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Rusia: La paciencia y el tiempo

Desfile militar en la Plaza Roja. Foto: Telesur.

Desfile militar en la Plaza Roja. Foto: teleSUR.

En Julio de 1985 salí de la URSS con destino a mi país. Seis años de estudios me habían unido a ese inmenso conglomerado de naciones. Cientos de amigos de diferentes regiones acumulé durante esa estancia tan fructífera en una de las ciudades más bellas del mundo: Leningrado. Y como yo, miles de cubanos guardan en su memoria los años de su paso por los centros de estudios soviéticos.

Tres meses antes de mi partida Gorbachov había sido designado Secretario General del PCUS. Solo seis años más tarde la URSS desaparecía como país, desmembrada en decenas de estados. El nombre de la ciudad que aparece en mi título universitario ya no existe y aquellos que alguna vez compartieron como ciudadanos de un mismo Estado en el cuarto piso del albergue universitario donde residíamos comenzaron a mirarse como extraños y, en algunos casos, como enemigos irreconciliables.

El país más grande de todos los que formaban la URSS sufrió mucho en esos años de confusión. Rusia fue golpeada no solo desde fuera, sino también desde sus mismas entrañas. Toda la década final del siglo XX fue testigo de lo cerca que estuvo el mundo de perder totalmente el contrapeso en la política mundial. Hubo momentos en que realmente el equilibrio se perdió.

Con el advenimiento del nuevo siglo, el gigante que ocupa parte de dos continentes comenzó a erguirse una vez más. Y en estos momentos su voz vuelve a sonar con fuerza a la hora de discutir conflictos y diferencias en la escena mundial. Solo que a muchos la existencia de equilibrio no les conviene.

Una prueba muy grande para el mundo han sido los acontecimientos de los últimos años en Ucrania. La respuesta rusa ante la amenaza que significaba lo que estaba sucediendo en ese país vecino no era la que esperaban los que azuzaban a las fuerzas hostiles a Rusia. Y las represalias por esa actitud fueron rápidas. Pero no funcionaron.

He leído muchas veces en libros y artículos la advertencia de que se estudie la historia antes de atacar a Rusia. Los extranjeros que intentaron hacerse dueños de ese extenso país sufrieron sus derrotas definitivas cuando cruzaron la frontera. Llevan los pueblos de Rusia en sus venas muy fuertemente enraizado el sentimiento de soberanía. Y por supuesto, hay quien no aprende la lección.

Con el dictado de Estados Unidos, los países europeos emitieron sanción tras sanción para tratar de que Rusia no reaccionara ante los sucesos de Ucrania. Con una paciencia muy intrínseca al espíritu ruso, Moscú esperó a que el tiempo demostrara que con esa política sus enemigos no llegarían a ningún lado.

En la semana que pasó, Rusia recibió a la Jefa de Gobierno de Alemania y al Secretario de Estado de los EEUU. En ambos casos se hizo notar que solo el camino del diálogo puede resolver los entuertos acumulados. Y en mi opinión se comienza a avanzar en ese sentido. La calma rusa en su enfrentamiento a la agresión mediática y económica rindió sus frutos.

Volviendo a mis años juveniles, recuerdo con respeto a un profesor de Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que nos hablaba a los cincuenta y tantos estudiantes de mi año sobre la Revolución Bolchevique y la Gran Guerra Patria. Mi mente cincuentenaria no me deja recordar su nombre, pero sí el cariño que ese catedrático sentía por Cuba y su Revolución. Como era el único cubano en mi facultad en esos años, me llenaba de orgullo escuchar al profesor elogiar a nuestro país.

La sorpresa del primer día al recibirlo en el enorme salón de clases fue constatar que era ciego. Pero esa circunstancia no le obstaculizaba sentir cualquier ruido en el aula, y en sus exámenes nadie podía pensar en llevar un papel para hacer fraude. Un día, aprovechando su admiración por Cuba, le pregunté qué le había sucedido. Ya me habían contado que la vista la había perdido en la guerra.

En los años de la contienda, su conocimiento de alemán provocó que fuera asignado como traductor para los interrogatorios a prisioneros nazis. Una noche, el lugar donde estaba radicando su batallón fue bombardeado por la aviación alemana. La metralla lo dejó ciego. A este hombre ruso, serio y culto, le pregunté: ¿Y cómo se salvó? Su respuesta para aquellos tiempos era lo más normal del mundo: lo sacaron del lugar dos compañeros ucranianos que servían con él en el mismo batallón.

Como ese caso, en este mes de conmemoraciones, se recuerdan miles. Por eso, los intentos de borrar la historia son inútiles. Los pueblos que la escribieron pueden estar separados por pasaportes, pero no por los acontecimientos que marcaron el rumbo de la historia moderna. Cuando veía el desfile en la Plaza Roja, así como los filmes que transmitió nuestra televisión en ocasión del aniversario del Triunfo en la Gran Guerra Patria, me reafirmaba en la idea de que no hay manera de reescribir lo que pasó en esos cuatro años.

“Los dos guerreros más poderosos con los que se puede contar son la paciencia y el tiempo”. Así sentenciaba el gran escritor ruso León Tolstoi como un botón de muestra de la sapiencia rusa. Y la vida va demostrando que la razón le acompaña. En el examen final de Historia del PCUS, aquel profesor ruso que fue salvado por dos soldados ucranianos en la Gran Guerra Patria me dijo: “No se puede perder la calma. Usted piense y después me contesta”. Y así lo hice. No sé si al decirme eso pensó en Tolstoi. Prefiero imaginarme que lo llevaba en la sangre.