Un autócrata irresponsable y letal

El presidente de EE.UU., Donald Trump, junto a su esposa Melania Trump participan en las celebraciones por el Día de la Independencia en Washington, el 4 de julio de 2020.
Carlos Barria / Reuters

Donald Trump y su esposa Melania han anunciado estar contagiados con la COVID-19, poniendo la guinda que faltaba a la catastrófica situación sanitaria de los Estados Unidos; el país con más casos reportados de la enfermedad y con más muertes por la misma en todo el mundo.

El inquilino de la Casa Blanca ha actuado con total irresponsabilidad y falta de liderazgo efectivo frente a la pandemia. Como revelaron primero algunos medios de comunicación como The Nation y confirmó recientemente el libro de Bob Woodward, el mandatario estadounidense fue debidamente informado por sus órganos militares y de inteligencia sobre la magnitud de la epidemia que se avecinaba y el poder letal de nuevo coronavirus. Trump optó por el vergonzoso silencio y la inacción.

“Soy un animador de este país. Amo a nuestro país y no quiero que la gente se asuste ni crear el pánico” fue la insólita excusa del Presidente de la mayor potencia mundial a su manifiesto desdén frente al peligro para sus connacionales.

Desde entonces le ha puesto varios plazos al fin de la pandemia, se encomendó a la hidroxicloroquina como santo remedio, ha sugerido inyectarse o tomar desinfectantes, se ha mostrado desafiante al uso de mascarillas y hasta ha tildado de “miedoso” a su adversario electoral por tomar precauciones ante la enfermedad.

Algunos se preguntan si esta positividad de Trump a la enfermedad no será una estratagema electoral; no lo creo. Aunque pueda utilizar la situación con ese fin. Todas las condiciones eran propicias para que el iracundo y altanero autócrata neoyorquino pudiera contraer la enfermedad.

Periodistas que trabajan en la Casa Blanca han reflejado el ambiente poco seguro en el orden sanitario que se vive en la mansión presidencial estadounidense: oficinas pequeñas y abarrotadas, constantes visitas, no uso de mascarillas porque al Jefe no le gustan, diversas reuniones sin las medidas de salubridad adecuadas. Casi 400 personas trabajan en la Casa Blanca, además de los numerosos periodistas que son presencia permanente en una de las alas más repletas de la casona señorial.

Trump se ha burlado frecuentemente de las mascarillas, aunque decía sentirse a salvo porque se hacía con asiduidad las pruebas de detección del virus. Hace par de semanas llegó a increpar a un reportero en la Conferencia de Prensa por preguntarle con la mascarilla puesta; y lo dejó sin responderle a la interrogante.

Buena parte de los incesantes mítines electorales del Presidente -en su frenético intento de remontada en las encuestas-, se realizan con miles de personas agolpadas y poco protegidas, en espacios reducidos y a veces cerrados.

También se apunta a los viajes con demasiados acompañantes en el Air Force One, el helicóptero Marine One o la limusina presidencial. Se presume que en los viajes recientes a Cleveland y Minessota puede haberse contagiado la pareja presidencial, tras conocerse el positivo de una de sus más cercanas colaboradoras que estuvo presente en ambas ocasiones.

El desdén y la irresponsabilidad de Tump se le han vuelto un boomerang a escasos días de la contienda electoral. Habrá que ver cómo impacta la suspensión de los show de campaña que tenía en sucesión el candidato republicano para estos días decisivos y qué piensan finalmente los electores.

Lo que sí está claro es que al jefe del imperio no le faltarán las mejores y oportunas atenciones médicas. Lo mismo no pueden decir una significativa parte de los más de 7 millones 300 mil estadounidenses que se han contagiado y los más de 208 000 que han fallecido por la COVID-19.

El coronavirus, que ya se instaló en la Casa Blanca, demostró la ineficacia del sistema de salud estadounidense –pese a su abundantes finanzas y contar con las más avanzadas instituciones hospitalarias y científicas-, y la creciente disparidad e injusticia de esa sociedad tras décadas de rampante neoliberalismo y en plena época de decadencia imperial.

(Publicado originalmente en Al Mayadeen)