Las dinámicas del actual período de transición del sistema internacional, se evidencian de formas diferentes, una de las más destacadas es la pugna de tres poderes protagónicos: Estados Unidos, Rusia y China. La puja por el predominio militar y económico, tiene una de sus expresiones en el establecimiento, recomposición o fortalecimiento de los aliados a nivel regional (áreas geopolíticas).
Medio Oriente expresa nuevos paradigmas en los sistemas de alianzas, fundamentalmente los vinculados con Estados Unidos y Rusia. Dichos sistemas expresan, por una parte, viejos lazos y nuevos compromisos y, por la otra, carácter transitorio o permanente. En ese contexto, la bilateralidad y triangulaciones de las relaciones de los poderes mundiales con los países del área repercuten en el papel de los actores regionales y las dinámicas en ese contexto, los niveles de conflictividad, entre otros.
Pasos definitorios
Cuando Donald Trump cumplió la promesa de su campaña presidencial de trasladar la embajada de EE.UU. a Jerusalén en mayo de 2018, las protestas a nivel internacional no tuvieron el tono, ni la fuerza ni la cuantía que se hubiesen esperado. Eso no debía sorprendernos, pues tampoco el rechazo se ha manifestado con fuerza frente a las continuas represiones (y bombardeos) de Israel contra los pobladores de Gaza, en particular, y contra todos los palestinos, en general. A fines de marzo del presente año, o sea, a menos de un año de haber movido la embajada a Jerusalén, de nuevo se expuso el apoyo total del presidente estadounidense a su par Netanyahu, al ser el primer líder de su país –y del planeta– en reconocer la soberanía de Israel sobre las Alturas del Golán, territorio sirio que Tel Aviv ocupa desde la guerra de 1967.[1]
En ese contexto, parece, por lo menos aparentemente, que Trump sacrifica sus relaciones con otros países de la región, sobre todo árabes, o simplemente logró, el objetivo que se propuso Washington desde la segunda mitad del siglo pasado: mantener su alianza incondicional con Tel Aviv y excelentes relaciones con los países árabes, o por lo menos, con los que considera más poderosos y afines.
Estados Unidos, por una parte, legitima a Israel como país y a Netanyahu como Primer Ministro y, por la otra, amenaza los poderes contestatarios a él en la región. “Esta decisión va en contra de la alianza Irán, Siria y Hezbollah. En lugar de despejar el camino, lo más probable (…) es que se agrave el conflicto”.[2]
Por lo que, las decisiones de EE.UU. hacia Israel presionan a determinados actores regionales e influyen en los conflictos en los que este último está directa o indirectamente vinculado.
Del 2011 al 2018
El año 2011 marcó un hito en la reconfiguración y recomposición del sistema de alianzas en el área mesoriental. Las revueltas árabes: por una parte, reafirmaron la alianza de EE.UU. con sus socios árabes, fundamentalmente los de las monarquías del Golfo y, por la otra, el surgimiento de acercamientos que se han convertido en alianza, como la protagonizada por Rusia, Irán y Turquía. ¿Cuáles fueron los factores que determinaron estas tendencias, donde sobresale la conformación de esta última triangulación?
- La respuesta a las revueltas en Bahrein y, posteriormente, la intervención en Yemen, fueron apoyadas por EE.UU. El actor principal fue Arabia Saudita. Además, la solicitud de “entrada” en Libia, que eliminó el gobierno de Gadafi, tuvo su primer paso en la Liga Árabe, donde los países del Golfo fueron protagónicos, así como en la expulsión del gobierno de Bashar el Assad de dicha organización y el apoyo a los grupos contrarios a Damasco.
- La ofensiva terrorista en Irak y Siria en el 2014, que hizo coincidir los intereses de Rusia, Irán y Turquía.
- La conformación de la coalición dirigida por EE.UU., en el caso del territorio sirio, sin aprobación del gobierno de Damasco.
- La entrada de Rusia, en la lucha contra el terrorismo en Siria, a solicitud del gobierno de Al Asad, en septiembre de 2015, un año después de creada la coalición dirigida por Washington. Moscú era heredero de la alianza entre la URSS y Siria, asimismo tenía en ese país la única base militar en el Mediterráneo y la lucha contra el terrorismo estaba dentro de los principales puntos en su agenda.
