El bonito gesto de Malachowsky

En época de crisis todo se exacerba: corrupción, violencia, insolidaridad, y aun cuando sabemos que nada es nuevo, afecta nuestra vida espiritual, nos vuelve más irritables y, como dice Frei Betto, dejamos que la emoción se sobreponga a la razón.

¿Alguien duda que esta es una época de crisis? Probablemente nadie.Y no se piense que es solamente una crisis económica aunque esa situación esté en sus raíces. Pero es mucho más complicado, de diagnóstico más grave y de soluciones radicales que van más allá de la intervención quirúrgica que pide a gritos el modo de producción preponderante en el mundo.

Un acercamiento a su génesis la hizo en la segunda mitad del siglo pasado Raymond Aron cuando al alertar de las implicaciones más amplias de esta crisis sistémica dijo que una civilización hedonística, tan miope que se dedica solamente a las satisfacciones materiales del día, se condena a muerte cuando deja de estar interesada en el futuro, y pierde así el sentido sustentador de su historia.

El escritor se refería, por supuesto, a la crisis del espíritu, que es la primera columna que se quiebra cuando los cimientos del sistema empiezan a ceder. Pero no parece que la sociedad actual se haya desinteresado de su futuro. Más bien teme por su cercanía al abismo de la distopía y la ruptura de los sueños, almas de la espiritualidad.

Este sentimiento es una vivencia y, por eso, identifica al ser humano, racional y emotivo. Betto define la espiritualidad de una forma indudable: 'es la fuerza interior, cultivada en la oración o en la meditación, que nos mantiene vivos. Es alimentada también por el amor que nos une a la familia, la autoestima profesional, los valores que rigen nuestras actitudes y esperanzas (sueños, proyectos, etc.) y mueven nuestros pasos en dirección al futuro'.

Está demostrado que en tiempos de crisis el déficit espiritual es muy grande por muchas razones que se agolpan como un sismo de aterradoras dimensiones y si no se le pone freno puede reducir a escombros los paradigmas que mantienen en pie al hombre hasta dejarlo en un inmenso y angustioso vacío.

En un campamento revuelto como es este mundo de guerras y conquistas, con las lonas de los tabernáculos rodando y los relinchos de los caballos mezclándose con el ulular de un viento de tempestad, los Fauno de hojalata en los que prevalece lo fiero y primitivo sobre lo espiritual, son muy peligrosos porque pueden empujar al ser racional a la barbarie.

Repitiendo a Betto, 'la crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino. Son los 'dolores de parto' de la Creación, en opinión del apóstol Pablo. Ante la crisis la espiritualidad nos da sustento y aliento, sobre todo cuando la encaramos desde la óptica histórica, como enseñó Jesús a los discípulos de Emaús'.

Quizás el polaco Piotr Malachowsky, quien ganó la medalla de plata en lanzamiento de disco en los Juegos Olímpicos de Río 2016, no haya reflexionado sobre estas cosas, ni tampoco está obligado a hacerlo, y aún está celebrando su triunfo en Brasil, aunque de una manera muy singular.

Sin embargo, él y Olek Szynmanski, un niño de cinco años con cáncer en la retina, son protagonistas de estas reflexiones. El joven atleta polaco está subastando su apreciada medalla olímpica para ayudar financieramente al tratamiento médico e invita a todos a participar. 'Ayúdenme a que la plata pueda ser más valiosa que el oro', publica Malachowski en su cuenta de Facebook.

No es solamente un bonito gesto de espiritualidad, sino un conmovedor ejemplo de que por muy duras que sean las crisis y por mucho daño que puedan ocasionar a los valores morales, las reservas espirituales del ser humano son enormes y tienen la suficiente capacidad de sobreponerse a lo peor.

(Con información de Prensa Latina)