Tenemos que conectar a los jóvenes con el proyecto revolucionario (+Podcast)

El podcast de Cubadebate se graba en el estudio de Nexos Radio en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Foto: Ariel González Calzado

Esta semana el podcast de Cubadebate se acerca a la política desde una perspectiva diferente.  ¿Qué retos tiene la izquierda joven en Cuba? ¿Cuáles temas debe posicionar en su agenda? ¿Por qué los jóvenes tienden a asumir la política desde la inercia? ¿Solo con consignas se hace la Revolución?

Para responder a estas interrogantes acudimos a dos jóvenes partícipes de uno de los “eventos” más sonados, alabados y criticados de los últimos meses: La Tángana en el Trillo. Ellos son:

Escucha el podcast aquí:

Por si quieres repasar algunos aspectos o no tienes los auriculares disponibles, aquí te dejamos parte de la transcripción del debate. ¡Súmate en los comentarios!

A propósito de la Tángana y la crítica/burla a lo espontáneo… ¿Por qué resulta inaudito que sean los jóvenes quienes movilicen a las instituciones por voluntad propia?

Claudia Alejandra Damiani Cavero: Tiene mucho que ver con la visión liberal, que es la hegemónica a nivel mundial, de concebir la sociedad civil como algo al margen y opuesto del Estado. En ese sentido, no se entiende desde esa postura que estando la Revolución en el poder, cuente con base y apoyo popular.

En realidad no es una cosa insólita, no es algo que no haya sucedido antes. Existen iniciativas y grupos revolucionarios de izquierda en Cuba que han hecho actividades; lo que la Tángana tuvo la particularidad, por las circunstancias en las que se dio, de que tuvo más visibilidad y un apoyo más efectivo de las instituciones.

Iramís Rosique Cárdenas: Nosotros decíamos ahí precisamente, que algo como La Tángana, una iniciativa propia, de personas que no estuvieron dentro de las instituciones y recibieron su apoyo, fue algo insoportable e incomprensible para los que han construido narrativas de que el Estado lo controla todo, lo que no controla lo prohíbe o que es absolutamente opuesto a la sociedad civil.

Eso tiene mucho que ver con las maneras liberales de entender al Estado y la sociedad civil; la sociedad civil como la fuente de todo bien, donde están las personas buenas y el Estado como lo peor del mundo.

Es una visión que nosotros no compartimos y que además, la Tángana demostró no es real, porque manifestó que existe una sociedad civil socialista, una juventud revolucionaria que tiene algo que decir y no va frontalmente contra el Estado. Puede participar de las instituciones y debe colaborar con ellas.

Uno de los términos que se manejó ese día en el parque Trillo fue el diálogo revolucionario. ¿Hay necesidad de que exista diálogo revolucionario en Cuba?

En el parque Trillo varios jóvenes resaltaron que el diálogo es necesario. Foto: Rogelio Carmenate/ Cubadadebate.

Iramís Rosique  Cárdenas: El problema del “diálogo revolucionario” es también las apropiaciones que hacen algunas personas. Lo entienden única y exclusivamente, como “vamos a sentarnos aquí, tú y yo, y vamos a confrontar determinadas ideas, la puesta en agenda y la mención pública de asuntos no siempre dichos o la declaración de existencia en esta misma sociedad civil socialista”, por ejemplo. Es un diálogo también en disputa con otras narrativas, con otros diálogos.

Con el diálogo revolucionario hay que hacerse la pregunta, qué se dialoga y con quién se dialoga. Porque tiene que ver con los que quieren dialogar, con los que no quieren, es imposible.

Como decía uno de los discursos, el diálogo revolucionario no es para poner en cuestión la Revolución, la soberanía, el socialismo, sino que es una herramienta para la profundización democrática de la Revolución, del socialismo, para su radicalización, su búsqueda y la ampliación de la justicia social.

Claudia, en tu discurso manejaste varios asuntos, que por lo general suelen salirse de la agenda mediática o cuando hablamos de la lucha por el socialismo que queremos construir en Cuba. ¿Qué temas crees que necesita priorizar la agenda de izquierda y por qué?

Claudia Alejandra Damiani Cavero: Las luchas del siglo XXI aparecen un poco atomizadas. Están todas las emancipaciones identitarias, que tienen que ver con la opresión patriarcal, el feminismo, las luchas LGBTIQ, incluso los enfoques desde el ecologismo y, por supuesto, contra el racismo.

