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Escuelas Vocacionales, instituciones indispensables

Estudiantes del IPVCE holguinero José Martí. Foto: Nelson Rodríguez Roque/ Cubadebate.

Este artículo de opinión lo vengo pensando desde que se armó el alboroto por la falsa noticia de que desaparecería “La Lenin”. No escribí entonces ni en los meses posteriores, ya que no quería que fuera la emoción la que guiara mi pensamiento, sino que fuera la razón su principal pivote. En este mes se cumplen 45 años de mi inicio como profesor en esa colosal Escuela.

Ahora tengo valiosos insumos, entre estos los artículos periodísticos sobre importantes Vocacionales-IPVCE además del de La Lenin, con una gran cantidad de comentarios de forma y de fondo. También la sesión televisiva de Cubadebate con la participación de la Viceministra Margarita McPerson. Y más recientemente la visita del actual presidente Miguel Díaz-Canel al IPVCE Lenin; y el acto del inicio del curso escolar 2018-2019 en dicho centro, al que asistieron y hablaron el primer secretario del PCC en La Habana y la ministra de educación.

No es una cuestión de sentimentalismo o nostalgia juvenil lo que provoca que la gran mayoría de los egresados de las Vocacionales-IPVCE declaren que ese tránsito de sus vidas los marcó para bien; en una primera etapa durante seis años (desde 7mo hasta 12mo grado), y después en los tres años de preuniversitario.

No soy quién para dictar pautas; lo que sí afirmo es que diré con total franqueza lo que pienso sobre tan crucial asunto.

Breves antecedentes

¿Qué pasará con la Vocacional Lenin?

Al concluir mis estudios universitarios en la Escuela de Matemática de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana en 1972, y el mandato en la FEU de Cuba en 1973, fui asignado a realizar mi servicio social en la Escuela Vocacional Lenin que comenzó a funcionar en el curso 1972-1973 en su sede actual y que se inauguró en el curso 1973-1974, específicamente el 31 de enero de 1974 en el Anfiteatro Natural de la Escuela, por Fidel Castro y Leonid Brezhnev.

Allí estuve desde septiembre de 1973 hasta julio de 1981, en que había sido designado Vicedirector General, pero no lo ejercí ya que me asignaron una responsabilidad nacional en la esfera de la Computación.

En La Lenin ocupé varias responsabilidades. Profesor de Matemática y de Computación; miembro del equipo nacional de preparación para las olimpiadas de Matemática; director del centro de cálculo; jefe de cátedra general de computación; primer secretario del Comité UJC (estudiantes de la FEEM, de la FEU y trabajadores); miembro del Comité del PCC de la Escuela.

Recuerdo que en una visita de Fidel a La Lenin en 1973 me hizo dos preguntas:

No viene al caso divulgar mis respuestas, en otro momento podré hablar de esto.

Desde el principio entendí que se trataba de un experimento pedagógico, de una visión estratégica de Fidel, para ponerle otra pista de aterrizaje a su concepción de fomentar el desarrollo de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento.

Al frente de la Escuela se designó a un genuino y creativo pedagogo, un Makarenko de fibra y de acción: Francisco Chávez Hernández, quien venía de Director General de la Escuela de Monitores de Vento. Pienso que Chávez, quien murió con menos de 50 años se merece un reconocimiento que no tuvo en vida.

Estudiantes de la Escuela Vocacional Lenin. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Lo esencial de aquellos ocho años de gran consagración, lo expreso en los siguientes resultados:

Quedan otros por mencionar.

El IPVCE Máximo Gómez en Camagüey. Foto: Cubadebate.

Lecciones aprendidas que ahora expreso de la siguiente manera:

1. “Nunca será suficientemente bueno repetir prácticas que ya tienen más de 40 años de vida; ni demasiado malo recrear lo que fue exitoso”

2. “La exigencia rigurosa y el reto descomunal son buenas parteras del talento visible u oculto”

3. “Centrarse exageradamente en la inteligencia intelectual nos lleva a subestimar a estudiantes con otras inteligencias descollantes”

4. “Dichoso el profesor que logre que sus alumnos practiquen la sinceridad aunque sea en la frontera del estigmatizado irrespeto”

5. “Cuánto vale el agradecimiento de un exalumno que al transcurrir 40 años lo reconoce y se lo confiesa a su exprofesor. Y cuánto pesa si le confiesa lo injusto que fue con él, al haberlo juzgado de manera prejuiciosa e incompleta”

6. “Nada como la ejemplaridad y compartir la tarea orientada, para ser un buen profesor o un buen jefe”

7. “La motivación para emprender obras importantes no siempre llega en el momento que deseamos o que desean los padres”

Tengo algunas más, pero aquí hay una muestra aceptable.

