Mi hermanita doctora y el orgullo de salvar vidas

El periodista Yasel Toledo junto a su hermana doctora. Foto: Cortesía del autor.

En estos días de coronavirus y aplausos que debieran ser eternos. Es inevitable pensar en mi hermana, en sus gestos, en las bromas, en sus abrazos, en esa carita de seria que ponía a veces, cuando yo pasaba por el medio de la sala acabadita de limpiar y todavía húmeda. Hace 29 meses contribuye a salvar vidas en Venezuela, una tierra que ya quiere.

La extraño, y mucho, tanto que a veces hasta salen lágrimas mientras conversamos por el chat. Y no es de tristeza, tal vez sea esa mezcla extraña de nostalgia y amor, orgullo y algo de miedo, especialmente en algunos de los momentos más complejos de la Revolución Bolivariana durante este período, también en el blanco de amenazas y acciones permanentes de quienes intentan apagarla.

Podría hasta asombrar la madurez y el compromiso de Ili, mi hermanita, su voluntad y coraje, pero uno la conoce bien. Junto a los miles de profesionales de la salud cubanos en esa nación, ayuda en la prevención y enfrentamiento al coronavirus, participa en la pesquisa, visita las casas de los pobladores, y dice que saldremos de todo esto.

Desde allá da consejos, pide reportes de lo que hicimos en el día, si usamos nasobucos, si nos lavamos las manos…, y habla de la suerte enorme de tener un sistema de Salud como el nuestro.

Mucho ha crecido como profesional y mujer aquella niña delgada que jugaba a los escondidos, fútbol, pelota… y se fugaba para el río con nosotros, la misma que se reía a carcajadas ante cualquier chiste. Durante la etapa en la universidad, la vi quedarse dormida a veces con el libro encima de la cara ya en la madrugada. No importaban los horarios, ella indagaba, preguntaba, siempre buscaba más para aprender, porque “yo quiero ser buena en esto, saber bastante y ayudar a la gente”.

En ocasiones, mami hasta me decía bajito “¿no estará estudiando demasiado?” Ambos sabíamos que hacía lo correcto, porque ser médico es mucho más que un trabajo o responsabilidad, tanto que ni siquiera se debe intentar definir su significado más puro.

La recuerdo con otros amigos del aula en la graduación con sus títulos de oro, sus sueños, los chistes, las muestras de cariño entre jóvenes que ahora mismo brindan su ayuda en varios países, una fuerza y dimensión humana, que también enaltece nuestra generación.

Miro sus fotos en la computadora, la imagino risueña o seria, atendiendo a un paciente o caminando con su bata blanca, y el orgullo es enorme. Profesionales cubanos de la Salud llegan a regiones lejanas como España y Lombardía, en Italia, siguen con su luz en América Latina, África y otras partes del mundo. Los reciben con aplausos, y el brillo de la admiración y el agradecimiento en los ojos. Ahí está también la grandeza de una nación, el corazón de un pueblo con la capacidad de irradiar amor y esperanza.
(Tomado de Mira Joven Cuba)