Cubadebate

Zucchero

Por Lena Rodríguez Duchesne, estudiante del Instituto Superior de Arte

El intercambio cultural entre artistas cubanos y foráneos ha sido recurrente en la última década. Muestra de ello fue la presentación, en días recientes, del intérprete y compositor italiano Adelmo Forniciari, más conocido como Zucchero.

El escenario elegido, al que acudieron cerca de 70000 personas con el fin de compartir el gran concierto gratuito ofrecido por Zucchero, fue el parque del Instituto Superior de Arte (ISA). Este evento, lejos de ser un concierto más de un artista extranjero de gira por nuestro país, se convirtió en la plataforma para el lanzamiento de su último disco, La sesión cubana, grabado el pasado verano de 2012 en los estudios Abdala de La Habana, con la participación de la mayoría de los músicos que integraron el concierto, entre los que se cuentan más de una decena de intérpretes cubanos.

Desde su primer álbum en 1983, Un po' di Zucchero, el artista ha estado en constante actividad creativa. Cuenta con 18 producciones discográficas, a las que se suma este nuevo proyecto de sonoridades cubanas, cuyo lanzamiento en nuestra capital será recogido en un DVD que incluirá numerosas fotos del evento y elmaking of del disco. La razón de este énfasis en la cantidad de intérpretes nacionales nos la explica Elmer Ferrer, uno de los miembros de la banda: "Zucchero tenía la intención de conseguir una sonoridad cubana, en concordancia con el nombre del disco, La sesión cubana, para lo cual congregó a este equipo de artistas de nuestro país y a conocedores de nuestra música". Estos artistas, además, han demostrado tener numerosos puntos en común con Zucchero en lo relativo a sus concepciones musicales.

El creador de origen italiano es considerado en su país como el músico de pop-rock con más proyección y reconocimiento a nivel internacional. Su trayectoria abarca desde el rhythm and blues, la música country, mezclas de algunos temas con el jazz, el reggae, las canciones libres, canciones líricas, etc., hasta los temas de pop-rock y pop-rock latino, los cuales han sido grandes éxitos en diversos países.

Aunque su principal afinidad musical tiende hacia el blues, Zucchero es muy conocido por componer canciones para otros intérpretes, y en estos casos intenta seguir la línea de la música italiana, siempre marcada por un bello lirismo melódico.

Sin embargo, siempre fiel a su naturaleza versátil, Zucchero no tardó en adentrarse en las armonías cubanas. Su espectacularidad creativa lo motivó a importar el escenario montable sobre el cual se desarrollara su presentación. Dicho escenario -el más grande que se ha instalado en Cuba- resultó testigo de la compenetración entre esta personalidad de la música italiana y nuestra cultura. La escenografía tuvo como motivo principal la identidad cubana, y abarcó desde elementos de nuestro folklor -mujeres mayores vestidas de blanco, ubicadas en cada extremo del escenario y fumando tabaco, según es tradicional en las santeras- hasta la imagen de un carro antiguo -más conocido hoy, entre los cubanos, como "almendrón"- y nuestra bandera nacional. Todo ello, ligado a la cantidad de músicos cubanos invitados por el artista, entre los que se encontraban integrantes de su propia agrupación y varios solistas que cantaron a dúo con él, constituye una prueba fehaciente de su afinidad con nuestro país y nuestra idiosincrasia.

Zucchero se entregó generosamente durante más de dos horas de concierto, sin mermar en ningún momento la rigurosidad artística. Foto: Cubanow.

La agrupación musical que lo acompañó para esta presentación contó con músicos de varias latitudes: canadienses, estadounidenses, ingleses, italianos y cubanos, entre otros; lo que otorgó al evento un marcado carácter de universalidad. Dentro de estos artistas se encontraba la reconocida Kat Dyson -desempeñando un papel fundamental tanto en la guitarra como en las segundas voces-, un baterista y un guitarrita italianos -habituales en las presentaciones de Zucchero- y su inseparable director musical y bajista norteamericano, conocido como "Polo". No obstante, las aportaciones de una nómina de artistas mucho mayor fue la nota distintiva de este concierto: un tecladista, tres coristas, dos trompetistas, dos trombonistas y cinco percusionistas -incluyendo a Joaquín Núñez, excelente tumbador radicado en Canadá-compartieron escenario con Elmer Ferrer en la guitarra y Horacio Hernández, más conocido como "El negro", en una de las baterías. Todos ellos, músicos reconocidos con dos rasgos en común: su altísimo desempeño musical y su indiscutible origen cubano.

