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Santiago Alfonso: “Tropicana fue la puesta en práctica de todos mis sueños” (+ Fotos y Video)

Santiago Alfonso. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate

Cabaret Tropicana. 4 de marzo de 1956. Nathaniel Adams Coles “Nat King Cole”, el famoso cantante de la voz de terciopelo ensayaba para el debut de esa noche. Desde el bar, Santiago Alfonso Fernández, con apenas 17 años, observaba a quien era un ídolo para los amantes de los escenarios en ese entonces. Escondido, sí, porque su único pecado era ser negro.

“Bailar algún día en Tropicana era una quimera. Los negros solo podían actuar de relleno en los grandes shows de invierno, cuando se hacían espectáculos con influencias folclóricas. Además, Martín Fox, uno de los dueños de ese lugar era muy racista. Allí, los únicos de mi color que podían presentarse eran las grandes figuras de la época: Celia Cruz, Benny Moré, Paulina Álvarez, Merceditas Valdés, Marta Castillo”.

Santiago Alfonso pudo ser jugador profesional de béisbol. De hecho, en el año 1957 fue seleccionado para el equipo nacional juvenil de Cuba. Tuvo que elegir entre el deporte o el arte. Y optó por la segunda, y la decisión, que en un primer momento fue por razones económicas, fue la mejor de su vida.

“Mi papá quería que fuera pelotero, y tomar la opción contraria me costó caro. Mi mamá murió en 1 947 y él me crió. Era recto, duro y con un pensamiento muy a la antigua, con todos esos prejuicios que tú sabes o te imaginas. Todos estaban ahí. Discriminaciones por la supuesta orientación sexual de los bailarines, además de las raciales y sociales. Pero tenías que luchar contra eso, si querías lograr algo. Había que ir pa´lante”.

Y así lo hizo. Santiago Alfonso puso a un lado todos los impedimentos que tenía para llegar a ser un gran bailarín, hasta que en 1964 llega a Tropicana para ser jefe de escena del espectáculo. Sí, al mismo lugar que le cerró las puertas por ser negro, años antes.

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-¿Cómo reacciona cuando todas las miradas están puestas sobre usted?

“Trato de ser lo más natural posible. No ser falso, que siempre la gente vea en mí al Santiago que conocieron”.

- ¿Y cuándo nadie lo mira?

“Soy el mismo viejo majadero. Autoexigente y exigente con los demás. La gente dice que he sido muy duro. Es verdad que lo he sido. Vivo muy agradecido, desde mi padre, hasta con todo aquel que me dio una pizca de conocimiento y me abrió los ojos de distintas formas”.

-¿Cómo lo definen otras personas?

-“Como un ogro”.

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Fotos: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

-¿Cómo llega a la danza?

“Llego poco a poco, alrededor de los años 56´ y 57´. Viví una parte de mi niñez en los Estados Unidos. Allí había visto bailarines sin saber qué eran.  Los veía altos, delgados y elegantes. Es en Cuba donde empiezo a relacionarme con gente del espectáculo.

“En ese entonces practicaba muchos deportes: béisbol, fútbol americano y voleibol. Todos decían que yo tenía muy buena figura. Empecé a estudiar un poco de ballet y de danza y a hacer cositas de aprendiz. Participé en programas de televisión dirigidos por Alberto Alonso y en algunas temporadas de teatros.

“Mi primer trabajo fue en el Teatro Martí, recuerdo que trabajé en un espectáculo dedicado a Ernesto Lecuona. Además, bailé en el Cabaret Montmarte, en la inauguración del Cabaret del Casino del Capri y en el cabaret-casino Sans Soucí.

“Triunfa la Revolución y en marzo sale una convocatoria para la creación del Conjunto Nacional de Danza. Me presenté en abril y a partir de ahí comenzó un proceso de audición y preparación. En septiembre sale en una pizarra una lista de nombres y estaba el mío. Eso cambió mi vida”.

-¿Qué significó nacer en un barrio pobre de La Habana?

“A la inversa de lo que me planteas, yo creo que Cayo Hueso y Pueblo Nuevo eran barrios muy ricos cultural y musicalmente hablando.  Desde el punto de vista estético, la cubanía estaba allí en su valor más alto.

“Creo que eso siempre ha influido en mí. Miraba a los vecinos, una rumba en la esquina, un solar, la gente bailando danzón los domingos en la sala de su casa, las mujeres saliendo a la bodega a comprar; todo eso es muestra del lenguaje gestual de este país que es tan grande y rico. La expresión de la cubanía, el parque Trillo…eso se va metiendo y va influyendo en tu forma de ser, créalo o no”.

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Fotos: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

- ¿Cuál ha sido la decisión o proyecto que haya tomado de la que se sienta más orgulloso?

“Haber decidido bailar, y aprender, aprender y aprender”.

-¿Cuál es el fallo más grande que ha cometido?

“No me acuerdo, han sido tantos”.

-¿Qué le gustaría hacer que no esté haciendo ahora mismo?

Tener una gran compañía de baile como la que tenía antes”.

