanencia en la institución. La nueva construcción debe favorecer las condiciones de vida de los integrantes, a más de generar nuevas motivaciones.
"Pero no me quejo -confiesa Porto-; me satisface haber descubierto aptitudes artísticas en jóvenes que de otra manera nunca las habrían desarrollado. Algunos presentaban graves problemas sociales y han encontrado en el conjunto una orientación cívica para la vida".
Entre los hitos del Korimakao estuvo la puesta en escena de El vuelo del quétzal, una coproducción con Francia de proporciones monumentales, invitada a uno de los Festivales Internacionales de Teatro de La Habana, y registrada en un filme homónimo.
Pero lo que más guardan en la memoria los fundadores y quienes más tarde han optado por este tipo de entrega son los itinerarios por los poblados de la Ciénaga. Guasasa, Soplillar, Santo Tomás, Helechal, Cayo Ramona, Playa Larga, Caletón, Cocodrilo, Playa Girón han visto una y otra vez a los actores, bailarines y músicos en intensas jornadas de convivencia cultural.
"Al principio -recuerda el director de Korimakao- lo primero que nos preguntaban era si venía la pipa de cerveza. Aquí, como en otras partes del país, se había entronizado la idea de que una actividad cultural era sinónimo de bebedera. Todo ha ido cambiando: ahora nos preguntan qué traemos para los niños".
Ver a Porto desplazarse por los hasta ahora improvisados locales de ensayo, pasar a la construcción, discutir con los proyectistas, interesarse por los trabajadores del contingente Esteban Hernández a cargo de la obra, tomar el teléfono para resolver uno u otro detalle, es como asistir a una fiesta de la creación.
"Miento si te digo que no me asalta un poco de vanidad cada vez que alguien te saluda para recordarte una actuación que significó algo en su vida. Pero te juro que mi más ardiente deseo es que me recuerden por Korimakao. Por haber probado que se puede".
En la lengua aborigen Korimakao quiere decir hombres con la casa a cuestas. La casa de Porto es del tamaño de la Ciénaga.