Los vemos separados o desglosados pero tienen el elemento interesante de que ven el problema de la opresión. Es necesario se articulen, no se queden en un nivel reduccionista y poco radical, en el sentido de que no vayan a la raíz del problema  o ataquen solamente un síntoma y no la causa.

Lograr ver la opresión (estructural al sistema capitalista) y su relación entre los diversos tipos de opresiones, me parece algo muy favorable a la causa del socialismo. Quizás en el siglo XX no se hacía tanto hincapié y se miraba solo la lucha de clases, pero el enfoque sistémico de todas las opresiones me parece necesario.

Que se hable más de feminismo y se orienten los problemas de la sociedad cubana desde esa perspectiva. Son temas de los que, indudablemente, la Revolución sí se ha preocupado (porque sería falso insinuar que están olvidados), pero en la actualidad son cuestiones en las que no se hace tanto énfasis.

Tenemos organizaciones como la Federación de Mujeres Cubanas  que podría articularse de alguna manera con las iniciativas feministas que están ocurriendo y sin embargo, no tienen ese enfoque.

Iramís Rosique Cárdenas: Hay una ausencia sistemática de determinados temas de este tipo en el discurso de la agenda oficial, aun cuando se pueden mencionar algunos ejemplos. Esto tiene dos consecuencias negativas.

La primera es el extrañamiento de personas que tienen sensibilidades políticas de izquierda, pero al estar ausentes estos temas, no sienten cubiertas todas sus necesidades políticas en el proyecto de socialismo cubano.

Lo sienten como extraño porque... “no me representa”,  en el sentido de que hay unas determinadas causas e inquietudes políticas que “yo tengo y tú no me las cubres”, porque no las tratas, te parecen secundarias...

La segunda consecuencia creo que es aún peor. No basta con no ser machista o con no ser racista. Las militancias antirracistas, las feministas, las pro-LGBTIQ son imprescindibles. Hay que tener ese debate permanente que vaya poniéndole un cerco, un freno a los imaginarios que son conservadores y se reproducen espontáneamente por el sentido común y la tradición.

La conciencia social se hace pasto de las ideas más reaccionarias y por tanto, ahí es donde empiezan a emerger tendencias de ultraderecha, como por ejemplo, el fundamentalismo religioso.

¿El fundamentalismo religioso de dónde bebe? De esos imaginarios, que son conservadores y existen en el pueblo porque han existido siempre y vienen de mil años de cristianismo, de mil años de sociedades patriarcales...

Esos movimientos disputan a la Revolución la base social, la movilización, la conciencia del pueblo. Eso es un problema.

¿Por qué creen que hay una tendencia a que la política se asuma desde la inercia sobre todo desde los más jóvenes?

Claudia Alejandra Damiani e Iramís Rosique señalan la importancia de la movilización popular. Foto: Ariel González Calzado

Claudia Alejandra Damiani Cavero: Tiene que ver con una pérdida de cierta contrahegemonía de la Revolución. Por supuesto, es una consecuencia de la circunstancias de finales del siglo XX, de la caída del Campo Socialista  y de lo que eso representó para la economía cubana y la sociedad, pues se resquebraja en cierto sentido la equidad social que se había logrado.

Creo que no es un fenómeno solo cubano, sino que de hecho, existe a raíz de esas mismas derrotas de finales del siglo XX. Se genera como una tendencia a nivel mundial de renegar de la política, en el progreso social con la que venía ese siglo.

Entonces se empieza a ver como parte del fenómeno de la neoliberalización que se extiende. Se empieza a ver al Estado, a lo político propiamente dicho como algo sucio, ajeno, en lo que “es mejor no meterse” porque te busca problemas. Tiene que ver con eso, con la sensación de escepticismo con la que quedó el mundo y con el pesimismo a lo que venía en el futuro.

También pasa en Cuba. Ha habido determinadas prácticas durante un tiempo donde todas las decisiones políticas y las iniciativas surgen de forma vertical, desde “arriba”. Esa manera, de orientar a las bases lo que “tienen que hacer” y con una carga de cierto paternalismo, también influye en la desmovilización de las masas.

Tenemos un contexto donde hay unas desideologización y despolitización que ocurren a nivel mundial, donde además tenemos determinadas crisis que tienen que ver con la economía pero repercuten en lo social; y una práctica que no fomenta que las personas se sientan implicadas en la política directamente.

Iramís Rosique Cárdenas: De hecho, como decía Damiani, ahí hay dos factores. En número uno está el contexto internacional. Desde el 91 para acá hay un triunfo ideológico del capitalismo que fortalece las cuestiones que tienen que ver con el individualismo.

