Caminos de hierro: ¿Respuestas de acero?

Tren en la terminal de Camagüey. Foto: Héctor González.

Contradictoriamente en Cuba, la palabra eficiencia parece trastocarse si de transportación de pasajeros por ferrocarriles se trata. Aunque mucho se pregona cuán importante puede ser para nuestro desarrollo actual y futuro este esquema de transporte, bastan un par de viajes Habana-Santiago para que la realidad supere con creces el ideal, de que en cierta medida, este ha mejorado.

Más allá de los retrasos- que ya se anuncian con lujo de detalles horas antes de que parta hacia su destino- sino la pobre cultura informativa y de atención a la población que prima entre los trabajadores que allí laboran, dejan mucho que desear del que debería ser el más eficaz de nuestros medios de transportación masiva.

¿Cómo explicar que un viaje Habana- Cacocum demore unas 18 horas en realizarse, entre tanto, un enlace Santiago con la ciudad capital pueda permitirse unas 26 horas sin que a alguien pareciera importarle?

Según información ofrecida por directivos de ese sector en la Mesa Redonda del 5 de noviembre de 2015, el esquema actual está basado en el parque de coches adquiridos de 2da Mano entre los años 2001-2003 con más de 25 años de explotación en su país de origen. “Actualmente tienen un estado técnico malo y han sido baja técnica alrededor de 170 equipos del inventario original”.

Si bien en cierto, que los ferrocarriles fue unos de los sectores más afectados durante el Período Especial, por la falta de nuevas locomotoras, coches, y piezas de repuesto, además de la precaria situación del trazado nacional que obliga a ir a velocidades más bajas del diseño original, también es cierto que algunas inversiones pronosticadas no han corrido con la mejor suerte o por lo menos sus usuarios finales, los miles de pasajeros que acuden cada día a este medio de transportación no se han beneficiado del todo.

Es una realidad que en los últimos años, amparado por lo dictaminado en los lineamientos de la política económica y social aprobados en el VI Congreso del Partido se han dinamizado las inversiones en el transporte de cargas, al tiempo que se han restituido cientos de kilómetros de la vía nacional, con lo que se asegura mejores niveles de eficiencia, pero queda la duda si con iguales velocidades se avanza en el transportación masiva de pasajeros.

Según declaraciones ofrecidas por ferrocarriles nacionales, para mejorar el servicio que prestan estos trenes “se proyecta un esquema que tiene en cuenta los orígenes y destinos actuales más la reposición del tren Habana-Holguín. Para ello se debe contar con la sustitución de los coches actuales con coches de nueva adquisición. Esta propuesta propicia que se aumenten las frecuencias, se reduzcan los tiempos de viaje, se mejore el confort y la seguridad y se aumenten las ofertas de capacidades".

"Para garantizar el servicio de trenes nacionales Interdiarios se requiere un inventario de 135 coches que, con un CDT del 80%, permite enrolar un total de 108 equipos prestando servicio en los trenes. Con esta cantidad se garantizan, además, los mantenimientos y otras eventualidades".

Leyendo estas notas, cualquiera se preguntaría ¿Qué ha pasado entonces?

Millonarias debían ser las inversiones que se acometieran para este fin. Solo para la adquisición de los nuevos equipos de 2ª mano se calculaba en 60,8 millones de USD, 66,9 millones en moneda total. Mientras que para un esquema de transportación diaria sería necesario adquirir 105 coches adicionales ya que la transportación diaria necesita de tres formaciones por cada servicio, lográndose un incremento de pasajeros de 2,9 millones de pasajeros anuales con relación al esquema Interdiario. Esta inversión está valorada en 47,3 millones en USD.

Nadie podría abstraerse de los altos costos que ello representa, y mucho menos de los vaivenes de la economía nacional, pero tampoco debemos olvidar las molestias cotidianas que el actual estado de la transportación por vía ferroviaria ocasiona.

Más allá de las vicisitudes que nos imponen las condiciones materiales de mucho de los trenes, preocupa ciertamente la poca información que se les ofrece a los viajeros cuando hay algún retraso o rotura. Tampoco es menester de la empresa transportista, al menos así lo siente el que viaja, el confort, ni alimentación tras largas horas de espera no planificadas. Es como si la resignación, en el mejor de los casos- fuera la solución de las cosas- . Vuelve a quedar marginado a un segundo plano la relevancia de comunicarnos, del respeto al otro: de ser seres humanos.

Tampoco han mejorado mucho- excepto la terminal de Santa Clara- las condiciones estructurales de la mayoría de las estaciones ferroviarias, elemento que lejos de ayudar a la comodidad del transeúnte inquieta, cuando menos a la mayoría de la población.

Esperemos entonces que las grandes inversiones que ya están en marcha con ayuda de crédito ruso, entre otros proyectos, ayuden a revitalizar un medio de transporte fundamental para la nación. Y que no sean tan solo las horas necesarias, el buen trato y el confort temas para un próximo trabajo.

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