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Santiago Alfonso ha sido bailarín, director artístico, profesor y coreógrafo; pero, confiesa ser un constante estudiante y aprendiz. “Hay que verlo y aprenderlo todo, lo bueno y lo malo, y desechar lo que no te interese”.

“Mis grandes influencias fueron Alberto Alonso y después Ramiro Guerra, Elena Noriega y toda una serie de maestros por los que pasé que fueron dejando en mí la semillita del baile. Esa semilla favoreció que después me convirtiera en bailarín, en un artista, en un coreógrafo y en un maestro”.

Dentro de la danza, eligió la de espectáculos, porque era lo que se podía hacer en esos momentos. “Lo más importante en Cuba en aquella época (del 56 al 59), inclusive hasta el 60, era los cabarets Sans Soucí, Montmarte y Tropicana. Después apareció El Capri y El Riviera. El cabaret era lo que sostenía económicamente a los bailarines. Habían programas de televisión y otras cosas en teatros, pero lo importante era lograr trabajar en esos centros”.

Según cuenta Alfonso, los grandes bailarines del ballet de Alicia Alonso actuaban también en cabarets.

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-¿Cómo le gustaría que la recordaran cuando ya no esté?

“Como alguien que trabajó muy duro. Traté siempre de ser lo más honesto posible conmigo mismo. Exigí a los demás porque yo me exigía al mismo nivel, y hasta más. Y a todos a los que les exigí vieron los resultados. Que me recuerden como un ser humano”.

-¿Cuál es su mayor defecto?

“Haber sido un poco grosero en ocasiones”.

-¿Y la virtud?

“Ser agradecido con todo el que me puso una mano en el hombro”.

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-¿Qué significó el Conjunto Nacional de Danza?

Fotos: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

“Hubo un llamado por la radio para crear esta compañía, bajo la dirección de Ramiro Guerra. Nos presentamos miles de personas y fueron decantando. Cuando me seleccionaron sentí que era la oportunidad de mi vida y que todo lo que había soñado podía estar ahí como aspirante a bailarín, a artista y como negro.

“Era la primera vez que una compañía de Danza en Cuba, con toda la seriedad y exigencia, iba a estar formada en su mayoría por personas de mi color. La Revolución había abierto las puertas a todas las artes y no te preguntaban de qué raza tú eras, ni de donde venías”.

-¿Cómo llegas al Cabaret Tropicana?

“En 1964 Joaquín Riviera, director artístico y Tomás Morales, coreógrafo principal del show y mi amigo de muchos años, me piden que fuera a Tropicana para trabajar como jefe de escena. Lo confieso, acepté para obtener un poco más de dinero. Yo ganaba 220 pesos en el Conjunto Nacional de Danza, que era bastante en esa época. En Tropicana me pagaban 75 pesos semanales más. ¡Millonario yo en La Habana!

“Después me proponen ser director artístico del Conjunto Folclórico Nacional. Trabajaba en las tres cosas: una en la mañana, otra en la tarde y por la noche en el Cabaret. Dejo el Conjunto un tiempo y me quedo con el folclórico, después dejo el folclórico y me quedo con Tropicana. El 13 de marzo de 1968 cierran todos los cabarets, pero yo me voy de gira por Europa. En el 70´ hago una temporada en La Habana con el Conjunto y a partir de ahí decido no bailar más y me dedico a la enseñanza en Tropicana y en el Ballet del ICRT”.

-¿Qué significó Tropicana para Santiago Alfonso?

“Tropicana es la puesta en práctica de todos mis sueños, la posibilidad de realizar mis visiones y mis elucubraciones. En Tropicana empecé a experimentar con lo que después se convierte en el lenguaje de Santiago Alfonso, en mi visión de la cubanía.

“Ahí, comienzo a mezclar ballet con danza, con folclor, con jazz. Un poco de ese mejunje nace en Tropicana. Aunque yo había dado clases en otras partes, aquí metodológicamente voy encontrando ese trabajo. Además, Tropicana me pidió, desde el punto de vista de la imaginación, que trabajara duro para demostrar que el cabaret puede ser un medio donde hay arte y no solo frivolidad.

“Empiezo a trabajar muy duro en eso, con los bailarines, con los cantantes, en la disciplina, en la organización, en la seriedad, en no ver el cabaret como un lugar donde se gana dinero y se va todos los días. Es un medio en que también hay creatividad, profesionalismo y cultura”.

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Fotos: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

- ¿Qué le gustaría hacer en su tiempo libre?

“Ay muchacha. En la maquinita esa yo tengo un jueguito que se llama Moctezuma…y me tiene loco”.

- ¿Cuál ha sido su mayor sueño?

“Cuba. Nuestra cultura. Nuestra música. Que nuestro país sea visto en el mundo y que nosotros los artistas seamos capaces de honrar sus raíces”.

-Si llegara una persona nueva a su vida, ¿qué puede hacer para llegar a conocerla mejor?

“Estar ahí”, sonríe.