- La resistencia del Ejército sirio, con el apoyo de Hezbollah e Irán, en la lucha contra el denominado Estado Islámico (ambos aliados de Siria, en lo que se ha denominado Eje de la Resistencia).
- El “cambio de postura” de Ankara, que se ha concretado en un acercamiento a Rusia e Irán. En esta variación deben tenerse en cuenta varios aspectos: aunque EE.UU. y Turquía han sido socios por más de 70 años, las relaciones entre ambos países se encuentran en uno de sus puntos más bajos, por lo menos de momento.
Hagamos un aparte
Las relaciones entre Turquía y EE.UU. no habían tenido gran impacto en el acontecer mesoriental, no es hasta los años noventa del siglo pasado, cuando el primero, “harto” de las largas que le daban para su entrada a la Unión Europea, comenzó a proyectar una agenda activa hacia su histórica área natural. Asimismo, EE.UU. había establecido un sistema de alianzas, cuyo primer país era Israel y había sustituido al Sha de Irán, por otros aliados. Eso no implicó que el acontecer meso-oriental excluyera la alianza Washington-Ankara, sobre todo porque Turquía es miembro de la OTAN y EE.UU. tiene bases militares es ese país, entre otros aspectos esenciales. Los factores y acontecimientos que mayor incidencia, por lo menos pública, han tenido en el deterioro de las relaciones bilaterales han sido:
- El golpe de Estado de julio del 2016 en Turquía. El gobierno de Ankara acusa al clérigo turco Fethullah Gülen, quien vive en EE.UU. y al pastor Brunson, de nacionalidad estadounidense, quien fue detenido y juzgado con el alegato de haber apoyado una organización terrorista en la que también participaba presuntamente Gülen. O sea se consideraba que ambos estaban involucrados en el suceso, de ahí que Ankara solicite la extradición de Gulen y, Washington la liberación de Brunson.[3]
- La política que EE.UU. ha desarrollado con respecto a los kurdos. Estos últimos representan un problema de seguridad nacional para Ankara, por lo que no puede permitir que eventualmente se conforme un Estado kurdo, ni en Iraq, ni en Siria, ni que se concedan grados de autonomías expresas, que puedan influir al interior de su país. Con el avance del autodenominado Estado Islámico en Siria, Estados Unidos estableció relaciones con varios grupos kurdos que enfrentaron dicha organización. [4] En su afán de debilitar o derrotar el gobierno de Bashar Al Assad, incluso con el objetivo de balcanizar el territorio sirio, Washington y sus aliados obviaron que Turquía considera a las Unidades de Protección Popular (YPG), como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)[5], al que clasifican como terroristas. Lo cierto es que Turquía, con millones de kurdos en su territorio, no puede permitir “un ejemplo a seguir por los mismos”.
- La reimposición por parte de Washington de sanciones contra Teherán y la amenaza de castigar a quienes hagan negocios con la República Islámica choca frontalmente con los intereses de Ankara. Turquía suple con importaciones de gas y petróleo gran parte de sus necesidades energéticas y para ello depende en gran medida de Irán. Pese a que durante el primer trimestre de 2018 Turquía redujo las importaciones de crudo iraní en un 20%, Teherán sigue siendo su principal proveedor y los expertos consideran inviable un corte absoluto de ese suministro.
- El gobierno de Trump ha llegado a imponer sanciones a dos ministros turcos y duplicar los aranceles al acero y aluminio de Turquía, lo que aceleró la caída de la lira turca. Recep Tayyip Erdogan, presidente de ese país, en un artículo publicado en las páginas de opinión de The New York Times, señaló que “Washington debe abandonar la noción equivocada de que nuestra relación puede ser asimétrica y aceptar el hecho de que Turquía tiene alternativas”. Posteriormente, acusó al gobierno de Donald Trump de haber traicionado a Turquía.”En una parte actúas como un socio estratégico, pero en la otra, disparas balas al pie de tu socio. Estamos juntos en la OTAN y luego buscas apuñalar por la espalda a tu socio estratégico”.[6]
Paralelamente, a pesar de las fuertes tensiones que se desencadenaron entre Rusia y Turquía con el derribo de un cazabombardero del primero por parte del segundo en noviembre de 2015, las aguas tomaron su nivel y el gobierno de Erdogan decidió adquirir de Rusia el sistema antimisiles S-400, así como participar plenamente en las iniciativas diplomáticas de Moscú en el proceso de paz en Siria: las conversaciones de Astana.
