El equilibrio: Un sueño que debe ser de todos

Un socialismo próspero y sostenible debe perseguir equilibrios, aunque sean dinámicos. Foto: Archivo.

A los químicos se nos educa para comprender el equilibrio de una forma muy amplia. Algo que está en equilibrio estático no se mueve porque todas las fuerzas que actúan sobre él se compensan y no queda ninguna libre para cambiarlo de posición. Así ocurre con un libro colocado encima de una mesa. Sin embargo, un simple vaso de agua en una atmósfera muy húmeda, como la que solemos tener en Cuba durante un aguacero, no se evapora gracias a otro tipo de equilibrio. En este caso el número de moléculas de agua que están en el aire en forma de vapor y que entran volando en el vaso de agua suele ser el mismo que el de las que se escapan de este y pasan al aire. Por eso la cantidad de agua líquida no cambia, está en equilibrio. Hay evaporación y también hay condensación: tenemos un equilibrio dinámico porque hay cambio, hay movimiento.

Algo parecido puede ocurrir en una sociedad. Un socialismo próspero y sostenible debe perseguir equilibrios, aunque sean dinámicos. En los últimos años hemos observado un florecimiento de la empresa privada en nuestra Patria. Ha sido un proceso perfectamente consensuado socialmente y patrocinado por nuestro Partido Comunista. Sin embargo, se ha escuchado el término de “protoburguesía” para denominar a aquellos prósperos empresarios que han mejorado notablemente su nivel de vida en este proceso. También han mejorado significativamente los niveles de vida de los empleados del sector. Y eso nos debe esencialmente alegrar, siempre que no implique el daño o la explotación de otros. Es bueno que se alcance bienestar y felicidad trabajando, sea en el sector económico que sea.

Pero resulta evidente que activar el mercado de fuerza de trabajo para un sector de la economía es inevitablemente un factor influyente en los equilibrios sociales. Si unos practican las ventajas y desventajas de la oferta y la demanda con una mercancía de cambio universal para ellos como es el dinero y otros no, todo el sistema se ve desequilibrado. El sector de todo el pueblo usa un dinero determinado por un plan central en especie y queda en gran desventaja.

También, la dinámica del mercado es mucho más rápida que la de nuestro sector público. En este disfrutamos de una protección formidable, dada por el amparo y la buena voluntad siempre manifestada por el estado revolucionario de no dejar a nadie desamparado jamás. Pero el sector privado cubano también se disfruta de esa protección en cuanto a la vida y supervivencia de sus integrantes. Estamos en presencia de una dinámica de desequilibrio económico que es preciso corregir desde el sector público a la misma velocidad con que se produce en el privado.

Las herramientas de gobierno de una economía mixta no se tienen que parecer a las históricas de las economías de la Europa oriental que se desvanecieron a finales del pasado siglo. Aquéllas formas de gestión económica que aún algunos consideran como paradigmáticas del socialismo, fracasaron. No se debe condenar el socialismo cubano a un destino similar imitando lo que no funcionó, y si asimilando toda forma de gestión que haga más eficiente el sistema y garantice su intrínseca justicia social.

Si surge un sector privado y un mercado legal, el equilibrio solo se puede mantener usando sin prejuicio alguno las herramientas más modernas de gestión. El socialismo está basado en las ideas de una sociedad más justa, no en los métodos para lograrla. La planificación central y la no instrumentación del dinero como herramienta de cambio universal, característicos de los sistemas de gestión malogrados en Europa, son métodos que deben modificarse para enfrentar un contexto nuevo y mucho más complejo.

Un peso ganado o gastado por el estado cubano, propiedad de todo el pueblo, tiene que tener la misma capacidad liberatoria y dinámica que uno del sector privado. Un trabajador empleado de todo el pueblo debe recibir la misma compensación por una actividad equivalente en el sector privado. Sin comunicaciones y transporte eficientes, careciendo de un comercio intenso, agresivo y moderno, sin competencia para mejorar, sin bancos funcionales y omnipresentes, sin dinero de capacidad liberatoria ilimitada universal y con políticas tributarias estáticas e inapropiadas, es muy difícil mantener equilibrio alguno en una economía que incluye el mercado de alguna forma.

El sueño de cada uno en una sociedad socialista próspera y sostenible debe ser equivalente en cualquier sector de la economía. Para eso es preciso que tengamos las mismas posibilidades proporcionales a nuestra contribución al bienestar común. Los trabajadores en el sector estatal no debemos seguir subsidiando con el impuesto virtual e intangible que grava nuestros bajos salarios algunas dudosas eficiencias de empresas públicas y la prosperidad del sector privado al comprarles sus mercancías y servicios. Con un dinero plurivalente como el que tenemos no se puede ni siquiera saber cuan desequilibrado está el sistema: solo observamos sus contradicciones más evidentes.

Al toro se le debería agarrar por los cuernos e ir a las esencias de los problemas, aunque todos no se puedan resolver de la misma forma ni a la misma velocidad. El equilibrio dinámico que requerimos solo se puede alcanzar con movimiento, con cambio, con comprensión profunda y desprejuiciada de los problemas, y que este sea significativo, bien explicado y bien comprendido por sus protagonistas.