Matanzas mía

Abro los ojos y voy directo al parte epidemiológico. En algún momento de este año y medio de pandemia dejé de seguirlo con la misma sistematicidad de antes. Recuerdo que mi abuela hasta apuntaba las cifras diarias en una libretica de hojas amarillentas. Pero ya no lo hace. Quizás sea producto de la llamada fatiga pandémica. A ella también le ha tocado el hastío. ¿Podrá alguien escapar del tedio en un escenario que se nos hace adverso, prolongado y duro?

Tomo el celular y reviso las cifras. En los últimos 15 días, la provincia de Matanzas ha reportado unos 10 000 casos positivos a la COVID-19. Desde Cárdenas –uno de los municipios más complejos tras el nuevo rebrote– me escribe mi mamá. Casi toda la familia allí tiene las tres dosis de Abdala, pero hay que seguirse cuidando, le digo.

“Falleció una embarazada, pero lograron salvarle al niño… al papá de Oniria se lo llevaron para el policlínico, le hicieron el PCR y se demora entre cinco y siete días, lo mandaron para su casa”, me dice sin florituras. La vieja siempre ha sido dura cuando habla. No da vueltas. Y a veces me duele oírla, porque es mi tierra, mis vecinos, la familia.

Un amigo periodista me suelta frases en un chat de WhatsApp: “Murió un médico que yo conocía”; “te juro que me derrumbé, gracias a los socios que me levantan con sus jodederas en las redes”; “refuerzo patriótico, chama, llegaron médicos de La Habana a apoyar”; “al fin perdí el dolor de cabeza”; “esto es muy duro”…

Otro compañero de la Vocacional vuelve a escribirme por Messenger. Hace unos días me contó que estaba aislado en un cuarto de su casa, luego de dar positivo al test de antígeno, que los centros para sospechosos y positivos están llenos y que todo parece indicar hará el aislamiento domiciliario. Diandy siempre ha sido un jodedor, pero ahora habla en serio y le noto nerviosismo en lo que escribe.

–Dime de ti.

–Ya hoy amanecí sin fiebre. Estoy mejor, asere –me responde.

Entro a Facebook y leo que se amplían las capacidades hospitalarias, que 376 recién graduados de Ciencias Médicas se incorporan al enfrentamiento a la pandemia en la provincia, que otro centenar de médicos y enfermeros del contingente internacional Henry Reeve llegan desde otros territorios a apoyar.

Luego me cuenta un amigo que desde Villa Clara, por ejemplo, enviaron unas 100 camas. Una reportera postea que hay 81 000 cardenenses vacunados con la tercera dosis de Abdala.

En un estado de WhatsApp comparto un cartel que reza “Matanzas no está sola”, y una vecina responde: “Amén”. No sé en qué momento me mudé al celular y allí paso buena parte del tiempo. Pretendía escapar de la compleja situación epidemiológica, de los partes y las malas noticias. Pero he sido un ingenuo.

“Estoy y estaré contigo, Matanzas”, escribo en un post en Facebook y me desconecto con el presentimiento de que todo volverá a la normalidad.

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