Cuando estás en el individualismo, no te interesa participar en la política, no te interesa hacer por nadie, porque quieres hacer todo para ti.

Vivimos en una época a nivel mundial de un auge del individualismo. Hay que ver si la pandemia del coronavirus ha puesto eso en cuestión y revelado la importancia de la solidaridad.

Por el otro lado están las propias derrotas generacionales que hemos sufrido, por ejemplo, la crisis del periodo especial. Hay un deterioro del bienestar, una imposibilidad de las personas de cubrir determinadas expectativas de vida y eso hace que algunas maneras de hacer la política se vuelvan inefectivas.

Nos enfrentamos a un problema. Hay determinadas franjas de la sociedad que sienten un extrañamiento con respecto a la política tradicional en Cuba y a la institucionalidad, porque  no es a toda política, después se sienten entusiasmados por otras formas de activismo que, muchas incluso, son hostiles al proyecto cubano.

Tenemos que preguntarnos qué prácticas tenemos que modificar para reganar a esas personas, que tienen sensibilidades de izquierda (…) porque hay una desconexión tanto en el que lee, por ejemplo los medios independientes, que no necesariamente es una persona de derecha pero le interesan esos medios, como el que ni siquiera los lee, porque está tan preocupado en que tiene que comprar por ejemplo el pollo, que no tiene tiempo para pensar en política, ni le interesa.

Tenemos que pensar cómo reconectar con esas personas que ya no se sienten conectadas con el proyecto de Revolución. Eso es un tremendo reto y parte de lo que nosotros planteábamos allí tiene que ver con eso. Hay nuevas formas de participación. Desde la izquierda hay que articular y reconocer eso, ver cómo gestionamos esas nuevas iniciativas, incluirlas dentro del proyecto.

Claudia Alejandra Damiani Cavero: Quizás eso está cambiando en estos últimos tiempos. La postura apolítica “demostró” que al final es una postura de la hegemonía del orden mundial, o sea, del capitalismo.

Evidentemente todo es política porque tiene que ver con las leyes que rigen la vida en sociedad. Por ejemplo, los animalistas, el feminismo, ese tipo de actividades, movimientos o iniciativas… eran leídos por las personas que estaban implicadas como que eso era “no meterse en política”.

Iramís Rosique Cárdenas: Se identificaba la política con los actos y prácticas tradicionales y no con otras maneras. Es muy importante la movilización popular. La desmovilización es fatal porque nos desarma, nos quita como sociedad civil socialista la posibilidad de responder, de actuar.

La movilización es fundamental y la Revolución cubana tiene una amplia tradición. En eso Fidel era espectacular. Tenía una inteligencia extraordinaria de cómo las masas funcionaban, de movilizarlas, de hacer grandes campañas implicando a todo el mundo, desde la de Alfabetización hasta la Batalla de Ideas.

Hay que implicar a la gente en el mejoramiento de sus vidas, en la formulación y creación del país. Ese tipo de movilización, de la cual tenemos montones de experiencia: las campañas, los parlamentos obreros, el control popular...

El presidente insiste mucho con el control popular con esto de los precios, se ha visto ahora con la preocupación de lo que está pasando en los SAF, los voluntarios, jóvenes que han ido a los centros de aislamiento.

O sea, la movilización y la participación de la gente son un antídoto contra la apatía, el extrañamiento y la desmovilización.

Hay una tendencia que es asociar a los revolucionarios con las consignas y a veces, de tanto repetirlas se van quedando un poco vacías, ¿qué podemos hacer los jóvenes de izquierda para que eso no suceda?

Claudia Alejandra Damiani Cárdenas: Cuando de alguna manera uno siente que son una inercia, se han vaciado de contenido, se han asociado a determinadas consignas, a algo que se repite, pero sin sentirlo… entonces empieza a generarse como un prejuicio.

De hecho, yo hoy por hoy no escapo y no sé hasta qué punto es un prejuicio infundado, del cual no soy capaz de liberarme y hasta qué punto es que quizás, hay que darle a las consignas la oportunidad de reaparecer por sí solas.

Volverles a encontrar su contenido y su verdadero significado e incluso crear nuevas. Muchas veces la consigna funciona como un mito, una cosa reaccionaria (…) vaciado del significado real del contexto en el cual surgió, pierde su sentido revolucionario.

