Conferencia de Japón: El verdadero 'juego chiquito'

Este robo de base allanó el triunfo japonés.

No me voy a detener en la reseña pormenorizada del juego que Japón le arrebató a Taipei de China. Ni puedo escribir que su remontada me asombró en lo más mínimo, porque siempre diré –y repetiré- que en el Asia, Japón es el padre y Sudcorea la madre. Y que por respondones que se pongan sus muchachos, ellos los acallan.

Lo que quiero es llamar la atención sobre el factor mental, ese detalle de anodina apariencia que termina decidiendo campeonatos en todos los deportes. “Concentración”, le llaman algunos. “Riñones”, enfatizan otros. “Béisbol”, le digo yo.

De fortaleza síquica alardeó Japón esta mañana, y esa fuerza lo condujo a la victoria. Nunca perdió la calma el Samurai, y el trabajo paciente fue premiado a última hora.

Todo empezó en el octavo. Los monarcas del Clásico perdían por dos, y su estrella Shinnosuke Abe asumió su responsabilidad de dar el hit impulsador. Pero el equipo seguía debajo por la mínima, y el manager Yamamoto no lo pensó dos veces para enviar a un corredor por Abe, en cuyas piernas no estaba el empate, sino la posible ventaja en el score.

Se dice fácil, pero cualquiera no se arriesgaría a prescindir de la figura clave en la ofensiva. A apostar tanto por el empeño de irse arriba en la pizarra. Es como que, en la misma situación, Cuba optara por quitar a Cepeda...

A la postre, Japón se limitó a equilibrar el marcador. Sin embargo, el rival volvió a tomar la delantera de inmediato, y otra vez los nipones se vieron contra la pared. Casi asfixiados. A tan solo un capítulo de la derrota.

Taipei, como era de esperar, trajo a su cerrador, y éste llegó a tener el inning a punto de mate, con un corredor en la inicial. Entonces, nuevamente, apareció la decisión de sabio. El sentido común que mucha gente podría confundir con locura o imprudencia...

El mentor Yamamoto pensó rápido y bien: ya con un par de outs en la pizarra, sería muy difícil conectar dos hits consecutivos que empujaran desde primera a Toritani. De manera que lo mandó a robar segunda, y Toritani le cumplió. Segundos más tarde, el indiscutible de Ibata niveló el electrizante desafío, y el béisbol recompensaba por segunda vez a la ambición inteligente.

Así, hubo que recurrir al extrainning. Y fue en esa instancia que Japón aseguró su triunfo, gracias a que la entrada la empezó con hit el receptor suplente. Sí, el mismo hombre que había calzado los arreos después de la sustitución de Abe. El juego, agradecido, condecoraba finalmente al que más se atrevió a dar por la victoria.

Alguna vez, el sicólogo de los japoneses ganará el Premio Nobel.