Actores regionales ¿retorno a los orígenes?
Los países del Medio Oriente que históricamente han tenido un protagonismo relevante han sido Irán y Arabia Saudita. Fuertes diferencias históricas como potencias medias; una persa, de mayoría chiita, con una revolución de base islámica, con un carácter antimperialista y antisionista. La otra, árabe, de mayoría sunna, con una monarquía de base wahabbista, aliada histórica de EE.UU., con un papel preponderante en el Consejo de Cooperación del Golfo. Entre ambos se magnifican las diferencias históricas y religiosas, si bien estas existen, sus discrepancias esenciales tienen como base sus proyecciones como potencias, cuyos aliados regionales e internacionales difieren.
Uno de los pilares de la política estadounidense en Oriente Medio ha sido su alianza con cuatro de las cinco potencias regionales: Arabia Saudí, Egipto, Israel y Turquía. Hasta 1979 también Irán clasificaba como aliado, después de ese año, ha sido el enemigo a derrotar; pero el principal socio de EE.UU. en el área ha sido Israel, el que ha tenido, un conflicto permanente con los palestinos y los árabes, a quienes se sumó Irán, después de la Revolución Islámica del 1979.
En ese contexto, durante la guerra fría, la URSS estableció relaciones que pudieran calificarse de fuertes con el Egipto de Nasser, la Siria del BASS y los palestinos, esencialmente con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), pero nunca esos vínculos tuvieron la fortaleza del sistema de alianzas de EEUU.
El espacio geopolítico meso-oriental se ha caracterizado por un sistema alianzas que ha favorecido a Washington.
Trump: ¿Fortalece o debilita las alianzas?
Después de 1991, EE.UU. fortaleció su protagonismo en la región. Desde ese momento y hasta el 2011 continuó con su labor histórica de lograr la alianza entre Israel y los países árabes, en ese empeño siempre se ha impuesto en el medio el problema palestino.
En noviembre de 2018, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, planteó que “Israel estaría en un gran problema sin Arabia Saudita”, “Si miras a Israel, Israel estaría en un gran problema sin Arabia Saudita” (…) “Entonces, ¿qué significa eso, Israel se va a ir? ¿Quieres que Israel se vaya? Tenemos un aliado muy fuerte en Arabia Saudita.” [7] “Los Estados Unidos tienen la intención de seguir siendo un socio firme de Arabia Saudita para garantizar los intereses de nuestro país, Israel y todos los demás socios en la región.”
Trump ha demostrado su predilección por Arabia Saudita en varios momentos, pero sobresalen:
- Arabia Saudita fue el país seleccionado para la primera visita al extranjero que Trump hizo como presidente de EE.UU.
- El acuerdo multimillonario para comprar armas firmado por Riad con Washington.
- El apoyo incondicional a Riad en la guerra contra Yemen.
Según Rosa Meneses, [8] Israel y Arabia Saudí nunca han estado tan cerca. La convergencia política de ambos países en su presión para que se ejerzan acciones duras contra la influencia creciente de Irán en la región les ha convertido en aliados. Y la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirarse del acuerdo nuclear con Irán es uno de sus mayores triunfos políticos juntos. Todo ello, sin ni siquiera establecer conversaciones directas.
“El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aprovecha todas las oportunidades que tiene para jactarse de que su país ha alcanzado un alto nivel de relaciones normalizadas con grandes países árabes, en clara referencia a Arabia Saudí. Fuentes cercanas a Netanyahu señalan que los analistas tan sólo han visto la punta del iceberg, indicando la profundidad de las relaciones bilaterales entre Tel Aviv y Riad (…) Este último no niega las confirmaciones de Israel de su relación normalizada con Arabia Saudí. La relación con Israel no expresa una estrategia saudí bien definida con objetivos claros, sino más bien una falta de opciones en política exterior”.[9]
Los puntos coincidentes de Israel y Arabia Saudita podrían resumirse en que ambos son estrechos aliados de Estados Unidos y los dos países han encontrado un enemigo común en Irán [10]; al tiempo que rechazan cualquier tipo de acuerdo con este último y lo acusan de ser un peligro para la estabilidad regional.