Iramís Rosique Cárdenas: A mí me gustan las consignas. Entiendo que tienen unos usos específicos. Nosotros con las consignas nos enfrentamos a dos problemas también.

La consigna tiene que ver con los mitos y como dice un amigo mío, los mitos no sirven para explicar la realidad. A veces estamos explicando la realidad en Cuba o en el mundo a las personas con las consignas. Y las consignas no sirven para explicar la realidad, tienen un uso en la movilización.

Un periodista, un investigador o un político no pueden explicar la realidad al pueblo a través de una consigna. Las consignas no sirven para eso. El otro problema es la fosilización de determinadas consignas. Tienen su momento, cada una tiene su sentir.

A mí, hay una que me encanta que es “¡Socialismo o Muerte!”, pero tengo claro de que si estamos en un balance del trabajo de la FEU o de la agricultura, no toca a lo mejor decirla. “¡Socialismo o Muerte!” es una consigna que tiene que ver más con el combate.

Claudia se refería a las nuevas consignas... Cuando decimos “El violador eres tú” es una consigna. O cuando decimos “El patriarcado se va a caer”.

La fosilización de las consignas ha consistido en que ha habido tres o cuatro, las típicas que Fidel, muy atinadamente siempre decía: ¡Patria o Muerte!, ¡Socialismo o Muerte!, ¡Viva la Revolución!, ¡Hasta la Victoria Siempre!... Ese es el inventario de consignas.

Nuestras organizaciones, que tienen algunos problemas de inmovilidad también y de fosilización en las maneras de hacer el trabajo político, se han quedado con ellas (…) Da igual si es en una fiesta, una marcha, un balance, un comunicado, sea donde sea. Nosotros tenemos que incorporar las nuevas consignas de estas otras luchas.

El presidente es también experto en eso. Recuerdo cuando decía “¡Viviremos y Venceremos!” Eso es una consigna también, pero una que tiene un marco de aplicación específico, tiene que ver con esta cosa horrible que nos ha pasado con la pandemia; o cuando creó ¡Somos Continuidad!, que tampoco sirve para cualquier cosa, ni cualquier contexto.

El uso atinado de las consignas, su actualización, ponerle “carne, sangre y vida” es fundamental.

La gente, naturalmente rechaza la impostación de las consignas porque no es boba y siempre sabe cuándo se está diciendo una cosa por pura formalidad, no tiene sentido o está vacía.

¿Cómo definen lo que es ser revolucionarios?

Desde el estudio de Nexos Radio en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, El podcast de Cubadebate. Foto: Ariel González Calzado

Claudia Alejandra Damiani Cavero: Benedetti decía una cosa en un conjunto de ensayos de El Escritor Latinoamericano y la Revolución Posible, donde hablaba de la fe en la Revolución. Él explicaba que no es una fe como la religiosa, que se basa en una creencia a ciegas, sino que el hecho de tener fe en la Revolución está determinado porque uno ha visto los logros y todo el elemento libertario y emancipador de ese proceso social.

Uno ha constatado que de hecho tiene un valor positivo y ha logrado cosas, ha contribuido a la justicia social y a que la gente pueda estar más cerca de la dignidad plena.

Creo que ser revolucionario tiene que ver un poco con eso en el sentido de la fe entendida como el tener esperanzas de que el mundo puede transformarse para mejor, que pasa primero, incluso por tener inconformidades con la realidad en la que existe; y pensar que se puede transformar y trabajar en función de ello. Tiene que ver también con que el ser humano pueda estar cada vez más emancipado y la sociedad pueda ser más justa.

Iramís Rosique Cárdenas: Es una pregunta difícil y muy comprometedora. Creo que ser revolucionarios tiene que ver con la idea de que el mundo puede ser mejor y las personas también. Con la voluntad de sacrificarte por los otros y de pensar en los otros.

El individualismo no tiene nada que ver con la Revolución. El que esté pensando en sí mismo nada más no puede ser revolucionario. Los revolucionarios muchas veces actúan para cosas que no va a ver y no van a vivir.

Ser revolucionarios tiene mucho que ver también con lo que no soportamos: la injusticia, la deshonestidad, los atropellos, la violencia, las asimetrías, las inequidades, las desigualdades...

Creo que los revolucionarios y los comunistas luchamos por la felicidad de las personas, por un mundo donde todas puedan ser plenamente felices. Creer que ese mundo se puede construir, es lo que nos caracteriza.

Vea en video, fragmentos de los discursos de Iramís Rosique y Claudia Alejandra Damiani


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