¿Por qué las alarmas mundiales se disparan con el coronavirus y no con el paludismo?

El paludismo o malaria se transmite por la picadura del mosquito anofeles hembra. Foto: La Vanguardia.

Una vez más se disparan “las alarmas mundiales”, en esta oportunidad por la influenza causada por el coronavirus. El espacio informativo se satura de noticias cada vez más estridentes, opacando otros temas graves como el cambio climático, las guerras del Medio Oriente, las tensiones con Irán o la guerra sucia contra Venezuela y el bloqueo contra Cuba, por mencionar algunos temas.

Situación similar vivimos en 2002 con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) y la epidemia por H1N1, en 2008. La primera precipitó la aprobación del Código Sanitario Internacional en la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud.

Como médico y salubrista creo que son justas las preocupaciones y los esfuerzos por lograr controlar la situación en el menor tiempo posible. Cada día que se gane son vidas que se salvan.

Por la misma razón no entiendo porqué las “alarmas mundiales” no se mantienen disparadas por otra enfermedad, cuyo comportamiento es mucho más dramático: el paludismo.

Mientras que la influenza por coronavirus ha afectado a 17 mil 200 personas, el paludismo afecta 219 millones en un año. Por influenza por coronavirus han fallecido 349 personas, en tanto el paludismo mata 435 mil personas al año, de ellos 266 mil niños menores de 5 años.

¿Cómo se explica tanta diferencia en la reacción ante dos problemas sanitarios importantes? En mi opinión dos son las causas. No es la letalidad del virus, aunque en la prensa de hoy se anuncia que es más letal que el del SARS, sino la dificultad para mantenerlo controlado en un área geográfica particular.

La influenza por coronavirus, por su mecanismo de transmisión y la globalización internacional, amenaza por convertirse en una pandemia y cruzar las fronteras sin distinguir entre países ricos y pobres. El paludismo no, el 92% de los casos se concentran en África, al igual que el 80% de los fallecidos. El paludismo ataca y mata a los pobres, el coronavirus no repara en el tamaño de la billetera.

Un niño se recupera de la malaria en el hospital general de Maamobi, en Accra. Foto: El País.

Pero hay algo más: todo esto ha transcurrido en medio de una guerra comercial entre China y los Estados Unidos que, sin lugar a dudas, beneficia al segundo. Ya comienzan a verse mensajes encaminados a aprovechar esta coyuntura, cito dos titulares recientes como ejemplo:

China ha demostrado su capacidad y fortaleza para enfrentar esta contingencia sanitaria. En tiempo récord ha identificado la estructura genética del virus (que inmediatamente compartió con la comunidad internacional), abriendo así el camino para lograr un diagnóstico de certeza e incluso la producción de una vacuna. Ha construido hospitales y ha tomado medidas para el control de la propagación.

Sin dudas, en cuestión de semanas el coronavirus dejará de preocupar al mundo, que seguirá indiferente ante el drama del paludismo.

“La medicina es política a gran escala” sentenció el eminente científico alemán Rudolf Virchow y este es otro ejemplo de ello.