Valoraciones sobre el futuro de este tipo de Escuelas

Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Hay muchas maneras de matar una idea o una obra meritoria. La más común es su negación absoluta que implica su desaparición y olvido; pero la que considero peor de todas es la que intenta mantenerlas con un deterioro progresivo, de manera que le castre el prestigio que una vez tuvo, que niegue sus esencias, que intente reeditar lo que ya debe ser superado para bien.

Hay obras gestada por la Revolución que desaparecieron, pero que no deben borrarse de la memoria histórica. Por ejemplo, las escuelas en el campo. Hay nombres otorgados a entidades jurídicas que podrían ser cuestionados, por ejemplo el de Isla de la Juventud; nació ese nombre en 1978 cuando Isla de Pinos se sembró con miles y miles de jóvenes de Cuba y de varios países hermanos. Pero qué se gana con cuestionarlo, a mi juicio, nada.

El caso que nos ocupa tiene una connotación diferente.

Leyendo tantas defensas frente a la falsa noticia sobre la desaparición de La Lenin, me convencí que estábamos frente a una situación compleja, ya que se habían producido cambios significativos en la realidad cubana, como parte de los cambios acaecidos en el mundo. Los problemas complejos deben ser abordados de manera sistémica, sin fatalismos ni triunfalismos; con objetividad y con voluntad firme de hacer bien las cosas.

Mantener este tipo de instituciones va mucho más allá del deseo de perpetuar un patrimonio nacional; es una necesidad para contribuir a la captación, el desarrollo, el empleo y la retención de personas talentosas en el campo de la ciencia, la tecnología y la innovación. No debemos caer en el pensamiento reduccionista que niegue el surgimiento y desarrollo de jóvenes talentosos en otros institutos preuniversitarios o de la enseñanza tecnológica, a lo largo y ancho de nuestro país.

Debe constituir una tarea de primer orden no solo de las autoridades educacionales, sino del Gobierno y de Partido en las diferentes instancias, acompañar- para ayudar a que se triunfe-, a los trabajadores y estudiantes de estas indispensables instituciones. Es necesario repensarlas con los pies firmes en la tierra y la mirada puesta en el futuro como nos dijo El Che.

Estas instituciones deberían ser modelos de organizaciones de alto desempeño, en que se destierre la mala práctica de manipular realidades o de ocultar errores para salir bien en una inspección. Deben las organizaciones estudiantiles y juveniles jugar un rol protagónico, es una manera de contribuir a su propia formación integral de la que tanto se habla.

Estas escuelas deben vincularse con las empresas y demás instituciones que trabajan en campos afines a los que estudiarán sus egresados en las universidades al graduarse de bachilleres.

Estas instituciones deben tener las condiciones necesarias de confort y alimentación; algo que en los últimos tiempos se ha delegado en parte a los padres de los alumnos. Al decir de una vecina mía cuya hija entró en La Lenin, es como si tuviese que atender una nueva casa.

Los profesores y dirigentes en estas instituciones son a mi juicio el bien más preciado para alcanzar los objetivos supremos.

Estoy seguro que miles de miles de egresados de estas instituciones, que viven en Cuba o fuera de ella, estarían en la mejor disposición de contribuir de disímiles maneras al desarrollo sostenido y sostenible de estas instituciones.

Estas instituciones no son electrones libres, forman parte de un sistema en que la política científica y educacional y sus respectivas acciones que le deben dar vida, han de jugar un importante rol.

Sin estas instituciones educacionales nuestra sociedad no muere; pero con ellas estaremos en mejores condiciones de construir la sociedad próspera y sostenible a la que aspiramos.

Mi recuerdo agradecido a los miles de estudiantes y profesores de La Lenin con quienes tuve la dicha de compartir, enseñando y aprendiendo.

Me quedan muchas cosas por abordar o por profundizar de las abordadas en este artículo; pero como siempre digo confío en que el debate culto se encargue de enriquecerlo, para pasar del pensar necesario al hacer indispensable.

Serie de Cubadebate sobre las Vocacionales:

Vocacionales: La Lenin, ¿tiempo de definiciones? (+ Fotos y Video)

Vocacionales: IPVCE José Martí, aferrado a la obra del Apóstol (+Fotos, Video e Infografía)

Vocacionales: Carlos Marx, la química del amor a 40 años

Vocacionales: IPVCE villaclareño, puertas abiertas cuatro décadas después (+ Fotos)

Vocacionales: La Máximo Gómez renace (+ Fotos)

Vocacionales: IPVCE Federico Engels, referente en materia educativa