Sobre las 8:30 de la noche comenzó a sonar la música con el grupo Buena Fe, invitado especial del concierto, que interpretó casi una decena de canciones, todas grandes éxitos que componen sus distintos álbumes. A continuación, estuvo frente al caluroso público el célebre Zucchero, quien con 26 canciones aproximadamente -la mayor parte de su autoría- se entregó generosamente durante más de dos horas de concierto, sin mermar en ningún momento la rigurosidad artística. Dentro de los temas más famosos que interpretó se encuentran: "Senza una donna", "Baila" (conocida por el público como "Baila morena") y "Miserere", esta última dedicada al gran tenor italiano Caruso y popularizada por otro pilar de la cultura internacional: Luciano Pavarotti. En todos los casos el público habanero demostró una gran acogida a los artistas, coreando las canciones y aplaudiendo repetidamente tras cada interpretación.

Luego de la intervención del distinguido pianista cubano Frank Fernández -que interpretó "a piano solo" el "Ave María", obra cumbre de la música universal-, se sucedió un desfile de cantantes solistas cubanos que compartieron a dúo con el protagonista de la noche. Entre ellos estuvieron Laritza Bacallao, David Blanco y nuestro popular Pedrito Calvo.

Durante este momento, se evidenció una vez más la pasión que envuelve al artista en relación con la música cubana, ya que a mediados del concierto hizo mezclar las culturas interpretando en italiano la "Guantanamera", canción que constituye un icono distintivo de la cultura musical cubana. Para este número, se hizo acompañar por la joven estudiante del ISA Susana Fernández, quien manifestó un dominio de la canción, amén de la necesaria intervención en otra lengua.

Otro de los atractivos del concierto fue la avanzada tecnología empleada en todos los sistemas de sonido, luces y estructura, que fueron importados para el evento junto al personal especializado para manejarlos. Las consolas de sonido y los altavoces utilizados pertenecen a una tecnología digital de primer nivel nunca antes vista en nuestro país. El sistema de "luces inteligentes" -otra novedad técnica en nuestro país- logró crear disímiles atmósferas, como puntos rojos con el escenario totalmente oscuro, juegos de luces en correspondencia con el sentido de la música y determinadas iluminaciones que apoyaron el diseño escenográfico (como si el carro tuviera las luces encendidas, etc.). Cabe resaltar, por último, que para el montaje de la estructura del escenario fueron necesarios alrededor de 30 hombres, quienes en un corto plazo de tiempo garantizaron la seguridad, solidez y calidad del escenario a pesar de su naturaleza transitoria y por tanto ligeramente inestable.

Muchas fueron las personas e instituciones que colaboraron e hicieron posible este preciado obsequio. El productor general, tanto del álbum como del concierto, fue Don Was, también eminente productor de los conocidos The Rolling Stones. Asimismo, participaron de forma activa el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano de la Música, el Instituto Superior de Arte, la Embajada de Italia en Cuba, así como empresarios italianos con negocios en la Isla, entre otras instituciones culturales.

Sin duda alguna, este acontecimiento marcará un antes y un después en los eventos músico-culturales que se lleven a cabo en nuestro país por su valor artístico, por reunir en una causa común a importantes músicos cubanos como Elmer Ferrer y Horacio Hernández, por la utilización de una exquisita tecnología que permitió un mayor disfrute del resultado musical y, sobre todo, por proponer por vez primera los jardines de la Universidad de las Artes -donde se forman los futuros artistas que nos representarán- como escenario para un concierto espectacular, sin necesidad de un gran teatro ni de una sala suntuosa, sino con el inmenso deseo de hacer, brindar y compartir el lenguaje más universal que existe: la música.

(Tomado de Cubanow)