Aproximaciones iniciales
- Las acciones de Rusia en el espacio meso-oriental se han concretado en el papel político diplomático y militar que ha desarrollado en Siria desde septiembre de 2015. En ese ámbito, ha posibilitado que se mantenga la alianza entre Irán, Siria y Hezbollah; a pesar de altas y bajas ha logrado un acercamiento significativo con Turquía que, a su vez, se ha concretado en acciones conjuntas entre este último, Irán y Rusia. Hasta el momento parece que Ankara se inclina hacia esta alianza, pero no puede olvidarse sus históricas relaciones con EEUU, además de las divergencias del gobierno de Erdogan con su par Bashar al Asad. En la actualidad es una alianza coyuntural, pero las relaciones entre Moscú y Damasco son estratégicas y deben ser duraderas.
- Hasta el momento, la política de Trump no ha podido frenar la presencia rusa en Siria, incluido sus dos bases militares, la de Tartus y la de Jmeimim, ambas en Latakia. Según el exjefe del servicio secreto israelí Nativ, Yakov Kedmi. La presencia militar rusa, tiene como objetivo “cumplir tareas globales no relacionadas con Siria”.[11]
- Cuando Trump rompió el acuerdo con Irán y reafirmó sus vínculos con Israel y Arabia Saudita mostró que está dispuesto a toda costa a apoyar a sus aliados tradicionales, contra su enemigo: Irán. Además, en la medida que logre recuperar espacio en sus relaciones con Turquía, podrá debilitar a sus oponentes y fortalecer su presencia.
- Los aliados de EE.UU. desarrollan acciones militares, pero cuentan con el apoyo total de Washington. Los ejemplos contra los palestinos abundan; en el caso de Yemen, el más inmediato es el veto de Donald Trump el 7 de mayo del presente mes a una resolución aprobada por el Congreso para que Estados Unidos retirara el apoyo militar que brinda a Arabia Saudí en la guerra contra Yemen”.[12]
- ¿Ha perdido EE.UU. espacio en el área? Podría responderse que sí y que no. La presencia rusa ha restado protagonismo a EE.UU., al tiempo que la derrota del terrorismo y la permanencia de Bashar al Asad en Siria, lo confirman. Trump no ha contrarrestado el espacio ganado por Moscú, pero ha afianzado las triangulaciones con sus socios tradicionales, mantiene su presencia en Siria e Irak, al tiempo que ejecuta acciones que amenazan a los aliados de Moscú, sobre todo a Teherán. En ese ámbito, tratará de provocar a Irán para que cometa un “error” que lo desacredite ante los poderes que lo apoyen o justifique cualquier otro tipo de acción contra la milenaria Persia. Asimismo, la alianza Irán-Siria y Hezbollah ha demostrado su fortaleza, pero no debe obviarse el costo material y humano que esto ha significado.
- Las acciones acometidas por la administración Trump confirman que el objetivo de la administración estadounidense es avanzar y reforzar en control sobre esa área geopolítica, tal vez lleguen a pensar que lo debería lograr a cualquier precio. No obstante, será difícil para la Casa Blanca lograr todo lo que se propone y los espacios que ha perdido en los últimos años, y no involucrarse directamente en una nueva intervención militar en la región.
El espacio geopolítico mesoriental se perfila como un área inestable en el corto plazo, donde las alianzas coyunturales pueden modificarse de forma abrupta y donde podrá ocurrir lo inesperado. Lo que sí parece casi seguro, teniendo en cuenta las acciones de los poderes, los sistemas de alianza, los espacios perdidos y recuperados, es que los palestinos siguen siendo sistemáticamente masacrados; en ese caso el espacio sigue siendo protagónico para la alianza estadounidense. Los grandes perdedores han sido los palestinos y los pueblos que enfrentan las agresiones y los bombardeos, las acciones terroristas, entre otros.
¿La actuación de los principales actores regionales y extraregionales, con sus alianzas y triangulaciones, aumentaran las situaciones conflictuales en el espacio meso-oriental? ¿Hasta cuándo podrán los pueblos de esa área soportar esa situación?