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Después que deja Tropicana en el 2004 surge el Grupo de Experimentación de Danza y Espectáculos Santiago Alfonso. “Abel Prieto, que en ese entonces era ministro de Cultura, me había pedido que hiciera una compañía de espectáculos para el Ministerio, pero eran demasiadas cosas. Cuando me quedo fuera de Tropicana me dedico a este grupo”.

A esta compañía la diferencia del resto el nivel de exigencia de Santiago con la disciplina. Después, la entrega, el espíritu de sacrificio y el amor por lo que se hace. “No es bailar porque aquí gane más o la diversión sea mayor. Yo bailo, tú bailas, porque amas esto y quieres llegar a trasmitir con tu cuerpo sentimientos, estados de ánimos, inquietudes, negaciones, dolores, pero para lograr eso, hay que trabajar. Creo que ahí está el meollo de mi trabajo, la autoexigencia que le he trasladado a los demás”.

En el 2006 le otorgan el Premio Nacional de Danza. Fue el primer artista de cabaret puro al que se le entregó el lauro, aunque en el 2005 lo recibió Cristy Domínguez, que también había pasado por los cabarets.

“Más que un honor, fue el reconocimiento a que habíamos trascendido lo eminentemente frívolo a formar parte de la vida artístico- cultural de Cuba. No fue solo un trabajo mío, sino también de Rafael Hernández, Andrés Gutiérrez, Rafael Alfonso, y de toda una serie de coreógrafos. El premio de Santiago Alfonso es un reconocimiento a todos. Era como decirnos, han sido aceptados”.

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-Si todo desapareciera y puede rescatar una sola cosa, ¿qué sería?

“La sinceridad”.

-¿Si pudieras empezar de cero, que cambiarías?

“Todo lo que no aprendí a tiempo. Aprovechar cada hora más”.

-¿Qué consejo le darías a su versión de hace 10 años?

“No haber sido tan confiado”.

-¿Cuáles son sus principios y valores sagrados?

“Querer, serle honesto a las personas. Ser capaz de dar sin recibir nada”.

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Fotos: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

-Recientemente participó como jurado en el concurso televisivo Bailando en Cuba, ¿cómo fue esta experiencia?

“La pasé muy bien porque tenía unas compañeras maravillosas. No compartíamos los mismos criterios, pero coincidíamos en muchas cosas. Ambas son muy profesionales. Yo me dediqué a trasmitirles a esos muchachos que no se puede llegar a la danza con una perspectiva superficial.

“No es moverse por moverse. Soy del criterio de que el meneo cubano es muy serio, y que hay que saber hacerlo sin vulgaridad o chabacanería.  La cubanía es muy elegante. Siempre digo que con el movimiento la mujer cubana puede dice ´hay, pero no te toca´”.

-¿De bailarín a actor?

Yuli fue mi tercera película. La primera fue Paraíso bajo las estrellas con Gerardo Chijona en 1999. Después hice una película mexicana que se llama El Acorazado. Siempre me ha gustado respetarme a mí mismo, para que los demás me respeten. La mejor forma de que eso pase es hacer las cosas lo mejor posible.

“Yo no soy actor, pero me pidieron que hiciera ese trabajo. Tuve que estudiar el personaje, el guion, trabajar noches enteras. Caminar, hablar, ambientarme y poner en manos de la directora ese trabajo. Significó un paso importante, porque era dar un salto a un terreno desconocido. Me concentré, me dediqué a hacer un trabajo serio y parece que salió bastante bien”.

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-¿Qué es aquello por lo cual moriría?

“Por mi verdad”

-¿Ha pensado alguna vez en tomarse un año sabático?

No, de ninguna manera. Un año sabático con 81 años, jajaja, cuando termine estoy para el ingreso en un hospital”.

-Al terminar esta entrevista, ¿qué tres cosas debería llevarme de usted?

“Mi agradecimiento primero que todo. Mi sinceridad y el saber que aquí estoy”.

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La danza ha sido el centro de su vida; le ha regalado la felicidad de saber que ha trabajado muy duro. “La alegría de haber sido útil a mí mismo y a otros. Hoy, con 81 años estoy feliz de todo lo que ha trascurrido, de todo lo que he recorrido representado al baile y a la cultura cubana. Puedo sentarme ahora aquí, en esta entrevista y decir, algo he hecho”.

Por el contrario, confiesa que la danza le ha quitado lo que le estorbaba. “Desde el año 1975 no tomo vacaciones y eso no me ha causado ningún dolor. Cuando Guerra me quitó de al lado la bebida, porque yo era el más divertido, también eso me sobraba, y se lo debo a la danza”.

Santiago Alfonso dice que de no ser bailarín, quizás hoy fuera pelotero. Eso, nadie lo sabe. Lo piensa dos veces y dice que de no ser bailarín, hubiera querido aprender otra vez. “Y si tuviera que volver a empezar, lo haría de nuevo”.

En fotos, Santiago Alfonso

En video, Santiago Alfonso conversa con Cubadebate

https://www.facebook.com/cubadebate/videos/747623925994398/

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