De madre y de padre: Quiero ser mamá, pero…

Lo primero que se necesita para afrontar la maternidad es el deseo y la actitud personal para vivir la aventura. Foto: Área Humana.

“Mujer, ¿y tú qué esperas para parir?, ¿quieres parecer la abuela del niño cuando vaya a la escuela?, mira que para lavar pañales y soportar las malas noches hace falta juventud”. Si eres mujer, estás pegada a los llamados “ta” y aún tu pareja y tú no tienen hijos, de seguro más de una vez alguien te detuvo en la calle con comentarios como estos. No importa que a todas luces seas una persona realizada, feliz, y para quien la maternidad es un deseo, pero no el principal proyecto de vida. Para los amigos contemporáneos, para los vecinos, para la sociedad… una familia no estará completa sin los hijos, y una mujer no lo será del todo sino carga durante nueve meses un bebé en el vientre.

Aunque hay mucho que conversar sobre el embarazo y la llegada de un bebé, hoy quisiera que dialogáramos sobre un momento por el que todos pasamos mucho antes de las pataditas en la barriga, o del primer ultrasonido que confirma los latidos de una nueva vida: la decisión de cuándo tener nuestro primer hijo, una etapa casi siempre acompañada de presiones familiares y sociales, y en la que muchas veces vamos posponiendo la decisión para el mes que viene, el año próximo, o simplemente para un futuro, porque tenemos miedo del cambio que pueda experimentar nuestra vida.

Decidir cuándo y cuántos hijos tener es el tema que abordaremos hoy en De madre y de padre, un asunto de la pareja, pero que se convierte en un verdadero dolor de cabeza, porque no solo depende del deseo de que una personita muy parecida a nosotros nos diga mamá y papá. Tener un hijo va más allá de cargarlo nueve meses en la barriga, comprarle la canastilla, lavarle los pañales, o amamantarlo siempre que siente hambre.

Todo eso viene cuando los traemos al mundo, pero llega sobre todo el sacrificio, la entrega, la dedicación, el formar a esa personita desde la cuna hasta que son hombres y mujeres.  De ahí que, a mi modo de ver, lo primero que se necesita para afrontar la maternidad es el deseo y la actitud personal para vivir la aventura. Sí, digámosle aventura, porque cualquiera puede traer a un pequeño al mundo, pero nuestros hijos no quieren de nosotros amargura. Ellos necesitan ese ingrediente de alegría y diversión, tan necesario para su buen crecimiento y desarrollo.

De manera general, tener edad suficiente para asumir la maternidad y la paternidad, así como contar con una pareja estable, apoyo familiar, una vivienda y un trabajo, son los factores que más influyen en nuestras decisiones respecto a la descendencia. Ahora bien, claro está que muchas veces nos falta alguna de ellas, pero no por eso nos negaremos la posibilidad de dejar nuestra huella genética en la tierra.

Tal y como se puede leer en los comentarios que ustedes mismos han dejado en este espacio, uno de los temas que más preocupa en Cuba tiene que ver con el elevado precio de muchos de los productos que requieren los bebés, como cunas, colchones, pañales desechables, toallitas húmedas, compotas, o la ropa de bebé, lo que hace que el salario promedio resulte irrisorio para estos menesteres.

En Cuba tenemos una asistencia médica de lujo para embarazadas y niños pequeños, un índice de nacidos vivos comparable solo con países desarrollados; pero los temas monetarios siguen influyendo decisivamente en nuestras decisiones respecto a la maternidad, si bien hoy es un hecho que una enorme cantidad de cubanos posterga la descendencia para cuando ya el almanaque le está al pasar la cuenta.

Otro factor que ustedes mencionaban mucho en los comentarios de la pasada semana tiene que ver con que en nuestro país muchas familias viven agregadas a otros núcleos familiares. Este problema complica a veces la decisión, cuando la pareja no cuenta en ocasiones ni con un cuarto para poder colocar la cuna. Pero también las que viven con independencia lo piensan dos veces, porque saben que deberán enfrentar sin el apoyo familiar del día a día la experiencia de la maternidad, con todo lo bueno y lo malo que esto conlleva. Se dice fácil, pero solo quien lo ha vivido sabe lo que es  preparar un almuerzo entre los gritos desesperados de un bebé que quiere que lo carguen, o lavar pañales cuando el niño solo quiere que lo arrulles o te rías con él.

En mi caso personal, y en el de muchas mujeres que estudiaron conmigo en la universidad, más allá de la economía que sabemos no alcanza, en realidad uno de mis peros más fuertes tuvo que ver con el desarrollo profesional.  Sí, porque después de largos años en el preuniversitario, y luego en los estudios superiores, la mayoría de las mujeres y hombres queremos planificar un hijo para ese momento en que hayamos acumulado cierta experiencia en nuestro campo.  No es que la vida se nos acabe por dar a luz, pero por experiencias de familiares y amigos sabemos que muchas veces el embarazo conlleva cuidados, largos meses de lactancia materna, y la reincorporación al trabajo nos llevará un tiempo. Yo ya lo estoy sufriendo, tengo unos deseos enormes de escribir y de hacer periodismo, pero solo concibo escribir unas líneas cuando en las madrugadas mi hijo descansa.

Pero ya yo sabía que tener un hijo no sería fácil y quizás por eso, porque me temía lo peor y redoblaban en mi mente clásicas frases como “se te acabaron las coberturas periodísticas”, “no vas a tener ni un segundo de descanso”, me sorprendo a cada segundo pensando que al final no ha sido tan difícil como lo pintan. De no ser así, y si solo nacieran hijos en familias que tienen cubiertas sus necesidades, hubiera terminado la descendencia.

Por supuesto que respeto la decisión soberana de una pareja de prescindir de la maternidad. Creo que se trata de un acto de responsabilidad individual, y que no debe ser justificado en modo alguno ante la sociedad. Somos tan mujeres las que damos a luz, como como las que todos los días nos enfrentamos a la cocina y a cualquiera que sea nuestro trabajo. Pero algo muy distinto ocurre cuando el anhelo de tener un hijo está ahí presente, y aun así sufrimos y prescindimos de él esperando el día perfecto.

Futura mamá o papá, no habrá día perfecto, no dejen que las dificultades económicas materiales venzan al deseo de conocer a sus hijos, y atrévanse. Al final (recuerden esto siempre) todo se arreglará, y la vida pasará, entre risas de su hijo, en ese verlo aprender a gatear y alegrarles el día cuando más malo lo tengan.

Hay mucho que hacer en Cuba para solucionar los problemas que tanto nos afectan y que están limitando la reproducción. La baja natalidad no está garantizando el reemplazo generacional en el país y a largo plazo podría afectar nuestro futuro socioeconómico. Pero mientras tanto, para los que superponen peros, y creen que el mejor día es el de mañana, ha sido este texto. Recuerden, nunca estarán todas las condiciones creadas, pero busquen apoyo familiar, construyan su propia maternidad (a su manera y sin recetas de nadie) y con el tiempo verán que todo lo bueno que trae un bebé compensa sobremanera.

No pongo punto final, simplemente un punto y seguido para darles la palabra a ustedes. De seguro tienen mucho más que aportar en este tema; así que bienvenidos.